martes, 22 de julio de 2014

De qué coño habla tanto la gente

No sé si sabréis que recientemente han puesto en el AVE un vagón especial silencioso. Es una maravilla; por el mismo precio que el de un billete normal puedes viajar en tren sin escuchar parlotear todo el tiempo a la gente, ni el desagradable ruido de los móviles, ni naaaaaaada. Dios mío, puede haber algo más parecido a la felicidad?

La cosa es que fue salir el producto milagroso y los billetes se agotaron en cuestión de minutos. Bendito sea Dios, yo que creía que era un caso raro de asocial amante del silencio y cada día más misántropa, y resulta que no, que el mundo está lleno de gente con aversión al ruido, sobre todo al humano. Somos legión! Lo que pasa es que, por nuestro amor al silencio, nos hacemos oír tan poco que yo pensaba que ni existíamos, o en todo caso, que éramos cuatro o cinco.

Ayyyy, no saben los usuarios del AVE que tienen esa opción de lujo lo que los envidio. Cada día tengo que subirme a un tren en el que inexplicablemente la gente habla y habla sin parar a todas horas. Y eso que yo procuro montarme en el último vagón y colocarme estratégicamente fuera del alcance de los especímenes más escandalosos. Pero es inútil, vayas donde vayas, allí están ellos; son omnipresentes, como Dios.

Hay un grupito de señores de entre 50 y 70 años, de los que llevan esas espeluznantes camisas de rayas con manga corta ancha, que parece que de un momento a otro van a levantar el vuelo... bueno, pues ese grupito es terrible, porque encima... también se sientan en el último vagón!!!!!! Y no me puedo explicar por qué; se supone que los que nos pegamos la jartá de andar para llegar hasta allí lo hacemos para preservar nuestros oídos del cotorreo ajeno. Pero no, ellos van y se juntan allí, en todo lo más hondo, y son una verdadera pessssssadilla.

Alguna vez que me he despistado y he terminado colocada en un asiento cercano a los suyos, he estado a punto de echarme a llorar de la pura desesperación. Otras veces he aprovechado mi error para salir de dudas y enterarme de qué coño hablan todo el tiempo. Y naturalmente, como me temía, no dicen nada que tenga un mínimo interés, sino un pego y otro pego y otro pego, a cuál más gordo. Bueno, y como haya algún gracioso de éstos que se pasa el rato contando chistecillos y apostillando cada comentario con una chorrada... apaga y vámonos. Eso ya sí que lo llevo pa matar, los montoyitas.

Pues sí, ésa es una pregunta que me hago muy a menudo: de qué coño habla tanto la gente. Es verdad que yo soy una persona con especial aversión a la conversación insustancial; soy incapaz de hablar más de dos minutos si no me interesa de lo que se habla; pero aunque fuera un poco más conversadora y más sociable ... no puedo comprender de qué va esa constante charla sin fin que se apodera de la mayoría de la gente en todas partes.

En los trabajos, por ejemplo. Cada día se juntan las mismas personas, y se pasan horas hablando en los desayunos!!!!! Y luego cada vez que se encuentran por ahí casualmente unos con otros, siguen y siguen y siguen y siguen pegando la hebra hasta el infinito y más allá! Dios míooooo, pero hay temas de conversación en el mundo para tanta charla??

Y encima hay un montón de asuntos prohibidos que no se pueden ni mencionar, justamente los que podrían resultar en un momento dado más interesantes o apasionantes. Por ejemplo:

1. El fútbol, sobre todo si la mayoría son tías y no les gusta ni entienden ni lo ven ni nada. Y si son tíos tampoco porque igual son de equipos rivales, y uno de ellos es claramente favorecido por los árbitros. Y no quiero señalar.

2. Cualquier tema de la actualidad política, porque hay gente de diversas tendencias y la cosa puede terminar como el rosario de la Aurora. Aparte hay quien no quiere hablar de política porque le aburre (generalmente gente de derechas que lo tiene poco asumido, vamos) pero les cortan el rollo total a los que sí les gustaría a lo mejor comentar algunas cosillas.

3. Asuntos personales, porque en realidad la mayoría no son amigos como para contarse las cosas íntimas que de verdad les preocupan. Con lo cual si cuentan algo personal casi siempre se reduce a lo más superficial y, por tanto, poco interesante de sus vidas.

4. Temas de trabajo. Ni mentarlos, porque hay distintos departamentos y las sensibilidades se disparan con una rapidez que pa qué. Además, curiosamente se considera una ordinariez en el rato de descanso hablar de lo que en realidad es lo único que une a la mayoría, que es el trabajo. Pero en fin, la gente es así.

En resumidas cuentas, la mayoría de las veces terminan hablando de salud (o mejor, de su variante negativa, la enfermedad, porque a estas alturas anda todo el mundo más cascao que la mar) y de pegos varios, como los del grupito del tren: que si uno dice un tonterismo, el otro un chascarrillo, la otra una chorrada... Eso, y lugares comunes como el tiempo, los sitios donde se van a ir de vacaciones o lo que van a comer hoy o comieron ayer o comerán mañana. Jodeeeer, varias horas al día hablando de esooooooo!!!! Y la rara soy yoooooo!

Y muchos de éstos, luego cuando terminan de trabajar, se van por ahí a tomar una cerveza y a seguir dale que te pego!!!!!!! Vaya, como lo cuento. Con otra gente o con la misma, pero las conversaciones son exactamente iguales, por idénticos motivos. A veces me pregunto también si cuando llegan a casa siguen blablabla blablabla sin parar o ya se callan y no vuelven a abrir la boca más hasta el día siguiente, lo cual les dotaría de una cierta humanidad con la que incluso yo podría simpatizar.

En definitiva, de qué coño habla tanto la gente, y sobre todo... por qué? Desconocen tal vez que hay muchas otras formas de comunicación que no hacen ruido, como la lectura, la escritura, las imágenes, las miradas, los gestos... una sonrisa amable pero silenciosa, un saludo mudo con la mano, un guiño de complicidad, un besito lanzado desde la lejanía, de vagón a vagón...? Desconocen ese grato placer de no escuchar nada, salvo tu respiración, por el que muchos (ahora ya sé que sí, que somos muchos) pagaríamos gustosamente?

Por favor, por favor, señor: quiero que pongan un AVE a Rabanales y quiero el primer bono para el vagón del silencio!!!!!!!

Ps. Y si esto fuera un puto vagón del tren a Rabanales ya saldría un montoyita a contar el chiste del niño que se la cascaba pidiendo a los Reyes Magos "Por favor, por favor, una bicicleta". Sabéis cuál os digo, no?

viernes, 18 de julio de 2014

En brazos del hombre casado

Me cuenta una conocida, bastante jovencita, que está liada con un tío casado. Me lo dice así como avergonzadilla, como "sé que esto no está bonito, pero es que tengo que contárselo a alguien y tú tienes cara de ser comprensiva".

Yo, que efectivamente soy supercomprensiva,  le contesto que qué pasa, que todo el mundo se ha liado alguna vez con un tío casado, que es lo más normal del mundo y que el problema no lo tiene ella, sino él. La muchacha, claro, se siente aliviadísima, y dedica un buen rato a pormenorizar detalles de esta relación tan apasionante para ella.

Me cuenta que la trata como una reina, como hace tiempo que ningún niñato con los que se suele acostar la trataba; me repite arrobada palabra por palabra las cosas que él le dice cuando están juntos, y ya en un acceso de exhibicionismo emocional muy frecuente en estos tiempos decadentes que corren, me enseña los guasaps que le manda el pollo, en los que efectivamente hace un alarde de horterismo sexual a lo "50 sombras de Grey" que tira patrás, pero que a ella, vaya por Dios, en su bendita ignorancia le flipa.

El sujeto en cuestión le escribe cosas tan inolvidables como "Me encantó la otra noche recorrer cada poro de tu piel" o "No dejo de pensar en la maravillosa tarde que pasamos juntos" o "Me encantaría recorrer de nuevo mis manos por todo tu cuerpo"... En fin, lo típico. Y las respuestas de ella, pues igual "Mmmmmmm", "Sigue, sigue, qué biennnn", "Ay que te como". Cosas de éstas que ruborizan bastante cuando una no está en el ajo y que lo único que consigues pensar ante ellas es "Dios mío, qué cantidad de chorradas es capaz de soltar la peña cuando le sube el calentón".

(Breve inciso, aunque importante: desde aquí os lo recomiendo a todos de modo totalmente desinteresado: por favor, no le enseñéis esas cosas nunca a la gente normal, que no esté abducida por ese tipo de pasiones que obnubilan la razón. Es que se pasa muchísima vergüenza ajena y una no sabe muy bien si reír, llorar, vomitar o directamente darle unas cuantas palmaditas en la espalda a la víctima y decirle "que dios te coja confesá, hijademivida".)

En fin, todo esto viene a que a raíz de esta charla intrascendente (al menos para mí, que ni me va ni me viene cómo termine la historia de esta muchacha, aunque dicho sea de paso, no le auguro un final feliz) de repente he pensado que nunca he hablado aquí de lo que pienso sobre estas cosas. O igual sí, no sé. Es lo mismo, si hace falta me repito, que hasta el del tiempo se repite todos los días del verano y nadie protesta.

El caso es que, como le dije a esta chica, yo creo que el amante ideal es sin duda un tío casado. Ese hombre está volcando en ti lo mejor de sí mismo; todo lo que ya no puede volcar en su casa, porque allí le conocen de sobra tal y como es cuando no es ese tipo estupendo que tú conoces. Él intenta ver reflejados en tus ojos la misma admiración y el mismo encantamiento que un día vio en los de su señora, antes de que se apoderara del mando a distancia de la tele, se convirtiera en ese ser vulgar que come, mea y caga como todo el mundo, y los niños no dejaran de dar gritos a todas horas y la única manera de mantener una conversación normal, casi siempre sobre Hacienda o el recibo de la luz, fuera a las 12 de la noche, que es cuando lo que a él le gustaría de verdad sería echar un buen cancanete.

Sí, ese hombre casado, que ha pasado para su señora de héroe a villano en cuestión de pocos años, de repente ve en ti esa mirada de admiración que un día vio en ella: oh, qué guapo eres, qué listo, qué cosas más chulas me dices, con qué finura me tratas, qué delicadeza, qué sensibilidad, qué pedazo de hombre eres. Ah, y qué ciega está tu mujer, que no es capaz de verlo.

En fin, como ya he dicho antes, un hombre casado es el mejor amante que cualquier mujer, tanto soltera como casada, se puede echar. Nunca jamás un soltero o separado te tratará mejor ni se mostrará más atento ni más enamorado ni te escribirá más chorradas por correo, por el móvil o por carta certificada. La comunicación es vital para el hombre casado porque es lo que mantiene la admiración incondicional en la amada. Si no hay regalo de oreja permanente... todo el trabajo se va al carajo.

Y una vez dicho esto, e incluso animando a todas las tías del mundo a que se echen un amante casado, y cuanto más casado mejor, añado: "nunca se te ocurra, pedazo de gilipollas, querer pasar de ser la otra a la una". Que ser la una no tiene la misma gracia, ni de lejos. Hazme caso. Que si tú pudieras ver por un agujerito al interfecto con su una actual, o contigo si alguna vez tuvieras la desgracia de ocupar el ansiado puesto, te digo yo a ti que se te caerían todos los palos del sombrajo y que se te pondrían los pelos como escarpias al leer esos mensajes picaruelos que ahora te manda el muchachote en cuanto la señora se va a la cama y suelta el primer ronquido.

Que lo del lío con señor casado mola mogollón mientras sea eso, lío. Que cuando ya se hace un relío y el señor se plantifica en tu casa, y a los pocos meses empieza a quedarse un ratito por las noches en el ordenador... nada, revisando correos atrasados, mirando la prensa, haciendo sudokus... di tú que ahí sí que tienes un problema. Nena, que el que nace lechón, muere cochino. Y ese marrón ya es tuyo pa ti solita, y no de la señora, que a esas alturas se ha quedado descansando y probablemente duerme superagusto a pierna suelta, una vez quitado el muerto de encima.

Oye, y que nadie se piense que este post es sexista o tiene un toque feminazi, que todo lo dicho lo mismo vale para líos con mujeres casadas. Solo que yo creo que los tíos son menos ingenuos para estas cosas, pero bueno, por si hay algún despistadillo por ahí, éste es mi sabio consejo: chaval, déjala en su casita y disfruta de ella en sus ratos de ocio, cuando esté fantástica y espitosa; no te dejes engañar, que esa maravillosa mujer casada que te tiene loco con esos conjuntitos de ropa interior negros de raso y encaje... si consigues convencerla para que deje al marido y se vaya a vivir contigo, verás lo que tarda en plantificarse pa dormir las bragas color carne de algodón, con la excusa de que las otras perjudican su Ph natural. No piques, capullín, que el tanga negro es sólo un anzuelo.

Pero qué coño, esto mismo ya lo contó Tolstói hace la tira de años. Porque a ver, cuánto tardó el sagaz Conde Vronsky en darse cuenta de que Anna Karénina, una vez separada, era una auténtica petarda? Si es que la gente no aprende, hossstia.

domingo, 13 de julio de 2014

Si me quieres ver mear... conmigo te has de casar

Confieso que me he reído una barbaridad leyendo el artículo de Javier Marías en EL País Semanal este finde. Y no es que Marías sea un escritor especialmente divertido, ni mucho menos; puede ser todo menos eso, pero como ente social tengo la sensación de que tiene que ser todo un "personaje" bastante peculiar.

