"El huevo Kinder" es el penúltimo capítulo de la novela "Lo que me queda por vivir".
Es un relato muy interesante sobre cómo los adultos usamos a los niños a nuestra conveniencia. Podría llamarse “El niño-coartada”. Tú no quieres quedarte en tu casa para no oir el teléfono porque estás agobiada y no quieres contestar, y qué haces? Pues si tienes un niño a mano está claro; lo vistes, le invitas a merendar y luego al cine, y así te tiras a lo tonto a lo tonto todo el rato fuera de tu casa y no escuchas el temido sonido del teléfono. Y como el niño además se lo pasa bien y alucina, pues genial, todos contentos.
Bueno, ésta es una figura clásica ya en el cine y en la literatura. Existe también la variante del tío que le pide prestado su sobrino a su hermana para llevarlo al parque y ligar.
Aunque hoy en día, ante la falta de niños utilizables y reutilizables, la cosa ha variado un poco y se ha creado para estos menesteres la figura del perro-coartada. Que no quieres escuchar el teléfono? Pues nada, te averiguas un perro y lo sacas de paseo, que la criatura tiene que hacer sus cosas. Y ya está, asunto resuelto.
A mí no suelen gustarme las novelas con componente autobiográfico; en la mayoría de los casos el escritor va a salvar su culo y a echar toda la tierra que pueda encima de los otros. Sí, reconocerán unos cuantos pecadillos y alguna que otra miseria, pero sólo para revestirse de humanidad y mostrarnos aún más ensalzadas sus virtudes al final. Y sinceramente no creo que Elvira Lindo vaya a ser menos.
Ya en este capítulo se ve venir por la forma en la que habla del personaje con el que no quiere hablar por teléfono, que creo que es el padre de la criatura. Supongo que será su forma de vengarse de él por todo lo que le hizo pasar. No sé, tiene un tufillo victimista que a mí personalmente me echa un montón para atrás.
Pero en fin, habrá que leerlo entero para confirmarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario