Hoy, varios meses después de haber escrito mi post sobre "El libro de la señorita Buncle" *, que iba sobre los conflictos que solemos tener las personas que escribimos con la gente de nuestro entorno cuando se siente reconocida en nuestros textos, casualmente me he encontrado
con un artículo interesantísimo en Babelia, el suplemento de cultura de
El País, sobre este asunto mismamente. Se titula "La ficción también
duele" y he querido traerlo aquí y usarlo asímismo como título de este post.
Por si a alguien le interesa paso el enlace:
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/10/06/babelia/1475769163_593446.html
Dice cosas tan reveladoras como:
“Todo artista se
alimenta de lo que vive. Si haces daño a alguien a quien quieres, eres
el primero en pagar las consecuencias. Si el libro no está bien, será un
desastre y no habrá valido la pena. Pero si el libro está bien y tu
relación con esa persona es fuerte y aguanta el golpe, sí. Una amiga me
dijo hace poco: ‘Cuando una familia se entera de que un pariente es
escritor hace bien en asustarse. ¡Se les ha colado un traidor!”.
Bueno, que se lo pregunten a la mía. Soy la traidora por antonomasia, ese topo que todo lo observa silenciosamente y luego todo lo casca, amparado en la coartada de su pasión creativa.
Parece que ése es el gran común denominador de todos aquellos que nos dedicamos a escribir de una u otra forma, salvando las distancias, por supuesto.
Menos mal que yo soy una escritora de culto solo asequible a una élite muy minoritaria y por ello la mayoría de mi familia no me lee nunca y no se entera de nada de lo que escribo sobre ellos. Anda que si mis hijos supieran...
Hasta dónde no llegará la cosa que hay incluso quien ha visto su integridad familiar en grave riesgo de ruptura. Carmen Laforet, sin ir más lejos:
"Nada puso a prueba la solidez de los lazos de Carmen Laforet y su familia, que se distanció de ella al sentirse mal retratada en esta novela que supuso un revulsivo en la literatura española
de la posguerra, pero que también coartó la libertad de la autora, a
quien su marido, Manuel Cerezales, le llegó a imponer la prohibición de
escribir sobre su vida en pareja al separarse. En este caso, el
conflicto quedó en casa. En otros, los trapos sucios se han lavado en
los tribunales".
Ay Carmen Carmen, sin ánimo de intentar compararme con alguien de tu altura, pero... cómo te entiendo!! Yo también sé lo que es que te prohiban terminantemente hablar sobre esto o sobre aquello. Y que te muerdas las uñas porque los dedos se te van solos.
Mal de muchos consuelo de tontos, pero consuelo al fin y al cabo.
Casualmente, mira tú por dónde, también en El País Semanal de este finde aparece una carta de la escritora Marta Sanz titulada "Querida Juani":
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/querida-juani/
En ella Marta pide perdón a una amiga de la infancia por haberla usado sin miramientos para construir un personaje literario. Al parecer, desde la publicación de la novela esta amiga desapareció de su vida y no ha vuelto a saber de ella. Naturalmente la escritora sospecha que el personaje que construyó con sus rasgos no es del todo ajeno a esa desaparición.
Como soy bastante fan de Marta y he leído casi toda su obra, intuyo que el personaje al que se refiere es el de la mejor amiga de la protagonista en la novela "Daniela Astor y la caja negra". Copio algunas palabras especialmente conmovedoras de la escritora, en las que intenta recuperar a la amiga perdida:
"Después de aquel libro, nunca más volviste a llamarme ni respondiste a
los correos electrónicos que dirigí a esa bibliotecaria que hoy eres tú.
Así que te escribo esta carta porque tengo la mala conciencia de que mi
escritura, que quiso ser amante, te mató. Espero que hoy te vivifique y
te devuelva a mí y, más allá de los espiritismos de la palabra escrita,
esta recupere su excelente dimensión práctica ... y dentro de cinco minutos el teléfono vuelva a sonar y nos
pongamos a hablar como si tal cosa."
Marta, lo siento, no quisiera ser agorera pero no creo que te llame.
Por lo menos a mí, de los fantasmas del pasado que han desaparecido por algo similar, no me ha vuelto a llamar ninguno. El mundo de los ofendidos es complicado; son contumaces en su sentimiento de agravio, y su rencor no conoce límites. Jamás perdonan, y mucho me temo que tampoco olvidan.
*Para los que no lo leyeran en su día y quieran hacerlo hoy, adjunto el enlace del post:
https://arfondoalaizquierda.blogspot.com.es/2016/04/el-libro-de-la-senorita-buncle-by-d-e.html?showComment=1476192668564#c7620116168938780578
La gente suele defender su orgullo, como si este supusiera la totalidad de su ser, siendo cuanto menos, todo lo contrario. El orgullo del ofendido es menos que la nada. Los que lo protegen como su bien más codiciado son unos infelices resentidos. La gente deja al descubierto el esplendor de su belleza interior, que no es poca, en los pocos momentos en los que decide prescindir de ese infantil sentimiento.
ResponderEliminarRomán C, soy torpe, lo que has escrito como idea genérica, me parece matizable en tanto que el orgullo no es más que in comportamiento cocido a fuego lento, con matices, de la evolución psicológica fijada en el tiempo.
ResponderEliminarPues yo a lo que decís los dos añadiría que el orgullo matizado por el tiempo en una inflexión que evoluciona psicológicamente no puede salvaguardar el resentimiento del ofendido.
EliminarEn tanto en cuanto el esplendor de la belleza interior sublima la totalidad del ser pensante esta idea genérica no puede evolucionar hacia un sentimiento tan infantil como el orgullo. Y esto es evidente.
Bueno, tú dices viceversa, fachilla mía ;), so gatita :P.
EliminarBeso pa ti, abrazo pal martinez (la mujer pantera no era la peli con la frase :_(, pero está chula ;)) y un saludo pal roman :)
Va una tonadilla ;), nas noches a todos :)
https://www.youtube.com/watch?v=tRzzz7dkojk
https://evolucionyneurociencias.blogspot.com.es/2016/06/psicologia-evolucionista-del-orgullo.html?m=1
ResponderEliminarLo único que quería matizar es que cierto orgullo, posiblemente vinculado o fusionado con el cconcepto de dignidad o autoestima, no tiene que estar asociado indefectiblemente con ese otro orgullo que atesora soberbia. Y cómo no, como mecanismo evolutivo social que ha tenido o tuvo aspectos prácticos. Ahora bien, una visión ética de su lado excluyente y henchido, promueve nuestro rechazo. Son muchas los "lastres" evolutivos que unos cuantos miles de años de civilización no pueden "pulir" o, como se suele ejemplarizar, son un leve pestañeo frete a millones de años en la sabana. Desde la violación al altruismo, desde ...
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado el clásico de La mujer pantera. Por cierto, seguro que no le ha gustado nada a Inma lo de "mía", mucho menos que fachilla.
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