Se queja Javier (me permitiré llamarlo así, aunque sé que le horrorizaría este abuso de confianza, porque lo leo todas las semanas y para mí es casi un pariente) de que un director de cine chino-americano (pongamos que sea Ang Lee) quiere hacer una adaptación de un relato suyo y le ha mandado un anteproyecto del guión en el que sale una escena que a Marías le parece de un zafio imperdonable. En un momento de la historia el director chino pone a hablar a una pareja mientras uno de los dos realiza alguna actividad fisiológica "poco erótica" en el baño, no sabemos exactamente cuál.

Y entonces Javier, que confiesa que por lo general le da exactamente igual lo que hagan con sus obras cuando las adaptan al cine, ante esa zafiedad sin igual decide escribir al director chino para pedirle por favor que no incluya esa escena burda y repugnante porque no podría soportar que alguien pudiera pensar que la había escrito él. Madre mía, la cara que se le tuvo que quedar al chino.

En fin, Marías se muestra tremendamente escandalizado ante la idea de que en una pareja, uno de los dos pueda ver al otro no ya defecando, que son palabras mayores, sino sencillamente orinando. Salvo que se sea amante de la coprofilia o de la lluvia dorada ("golden shower", que le dice él)

Cuenta Javier que él siempre con sus parejas ha recurrido a abrir los grifos o encender la maquinilla de afeitar para camuflar los posibles sonidos desagradables derivados de, oh cielos, actos tan poco elegantes y eróticos como mear o cagar.

Bueno, me lo he pasado tan bien leyéndolo que me veo obligada a compartirlo con vosotros.

Pero ante este impactante e inspirado artículo de mi admirado Marías... yo me pregunto, y si pudiera se lo preguntaría a él:

En qué clase de viviendas ha habitado este hombre con sus padres y hermanos, que por lo visto son un porrón, que nunca se haya visto en una situación de emergencia tipo "abreeeeeee, que no puedo máaaaaas?" Sabrá este hombre lo que es vivir cinco, seis o siete miembros de una familia en un piso con un solo cuarto de baño?

Se imaginará Marías que hay personas que a lo largo de su vida conyugal, por lesión o enfermedad o lo que sea, han tenido que terminar limpiándole el culo y lo que no es el culo a su pareja, por muy antierótico que eso puede llegar a ser? Y lo que es aún más increíble: la han seguido queriendo!!!!!

Habrá entrado nuestro héroe alguna vez en un baño en el que su pareja haya hecho de vientre dos minutos antes? Y si lo ha hecho, se le habrá venido la líbido abajo instantáneamente ya para siempre jamás? Porque bueno, aparte del tema visual, ejem ejem... tenemos el tema olores, que de ese asunto podemos charlar ampliamente otro día, si eso.

Qué hará el intrépido Marías ante una emergencia de su pareja si le pilla a él en el baño? La dejará mearse encima con tal de que no lo vea en tan poco agraciada situación? Le pasará una escupidera por una rendija con la promesa de que ella no mire ni huela ni respire?

Habrá visto alguna vez a alguna de sus parejas vomitando compulsivamente por una gastroenteritis de caballo que no te da tiempo ni a moverte del sitio? Porque ya me imagino que por una borrachera fortuita o por una desgraciada resaca es impensable. No creo que se lo pudiera perdonar en la vida.

Sabrá Marías que en la mayoría de los partos las mujeres no estamos precisamente sexis y que sin embargo muchos hombres quieren compartir esa experiencia tan antierótica con sus mujeres? Y conste que en muchos de esos partos al empujar se echa alguna que otra cosa además del feto y la placenta... y no quiero entrar en detalles.

Y lo más fuerte... alguien se imagina una relación larga de pareja, de pongamos 15 0 20 años (de más ni hablemos) en la que cada vez que entres al baño compartido tengas que empezar a encender electrodomésticos ruidosos a las seis de la mañana, a abrir grifos tutiplén, a cantar ópera a voz en grito, con tal de que tu pareja no escuche alguna ventosidad? Y con lo sensible que es el propio Marías con el tema de la contaminación acústica... sería soportable un mundo así, en el que la gente, por ejemplo, pusiera la radio a toda pastilla a cualquier hora del día para que su cónyuge no le oyera mear?

Javier, Javier, hombre de Dios, pero tú en qué mundo vives? La vida en pareja está tan llena de cosas antieróticas!! Para empezar, has olido el aliento de tu pareja alguna vez al despertar? O también pones el despertador diez minutos antes para echarte un colutorio mentolado? Ayyyyy, que no me extrañaría.

Ps. Por si alguien quiere reírse tutiplén y sin complejos, aquí va el artículo al completo:

http://javiermariasblog.wordpress.com/2014/07/13/la-zona-fantasma-13-de-julio-de-2014-en-favor-de-la-ocultacion-natural/