Tengo una amiga que dice que no se cree que yo sea atea. En su opinión, yo creo en algo y la prueba está en la cantidad de veces al cabo del día que nombro a Dios y al resto de su familia, en distintas modalidades, variantes y situaciones: ay Dios miiiío, Virgen sannnnnnta, madre del amor hermosooooooo, a Dios pongo por testigo, etc.
Ahí lleva razón, yo a Dios, a su madre y al espíritu santo no me los quito de la boca. Son la mar de socorridos para todo, y una persona tan elocuente verbalmente como yo no podía dejar pasar ese acervo cultural religioso que he mamado desde pequeña, para bien o para mal.
Pero creer creer lo que se dice creer... vaserqueno, reina. Y lo poco que creía cuando llegué al instituto se encargaron mis profes de Religión de echármelo por tierra cuando pretendieron convencerme racionalmente de la existencia de un ente supremo basándose en teóricos como Santo Tomás, San Agustín, etc., aquella chorrada del ser contingente y el ser necesario.... ufffff, ahí ya mataron del todo la poca fe que me quedaba.
Pero macho, cómo pretendes convencerme de que se puede demostrar racionalmente la existencia de Dios diciéndome que como todos somos seres contingentes por huevos tiene que haber un ser necesario? Cómo que por huevos? Qué huevos, de avestruz o de gallina? Es que no has oído hablar del Big Bang? Vamos, que Santo Tomás no hubiera oído hablar de ello puede considerarse normal pero... el cura que me daba clases de religión en el instituto?????
Me parece que lo que le pasa a mi amiga es que confunde mi "espiritualidad" con un trasfondo religioso que no tiene. Es cierto que yo soy una persona muuuuuuy supersticiosa y creo profundamente en el destino y en la buena o la mala suerte. Tampoco es que haya que ser muy creyente, la realidad es tozuda: hay gente con una estupenda buena suerte en la vida y gente con una mala suerte del copón. Y casi nunca tiene que ver con cualidades personales ni con la bondad ni con la maldad ni con nada de eso. Es simple suerte y punto. Es más, si existiera un Dios, menudo hijodelagranputa estaría hecho por permitir ese tipo de cosas. Un auténtico cabrón.
Vale, cierto es que soy supersticiosa a tope. No de las supersticiones colectivas estas del gato negro, la escalera o la sal derramada, no. Yo prefiero las de mi propia cosecha. Si ocurren varias cosas buenas o malas en una fecha concreta, si llevas una ropa determinada o se repite una circunstancia demasiadas veces yo creo que eso tiene un significado.
La numerología, por ejemplo. Hay un número concreto, del que ya hablé aquí en una ocasión, que ha marcado profundamente mi vida y al que le tengo a partes iguales afición, respeto y miedo. Me encanta para comprar lotería y para otros juegos de azar pero procuro no viajar nunca en ese día y presiono a los míos para que, en la medida de lo posible, tampoco lo hagan. No es que me paralice por completo pero ese respeto lo tengo, y no hay manera de quitármelo.
Tampoco atribuyo a mera casualidad el hecho de que mi novio y yo tengamos el mismo número en el DNI salvo un dígito que cambia de orden. Las probabilidades de que eso suceda son tan escasas que para mí tiene un significado claro que no tiene nada que ver con lo religioso, ni con Dios ni con la Virgen. Es como una especie de guiño del destino.
El Destino. Si algún Dios yo pudiera tener sería ése. No es que crea que todo está marcado, decidido y predeterminado por un ser superior ni nada de eso, pero sí presiento que hay como un orden lógico que da sentido a las cosas. Ese DNI casi idéntico, ese número que se ha repetido sospechosamente en varios acontecimientos importantes de mi vida... Que podrían ser meras casualidades? Vale, mucha gente piensa que lo son, pero para mí es prácticamente imposible concebir tanta coincidencia. Podéis llamarme incrédula, flipada, loca o lo que sea, pero no.
