Algunos de vosotros, los que tenéis perrillos, probablemente sabréis de lo que os voy a hablar.
Tú sales con tu perrillo (en mi caso perrilla) con la sana intención de darle un paseíto para que su tránsito intestinal se active. Vas muy pendiente, observando cualquier signo ya conocido de que la cosa se ha puesto a funcionar. Lo has paseado por sus sitios favoritos para la práctica evacuatoria, has estado bien atenta a sus gestos, y de repente ves... que ya... se pone en posición, arquea un poquito el lomo, da una vuelta, da otra vuelta, y... y nada, se lo piensa mejor y sigue andando.
Falsa alarma.
Pues bien, date por jodido, jodida, jodide, jodidi. Ya puedes estar seguro de que hoy es uno de "esos días difíciles".
Cuando un perro da dos vueltas sobre sí mismo y se para y sigue andando, es que ese día te lo vas a tener que currar, amigo. Es muy probable que antes de que se mueva el intestino del animal el tuyo mismo haya dado ya cuatro vueltas de campana.
En fin, cuando esto ocurre ya sabes lo que te espera. Te espera un gran paseo, un paseo interminable, te espera una exploración a fondo de tu barrio y posiblemente de barrios limítrofes.
A veces, si te duele algo, no sé, un dedo del pie, o te aprietan los zapatos, te rindes: "muy bien, si no quieres cagar hoy ya cagarás mañana". Pero tú y yo sabemos, querido perrófilo, que las más de las veces terminaremos recorriendo toda la ciudad hasta ver con gesto arrobado cómo nuestro mejor amigo arroja el fruto de su vientre al mundo exterior.
Hay días especialmente duros, días que ponen a prueba tu paciencia y tu amor perruno. Los días de temperaturas extremas, por ejemplo. Yo sobre todo llevo fatal el frío, cuando los dedos de las manos se te van quedando congelados y ves que no, que no hay manera, que ni patrás ni palante. Algunos habréis llorado en uno de esos días, lo sé.
Pero lo peor de lo peor es cuando llueve y tienes que llevar el paraguas en una mano y la correa en la otra. Si además estás resfriado o tienes alergia, como es mi caso, y notas que se te va cayendo la velilla y tienes que sonarte la nariz sí o sí, y no te quedan manos, no puedes soltar el paraguas, tampoco la correa... y esa liquidez que vas sintiendo por dentro de tu nariz, que amenaza con salir, y juntarse con la lagrimilla que empieza a caer... Y entonces buscas desesperadamente un refugio, un techado, un árbol, un toldo, lo que sea, sueltas el paraguas y ya in extremis consigues llevarte el klinex a la nariz y evitar en el último momento la catástrofe.
Esto cuando lo consigues, que no es siempre. A veces, cuando llegas, llegas tarde.
Y ya no quiero ni contar si encima llevas la mascarilla puesta. Esto lo dejamos para otro día, si eso.
Y luego está lo otro. Cuando por fin el perro se decide y caga. Y el lugar elegido es el más oscuro de toda la calle, no se ve ni medio pijo, y para buscar el truño o los truños entre la maleza tienes que ir a tientas. Ponerte a cuatro patas e intentar discernir qué cosa es la mierda de tu perro. Porque tienes conciencia cívica y no quieres dejar ahí, para que cualquiera pueda pisarlo y cagarse a su vez en toda tu nación, el excremento canino. Posiblemente haya una farola dos pasos más adelante, pero tu perro (perra en mi caso) prefiere hacer sus cosas en la intimidad. Es tímido, no le gustan los focos ni la fama.
En fin, contrariamente a lo que muchos piensan, tener un perrete no es ningún chollo. Puede que en tiempos de pandemia y confinamientos sea una pequeña ventaja porque se te permite salir de paseo. Pero recordemos que la mayor parte del tiempo de nuestras vidas no estaremos confinados (al menos es lo que todos esperamos), y que, salvo que seas un hijoputa de esos que abandona a su mascota, estamos hablando de relaciones de larga duración. Hasta que la muerte nos separe.
Así que no, no es un chollo. Hay días, sobre todo esos días difíciles, en los que es una gran putada. Doy fe.
Dicho lo cual, quiero proclamar bien alto y bien claro que mi Bimba es la perrita más bonita del mundo, que mataría a cualquiera que lo discutiera, que la quiero con locura y que recorrería el mundo entero sólo para encontrar el lugar perfecto para que ella pudiera cagar tranquila y a gusto hasta el fin de los tiempos.
Por cierto, queridos todos, feliz año nuevo.
Ps. Aunque teniendo en cuenta que mis deseos raramente se cumplen en el sentido en el que los formulo, quizás en vuestro propio beneficio os debería desear un año nuevo horrible.
Ps2. Bueno, mejor no os deseo nada y ya si eso que os vaya como buenamente os vaya y que... que eso, que os vaya. Por lo menos que os vaya. O yo qué sé, que no os vaya, lo que cada cual quiera, que le vaya o que no le vaya. Mira, olvidadlo, no he dicho nada.
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