Hoy he comprado un lenguado. Y también lo he cocinado. Y después me lo he comido.
Ahí queda eso! Para que luego digan que no hay emociones fuertes en unas vacaciones sin moverse de casa.
(Breve inciso: me refiero a sin moverse de casa físicamente. Porque yo llevo todas las vacaciones de Nueva Caledonia a las Seychelles y de ahí a las Maldivas. Lo que pasa es que no he cogido ningún avión ni nada, sólo he volado mentalmente, que es la forma más barata y segura de volar. Pero vamos, que he estado en mogollón de sitios chulísimos, eso lo puedo asegurar. Y he buceado con tiburones y todo. Diiiiiiigo! Anda que no molan!)
Bueno, sigo. Como de costumbre, habrá algún malintencionado que se pregunte qué tiene de particular comprar un lenguado, cocinarlo y comérselo. Siempre hay un aguafiestas en todas partes.
Bueno, pues te lo explico, amigo o amiga. La particularidad de esta experiencia consiste en que...
ES LA PRIMERA VEZ EN MI VIDA QUE COMPRO Y COCINO UN LENGUADOOOOOOOO!!!!!
En realidad es la primera vez que entro en una pescadería a comprar. He ido algunas veces pero siempre de recaera o acompañando a alguien que iba a comprar. Pero lo que es yo entrar como futura cocinera... ésta es la primera vez.
Al principio no me atrevía. Qué mieeeedoooooo! Venga a dar vueltas con la Bimba por delante de la pescadería. Peor que el que no sabe cómo entrar en un puticlub. Entro o no entro? Y si entro y me llevo algo al tuntún que luego no sé cocinar? Y si encima me cuesta una pasta? Porque dicen que el pescado que no va en lata es supercarísimo. Así que venga calle arriba calle abajo sin terminar de decidirme.
Y es que una amiga mía me había picado unas noches antes preguntándome si yo comía algo de pescado, y yo le dije que sí, que atún en escabeche y sardininhas picantes en aceite. Y esta amiga me dijo que eso era una mierda, que tenía que comer de vez en cuando pescado pescado pescado de verdad. O sea, de la pescadería.
Y por eso me encontraba yo en tan desasosegante situación. La pobre Bimba ya harta de olisquear los mismos matorrales y de mearse en ellos.
Totaaaaaaa, que al final digo: "entro".
To nerviosita.
Y ahora qué pido, si no sé distinguir un boquerón de un mero? Por lo menos espero que pongan los nombres de las cosas. Bueno, y si no pregunto. Ya que me he echao a los deportes de riesgo... Inma, a por todaaaaas!
Efectivamente, ponían los nombres de las cosas, y el precio también. Pero yo no los veía. Venga a arrugar los ojillos... nada, ni un pijo.
- Tiene merluza?
El primer pescado que se me ocurrió.
- La merluza se me ha acabado.
Hossstia, también es mala suerteeee! Pero por lo menos no me ha dicho que la merluza no se compra en las pescaderías sino en las zonas de congelados de los supermercados, que era lo que me estaba temiendo.
- Bueno, y qué tiene así parecido?
- Pues mira, aquí hay de todo (Sí, cabrón, menos merluza). Mero, sardinas, boquerones, salmón, lenguado...
Jodeeeeeeer, pero es que yo estoy buscando algo para ponerlo en plan sano, a la plancha, al horno, al papillote... (Agárrame el cipote. Sí, antes de que lo digas tú lo digo yo, lector graciosillo)
- Bueno, vale, gracias, es que yo quería merluza.
Salgo pitá de la pescadería jurándome a mí misma que no vuelvo más. Pero cómo me he atrevido a entrar en un sitio que no sé ni cómo se llaman los bichos ni cómo se cocinan ni lo que cuestan ni nada?
Agarro a la Bimba, que la he dejado atada en el local de al lado (a la sombrita, malpensaos!) y la llevo a tirones lo más lejos posible de la pescadería.
Pero oye, con una desazón, un resquemor, una cosilla... Que no tenía ganas de volver a mi casa, a pesar de que era la 1 del mediodía y hacía un calorín del copón y la Bimba ya había cagao.
Venga, que entro otra vez, con siete pares de cojones!
Totaaaaaaaaaaa, que entro.
- Hola buenas, me lo he pensado mejor. Qué es eso?
Y señalo al azar un bicho, intentando ganar tiempo.
- Mero.
- Ah, vale!
- Y eso?
- Bacalao. Buenísimo.
- Ajá!
Y cómo coño se cocina el bacalao que no está congelao? Y el mero, eso qué coño es?
- Y lenguado? Tiene lenguado?
El lenguado me suena de toda la vida, igual que la merluza.
- Sí, unos lenguados buenísimos.
- Vale, póngame.
- Cuántos?
- Uno.
- Sólo uno?
- Uno grande.
A ver si me voy a llevar siete y me los como con patatas. Vamos a probar primero con uno.
- Éste?
- Vale, ese mismo.
- Se lo limpio?
- Ah, pues sí.
Jodeeeeeer. había que limpiarlo!!!!! Mira que si el tío no me lo pregunta y lo cocino tal que así! Madre mía, qué locura haber entrado aquí sin tener ni puta idea!
Me lo limpia y me lo da, 3 leuros. Si al final tengo que tirarlo más se perdió en Cuba, tú.
La verdad es que es una minucia de pescao, con eso yo me muero de hambre. Y si algo sé del lenguado es que la mitad es raspa. Pero bueno, ya le echaré guarnición para darle un poquito de gracia y alimento.
