jueves, 23 de junio de 2016

El fraude

Me ha salido un herpes labial realmente interesante. Tiene toda la pinta de ser un fenómeno hormonal porque me ha coincidido con una de esas reglas mamarrachas que con frecuencia tengo y porque me ha venido multiplicado por varios miniherpes, de forma que tengo el labio inferior convertido en una especie de morcilla que no tiene nada que envidiar a las que luce Yola Berrocal o incluso la mismísima Carmen de Mairena.

Pero la cuestión es que sorprendentemente mi exitazo social se ha disparado con el herpes de forma ostensible.  Se ve que desde lejos el asqueroso color amarillo purulento que han adquirido las pupas no debe de apreciarse, y los tíos deben de pensar que tengo unos hermosos labios a lo Angelina Jolie en lugar de las repulsivas protuberancias ulcerosas que en realidad padezco.

Es algo parecido a lo que pasa con mis tetas. Ya he contado alguna vez que yo lo que tengo en lugar de tetas son dos bolas de agua estratégicamente colocadas (de forma bastante chapucera, por cierto) en el lugar en el que antes estaban las mamas originales, pero oye, hay que ver  lo que engañan, porque hay muchísima gente que está convencida de que tengo unas tetas sensacionales, y de hecho más de uno y más de dos así me lo ha hecho saber de diferentes maneras.

Mucho más descarado era cuando no tenía ni siquiera las dos bolas estas sino que me habían tenido que mastectomizar y el apaño me lo hacía yo misma con unos algodones que me colocaba de relleno dentro del sujetador. Es increíble cómo puede dar el pego un recurso tan casero y tan poco sofisticado, pero el caso es que lo daba, y así iba yo por la vida como si fuera la orgullosa propietaria de dos ubres dignas de pasar a los anales de la mamología y despertaba con ellas entusiastas exclamaciones de admiración.

Yo de siempre he sido muy de dar el pego sacando el máximo provecho de mis defectos, que son bastantes. En realidad soy una tía bastante contrahecha, pero si no fuera porque yo misma lo confieso abiertamente casi nadie se daría cuenta porque la simulación está muy conseguida, aunque no esté bien que yo lo diga.

Por ejemplo, otra de mis taras de nacimiento, como muchos sabéis, es mi escasa capacidad visual. De toda la vida he ido por ahí pegando tumbos sin ver un carajo y arrugando los ojillos con poco disimulo para intentar alcanzar con mi vista al menos a medio palmo de mis narices. Y sin embargo a muchísima gente esa forma de mirar, que en ocasiones ha llegado a rozar lo estrábico, le resulta extrañamente atractiva. Bueno, es que eso que algunos llaman "mi intensa mirada", que no es sino un vano esfuerzo por percibir mínimamente las formas y los colores, ha sido uno de mis puntos fuertes siempre a la hora del cortejo.

De todas formas esto es bastante frecuente, por lo que tengo entendido. Actores famosos como James Dean ya hicieron de su miopía un arte y cautivaron a millones de personas por el sencillo sistema de fijar intensamente la vista en las cosas con el objetivo único de conseguir verlas.

Lo que quiero decir es que con frecuencia las cosas no son en absoluto lo que parecen y que engañar visualmente a los otros es sumamente fácil. Otro ejemplo: la estatura. En realidad yo soy bastante chiquitilla, mido 1'64. Bueno, la estatura media poco más o menos de las tías de mi edad. Sin embargo como siempre he sido adicta a taconazos, cuñas, plataformas y todo tipo de elevadores artificiales, mucha gente piensa que soy una tía alta. Tanto es así que cuando me han visto con calzado plano, más de uno y más de dos se ha quedado ojiplático y muy probablemente decepcionado al comprobar mi escasa altura real.

En definitiva, lo confieso: soy un fraude total y absoluto. Ni soy alta. Ni mi mirada es intensamente seductora. Ni mis tetas son estupendas. Ni mis labios son tan gordezuelos como el multiherpes este los hace parecer. La pura realidad es que soy retaquilla, cegatona y tetiacuífera y que mi actual grosor labial no es más que el resultado de un par de litros de pus encapsulados que más pronto que tarde explotarán y se convertirán en horribles llagas que podrían hacer vomitar a una cabra.

No es que tuviera ninguna obligación de decirlo, pero como en este blog me he propuesto ser todo lo sincera posible, lo justo es que mis lectores, por el hecho de serlo, dispongan de una información sobre mi persona de la que no dispone el común de los mortales. Dejaré pues que el resto de la humanidad siga pensando que soy un dechado de virtudes y vosotros, queridos confidentes, seréis los únicos que sabréis la cruda verdad.

10 comentarios:

  1. Yo, que he tenido el placer de encontrarme contigo en alguna ocasión, estoy convencido de que eres una persona muy atractiva y una mujer muy deseable. Escribes muy bien, tienes un gran sentido del humor y pareces muy sincera.
    Serás un fraude, pero un fraude con todo éxito.

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    1. Es verdad lo de que parezco muy sincera, porque es cierto, lo parezco.

      Y que soy muy atractiva y deseable también lo admito. Un poco a regañadientes, pero lo admito.

