Ya he comentado alguna vez en este blog que soy una persona extremadamente ordenada. Me encanta tener todo perfectamente organizado a mi alrededor, cada cosa en su sitio y en plena armonía espacial. Puede que por eso eligiera para ganarme la vida la profesión bibliotecaria, o también puede ser que fuera ella la que me eligiera a mí.
Por desgracia he tenido que verme obligada a sucumbir a una vida de desorden y caos, ya que en esta pasión mía no me ha acompañado nunca mi familia. Bueno, mi hija sí, ella también es muy organizada con sus cosas, pero los hombres de la casa son todos un auténtico desastre, tanto el padre como los hijos.
Ha sido una lucha encarnizada y sin cuartel toda la vida por intentar mantener algo de ese orden que a mí me hace la vida mucho más fácil y agradable, pero ha sido batalla perdida. Ahora que se van yendo todos es cuando tengo la ilusión de ir recuperando poco a poco mi paraíso perdido.
El caso es que este fin de semana en El País Semanal había en la sección de Psicología justamente un artículo al respecto: Para orden el mío, de Fernando Trias de Bes.
http://elpaissemanal.elpais.com/documentos/para-orden-el-mio/
Naturalmente lo he devorado porque una siempre va buscando algún tipo de solución a sus problemas o al menos cierta comprensión, o la sensación de que no está sola en el mundo, que hay otros en las mismas que sufren como tú y que se enfrentan a idénticos retos vitales.
Voy a ir copiando algunos de los fragmentos más interesantes, y a continuación los iré comentando:
...mi madre me regañaba por mi caos. Recuerdo que llamaba a mi habitación “la leonera”. Ella era muy ordenada; yo tenía las cosas siempre desperdigadas por mi cuarto. Todo lo contrario que mi hermano, que dejaba todo en su sitio. En su sitio…, ¡ese es el quid de la cuestión!
Para mí todo estaba donde debía. Lo que pasaba es que no coincidía con el lugar que mi madre deseaba para cada cosa. A pesar de estar distribuidas de forma arbitraria por la habitación, yo sabía exacta y precisamente donde se hallaba cada objeto y no tardaba más de medio segundo en encontrarlo. Cuando, alguna vez, claudicaba, obedecía y lo situaba todo en cajones, estanterías, etcétera, no era capaz luego de encontrar nada. Absolutamente nada.
Este párrafo perfectamente lo podría haber escrito cualquiera de mis hijos. Efectivamente, es la historia de sus vidas. Una madre gruñona que se pasa todo el día detrás de ellos, chillando y despotricando. Lo que pasa es que yo tengo un vocabulario más amplio que la madre de Trias de Bes y además de leonera uso términos variados como estercolero, zahúrda, cochiquera, establo, antro asqueroso, pocilga... en fin, que se note que una es mujer de recursos.
También mis hijos encuentran las cosas sin problema, lo cual no es realmente difícil teniendo en cuenta que no guardan nada y que lo tienen todo a la vista. Se ve que no son los únicos en el mundo que piensan que las cosas están donde deben estar cuando están delante de sus narices y no en los armarios y lugares inventados para recoger y guardar todas esas cosas.
A quienes les cuesta tirar y desprenderse de objetos (nada que ver con el síndrome de Diógenes) suelen también ser más desordenados. Pero la manía de tirarlo todo también puede alcanzar dimensiones patológicas. Tengo un conocido que llevaba sus cosas más preciadas escondidas en el maletero de su coche para que su esposa no las tirase sin que él pudiera darse cuenta.
Yo también tengo un conocido; puede incluso que sea ese mismo conocido. Y sí, lo confieso, también he tirado cosas a escondidas de mi marido, o con pretensión de hacerlo a escondidas porque no sé cómo se las apañaba que siempre me pillaba. O que, mira tú por dónde, siempre había tirado algo de importancia vital.
Una vez hace muchos años, aproveché un viaje de mi ex para deshacerme de unas cuantas cosas suyas. Llevaba años prometiéndome que un día se iba a poner a hacer limpieza de papelajos pero naturalmente nunca lo hacía. Y me tenía terminantemente prohibido tocarlos yo. Así que se fue varios días y yo me dije: "ésta es la mía!". Recuerdo que estaba embarazadísima y que vivía en un quinto sin ascensor y tuve que bajar cargada de bolsas negras de basura algo así como una docena de veces, sudando la gota gorda pero feliz como una perdiz.
El problema fue cuando llegó el susodicho. Yo estaba en el curro toda contenta de la vida al haberme quitado tanta mierda de encima. Suena el teléfono y me lo pasa mi compi:
- Tu marío.
- Hola, qué pasa?
- QUÉ HAS HECHOOOOOOOOOOOOOOO????
- Yoooooooooo' Que que he hecho de qué?
Haciéndome la longui, claro.
- QUÉ HAS HECHO CON MIS PAPELES Y MIS CARPETAAAAAAAAASSSS?
- Aaaaaaah, esoooo!! Bueno, ya sabía que te ibas a enfadar un poco. No sabes el tute que me he pegado pero ha quedado muy bien, no te parece?????
- DÓNDE ESTÁ LO QUE HAS TIRADOOOOOOO????
- Oye, no hace falta que me grites que no estoy sorda. Lo tiré al contenedor de papel, por supuesto.
- CUÁNDOOOOOOOO????
- Puessssss... hace un par de días.
- NOOOOOOOOOOOOOOOOOO! LLAMA AHORA MISMO Y PREGUNTA SI LO TIENEN TODAVÍAAAAA!
- Y por qué iba a a hacer eso?
- PORQUE HAS TIRADO CIEN TALEGOOOOOOOOOSSSSS!!