Más contenta que unas pascuas, superada mi desazón y mi congoja, cojo a la Bimba y nos vamos para casa.
Meto el lenguado en la nevera y me bajo a la piscina con mi librito y mis cosas para entretenerme. Normalmente aprovecho esos ratos para hacer viajes astrales a Nueva Caledonia pero oye, que no podía viajar. Venga a darle vueltas a distintas formas de cocinar mi lenguado.
Del papillote (agárrame el cipote) he oído siempre hablar muy bien: sano, nutritivo y natural. Y mancha poco. A mí es que manchar muchos cacharros en la cocina me echa patrás tela. Esto es un papel Albal y ahí lo metes todo y lo pones en la bandeja del horno. No se mancha nada, lo cual supone su atractivo fundamental. Y por lo visto conserva todas las propiedades de la materia prima. Un chollazo.
También puedo hacerlo al horno pero sin el papel Albal. En un cacharro, sólo uno, no está mal. Ahora bien... cuáles de los cacharros que tengo sirven para meterlos en el horno? Tengo una fuente supergrande de cristal que la usaba mucho mi ex para hacer cordero y pollo y lubina a la sal y cosas así pero me parece excesiva para esta mierda de lenguado, la verdad. Y tengo también cazuelas de barro, que creo que se pueden meter en el horno, pero en ninguna me cabe el lenguado, la cola sobresale.
Mi novio me aconseja: fríelo. Yo frito no quiero nada, no me gustan los fritos, pero bueno, en una sartén con una mijilla aceite sí puedo ponerlo.
Totaaaaaaaaaaa, que apago el horno que lo había encendido para lo del papillote (agárrame el cipote). Y enciendo la vitro y saco una sartén, y digo: que sea lo que Dios quiera.
(Sí, es verdad, aunque no crea en él, Dios siempre está presente en mis oraciones. Es muy socorrido, qué le vamos a hacer?)
Ahí va mi receta: Lenguado, aceite, cebollino, guindilla picante, cilantro (es que he comprao un ramillete y como me he aficionado, se lo echo a todo), zanahoria y una mijilla sal. Al final me he vuelto to loca y le he echado también un chorreón de vino blanco. Que no nos falte de na!
Sólo digo una cosa. En mitad del acto culinario mi hija ha entrado en la cocina y ha dicho tal que así:
- Jooooooo, qué bien huele, mamáaaaaaaa!
Y es que a todo lo que se le echa vino huele genial. Saber... no se sabe cómo sabrá, pero las cosas como son, huele muy bien.
Luego he emplatado. Bonito no... lo siguiente. Se me ha quedado de exposición universal. Le he hecho unas cuantas fotos que le he mandado a mi amiga, por sus sabios consejos, y a mi novio, pa que vea que soy una muchacha de pro. Y no una perdía de la vida como a veces parezco.
Desenlace: bueno, bonito y barato. Una vez a la semana puedo comer pescado. No pasa nada. No me he muerto y estaba rico. A ver, desde luego no como mis espaguettis a los 67 quesos pero es sano y contiene proteínas. Proteínas de pescado, que son las mejores.
Y ya la próxima vez que pase por la pescadería no me entrarán sudores fríos. Porque ya sé cómo es una pescadería por dentro y cómo interactuar con el pescadero.
Sé que hay que decirle con gran seguridad en ti misma que te limpie el pescado, si es que él no lo dice antes. Y que si no sabes cómo cocinar algo, el papillote (agárrame el...) siempre está ahí.
Y oye, que estas grandes aventuras hay que compartirlas. Que no todo en la vida va a ser viajar constantemente de Nueva Caledonia a las Seychelles y a las Maldivas. Que también hay que comer pescao. Y a ser posible no todo de lata.
Ps. Pero vamos, que como el atún en escabeche y las sardininhas en aceite picante, que se quite el lenguado a la plancha con cebollino y cilantro, también te lo digo. Las cosas como son.
Peculiar no, lo siguiente. Soy un amante de la cocina y del pescado en particular. Jamás se te ocurra comprar mero en una pescadería, por la sencilla razón de que no lo es. Un buen lenguado salvaje, no todos lo son, es una joya. Por cierto, tus hijos deberían de demandarte por soportar una alimentación deplorable. Yo sí he estado viajando de verdad hace unos días y no es lo mismo que la imaginación, pero estar en casa también me gusta. Y lo del cipote vinculado con el papillote no lo conocía. Un placer leerte, como siempre.
ResponderEliminarMartínez, bienvenido. Ya te echaba de menos. No en vano eres mi único visitante, jejejejeje.
EliminarLlevas razón, viajar de verdad es distinto a viajar con la imaginación. Es mucho más caro, hay muchísima más gente en todas partes y te enfrentas a un montón de colas que en mis viajes no existen.
Cuando yo viajo apenas hay gente en ninguna parte, el mar esta siempre limpio, jamás llueve y no hay colas en los aeropuertos ni en las carreteras. Ventajas de ser imaginativa y viajera astral!
Por mis hijos no te preocupes, que siempre han comido muy bien. Y yo también. Están muuuuu bien criaos, te lo prometo. Por suerte nunca nos ha faltado alguien que se ocupara de ese tema con un poco más de solvencia que yo, jajajajaja!
Y a estas alturas ya son grandes y cada cual se busca la vida y come lo que le da la gana. Aunque siempre es bienvenido un táper de regalo con algo rico. Somos muy agradecidos.
Cuando quieras mándanos un pescaíto de esos que tú sabes hacer. De verdad que le hacemos a todo muchas fiestas.