sábado, 22 de abril de 2017

El bozal educativo

El bozal educativo, también llamado bozal de castigo, bozal de adiestramiento o top trainer, es un bozal que usan los adiestradores caninos para que los perros no peguen tirones de las correas, no se distraigan, no se muestren agresivos, no ataquen a otros animales, etc.

Mi Lola, Lola Lolita la Tironera, ha tardado exactamente un cuarto de hora en cargarse el bozal educativo que le he comprado con toda mi ilusión y con todas mis esperanzas.

En la última semana Lola se ha cargado tres collares de perro. Uno partido por la mitad, otro roto por el aro; y el tercero por el broche que sujeta el aro. Todo ello a tirones; el bozal educativo no, ése ha sido a bocados. Por si había alguien que pensaba que yo exageraba sobre sus habilidades tironeras y destructivas he aquí la prueba. Estoy por llevarla al Got Talent, no digo más.

Hablamos de una mierda perra de cinco kilos. No quiero ni pensar lo que hará un Rottweiller rabioso con un bozal de éstos o con los collares normales para perros.

Cuando Lola rompe un collar o el bozal educativo sale toda disparada corriendo y es inútil llamarla. Es el Usain Bolt del mundo perruno. No corre... vuela. Me pregunta una amiga si se va a la carretera. Pues no lo sé, no consigo verla, desaparece de mi vista en cuestión de milésimas de segundos, llega al final de la calle y da media vuelta y reaparece.

La primera vez que lo hizo me cagué viva y empecé a correr detrás de ella desesperada gritando. Un señor que pasaba por allí me regañó: "nunca hagas eso, no demuestres que estás nerviosa ni grites ni corras; llámala con autoridad y punto".

Desde entonces hago como que mantengo la calma, la llamo con autoridad y no corro ni chillo ni nada; sólo cierro los ojos y rezo para que reaparezca. Tampoco conseguiría nada si corriera detrás de ella, jamás la alcanzaría. Y estoy empezando a creer en un ser superior porque siempre ha vuelto. De momento.

Lo tengo cada vez más claro: Lola es un espíritu libre. Ella necesita correr, volar como el viento...  probablemente ha vivido siempre así, y una correa para ella es una tortura. Lo sé porque en casa, cuando va suelta, es un amor. Es cariñosa, mimosa, pizpireta... Mis hijos flipan con ella. No es posesiva ni antipática ni temerosa ni ladradora como Bimba. Pero no intentes amarrarla porque siempre buscará la forma de liberarse. En fin, un calco de su dueña. Si es que es mi alma gemela perruna, cagoenlahosssstia!!!

Se parece a mí en todo; también es imaginativa y le encanta inventar. Ha ideado todo tipo de sistemas para destrozar lo poco que tiene a tiro. En el mes y pico que lleva en casa lo ha intentado con el sofá, su camita, la camita de Bimba, pinzas de la ropa, cualquier tipo de papel que se le ponga a tiro, muebles, klínex... absolutamente todo.

Ayer estuve escuchando en la radio un programa sobre perros destructivos y la verdad es que fue un tremendo consuelo. En esta vida quien no se consuela es porque no quiere. Hay perros que destrozan puertas, que se comen gallinas, pájaros en sus jaulas, jamones colgados del techo, sillas de montar a caballo, raquetas de tenis y de pádel, y por supuesto cortinas, zapatillas, zapatos, calcetines y demás material fungible que se les ponga a tiro. Hay incluso perros que se comen cables enchufados y que se acostumbran a las descargas eléctricas... y les gusta! Escuchando el programa casi me sentí afortunada. A fin de cuentas mi perra destroyer sólo pesa cinco kilos; con cinco más no sé qué sería capaz de hacer.

Además del bozal correctivo destrozado compré para las perrillas en una tienda especializada unos juguetes de entretenimiento en los que se meten chuches. La verdad es que de momento funcionan bastante bien. Ahora mismo las tengo a cada una en su camita sin destruir ni inventar nada, intentando como locas sacar la chuche del recipiente. Bimba tiene un vicio que no veas; Lola menos, ella se cansa antes si no obtiene resultados inmediatos. Pero este artilugio ha conseguido incluso que Bimba me deje acariciar a Lola tranquilamente, porque está tan a lo suyo intentando dominar la cosa que pasa de intentar dominarme a mí, lo cual no deja de ser un pequeño triunfo en esta guerra de poder a tres bandas que no he dejado de celebrar.

No dejo de alucinar con mis nenas. Ni de sufrir. Las observo con mirada de entomóloga enamorada. Intento hacer como Borja Capponi, ponerme en la piel de ellas, pensar como ellas, sentir como ellas. Es muy probable que pronto empiece a ladrar como ellas también. Igual así me entienden mejor. Podría ladrar como el abogado de "Un ángel pasó por Brooklyn", pero no para asustar a la gente sino para comunicarme con mis perrillas.

