Anda toda Europa felicitándose por la elección de Emmanuel Macron como nuevo presidente de la República Francesa. La mayoría de los analistas opinan que eso aleja la amenaza ultranacionalista, xenófoba y antieuropeísta que representa Marine Le Pen.
No sé, no me felicitaría yo con tanto énfasis, no entiendo muy bien esa euforia. A fin de cuentas casi 11 millones de franceses han votado a Le Pen, y la cifra en todo este tiempo no ha dejado de ir en aumento. Los votantes de Le Pen no proceden además de la derecha de toda la vida, muchos de ellos vienen de opciones de izquierdas, del Partido Comunista y del Partido Socialista. Son trabajadores que en los últimos años, con la crisis, han visto empobrecerse drásticamente sus condiciones de vida y que se sienten abandonados por los políticos y por el sistema, el famoso stablishment. Es la misma gente que en Gran Bretaña votó por el Brexit o en Estados Unidos por Trump. Y 11 millones de franceses no es una cifra nada despreciable.
Yo no estoy en absoluto tranquila. Tampoco me han ayudado mucho actitudes inexplicablemente ambiguas como la de Mélenchon, candidato supuestamente izquierdista, que se mantuvo preocupantemente equidistante con respecto al voto en esta vuelta definitiva. Alguien que casi casi casi considera al mismo nivel político a una líder ultra con tintes fascistas y a un señor de ideas neoliberales me parece muy muy muy peligroso. En democracia se pueden defender muchas ideas pero hay que tener cuidado con considerar todas al mismo nivel de peligrosidad. Te pueden gustar más o menos las políticas económicas que defienden Albert Rivera o Rajoy pero si empiezas a considerarlos al mismo nivel que Le Pen y a ésta le das la legitimidad democrática de aquéllos tienes un serio problema, y todos los que te hagan un poco de caso también.
Aquí en España ésa ha sido también la actitud de Podemos con respecto a las elecciones francesas. No me sorprende demasiado; hace ya mucho tiempo que me desengañé por completo de lo que significa este partido y que me arrepentí públicamente de haberlo votado. Y cada vez que abren la boca para opinar sobre algo me reafirmo un poco más en mi postura. Concretamente con esto de poner al mismo nivel de indeseabilidad a Le Pen y Macron han dado un paso más en mi apreciación hacia el desbarre. Por suerte lo que diga Iglesias poco o nada puede influir en el voto de los franceses, pero sí lo que dice Mélenchon, que ha llevado a muchos de sus seguidores a votar directamente a Le Pen o a abstenerse, que es casi como votarla. Va a ser verdad aquello de que los extremos se tocan.
Ante un peligro como el que supone el fascismo ultranacionalista al más puro estilo neonazi del Frente Nacional este tipo de actitudes ideológicamente "puristas" sólo consigue que muchos descerebrados (y el mundo está lleno) terminen pensando que... oye, tampoco es tan mala la opción. Qué más da uno que otro? La indiferencia es uno de los riesgos mayores que corremos.
No, amigos, no veo yo demasiados motivos para la euforia. Veo muy difícil que Macron (ni él ni nadie) revierta en los próximos cinco años la situación de toda la gente que se siente abandonada por el sistema; cada vez serán más los que se queden en la cuneta y todos ellos buscarán a la desesperada opciones demagógicas que les ofrezcan soluciones fáciles. Y ahí seguirá dentro de esos cinco años Marine Le Pen esperando tranquilamente a que los desencantados se agarren a su proyecto. Si alguien no empieza a preocuparse de verdad por todos esos desheredados de la tierra prometida, aunque sea por mero sentido práctico, lo vamos a pasar muy mal y vamos a tener Le Pen para rato.
Que hay unos años de respiro? Puede ser. Pero o somos conscientes de que el peligro sigue ahí y de que no valen las actitudes ambiguas ni confusas con respecto a él o tarde o temprano la Europa de los fascismos volverá y en esto no todo el mundo tendrá el mismo grado de responsabilidad. Que cada cual se haga mirar lo suyo.
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