Aparte de todo esto, también es cierto que tiendo a establecer cierta conexión con el mundo de los muertos. A ver, es difícil de explicar. Cuando yo digo que hablo a menudo con mi madre muerta o con mi perro puede que algunos piensen que creo en el más allá o en la vida después de la muerte o algo así. Para nada, ni de coña. Mi perro y mi madre están muertos y bien muertos y de ellos no queda en este mundo más que un montón de fotos, unas pocas cenizas y nada más.
El resto está en mí; ellos seguirán vivos mientras yo esté viva y los recuerde. Y use la energía que ellos me dan para afrontar mi propia vida. Yo no creo en Dios, yo creo en la sinergia de todas esas fuerzas que se concentran en mí.
Es difícil de explicar. A ver si lo consigo. Cuando yo digo que mi madre al morir me regaló a mi hijo (escribí hace tiempo un post al respecto) no me refiero a que ella como espíritu me mandara ese regalo de una forma voluntaria. Me refiero a que yo durante la larga enfermedad de ella había entrado en barrena y es verdad que había intentado quedarme embarazada durante bastante tiempo y no lo conseguía. Lo cual era completamente normal. Estaba moral y físicamente hecha un trapajo: no comía, no me cuidaba, no era feliz, iba cuesta abajo y sin frenos y hasta dejé de menstruar. Pero la muerte de mi madre de repente me hizo ver la luz; fue como un revulsivo, como si su energía se hubiera trasladado a mi cuerpo, y de repente vi diáfano que estaba haciéndolo todo fatal, y empecé a comer de nuevo, y a cuidarme y a creer en mí. Me puse fuerte en muy poco tiempo, engordé los kilos que me hacían falta y la regla volvió con ímpetu renovado. Presiento que mi primer óvulo estaba pidiendo a gritos ser fecundado. Y justo a los 3 meses de irse ella me quedé embarazada y la prueba evidente de que ese hijo fue un regalo de mi madre es que nació justo al año de su muerte.
Eso no significa que yo crea que mi madre está aquí, ni que cuando hablo con ella me escuche. Lo que significa es que su fuerza y su amor siguen en mí, y hablar con ella es como hablar con esa parte de mí misma que hace posibles las cosas. Cuando yo le pido protección estoy conjurando esa energía suya que me hace capaz de proteger a los míos. Cuando yo hablo con el retrato suyo que preside mi salón, cuando brindo con ella en las grandes ocasiones... no es un fantasma, es la presencia suya que sigue viva en mí.
Ufffff, fijo que no os habéis enterado de nada. La verdad es que todo esto es complicado de transmitir y no me extraña que mi amiga piense que soy creyente. Y más de uno y más de tres que lean esto. Pero lo cierto es que no lo soy. No creo que haya ningún ser superior que me vaya a salvar de nada ni que me vaya a conceder la vida eterna. Yo seguiré viva, como mi madre lo sigue en mí, mientras haya quien me recuerde y ese recuerdo le dé energía para vivir, y le alimente y le acompañe en su propia trayectoria.
Ésas son las cosas en las que yo creo. En conjurar al destino si viene en contra para que se ponga a mi favor. En intentar que los números se alíen en positivo, en esquivar al máximo lo maligno que pueda rodearme y apostar siempre por todos los signos favorables. Creo en la energía que se transmite después de la muerte y creo en el poder del amor como forma de preservar la memoria de las personas a las que hemos querido. No creo en nada sobrenatural porque todo esto forma parte de la propia naturaleza de las cosas.
Y por supuesto, independientemente de que Dios como ser supremo no exista, todos tenemos nuestros pequeños diosecillos de andar por casa, esas cosas a las que nos aferramos para vivir... no sé, el dinero, el poder, la fama, las drogas, la familia, el trabajo...
Pero sí, amiga mía, aunque te cueste creerlo, soy atea por la gracia de Dios. Y a él mismo lo pongo por testigo.
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