Veo la entrevista que Risto Mejide le hace a la actriz y activista feminista Leticia Dolera. En un momento dado de la entrevista Dolera hace una afirmación muy del repertorio femi pero sobre la que me gustaría invitar a mis lectores a reflexionar. Dice algo así como que las tías cuando nos ponemos una minifalda o un escote o unos taconazos no nos vestimos para gustar ni para excitar ni para ligar sino que nos vestimos así para gustarnos a nosotras mismas.
Vamos a ver, Leticia, corazón. Yo me gusto a mí misma un montón con una camiseta sueltecita que uso para estar en casa, y además de gustarme me siento supercómoda y fresquita. Pero cuando una tía se pinta como una puerta, se tira dos horas arreglándose el pelo y se planta un conjuntito sexi y unos tacones de 28 centímetros no lo hace para gustarse a sí misma, una no hace esas cosas para quedarse en casa y mirarse un rato al espejo a ver lo guapa que está. Tampoco se viste nadie así para hacer una fiesta de chicas en casa de una amiga. Una se viste así para matar. Los bares de copas están llenos de tías vestidas para matar, no para gustarse a sí mismas sino para proceder a la ceremonia del cortejo con sus mejores armas.
No quiere decir esto que toda tía que se vista sexi quiera llevarse un maromo a casa. A menudo lo único que quiere es probarse a sí misma, a ver cómo anda de habilidades de seducción. Tampoco quiere decir que ir vestida de una determinada manera dé derecho a los tíos a acosarte o a darte la paliza, ni mucho menos a tocarte el culo o las tetas ni a violarte.
Leticia, que quieras defender el derecho de toda mujer a pasar el rato en un bar o en una discoteca, o a bailar haciendo todos los movimientos sexis que le dé la gana, sin que la acosen o la violen no implica que tengas que decir mentirijillas. Puedes reconocer tranquilamente que nos vestimos así para gustar, incluso para excitar, pero puedes puntualizar que no a todo el mundo, indiscriminadamente, sino a quien nos guste a nosotras. O sea, que nosotras seleccionamos y decidimos a quién queremos gustar. Se puede reivindicar eso y dejar claro que cuando a un tío le dices o le das a entender que no te gusta tiene que retirarse deportivamente y dejarte en paz sin soltar chorradas como esa de que las tías nos vestimos para nosotras mismas.
Está bien que la sociedad evolucione, y con ella las técnicas de cortejo. Por ejemplo, es cierto que hace unos años se consideraba que hacerse un poco la durilla o la interesante como que la revalorizaba a una. Decir varias veces que no a un tío que te entraba te daba un plus de interés, y se daba por sentado que el tío debía insistir lo que hiciera falta si de verdad estaba por ti. Esto obviamente ha cambiado. Triunfa el No es No, y en mi opinión triunfa para bien porque aclara un montón las cosas y evita muchas pérdidas de tiempo y de esfuerzo. Si no quiero tener nada contigo te lo dejo claro desde el principio y si insistes es que eres un pesado y un acosador. Francamente me parece mucho más sano y mucho mejor para todos.
Pero el cortejo siempre estará ahí. De un modo u otro siempre habrá una serie de rituales previos al apareamiento. Existen en casi todas las especies animales, si no en todas, y ninguna reivindicación feminista va a cambiar eso. Y la ropa no deja de ser un recurso más en ese cortejo. Ojo, tanto para nosotras como para ellos, que también le echan lo suyo de maqueo. Por eso estaría bien que sin dejar de reivindicar nuestros derechos y nuestro afán de igualdad, no nos dediquemos a soltar chominadas por ahí del tipo de ésta que soltó Dolera tan ricamente.
Si las feministas quieren gozar de cierta credibilidad y de predicamento entre la gente es mucho más sencillo que lo consigan si son francas y honestas en sus manifestaciones en lugar de recurrir a absurdas coartadas para justificar comportamientos que son perfectamente lícitos y naturales.
Y ya que estoy con el feminismo, no quiero terminar este post sin dedicar desde aquí unas palabras de respeto y admiración hacia los jueces de la Audiencia de Navarra que han decretado la libertad provisional de los miembros de La Manada y que tienen que llevar escolta para salir de sus casas debido al acoso de otra manada enloquecida, esta vez de tías que han decidido ellas por su cuenta y riesgo lo que es y lo que no es justo, una verdadera jauría humana dispuesta al linchamiento, al ahorcamiento en plaza pública y a lo que le echen. La honestidad y el valor de esos jueces me merecen la mayor de las admiraciones, porque sabiendo lo que se les venía encima tomaron su decisión totalmente ajenos a las presiones externas basándose única y exclusivamente en argumentos jurídicos.
Yo me plantearía muy seriamente qué locura está pasando en este país para que unos jueces tengan que ir por la calle con escolta por hacer su trabajo lo mejor que saben.
Todo muy coherente pero yo creo que hay gente a la que le gusta estar bien vestida porque les gusta y punto. En su casa, a solas, sin estar presente de por medio el aliciente de la exposición al público.
ResponderEliminarBien vestida es una cosa y otra muy distinta es vestida para matar.
EliminarVamos, que ninguna tía se pone un escotazo hasta el ombligo y unos tacones de 20 centímetros para quedarse en su casa. Te lo puedo asegurar.