En el capítulo anterior de "Mi vida con las supernenas" ha escrito un comentario la amiga Yo diciendo que es aficionada a la Etología. Confieso que no tenía ni puta idea de lo que era la cosa esa, así que me he puesto a googlear y así he descubierto que la Etología es la ciencia que estudia el comportamiento animal. Bueno, pues una palabra más que he aprendido.
También me dice que seguirá leyendo mis aventuras y desventuras, entiendo que para asesorarme cuando tenga tiempo y ocasión. Así que voy a informar de nuestros progresos y sobre todo de las cosas de las perrillas que más me llaman la atención, por si Yo o cualquier otro visitante tiene a bien darme algún consejillo de utilidad.
Para empezar las dos le tienen un miedo enfermizo a la calle. Kowalski poquito a poco se va espabilando pero de todas formas cuando me ven acercarme con la correa se ponen nerviosísimas. A Martínez directamente hay que sacarla a rastras. Luego una vez en la calle ya anda, con reticencias pero anda, pero si quiero entrar a algún sitio o incluso a mi propio portal se tira al suelo y no hay manera. Kowalski se pasa todo el camino mirándome y pegando saltos y metiéndose entre mis piernas por lo que el paseo es complicado e incluso arriesgado. Entre los empujones que se pegan ellas y los líos que se forman con las correas y con mis piernas salir con ellas es un deporte de riesgo que me río yo del puenting.
Volver a casa es otro poema porque Martínez se niega en redondo a subir un solo escalón por lo que tengo que cogerla en brazos mientras procuro que Kowalski suba sin enredarse entre mis piernas o con mi bolso. En fin, que llego a casa destrozada, estresada y muerta como si acabara de correr la maratón de Nueva York.
Hay quien me aconseja que no las saque si no quieren y quien me aconseja todo lo contrario, que hay que sacarlas sí o sí y que se vayan acostumbrando a la calle y a la idea de que no las voy a abandonar y que siempre volvemos a casa. Al principio las sacaba por turnos y desde luego era más cómodo para mí pero luego me aconsejaron que las acostumbrara a salir juntas y en ello estoy. Pero ya digo que me parece más duro que participar en una competición de Triatlón.
En casa son totalmente diferentes, la noche y el día, y no solo porque una sea negra total y la otra rubia. Lo único en lo que se parecen es en que cuando llego a casa pegan unos triples saltos mortales alucinantes, por supuesto enredándose entre ellas, pisoteándose, mordiéndose, empujándose y obstaculizándose la una a la otra todo lo que pueden. Lo mismo pasa si me acerco a acariciar a una, que la otra acude de inmediato, pega el empujón correspondiente y se sitúa por delante para que la acaricie a ella.
Kowalski curiosamente es más parada en casa. Es difícil moverla del rincón del sofá que ha elegido como refugio. Se baja para mear, cagar y comer pero nada más. Ni aunque intente sobornarla con chuches, se ve que sufre y se plantea bajar pero no termina de decidirse. Tiene un miedo atroz a bajar del sofá. Ni siquiera se acerca a la terraza.
Martínez en cambio es una exploradora nata. Todo el espacio que tengo habilitado para ellas se lo tiene requeteestudiado y si abro la terraza se sale y se apalanca al sol como una lagartija. En eso es muy parecida a mi Manolo, que era un lagarto nato. Es muy graciosa porque cuando estoy en la cocina viene y asoma la cabeza pero cuando voy hacia ella sale corriendo a esconderse. Viene detrás de mí a todas partes y no me quita ojo. Kowalski también me mira fijamente todo el rato pero sin moverse del sofá. No se pierden detalle de nada de lo que hago.
Martínez ya no ladra tanto. Es bastante obediente cuando le riño. En general se ponen bastante mohínas cuando me enfado con ellas. Se encogen y se meten en su rincón si las miro ceñudamente y pongo voz de madrastrona. Con poner los brazos en jarras ya se repliegan y se tiran un rato sin moverse.
A Martínez le gusta morder las cosas. Eso me preocupa porque temo que se le forme una bola en el estómago. He observado que se come hilos de las mantas y que intenta morder la tela del sofá. Cuando estoy yo le riño y deja de hacerlo pero pasan tanto rato solas que me da miedo que lo haga cuando no la veo. Por eso de momento no las dejo solas con la terraza abierta mucho tiempo, porque temo que se coma el cañizo protector y haga un agujero por el que se pueda caer. Una amiga también aficionada a la Etología perruna me dijo que no me preocupara, que tienen vértigo y no se asoman a los balcones pero no me fío de que no me haya tocado una perra suicida que no le tenga miedo a las alturas.
La comida. Se ve que donde hayan estado comían de todo porque les está costando bastante hacerse a la idea de que solo van a comer pienso. Esto es algo que tengo muy claro porque después de lo que me pasó con Manolo no pienso arriesgarme a darles nada que les pueda perjudicar y la mejor forma de asegurarme es no dándoles nada que no sea específicamente para perros. Intentaré darles premios y algunos caprichitos caninos de vez en cuando pero nunca comida de personas. De momento ya van aceptando que cuando voy con mi comida ni se me acerquen, pero les cuesta. Me da penilla porque para Manolo comer manjares humanos era un gran placer y me gustaría que ellas también pudieran gozarlo pero en eso sí que todos mis consejeros, incluída la veterinaria, han sido tajantes: SOLO COMIDA PARA PERROS.
Duermen muy bien. Cruzo los dedos por si acaso. Por la noche cuando les apago la luz chapan y ya hasta que no me sienten por la mañana no las escucho. Alguna que otra vez en medio de la noche Martínez ha ladrado un poco pero he dado un golpe en la pared y se ha callado de momento.
Kowalski es propensa a los ataques de ansiedad. Cuando se tira mucho tiempo sin verme y llego a casa incluso llora, supongo que de los nervios o la emoción. Martínez es más pasota, va más a su bola. Siempre y cuando Kowalski no se me acerque ni yo a ella, porque si lo hago inmediatamente se pone celosa y acude rauda a pedir su ración de cariñitos. Me recuerda muchísimo al Manolo, es digna heredera suya pero mucho menos esaboría, que mi perrillo era famoso en el barrio por sus malas pulgas y por su principio vital de que la calle era suya y solo suya.
Supongo que todas estas cosas las iremos puliendo con el tiempo. No hace todavía ni una semana que están en casa y me parece que no se lo terminan de creer pero hemos hecho muchos avances. Siguen asustadas, me da la sensación de que si están mucho tiempo solas creen que ya no voy a aparecer, que las han vuelto a abandonar y por eso se ponen tan nerviosas cuando comprueban que no.
De momento lo que más me preocupa es esa afición de Marti por comerse las cosas y la tosecilla que tiene, que aunque le estoy dando antibióticos no se le termina de quitar.
En fin, seguiré informando. Gracias anticipadas a todos los etólogos aficionados o profesionales que se avengan a echarme una mano en la crianza de mis supernenas.
Campeonas todas!!!!!! Mucho ánimo y mucho amor!!!! Vivan las 3 supernenas!
ResponderEliminarJajajajaja, muchas gracias Amparo. Ahí seguimos.
EliminarEste finde he aprovechado para pasar el máximo tiempo posible con ellas, han estado encantadas. Las he sacado de paseo tres veces al día y creo que ha sido unas perritas felices.
Eso sí, Martínez sigue diciendo Nooooo noooooo nooooooo a subir las escaleras. Creo que le voy a cambiar el nombre por el de Pedro Sánchez.