domingo, 3 de abril de 2016

Inma a través del espejo

Hace unos días escribí un post sobre mis manías y rarezas e invité a mis lectores a añadir si les apetecía sus propias manías, para compartir cochinadas y sentirnos menos solos y más como miembros de una tribu de raritos.

Pues bien, a esta convocatoria respondió uno de mis fieles más entusiastas, mi amigo Román, que confesó que aparte de pajearse a destiempo y en lugares poco recomendables, una de sus aficiones favoritas era bailar pegando botes ante el espejo. Y yo, toda enardecida por esta confesión, le contesté que casualmente padezco la misma manía, pero aumentada: no solo bailo y pego botes ante el espejo sino que además hago gimnasia. Y encima (y esto no lo dije en su momento) hasta me hago fotos. Palabrita.

Mi relación con el espejo es... supercordial no, lo siguiente. Yo me quiero, me gusto, me deseo y me molo cantidad, como creo que he dejado entrever más de una vez en este foro bloggero. A pesar de lo mal visto que está; en esta sociedad se valora muchísimo que le gente se autoflagele, se odie, no se quiera en absoluto y tenga la autoestima a la altura de una alpargata; esas personas consiguen una popularidad increible en su entorno. Es evidente que esta sociedad está enferma total.

Pues bien, yo me gusto, no lo puedo remediar; ni tampoco quiero. Creo que estoy superbuena (pa la edad que tengo, claro; si tuviera veinte años menos estaría más buena todavía) y en gran parte esa autoestima celestial se debe a lo de mi gimnasia y mis bailes ante el espejo, cosa que le recomiendo a todo el mundo para llegar al mismo punto de autosatisfacción.

Yo tengo en mi dormitorio un armario con las puertas correderas todas de espejo. Aparte de que para el sexo eso es una pasada (mola, lo prometo) afirmo rotundamente que tiene muchas otras posibilidades, algunas de las cuales paso a comentar.

Es verdad que tengo un cuerpo muy agradecido; es bonito y milagrosamente se conserva en un estado que yo jamás en la vida me pude imaginar a esta edad. Es una de las muchísimas cosas buenas que me ha regalado la vida (como ya comenté en mi reciente post "Oda a mi cuerpo", en el que le di las gracias con muestras sobradas de cariño y hermandad).

Mi cuerpo es una pasada, se porta conmigo que te cagas; pero por eso yo también me porto con él de puta madre: le doy de comer cosas ricas ricas, y de beber igual; de vez en cuando le doy una alegría orgásmica, y él a mí me la da en forma de regalo de mi tránsito intestinal... Le echo cremitas, perfumes, lo masajeo, lo miro, lo toco, le digo cositas bonitas... Vamos, que es pa que esté conmigo to flipao. Y entre todas esas cosas con  las que lo agasajo y lo homenajeo (todas ellas baratas y asequibles para cualquiera) está mi gimnasia y mi danza, todo ello ante el espejo.

Así es, amigos. Todos los días dedico unos 40 minutos más o menos a mi entrenamiento corporal. Yo soy mi propia personal trainer, y puedo asegurar que mi cuerpo lo agradece con creces.

De esos 40 minutos, 20 los dedico a hacer ejercicios varios y los otros 20 a bailar enloquecidamente a salto pelao. Los fines de semana, festivos, días de asuntos propios y vacaciones lo hago por duplicado: 40 minutos por la mañana y otros 40 por la tarde. Y mientras ejercito mi cuerpo me regodeo toda yo ante el espejo y me digo "Hijaputa, qué buena que estás, coññññño". Y a veces  hasta me hago fotos.

Claro, alguien puede pensar "menuda ególatra estás tú hecha". Y llevaría toda la razón. Pero que conste que no solo lo hago por lo mucho que me quiero, cosa que creo que debería de hacer todo el mundo porque es muy recomendable y estupendo para la salud, sino porque soy plenamente consciente de que a mi edad (50, como ya sabéis) lo de estar buena tiene los días contados.

Tarde o temprano todo lo que ahora está en su sitio empezará a caer, a empellejarse y a ser un horror que ya no me gustará ni mirar ni tocar. Yo desde luego voy a intentar retrasar el momento al máximo y ser una especie de Preysler, que a los 60 años está la mujer de un tiposito que ya quisieran muchas veinteañeras. Así está Vargas Llosa, que no caga el tío y ni se lo cree. Pero bueno, que la temida decadencia física llegará más tarde o más temprano (si la muerte no me libra antes, claro), y para entonces quiero tener un buen repertorio documental de lo buena que ahora estoy. Para regodearme en el pasado, que es la principal actividad de los viejos.

Por eso tengo autofotos con todo tipo de vestimentas y poses; me encanta. Y eso contribuye de forma importante a sentirme encantada conmigo misma y a quererme hasta un punto que, tengo que reconocerlo, es incluso asqueroso. Pero vamos, que entre quererse y no quererse mi filosofía personal me dice que es mejor lo primero. Y como además eso no está reñido con querer a los demás, sino más bien al revés, que quieres también mucho más a la gente y mucho mejor cuando tú te quieres un huevo, pues lo considero una actividad muy recomendable.

Aparte de para subir la autoestima hasta límites estratosféricos, lo de bailar y hacer gimnasia supone un desfogue mental importante para deshacerse de malos rollos. Y otra cosa para la que funciona de puta madre, y siento repetirme tanto últimamente, es para lo del tránsito intestinal, que por cierto ayer y hoy, como no podía ser menos al tratarse de días de fiesta, me ha funcionado a la perfección. Bendito sea mi cuerpo, que cuando no tiene que madrugar es un campeón de la evacuación.

