jueves, 31 de marzo de 2016

Oda a mi cuerpo

Hoy vengo a hablar de mi cuerpo, pero advierto desde ya que no lo haré desde el punto de vista erótico-guarrete que a algunos les podría gustar e incluso estimular. Advierto en cambio que este post tiene un toque escatológico que puede herir ciertas sensibilidades, por lo que si temas como la menstruación o las actividades evacuatorias no son de vuestro interés os aconsejo que cerréis este post ahora mismo y paséis a otra cosa.

En fin, la cuestión es que mi cuerpo me tiene francamente alucinada; no he visto cosa más lista en mi vida. Es como las madres estas que dicen de sus niños “Hay que ver lo que sabe el mocoso este”; o los dueños de mascotas, que te dicen de su perrito “Es más listo que el hambre”. Pues a mí eso me pasa con mi cuerpo.

Ya he comentado alguna vez que me encuentro menstrualmente hablando en ese estado transitorio en el que ni estás ni no estás pero que cuando estás  es de un porculero acojonante. También abrí un post hace poco sobre mis deseos fervientes de que me llegue la menopausia para liberarme por fin de esta cruz que la regla se ha convertido para mí.

Desde hace unos meses vengo padeciendo unas reglas de un abundante que roza lo hemorrágico. No, no lo roza, directamente lo es. Son solo un par de días malos al mes, el resto de la regla es más o menos normal, pero ay diossssss, esos dos días son francamente una pesadilla. Me paso todo el tiempo en el baño, más o menos cada 20 minutos tengo que cambiarme si no quiero correr el riesgo de terminar pareciendo una víctima de Freddy Krueger. Ni los tampones más gordos y más absorbentes ni las compresas más de última generación ni todo junto consigue que pueda aguantar más de esos 20 minutos. Termino tan estresada y tan de mala hostia que algunos días con gusto me abriría en canal y me sacaría el útero yo misma y le prendería fuego para no tener que verlo nunca más.

Os podréis hacer una idea de que esos días estoy prácticamente inhabilitada para cualquier cosa que no sea estar pegada a un baño esperando que pasen los 20 minutos de rigor para  cambiarme una y otra vez. Cualquier salida, cualquier traslado, suponen un problema importante. Pero claro, una no puede dejar de ir a trabajar cada vez que le viene la regla, así que por huevos tengo que pasar por el trance. Lo que hago es cambiarme justo antes de salir de casa y justo cuando llego al trabajo a todo correr, y rezar mucho por el camino para que  aguante sin desbordarse todo el aparataje de absorción que llevo de un lado al otro. Ya una vez en el curro me relajo porque tengo un baño a dos pasos y sé que estoy segura hasta que llegue la hora de hacer el trayecto inverso. En fin, lo dicho, una pesadilla.

Pues bien, lo que me tiene alucinada son las noches. Cuando estoy con hemorragias lo que más miedo me da es dormirme y despertarme bañada en un charco de sangre. Como además soy de muy buen dormir y, cuando caigo, caigo de verdad, me pongo muy nerviosa de pensarlo. Es verdad que por la noche, al estar tumbada y relajada no tengo que cambiarme con tanta frecuencia, más o menos cada dos horas o así. Bueno, pues lo creáis o no, mi cuerpo se despierta justo justo a tiempo. Tengo una especie de alarma interior; me duermo como un lirón y a las dos horas aproximadamente me despierto, voy, me cambio y me vuelvo a dormir ipso facto hasta dos horas después, que me vuelvo a despertar. No es para autodevorarme a besos? Ya que tengo que pasar por el trance asqueroso este de la premenopausia, no es una pasada que mi cuerpo sea un pedazo de acompañante y tenga esa sabiduría natural?

Mira que le tengo cariño de toda la vida porque me ha dado muchas satisfacciones (y algún que otro sustillo, es verdad, pero han sido los menos) pero ahora, que se está portando como un campeón y el tío me deja dormir tranquilamente justito justito hasta el momento de riesgo de desbordamiento, ahora ya es que me lo como!!

Otra cosa que demuestra la sabiduría de mi cuerpo es el tema evacuatorio. (Ya advertí de que el post era escatológico; si a estas alturas aún sigues por aquí es culpa tuya). Creo que ya he hablado alguna vez sobre esto, pero bueno, por si acaso no me importa repetirme para quien no lo haya leído, porque lo mío es realmente prodigioso. Lo creeréis o no, pero yo solo voy al baño cuando no madrugo. Vaya, como os lo cuento. En vacaciones voy todos los días, los fines de semana no fallo, ni los puentes ni los días de asuntos propios ni los que trabajo de tarde. En cambio los días que madrugo, que son casi todos los de la semana, nasti de plasti, y nunca mejor dicho. Pero es que ni ganas, tú.

Es increíble cómo mi cuerpo busca la forma de decirme que se siente violento y agredido con el acto de madrugar. Cómo intenta comunicarme su desazón y su disgusto por que lo haga levantarse de la cama, que está él tan calentito y tan a gusto, para salir a la intemperie y ponerse involuntariamente en acción.

