Me impresionó vivamente Isaac Rosa en su trabajo anterior, "El país del miedo", y creí que difícilmente podría superarlo. Afortunadamente me equivoqué. No me lo he leído; más bien me he bebido "La mano invisible".
Parecía imposible que una novela que cuenta cómo un montón de personajes no hacen otra cosa que trabajar pudiera enganchar, pero sí,lo consigue. Con una técnica narrativa y un manejo del lenguaje verdaderamente impresionantes, Rosa nos introduce en la vida, las emociones y los pensamientos de cada uno de sus trabajadores: el albañil, la costurera, la administrativa, el informático, la chica de las cajas, la teleoperadora, el mecánico, la limpiadora, el carnicero, el camarero, el mozo y el vigilante de seguridad. Y consigue que nos pongamos en su lugar, que nos sintamos como ellos, que suframos con ellos, y que participemos de sus sueños, sus ilusiones, sus frustraciones, sus fracasos, su cansancio... incluso de su aburrimiento.
La novela lo toca todo y a todos, y no deja títere con cabeza. Constantemente el lector se ve reflejado en actitudes sociales, en prejuicios vergonzantes, en sentimientos que cuesta hasta confesarse a uno mismo, pero que no tienes más remedio que reconocer en cada una de las historias. Has pensado alguna vez que podrías compartir afinidades literarias con la limpiadora de tu oficina? Nunca has contado intimidades a un amigo en la barra de un bar sin importarte si el camarero te estaba oyendo? Cuando ves un edificio piensas en las manos que lo han levantado? Cuando te comes un solomillo te planteas cómo se cria el ganado o cómo es llevado al matadero? Te has parado a pensar en la de manos en cadena que han sido necesarias para hacer tu coche? Nunca has insultado a una teleoperadora que te repetía una y otra vez la misma cantinela cuando tú querías hacer una reclamación?
No sé a cuántas de estas preguntas podríamos contestar afirmativamente pero es igual; a lo largo de la novela se plantean cuestiones como éstas constantemente; cuestiones que dicen mucho de nosotros, que nos desnudan ante nosotros mismos y que a veces nos hacen enrojecer al sentirnos claramente reflejados en algo que dice un personaje u otro. O en lo que siente cuando los miramos; o cuando ni siquiera los miramos porque ni los vemos.
La metáfora del trabajo como espectáculo casi circense, la de los trabajadores que no saben ni para qué ni para quién realizan sus tareas, la del público que jalea, aplaude o abuchea a los trabajadores, o la de los sesudos estudiosos y comentaristas que a diario analizan el fenómeno, me parecen hallazgos impresionantes. La estructura narrativa que va enlazando unas historias con otras, cada una en su capítulo correspondiente, sigue mostrándonos a un Isaac Rosa personalísimo y sumamente original.
Este muchacho nunca defrauda y casi siempre apasiona. A mí desde luego me tiene completamente ganada y con esta nueva entrega ha conseguido engancharme todavía un poco más. Me absorbe con sus historias pero también me hace pensar, y mucho, y remueve mi sentido crítico al mismo tiempo que mis tripas, porque también me hace sentir a ratos vergüenza, a ratos indignación, a ratos compasión y también a ratos mucha tristeza.
En definitiva, este libro debería ser de obligada lectura en centros de enseñanza. Es una reflexión tan completa y tan lúcida del mundo laboral que todo trabajador o futuro trabajador debería leerlo. Interesantísimo para debatir en una clase, en un club de lectura o en una tertulia tabernaria.
Quedo impaciente a la espera de lo próximo con lo que a Isaac se le ocurra atacar nuestras conciencias. No me cabe la menor duda de que, sea lo que sea, lo conseguirá.
Al final habrá que ponerse a leer... desde luego que no haces nada más que meterme en lios...
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