- Por diossss, qué vergüenzaaaaa!
- El qué, ma?
- Cuando me he quedado encerrada en el anorak amarillo.
- Sí, ha sido horrible.
- Qué bochorno!
- Ay si! Yo ha habido un momento en que me he sentido como esas madres que en la puerta del cole intentan desabrocharle el abrigo al niño. Es que eres muy torpe, ma.
- Y to la cola que teníamos detrás. Madre mía!
- Jajajajajaja! Y tú ahí: No puedooooorrrr, no puedoooooorrrr! Estabas muy graciosa
- Qué vergüenza!
- Y yo: pase pase, señora. Jajajajajaja, qué momentazo!
Mantengo esta conversación con mi hija mientras nos tomamos una reparadora cerveza tras una mañana de compras bastante accidentada.
La cuestión es que estábamos en el Bershka y yo vi un anorak rojo que me encantó, tanto que decidí llevármelo también en color mostaza, muy de moda ahora por cierto. Como estaba a muy buen precio podía permitirme perfectamente un dos por uno. El problema es que la única talla que quedaba del amarillo era la XS. Por eso estaba en la cola esperando para pagar sólo con el rojo, aunque no muy convencida.
Le digo a mi hija:
- Pos yo voy a probarme la XS. No puede ser mucho más chica que la S.
- Vale, yo me quedo en la cola.
Voy rauda y vuelvo a la cola a probarme el anorak. Compruebo que estaba equivocada y que sí se queda demasiado estrecho, vamos, que de las tetas no pasa. Y entonces, al ir a desabrochármelo me doy cuenta de que la cremallera se ha atascado.
Os lo podéis imaginar: un colazo impresionante detrás de nosotras, mi hija cargada con todas las cosas que llevábamos y yo intentando con nulo éxito desatascar la cremallera. Un calor de la hostia con la calefacción a tope y encima con el bochorno de haberme quedado encerrada en un puto anorak, y aquello que no tiraba ni palante ni patrás.
Mi hija:
- Anda, quita, que eres muy torpe. A ver si yo puedo.
- Sí por favooooooor!
Y ahí las dos, yo cada vez más acalorada y más colorada, y mi hija pegando tirones de la cremallera, y diciéndoles a las de la cola que nos adelantaran. Porque a todo esto ya había llegado nuestro turno de pagar y las dos seguíamos enfrascadas en la batalla. Y venga a pasar gente por delante y nosotras erre que erre.
Por fin en una de las intentonas la cremallera cede y ya a esas alturas sudando la gota gorda me consigo quitar el puto anorak amarillo y llegar a la caja más muerta que viva y deseando salir de allí a toda leche.
Ir de compras puede convertirse a veces en un deporte de riesgo. Por no hablar de las calorías que se queman. Es muy probable que yo en ese rato quemara el equivalente a correr la maratón de Nueva York.
Salí del Bershka con un propósiuo de enmieda: nunca más ponerme a probarme cosas en medio de una cola.
Y otra cosa: puede ser una señal del destino de que soy una gran artista. Quizás debería olvidarme del amarillo.
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