Tenemos un nuevo problema, amigos. Éramos pocos y parió la abuela.
Resulta que el nuevo gobierno está formado por más ministras que ministros y ahora la gente no sabe cómo referirse a las reuniones ministeriales, si decir Consejo de Ministros, Consejo de Ministros y de Ministras o Consejo de Ministras. Tremenda duda, tremenda polémica.
En el acto de toma de posesión de sus cargos, los ministros fueron prometiendo con distintas fórmulas. Algunos prometieron guardar el secreto del Consejo de Ministros pero la fórmula triunfadora finalmente fue la de Consejo de Ministras y Ministros.
Por supuesto la RAE salió inmediatamente a poner luz entre tanta sombra. Para quien no lo sepa aún, la RAE se limita a informar sobre lo que es correcto y lo que no lo es según la norma de la lengua española. No tiene como misión innovar ni proponer cambios revolucionarios. La Academia simplemente recoge esos cambios y los normaliza cuando comprueba que han sido aceptados y asimilados por los hablantes. Los que esperan que la RAE se "modernice" y se adelante a los tiempos es que no tienen la menor idea de cuál es su función. Es como la gente que protesta porque dan en el diccionario alguna definición que consideran ofensiva. Señores, si en la calle se usa la palabra "gitano" despectivamente la RAE no tiene más remedio que recoger esa acepción porque, por ejemplo, si un traductor se encuentra esa palabra en un texto y tiene que traducirla a su lengua va a ir a consultar el diccionario de la RAE y allí debe encontrar que existe esa acepción y que en el lenguaje callejero se usa, nos guste o no.
En fin, la polémica está ahí. Obviamente el uso del femenino genérico en estos casos no está sancionado como norma por la RAE. La cuestión es: podemos los hablantes saltarnos la norma y dar ese salto evolutivo hacia un lenguaje que se adapte mejor a las nuevas realidades sociales? Y mi respuesta es un sí rotundo. De hecho ya lo hacemos en multitud de ocasiones: constantemente inventamos palabras para referirnos a conceptos nuevos, creamos giros que no existían, jugamos con los dobles sentidos... en definitiva, hacemos con la lengua lo que nos da la gana y unas veces nuestras creaciones prosperan y otras no. En este caso lo suyo es que la realidad social se imponga.
Como bien sabéis los que me leéis de antiguo soy bastante guerrillera contra la duplicidad de género. Me parece una aberración sin sentido ninguno. Y en realidad es bastante injusta en la práctica, sólo se usa para los consabidos latiguillos: ciudadanos y ciudadanas, españoles y españolas, trabajadores y trabajadoras, alumnos y alumnas... Pero habéis oído alguna vez que se diga, por ejemplo, corruptos y corruptas? Es que no hay corruptas tal vez? No, lo que no hay en realidad es nadie que se crea en serio estas duplicidades. Se usan para no quedar mal en determinados contextos pero es imposible extenderlas a todas las palabras. Nos volveríamos locos.
Os imagináis una larga enumeración a base de duplicidades de género? Por ejemplo, si decimos "los andaluces, los gallegos, los catalanes y los vascos son los peores conductores entre los ciudadanos españoles". Sencillamente haced el intento de decirlo duplicando los sustantivos:
"Los andaluces y las andaluzas, los gallegos y las gallegas, los catalanes y las catalanas y los vascos y las vascas son los y las peores conductores y conductoras entre los ciudadanos y ciudadanas españoles y españolas".
Horreaurrrrrr!!!!!! Nadie puede hablar así, no se puede obligar a los hablantes a que hagan ese alarde de trabalingüismo ni a que soporten discursos interminables de esa especie. Es evidente que la duplicidad sistemática no puede triunfar en la lengua por una sencilla falta de practicidad.
Otra cosa es que sí se pueda feminizar un sustantivo si existe una mayoría de personas de sexo femenino dentro de un colectivo. Y es aquí donde yo veo perfectamente lícito que en el caso del actual Consejo de Ministros se pueda decir tranquilamente Consejo de Ministras, del mismo modo que feminizamos otros colectivos en los que predominan las mujeres. Y así decimos limpiadoras, enfermeras, matronas, amas de casa, etc., aunque entre esos grupos de personas hace ya tiempo que se incorporaron los hombres de un modo natural, pero siguen predominando las mujeres y por tanto los hombres son incluídos tácitamente en el femenino.
No cabe duda de que es una novedad (agradable y bienvenida) que en un grupo de poder haya mayoría de personas del sexo femenino y por eso creo que es importante evidenciarlo en el discurso. Y hablar de Consejo de Ministras me parece bastante razonable. Mucho más, desde luego, que el horrendo Consejo de Ministras y de Ministros que triunfó en el acto de toma de posesión.
Y si a algunos les chirría mucho esta fórmula de feminización siempre es posible recurrir a un término neutro, del tipo Consejo Ministerial, o bien Consejo de Gobierno. Sería al menos bastante más justo para referirse a una reunión de personas en las que hay un número significativamente mayor de mujeres que de hombres.
El tiempo dirá cuál es la opción que prospera. Sea cual sea, lo que sí sería de desear es que éste no fuera un hecho puntual y que en el futuro la proporción de mujeres en cargos de relevancia fuera cada vez más acorde a la realidad social, donde, no es por nada, pero cada vez despuntamos más.
Y entonces fijo que hasta la RAE se rinde. Amen.
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