jueves, 21 de julio de 2016

Venecia

Veo en la tele un reportaje sobre Venecia que me pone los pelos de punta. La maravillosa y emblemática ciudad de los canales peligra seriamente a causa del turismo masificado que acude a visitarla. Más de 70.000 personas diarias se mueven diariamente entre sus puentes y canales buscando compulsivamente la foto perfecta, el selfi ideal con el que ilustrar su visita a familiares y amigos a través de las redes sociales. A costa del suelo de la ciudad, que literalmente se hunde bajo sus pies.

La ONU ya ha pedido medidas urgentes para limitar drásticamente el cupo de turistas. Los habitantes de la ciudad viven entregados a una misión imposible: esquivar al temido turista. Es de suponer que con ese volumen de visitantes este reto sea una quimera.  En principio podría parecer que vivir en una ciudad tan preciosa debería ser una gran suerte, pero teniendo en cuenta el panorama no estoy yo tan segura de que no sea una verdadera pesadilla. Hace tiempo oí que muchos venecianos se estaban autoexiliando ante la imposibilidad de residir en la ciudad con un mínimo de calidad de vida.

No dudo de la hermosura de Venecia y de que debe de ser una gozada poder disfrutar de sus calles y de los paseos en góndola o en vaporetto por sus aguas, pero... en serio a alguien le parece atrayente hacer turismo en una ciudad junto con otras 80.000 personas más, tropezando constantemente con ellas, luchando desesperadamente por un claro de agua donde colocar tu embarcación entre cientos de naves que luchan exactamente por lo mismo?

Es el mismo atractivo que no consigo ver en esas playas abarrotadas que en verano sacan por la tele, en las que las personas se hacinan unas sobre otras pisoteando sus toallas y peleando heróicamente por un trozo de arena en el que plantar sus sombrillas y hamacas, totalmente adosadas a las del vecino. De verdad hay alguien a quien le pueda gustar eso, o simplemente la gente lo hace por simple mímesis, porque es lo que toca, por inercia, porque es lo que hace todo el mundo... no sé, por alguna estúpida razón que no acierto a comprender??

A ver, no soy en absoluto una detractora del turismo; a mí me gusta viajar, como a todo el mundo. Pero desde siempre he sentido una aversión profunda hacia los desplazamientos masivos y, si puedo permitirme algún viajecillo (últimamente pocos, porque mi economía roza la subsistencia) procuro que sea en fechas poco frecuentadas por los adictos a las migraciones regladas (Julio y Agosto, Semana Santa, Navidad y puentes varios).

Nunca he podido entender esa locura que le da a todo el mundo por escaparse constantemente de sus casas para ir de un sitio a otro de forma compulsiva; es como si no pudieran quedarse en sus hogares ni un solo día tranquilos cuando no tienen que trabajar. Conozco gente que si se queda un solo  puente en su casa se pilla una depresión, se ponen literalmente enfermos. Hay quien al empezar el año se estudia el calendario para ver todos los puentes y planificar qué coño va a hacer desde el de Andalucía  hasta el de la Inmaculada. Es un trastorno obsesivo pero que afecta a un montón de gente. Da la impresión de que sus casas deben de ser sitios horribles, incómodos, poco amigables, lugares a los que van únicamente porque no tienen más remedio que dormir y descansar el tiempo que no pasan en el curro, pero de los que hay que huir despavoridos y escopetaos en cuanto consiguen juntar un par de días libres seguidos.

O eso o algo mucho peor: que la incomodidad sea consigo mismos, que la gente sienta horror ante la posibilidad de quedarse quieta. Porque igual descubren que no saben qué hacer con su tiempo libre si no están constantemente yendo de un lado para otro como posesos. Igual si se paran comprueban que se aburren como ostras consigo mismos y con sus parejas o amigos y que su vida es una mierda. Tal vez la única manera de evitar esa horrible sensación de vacío vital sea desplazarse mucho y rápido por el mundo, esperar largas colas para coger aviones empetados, para recoger luego el equipaje, para pillar taxis... O apuntarse a viajes de esos expréss, en los que en un par de semanas se visitan 20 ciudades, a razón de 2 por día, pernoctando en la última para madrugar muy temprano a la mañana siguiente y volar a la próxima.

Durante años he reflexionado un montón sobre este asunto porque me llama muchísimo la atención. Ya digo que en la actualidad mi economía no es muy boyante que digamos, pero hubo tiempos en que sí lo fue, y siempre intenté evitar ese tipo de viajes. Procuraba pillar unos días libres en primavera o en otoño, fechas poco propicias para la mayoría de la gente, y era entonces cuando me iba. Alguna vez que no tuve más remedio viajé en verano (jamás en agosto, eso sí) y puedo decir que la experiencia fue apabullante: calor insoportable, mogollón de gente, aeropuertos atestados, locura colectiva... Lo justo para darme cuenta de lo que no quería.

En fin, casi todos los veranos sale este tema, pero es que sigo flipando con la imbecilidad humana, y cada vez más. Ahora ha sido por lo de Venecia; las imágenes de la ciudad invadida por hordas de turistas me parecieron horripilantes, por nada del mundo querría viajar a un lugar así, por muy bonito que pueda ser. Y jamás querría que mi ciudad se convirtiera en un esperpento como ése. No me extraña nada que en sitios como Barcelona las autoridades hayan empezado a preocuparse por ese tipo de turismo masificado y hayan decidido planificar las cosas de otra manera, pensando sobre todo en sus habitantes, en los que tienen que vivir en ella todo el tiempo.

Qué razón lleva ese dicho de que se puede morir de éxito. Tal vez vivir en una ciudad maravillosa a la que todo el mundo quiere ir al menos una vez en su vida puede convertirse en una experiencia atroz. Si no que se lo digan a los pobres venecianos.

1 comentario:

  1. Veo 'Venecia' por título y pensé que estarías ahí de vacaciones. :(

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