No le gusta, es una agresión en toda regla, y claro, se rebela. Cómo? Negándose a realizar las funciones a las que puede negarse. Porque claro, a comer no puede negarse porque eso es un acto voluntario mío. Pero se niega a evacuar lo que como, que eso ya no depende de mi voluntad sino de la suya.

No es verdaderamente un pedazo de cuerpo? Un cuerpo que intenta comunicarse con su propietaria por encima de todo, que toma sus propias decisiones y que me obliga a mí a actuar en consecuencia. Tanto es así que me he pedido en mi trabajo un día a la semana de tarde, para ahorrarme un madrugón en días laborables y así darle a mi cuerpo la posibilidad de que haga una evacuación extra con la que antes no contaba. Y con este arreglo estamos felices los dos porque nos tomamos un respiro de tanta agresión semanal y le pegamos un empujoncito a mi tránsito intestinal para que se dé una alegría.

En fin, que me gusta mi cuerpo. Me habla, interactúa conmigo, y el tío cuando me porto bien con él se enrolla de puta madre. No te digo que algún día probablemente no me dé un  disgusto, es ley de vida, pero de momento (y cruzo los dedos para que sea por mucho tiempo) me tiene muy contenta. Y por eso he escrito este post, para darle las gracias públicamente y también para ensalzar sus cualidades y su inteligencia ante mis lectores. Es algo muy íntimo y personal pero para que veáis que os tengo confianza os hago partícipes de esta satisfacción mía.

Gracias, cuerpo. Que sepas que eres supermajo y que me encantas. Y no solo por lo bueno que estás, que también.

10 comentarios:

  1. Eres verdaderamente maravillosa. Sincera, humana, divertida y de una autenticidad digna de alabar. Un enorme abrazo y que sepas que leerte un placer.

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    1. Martínez, no tienes término medio. O me pones a parir por mi manifiesta insensibilidad artística o me llevas al orgasmo, regalo de vista mediante.

      No sé si soy maravillosa, pero me flipa que te flipe cuando cuento cómo cago, y que la cague cuando hablo de películas palizas que te cagas. Martínez, vete a cagar.

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  2. Todo lo libre y sensible que eres con lo más privado, dando muestras de autenticidad, generosidad, talento, apertura y sensibilidad; lo eres de borde, apática, caduca, previsible, insensible y burda con ciertas obras artísticas de exquisita sensibilidad. Lo brillante que eres con los desechos y lo torpe y ramplona con la seda. Ahí radica tu talento y cierta masculinidad. Un beso

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    1. Jajajaja, Martínez, qué fluidez verbal y qué derroche de vocabulario para no decirme directamente cardo borriquero.

      Bueno, en realidad yo creo que solo disentimos un pelín en nuestras apreciaciones: lo que tú llamas "exquisita sensibilidad" lo llamo yo "extenuante sensiblería". Y eso es todo.

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  3. Como casi siempre es posible que tengas razón. Acabo de leer lo de tu cuerpo frente al espejo, los bailes, las cremas y demás cositas, y te tengo que decir que eres un primor. Eso sí, algo brutilla, pero los que te queremos lo hacemos tal y como eres, esto es, maravillosa. Cuídate mucho y no cambies, pese a mis críticas cariñosas.

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  4. Entrañable articulo.

    Cuando entro a tu blog casi siempre lo hago con la intencion de comentarte algo acerca de tus criticas, pero me quedo leyendo y comento tus entradas, dejando aparcado el tema del cine para no saturar.

    Y viendo la dulzura que adoptas al hablar de ti y de los episodios de tu vida, me sorprende lo seca que te muestras con el cine que adopta un tono parecido al que usas tú para expresarte.

    Ves 'Leaving las vegas' como una buena historia de amor, y 'Flipped', no...

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    1. Bueno, Román, tampoco tomes mis críticas muy en serio.

      Esa película la vi hace años. Igual la vuelvo a ver hoy y cambio totalmente de opinión. No hay que hacerme demasiado caso.

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  5. No, si lo que dices en 'Leaving Las Vegas' llama la atención y no me refiero a lo cinematográfico.

    "La impotencia sexual masculina es una virtud muy minusvalorada pero que muchas mujeres saben apreciar (Lástima que la Viagra lo haya jodido todo)."

    Lo dices en referencia a la teoría de que los hombres impotentes son más cariñosos y más 'buenos' que los que no tienen ese problema, pero lastimar que hoy en día puedan poner algún remedio a la dura realidad que condiciona su vida es egoísta, cruel, desconsiderado e interesado; probablemente justo aquello que le reprocharías a muchos individuos a los que sí que se les pone dura.

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    1. Bueno, Román, la verdad es que no puedo dejar de lamentar la aparición de la Viagra en el mundo porque creo que ha venido a hacer mucho más mal que bien.

      Piensa que por cada abuelillo aliviado por poder follar hay cuatro o cinco abuelas aterrorizadas porque su pesadilla no va a tocar nunca a su fin.

      No es egoísmo; es que pienso en ellas.

      No te dan pena? Antes existía un final, una esperanza, una luz al final del túnel pero ahora la perspectiva es morir con el abuelo metiéndoles mano.

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  6. Ya ves, es puro dramatismo Sheaksperiano.

    Me apunto la peli, gracias.

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