Hoy me ha dado mucha pena. Iba con ellas por la calle y cuando nos hemos cruzado con la perrilla Baffy y con su dueña ésta ha dicho: "Cuidao Baffy que viene la loca". Se refería claramente a Lola, que es la que se tira para Baffy en cuanto la huele. Pero me ha dolido como si paseara con un hijo mío y alguien dijera: "Mira, el tontito, o el gordito, o el autista".

Es increíble lo que se puede querer a los animales y lo que duelen. Yo sé que mi perra es una destroyer. Ahora mismo se ha cansado del buscachuches y está intentando comerse el cable del teléfono. Y por mucho que esté convirtiendo el salón en un búnker, intentando quitar de enmedio y poner a buen recaudo todo lo que pueda ser objeto de su deseo siempre habrá algo de lo que pueda tirar o que se pueda comer. Y sin embargo la quiero muchísimo. Y me muero de pena de pensar que la gente la ve así, como una perra agresiva y mala.

Entiendo perfectamente lo que decía uno de los dueños de perros que intervenían en el programa de radio. Siempre tuvo ilusión de tener un San Bernardo. Le parecían perros amigables, sociables y perfectos para cuidar de sus otros animalitos. Pero el San Bernardo le salió rana. Éste es el que se comió a las gallinas y el que se ha cargado media granja del dueño y la casa casi entera. Y puede que fuera también el que se comió el jamón colgado del techo. Me daba pena el hombre porque decía tal que así: "Lo quiero más que a mi vida pero al final no voy a poder seguir con él porque no puedo controlarlo". Hablamos de un animal de 70 kilos, con una fuerza descomunal.  Me dio una lástima el hombre!

Mi Lolilla sólo pesa cinco kilos, como un bebé.  Pero tiene fuerza suficiente para haber destrozado en una semana tres collares y un bozal educativo. He ido tapando todos los sitios conflictivos de la casa; he tapado el cañizo de la terraza que se comía con una tela metálica; he quitado de en medio revistas, paquetes de klínex, libros, pinzas de la ropa y cualquier cosa atractiva para ella;  he puesto fundas a presión en sus camitas y en el sofá... pero no puedo quitar los cables, no puedo arrancar las puertas, no puedo convertir mi piso en una casa de campo... Por mucho que haga siempre encontrará algo que destrozar.

A veces pienso que igual estoy siendo egoísta intentando convertir en perfecta perra urbanita a mi Lolilla cuando lo que ella querría para ser feliz sería corretear libre por el campo. Y cada día tengo más dudas al respecto. Puede que esté convirtiendo esto en una guerra sin cuartel que tendría fácil solución: buscarle un lugar para vivir en el que ella se sintiera feliz.

Tal vez ése sea el inevitable final de esta historia.

3 comentarios:

  1. Yo por eso no tengo perros. No soporto tener a unos seres vivos que no pueden vivir en plenitud. Antaño, podías vivir tu vida con un perro: pasear con él, hacer las compras, ir a espectáculos, a la casa de algún amigo, en el trabajo ... Era la sombra de uno mismo,una presencia incuestionable e invisible. El perro, por tanto, no vivía durante horas encerrado entre cuatro paredes esperando a la vuelta del único humano con quien puede interaccionar libremente, su amo, sino que salía con éste y conocía tanto mundo o más que él. Ahora son poco menos que seres apestados, hay que estar siempre preguntando si pueden entrar, si no les importa que esté el perro, cosas así.

    En fin, como te dije en el artículo anterior, deberías consultar a un especialista. Creo que no te queda otra.

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  2. http://elpais.com/elpais/2017/04/03/icon/1491236590_227218.html

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    1. Muchas gracias por el enlace, Tú. El artículo me ha encantado, de hecho estoy bastante de acuerdo con casi todo.

      Respecto a lo de tener o no tener perro eso es algo muy personal y tus razones son muy respetables. Yo he tomado la decisión contraria porque con Manolo descubrí que me gustaba convivir con animales, que te aportan cosas que no te aportan los seres humanos, y además creo que dispongo de bastante tiempo para ellos. Este finde, por ejemplo, he estado prácticamente todo el tiempo con mis perrillas.

      Es verdad que entre semana hay que cambiar el chip y que eso es más fácil para mí que para ellas pero todos los inconvenientes me compensan. Me hace muy feliz vivir con ellas y que formen parte de mi familia. Y creo que ellas también están encantadas.

      También tener hijos es complicado y conlleva muchos problemas, y yo he tenido tres.

      Todo... vivir, enamorarse, montar en bici... todo tiene sus riesgos, pero el riesgo forma parte de la vida. Y si compensa, yo particularmente lo hago.

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