lunes, 15 de mayo de 2017

Héroes anónimos

Leí este finde en El País un artículo muy interesante que me dio bastante que pensar. Trataba sobre la cantidad de información que tenemos sobre alternativas varias para las personas que desean ser padres: fecundación in vitro, adopción, gestaciones subrogadas... pero que nunca se lee ni se oye nada sobre ese pequeño drama que supone el débito conyugal cuando una pareja está buscando un embarazo.

En mi artículo anterior hablaba de los desencuentros sexuales en la pareja sobrevenidos a raíz de la llegada de los hijos y de todo lo que eso supone, pero hay otro momento clave en la vida de muchas parejas del que se habla poco o nada, que es ese momento de alta intensidad dramática en el que, empeñados en el proyecto de ser padres, y viendo que por el sencillo método tradicional de aparearse cuando encarte no lo consiguen, toman la decisión de "ponerse a ello en serio".

Qué significa esto? Pues que a partir de ese instante y hasta que el proyecto se haga realidad se acabó el sexo por el sexo, el follar por el placer de follar, el gustirrinín por el gustirrinín, en definitiva, se acabó la espontaneidad amorosa. Se trata de practicar el débito cuando toca, es decir, cuando el señor Ogino lo determine o cuando la temperatura vaginal sea la adecuada o cuando el médico haya dispuesto que es el mejor momento para la ansiada fecundación.

El autor del artículo se refiere a esos hombres como a verdaderos héroes anónimos, que además tienen que sufrir sus padecimientos de sementales a prueba en completo silencio, como si de un problema de hemorroides se tratara. Porque a ver, quién le dice a un amigo que follar se ha convertido en un acto mecánico cuya única finalidad es conseguir sí o sí plantar la dichosa semillita en el dichoso ovulito. Mientras tus colegas y familiares refieren picantes anécdotas de su vida sexual con qué cara cuentas tú que la tuya es una especie de trabajo forzado encaminado a ese fin reproductivo que los demás consiguen sin el menor esfuerzo aparente.

Pues sí, amigos, yo también pienso en esos muchachos en el mismo sentido y con idéntico sentimiento de compasión. Porque tiene que ser realmente duro ver aparecer a tu maroma con el conjunto de lencería fina de encaje negro sabiendo a ciencia cierta que no es más que un burdo anzuelo para conseguir un espermatozoide útil, y con la certeza absoluta de que el resto del mes no volverás a ver ni a oler ni a catar no ya solo el conjuntito sino una sola pierna de su propietaria; no digamos ya un pezón o un mero pelo púbico.

Se habla mucho de las mujeres objeto, pero qué es en estos casos un hombre sino un puro y duro receptáculo de la deseada semilla? Y digo duro por decir algo, porque la dureza en estos casos extremos a menudo deja bastante que desear.

Os imagináis el plano secuencia? Esa mujer abierta de piernas, mirando al techo completamente concentrada en el proceso de fecundación, rezando por lo bajinis para que por fin el bichito intrépido de su marido encuentre el camino a casa y consiga romper las barreras para dar lugar a ese precioso embrión que ella casi vislumbra en su mente mientras que el esforzado caballero en cuestión observa con horror las evoluciones de su aparato reproductor y el poco entusiasmo que parece mostrar por la tarea. Y las inevitables labores de reanimación, y la intensa concentración, y las silenciosas llamadas de ánimo al miembro: venga campeón, que tú puedes, levántate, por favoooooo por favooooor por favoooooor!!!

En fin, quién no puede ponerse en situación y sentir piedad por esos héroes anónimos que cada día, en la secreta intimidad de miles de dormitorios del mundo, luchan contra los elementos para preservar la especie, pero también para preservar la paz y la felicidad hogareñas que solo llegarán cuando se consiga el objetivo último.

Y total, todo para llegar al siguiente capítulo de la vida, que es el que yo adelantaba en el post anterior. A que, una vez culminadas y satisfechas las ansias de maternidad, a partir de ese momento pierdas ya para siempre la atención prioritaria y el interés de la feliz fecundada. Y ya a matarte a pajas hasta que te mueras. Vamos, para cavar tu propia tumba.

La vida es muy muy muuuuuuy cruel.

Desde aquí mi más sincero homenaje a esos "Caballeros de la Triste Follada". Ánimo amigos, que sepáis que por lo menos alguien se acuerda de vosotros.

2 comentarios:

  1. Sabrosa anécdota: Una pareja amiga mía emigró a Madrid poco después de casarse, por cuestiones de trabajo. Pasaron varios años dedicados a divertirse tanto como podían y cuando ella rondaba la treintena decidieron tener hijos. Abandonaron todo método anticonceptivo y se pusieron a la tarea con frenesí. Pero hete aquí que no había forma de que ella quedara embarazada. Fueron al médico, que certificó que ninguno de los dos tenía el más mínimo impedimento para lograr el fín deseado. Les aconsejó horas, días y frecuencia que les permitiría conseguirlo.
    Como él trabajaba en el norte de Madrid y ella en el sur su hora de salir de casa hacia el curro era muy tempranero (antes de las 6 de la mañana).
    Para llevar a cabo el plan fecundador se ponían el despertador a eso de las 04:30 y se liaban con la faena.
    Así estuvieron varios años hasta que al final lo consiguieron, y en cuatro años y pico se hicieron con tres hijos que les llenaron de orgullo y satisfacción.
    Lo bueno del tema en que muchos años después, durante uno de los encuentros que procurabamos tener al menos dos veces al año mi amigo me confesó:
    "Tío, aquello de follar a toque de diana cada día me dejó trastornado. Con los años que han pasado ya, todavía cuando voy por la calle y oigo un ruido igual al que hacía mi despertador me sigo empalmando".
    Reflejo condicionado, digo yo.

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    1. Qué pena de muchacho!

      La próxima vez que tome una copa brindaré secretamente por este héroe anónimo.

      Lo que más me alucina de estas parejas es que consigan sobrevivir a tan durísima prueba. Después de meses e incluso años follando por pura obligación con el único fin de procrear no sé cómo pueden seguir ni mirándose a la cara el uno al otro.

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