      Pero lo del sentido del humor... Hummmmmmmm, no sé!

      Tú has probado a decirme fea??

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  2. A mi me pareces atractiva, especialmente inteligente y de una autenticidad maravillosa. Siempre me han gustado los senos pequeños y ciento sesenta y cuatro centímetros en una chica de tu edad es más bien tirando a alta. Yo mido igual y entonces, según tú, sería liliputiense.

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    1. Ya, Martínez. La cuestión es que si mides 1'64 y nadie espera que midas otra cosa no hay ningún problema, se es pequeño y punto.

      Pero si siempre vas con unos taconazos de veinte centímetros y todo el mundo piensa que mides lo menos 1'80, el planchazo es monumental cuando te quitas los tacones y desciendes de sopetón todo lo que llevabas postizo.

      Es como si tienes unas tetas pequeñitas y se ve a la legua que son chiquitas y nadie espera de ti otra cosa. pero si resulta que llevas un sujetador con relleno que te aumenta cuatro tallas y un tío se entusiasma con lo que hay ahí debajo, menudo chasco cuando se dé cuenta de que todo era relleno.

      Por eso yo siempre procuro confesar antes de que llegue el chasco y si veo que un tío está muy interesado en mis tetas le digo antes de que se entusiasme que son de agua. Y también suelo advertir de que me pasa como a la portuguesa de la canción de Café Quijano, que en nada quedo si me quito los tacones.

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    2. Lo de las bolas de agua son como las de silicona imagino. Pero que si tú fueras mi pareja me importaría un comino el tema de las tetas y no tendrías que haberte operado, salvo que sea una cuestión tuya en particular y todo eso de la cuentión femenina, que se resuelve con unos rellenos en el sujetador. Y te recomiendo que no uses esos taconazos, son una auténtica horterada y, cómo no, malísimos para tus pies. Tuve una vez una novia que los usaba y tenía la pobre los pies hechos un asco, con durezas y deformado algún que otro dedo. Total que me impuse y dejó de usarlos. Al año sus pies eran los de una niña. Se le habían caído los callos y el color de su planta volvió a ser rosado y no amarillo, y los dedos mejoraron mucho. Hazme caso, tú que eres una chica lista y auténtica, que no creo que ya necesites de gilipolleces, cuída tus piececillos y verás como se te quedan maravillosos. Cuando me tallaron para la mili di 167 pero he tenido que perder esos tres centímetros seguro, no lo dudes. Un abrazo.

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    3. Martínez, no llevo unas tetas de agua por gusto, puedes creerlo. Pero bueno, de la historia de mis tetas ya hablé aquí en su día largo y tendido y no tengo ganas de volver a contarla.

      Respecto a los tacones, no te preocupes, cada vez los uso menos. Yo misma he terminado por acostumbrarme a mi tamaño natural y hasta ha llegado a gustarme lo de ser pequeñita.

      Pero bueno, todavía de vez en cuando me apetece ir por la vida de jirafa. Es que además, será la costumbre o lo que sea, pero yo con tacones tengo unos peazo andares supersexis de la muerte.

      Y el meneíllo de cadera, Martínez, que eso con unos taconcitos es mucho más sexi, las cosas como son. Eso sí, con unos tacones de tamaño prudencial, porque ves a las nenas de ahora con esos tacones imposibles que andan como patos mareaos y dan las pobres una penilla que pa qué. Yo a esos extremos nunca he llegao.

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  3. ¿Es posible que el herpes te lo contagiara tu amante casado? Quiero decir, está claro que fiel, fiel, no es muy fiel que digamos. Hace prácticas sexuales de riesgo, puede que se la haya pillado de alguna tía con la que ha estado. Quién sabe, puede que incluso su esposa sea infiel a su vez y se lo haya pasado a tu amante.

    ¿Te haces analíticas con frecuencia? Espero que sí.

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    1. Por supuesto, me hago analíticas con muchísima frecuencia, cada dos días o así me hago una, no sea que mi infiel amante me haya pegado alguna enfermedad suya o de su señora.

      Y el día que no me hago analítica voy a una vidente y le pregunto si ve en su bola de cristal alguna enfermedad venérea en mi horizonte más o menos inmediato. Como ves tomo todas las precauciones posibles. Mujer precavida vale por dos.

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  4. El grado de atraccion que despiertas en los demas es proporcional al que tienes por tí misma. En tu caso es excelente, de ahí tu triunfo de cara a los demás.

    Asimismo sorprende que no incluyas la belleza interior como causa de las 'pasiones' que siembras. ¡Es la más importante! Pues sin ella no hay atractivo fisico que valga, ¿verdad?

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    1. Es que mi belleza interior es totalmente nula, Román. Soy una auténtica bruja. Soy lo peorrrrrrr.

      De verdad, si alguien alguna vez se ha sentido atraído por mí debido a mi belleza interior... que se lo haga mirar, por favoooooor.

      Otra cosa ya es mi inteligencia, que ahí sí que yo creo que levanto polvaredas de pasión. Y con motivo.

      Pero eso no lo llamaría yo belleza interior; yo lo llamaría perfecta ingeniería neuronal... y si te hace ilusión añadirlo "interior".

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