- Hossssstia!!
Pues sí, por lo visto el muchacho había metido en una de las carpetas camuflado un sobre con cien talegos, que en aquel momento con el sofocón y los nervios no fui yo capaz de preguntarle por qué me ocultaba dinero en la casa y por qué lo escondía entre sus papelajos. Luego ya cuando tuve presencia de ánimo para preguntar me dijo que eran para pagar nosequé y que los ocultaba porque no los iba a dejar a la vista para que los robara el primer ladrón que entrara, sin saber él que yo sola tenía más peligro que todos los ladrones del mundo juntos.
En fin, después de aquel episodio tan desagradable, reconozco que me corté bastante durante años de volver a meter mano en sus cosas, pero no fui capaz de hacerlo del todo. Unos cuantos años después tuve una recaída, después de otros tantos años de promesas vacuas de limpieza general, y volvi a sacar otros tantos bolsones de basura llenos de papelajos entre los que había apuntes del instituto y hasta algún dibujo de la guardería de cuando el muchacho tenía cuatro años. En esta ocasión, cuando se dio cuenta, volvió a montar en cólera porque por lo visto había tirado no sé qué documento importantísimo de relevancia vital. A lo que yo respondí que por qué no hacía como todo el mundo y guardaba los documentos de importancia vital junto con otros de su misma enjundia y no metidos y camuflados en carpetas junto con sus apuntes de sexto de primaria.
Debo decir que, a todo esto, había ido trasladando los papeles más importantes para él al maletero de su coche, como el conocido del señor Trias, de forma tal que cuando íbamos a alguna parte de vacaciones era materialmente imposible meter las maletas en el maletero sin proceder antes a un desalojo similar a una mudanza.
En fin, que sé muy bien de lo que habla este señor cuando habla de los "Diógenes" y de las dimensiones patológicas que puede llegar a tener el afán por tirar a escondidas, subrepticiamente, todo lo que acumulan estas personas.
Está comprobado empíricamente mediante algunos experimentos llevados a cabo en la Universidad de Minnesota que las personas más ordenadas tienden más a la justicia y al orden social, pero son menos imaginativas y más metódicas. Las desordenadas, en cambio, son más rebeldes y mucho más creativas. La explicación es que las personas creativas realizan conexiones y precisan de estímulos para que eso suceda.
La Universidad de Minnesota es una mierda, queda comprobado empíricamente. En mi casa la persona más imaginativa y creativa soy yo. Y a Dios pongo por testigo de que puedo crear tranquilamente sin necesidad de estar rodeada de caos y de porquería.
Es más, el orden me motiva, me relaja, me permite dejar a la fantasía volar a gusto porque sé que cuando vuelva a pisar la tierra no voy a tener que liarme a recoger cosas porque todas van a estar en el sitio justo en el que tienen que estar.
Olvídense de educar en el orden. Está en los genes. Les dejo esta discusión para la sobremesa del domingo. Pero les predigo el resultado: los desordenados no convencerán a los ordenados de que lo suyo es orden.
Vamos, que te pueden ir dando por culo, que por mucho que protestes y clames y supliques no te van a hacer ni puto caso jamás de los jamases.
Menuda noticia!! Me lo dices o me lo cuentas, Mangasverdes??
Pues totalmente identificada contigo una vez más... ¡A mi es que tirar cosas me produce una satisfacción rayana con el paroxismo! Limpieza doméstica y mental a la vez.
ResponderEliminarLa única pega es que en mi entorno tampoco nadie suele entender esta afición-necesidad mía... Para evitar discusiones, en mi casa había una habitación destinada exclusivamente a leonera de mi exmarido, donde él podía dedicarse a almacenar alegre y aleatorimente, como a él le gustaba, todo tipo de cosas y donde yo, por salud mental y marital, no ponía un pie ni muerta. Eso sí, en el resto de la casa se respetaba mi orden, por la cuenta que le traía.
Sabia decisión, amiga Alicia. Yo también llevo años sin pisar el antro inmundo de mis hijos y si no tengo más remedio que hacerlo es con los ojos cerrados y tapados por si me da por abrir un poco alguno, y solo me asomo, suelto lo que tenga que soltar muy rápido y salgo corriendo.
EliminarAhora que se va el único que quedaba en casa haré de tripas corazón y entraré un día con mi hija a hacer una limpieza general y espero que pronto mi casa vuelva a ser un lugar habitable y respirable.
Ps. Empiezo a creerme que sí que tengo una lectora mujer. Estas cosas las tías las entendemos perfectamente.
Ps2. Ahora mismo tengo en perspectiva un proyecto maravilloso que consiste en llevar a una ONG llamada Madre Coraje prácticamente todo lo que quede en el armario de mis hijos cuando se hayan mudado. Y mi gozo al imaginarlo es muy parecido al que se siente con un multiorgasmo
Pues yo, como no tengo hijos que me dejen la casa hecha unos zorros ni ya marido que me lo ponga todo empantanao, estoy tan feliz en mi soledad iluminadora, que decía aquel.
ResponderEliminarPs.-Ni idea de lo que se siente con un multiorgasmo... ¿en serio existe esooo?. Conozco a una tía que me asegura que se ha llegado a correr diez veces seguidas.... ¿Mandeeeee?, y yo, con los ojos desorbitaos, que me pongo a contar con los dedos y pienso para mis adentros:" yo creo que me he corrido diez veces en los últimos dos años". Qué penica más grande.
Bueno, piensa que más vale haberse monocorrido diez veces en los dos últimos años que haberse multicorrido una sola vez.
EliminarYo soy de poco correrme, pero cuando me corro soy como la española cuando besa, que me corro de verdad.