Queridos lectores, como sabéis hace unos días adopté unas perrillas de la perrera municipal y ahora mismo gran parte de mis intereses se centran en ellas, en nuestras aventuras y desventuras como compañeras de piso y en su adaptación al medio doméstico.
En términos generales mis chicas son bastante buenas y obedientes, Martínez un poco más nerviosilla que Kowalski y pelín tocapelotas porque no la deja tranquila nunca. Kowalski es muy pachona pero Martínez necesita compañera de juegos y no se resigna a ser ignorada, así que ahí que va, a incordiar todo lo que puede. Además tiene una cara de bichillo! A la pobre Kowalski la tiene frita.
Este finde ha sido muy provechoso educativamente hablando. He recibido muy buenos consejos de personas bastante sabias y autorizadas en el tema perruno y me he decidido a empezar a educar a mis nenas para convertirlas en unas perritas de pro de las que poder sentirme orgullosa cuando las presente en sociedad. Hasta ahora me he limitado a darles mucho cariño y calor de hogar para que se sientan queridas, seguras y tranquilas, para que pierdan el miedo a ser abandonadas y gocen de cosas normales de la vida perruna, como pasear con su dueña, relacionarse con otros congéneres y cosas así. Pero ahora ha llegado el momento de la verdad, hay que empezar a trabajar, chicas.
Lo primero ha sido bajarlas del sofá, donde habían anidado tan ricamente a cuenta de la pena que me daban. Llegaron las pobres un día infernal de lluvia y frío y no paraban de tiritar. Las sequé, las abracé, les di todos los mimos que soy capaz de dar, les puse el radiador y naturalmente las alojé en el sofá, tapadas con sendas mantitas, y las pobres de ahí no se movieron en un día entero. No bajaron al suelo ni a mear ni a cagar, tal era su agotamiento y su miedo.
En el tema de la comida desde el principio, por mucha penilla que me diera, he sido tajante: pienso y punto pelota. De vez en cuando les doy alguna guarrerida como chuches perrunas, trozos de salchichas o de jamón de pavo, pero siempre a modo de premio cuando logran una hazaña. Pero con lo del sofá hasta ahora no me había atrevido. Las veía tan felices apalancadas cada una en su lado del ring!
Pero claro, con el tiempo se estaban haciendo con el territorio y yo empezaba a ser poco menos que su igual, y eso no podía ser. Yo tengo que ser la puta ama y eso tiene que ser indiscutible. De igual a igual nada de nada, monadas. De manera que he aprovechado el finde para modificar el estado de la cuestión y sacar todas mis armas de dominatrix encantadora de perros.
Y así llevo todo el día de hoy. Levantándome tooooooooooodo el tiempo para agarrarlas del collar cuando se suben al sofá y arrastrarlas hasta la camita que les he preparado justo enfrente.
Al principio me ha ayudado mi novio, que el pobre lleva todos estos días empapándose de vídeos en el Youtube sobre educación canina (Ayyyyy que lo quiero!). Él me ha enseñado cómo va el tema y las primeras veces lo ha hecho él, pero luego cuando se ha ido ya he seguido yo el sistema. Que se sube una... ahí voy yo y sin decir palabra (esto me lo han recomendado todos los sabios perrunos) la agarro del pescuezo y la bajo y la coloco en su colchón. Y así una vez y otra y otra y otra... he debido de hacerlo como unas 965 veces aproximadamente. Ya véis, llevo una jornada dominical la mar de entretenida. Pero la educación canina es así, requiere esfuerzo y tesón.
La verdad es que ya simplemente cuando veo a alguna acercarse al sofá hago "cheeeeee" y la disuado de momento. Son muy buenas mis niñas. Ahora mismo están ahí tumbadas, cada mochuela en su olivo, pero mirándome de reojo y estudiándome concienzudamente. De vez en cuando alguna, sobre todo Martínez, se levanta y se acerca sigilosamente al sofá. Y entonces yo digo "cheeeeeee" y se vuelve cabizbaja a su sitio.
Estoy flipando de ver todas las cosas que estoy consiguiendo en tan poco tiempo. Sólo es cuestión de paciencia y cariño y tener las cosas claras. Martínez ya sube las escaleras. Es verdad que a veces hay que tirar de ella pero ya casi que va cogiendo velocidad, avanza por días. Kowalski es bueníiiiiiiiisima, es dócil, noble, tranquila... Ya no le dan ataques de ansiedad, salvo cuando me paso mucho tiempo fuera y me ve. Entonces se ponen atacadas las dos. Pero también he aprendido a entrar en casa y en lugar de hacerles fiestas ni nada cuando están así lo que hago es ignorarlas y ponerme a hacer cosas hasta que veo que se tranquilizan, y ya entonces me acerco y les hago todas las caricias que he reprimido y les digo cositas y me sale toda la vena de dueña babosa y amorosa que llevo dentro.
Sé que no va a ser tan fácil. Probablemente durante muchos días intentarán buscarme las vueltas para subirse al sofá. Seguro que tendré que levantarme a bajarlas otras 976.937 veces más. Tengo que armarme de valor y mostrar mucha seguridad en mí misma y muchas dotes de mando. Pero soy una tía cabezona y disciplinada y cuando me propongo algo casi siempre, si la cosa solo depende de mí, lo consigo.
En fin, seguiré informando de mis progresos y retrocesos. Y como siempre digo, al que no le interese este tema con no leerme tiene bastante.
Ya está Martínez otra vez roneando el sofá. Hijaputa, qué sinvergüenza es! Allá voy!
CHEEEEEEEEEE!
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