En fin, mi ratillo de gimnasia y baile (por cierto, desde aquí muchas gracias a mi novio clandestino, que se tira horas grabándome discos con un entusiasmo encomiable para que yo los use después en mis ejercicios. Smuackkkks) me produce un placer difícil de explicar. Mucha gente me dice que cómo tengo disciplina para hacer mi gimnasia a diario, y yo siempre digo lo mismo: no es cuestión de disciplina, es que cuando algo te gusta y es divertido no necesitas obligarte a hacerlo. Es como la gente a la que le gusta correr, no les cuesta trabajo porque les da satisfacciones y eso les compensa.

Y después de mi gimnasia y mi baile, una buena ducha y un buen rato echándome mis cremitas y mis aceites por el cuerpo, automasaje incluído. Por supuesto ante otro espejo, el del baño, como no podía ser de otro modo. Y luego, una vez satisfechas mis necesidades corporales, un ratito de alimento espiritual: lectura o cine, cine o lectura. Y con eso soy la mujer más feliz de la tierra. (Ver Ps.)

También me pregunta alguna gente si no echo de menos tener pareja (no clandestina, me refiero). Pos no. Es que con este planning sería imposible. Yo necesito muchísimo espacio personal para mi alimento físico y espiritual. Qué tío conoces tú que estaría dispuesto a dejarte todo ese tiempo para cuidarte, quererte, mimarte y hacerte feliz a ti misma?  Por no hablar de que encima necesito tiempo para escribir, porque si no me moriría. Pues muy pocos.

Solo una pareja de muuuuuuy larga duración puede soportar algo así porque con los años ya no hace falta que estés todo el rato pegada como una lapa y te deja bastante libertad de movimientos. Yo con mi marido no tenía problema porque él era muy respetuoso con mis cosas y con mi espacio, pero ahora échate un novio que quiera estar todo el rato sobándote e inventando cosas para hacer contigo. Pesadilla total. Tendría que dejar de quererme yo para que otro me quisiera, y muy probablemente no tan bien ni tanto como yo me quiero. Qué dices, ni de coña.

En fin, éste es mi relato de los hechos y hasta aquí puedo contar de esta relación de amor que yo mantengo con mi espejo, con mi gimnasia, con mi pasión danzarina y con mi cuerpo. Otro día, si eso, os hablo del gobierno.

Ps. Por cierto, hablando de alimentos espirituales, estoy leyendo un libro muuuuuuy chulo: "El libro de la señorita Buncle". Una delicia, ya lo recomendaré en mi post veraniego anual de recomendaciones literarias. Va de una tía que vive en un pueblecito inglés y que un buen día escribe un libro sobre sus conciudadanos, intentando todo lo posible camuflarlos para que no sean reconocibles, pero que cuando se autorreconocen en sus retratos, se monta un pollo que pa qué y la pobre mujer se arrepiente un huevo de haberlo escrito. Bueno, pues algo así me está pasando a mí con este blog. Mira que hago lo posible por camuflar a todo el mundo, pero no sé qué pasa, que se reconocen de momento, sobre todo pa lo malo. Y es curioso. La gente a la que más le gusta mi blog cuando hablo de otra gente es la que más se mosquea cuando se sienten reconocidos en algún personaje. Vamos, he llegado a perder hasta amistades de toda la vida (tampoco serían tan buenas amistades, es verdad. Y no tengo especial interés en tener entre mis amigos a gente con mucho sentido del humor hacia los demás aunque muy escasito hacia sí mismas. Bye bye love, más se perdió en Cuba). Pero bueno, que no descarto chapar un día de éstos porque qué necesidad tengo yo de disgustos y sofocones, como la señorita Buncle.

Ps2. Pero vamos, que de momento no chapo. Seguiré por aquí hasta que ya me lo pongan muy difícil muy difícil y no tenga más remedio, por una mera cuestión de supervivencia. Desde aquí un besazo a todos los que alguna vez se hayan sentido superofendidos por mis escritos; de verdad, nunca fue con acritud. Y prometo que intenté muy sinceramente que no os reconociérais de ninguna manera, pero se ve que tuve bastante poco éxito. Venga, no os lo toméis tan a pecho. Y siempre os podéis vengar escribiendo un horrible libelo sobre mí que me haga estremecer de vergüenza y de ominosidad.

2 comentarios:

  1. Lo de las pajas lo puse en plan coña, pero sí, ha habido algunos momentos felices en momentos inadecuados. Una vez en la clase de mates, que me estaba aburriendo sobremanera, al igual que otra vez en el autobús. Que sin venir a cuento se despertó la bestia... También recuerdo que visionando una película excepcionalmente, 'Los Sin Nombre', de Balagueró, también recurrí al tema. Pero vamos solo eran ocasiones puntuales.

    jajajajajaja, yo también me hago fotos.

    Buen artículo, no tanto por la idolatración que sientes hacia tí misma, sino por el positivismo y la alegría de vivir que desprende. Aunque supongo que lo uno estará relacionado con lo otro.

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    1. Pues sí, bastante relacionado. Cuidarse es quererse y quererse es ser feliz.

      Oye, Román, has visto una peli que se llama "El nuevo Nuevo Testamento"? Es muy divertida, de lo mejorcito que he visto últimamente. Si no la has visto apúntatela.

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