Estoy en un sitio que no puedo identificar, rodeada de gente entre la que destaca una señora muy gorda con cuatro niños, uno de ellos un bebé que lleva en brazos. La señora me llama especialmente la atención porque la gente gorda tiene cierto poder de fascinación sobre mí; y mirando a esta señora me pregunto cómo puede andar con tanta grasa encima y además cuidar de todos esos niños.
De repente la señora cae al suelo con un sonido atronador y el bebé que lleva en brazos cae a su lado y empieza a llorar. Pero ahí estoy yo:
- Tranquilos todos, he hecho un cursillo de primeros auxilios.
Siguiendo las directrices de mi curso, observo atentamente a la desfallecida dama y lo primero que hago es comprobar si muestra algún signo de vitalidad. Le tomo el pulso en la muñeca pero inmediatamente recuerdo que en el curso nos dijeron que lo del pulso no suele funcionar porque hay quien no lo tiene o no se le encuentra o simplemente que no se sabe buscar donde se tiene que buscar. Total, que paso a lo siguiente: acercarse al accidentado y comprobar si respira.
Había al menos dos maneras de comprobarlo, pero solo me acuerdo de una: ponerme al lado y escuchar atentamente para apreciar si echa algo de aire. Lo hago, y efectivamente noto un leve airecillo que podría ser perfectamente el aliento de esta señora.
“Tranquilos, respira”, comunico a los curiosos.
Pero como respira tan levemente decido practicarle el RPC, o PCR, o CPR o como se llame lo de las maniobras de reanimación cardiopulmonar, que nos hicieron un examen cuando el curso pero confieso que me copié.
Total, que me pongo en cuclillas encima de la señora, costándome un gran esfuerzo debido a su grosor poco frecuente. Intento no sentarme encima de su descomunal barriga para no aplastarla y coloco las manos sobre su pecho en posición de realizar las compresiones torácicas pertinentes.
Pero de repente recuerdo una imagen de un vídeo que nos pusieron en el curso. En él la persona que practicaba las maniobras, antes de empezar, señalaba con el dedo a un espectador y le ordenaba con contundencia y autoridad: "usted, llame a urgencias!!". Joder, cómo se me ha podido olvidar algo tan básico?
Busco a mi alrededor entre los curiosos que observan mi solvencia en esto de los primeros auxilios y le digo al más cercano a mí: "usted, llame a urgencias!!" Se lo digo con el dedo bien alzado, señalándolo con absoluta claridad y con una voz fuerte y diáfana que me sorprende por su autoridad. Pero el tipo dice señalándose el pecho. "Es a mí?'" .
Hossstia, esto no salía en el vídeo. Allí el interpelado entendía perfectamente que se refería a él. Y a mí me tiene que tocar este imbécil que no se entera.
- Pos claro que es a ti, no ves que te estoy señalando?
- Pe pe pe pero... cuál es el número?
Jodeeeeer, será que no lo dijeron veces en el curso. Y mira que intenté memorizarlo. Era el 121? El 112? El 212? El 122? Ay no sé, ni idea, joder, que tengo que reanimar a esta pobre mujer, que no estoy para memorizar dígitos!
- Pues búscalo en el móvil, hombre!
Total, yo sigo con lo mío. Entrelazo cuidadosamente mis manos y las apoyo en el tórax de la señora, sin estar demasiado segura de dónde tiene el tórax, dada su envergadura. Pero bueno, aunque no toque hueso por ninguna parte calculo que estará entre sus dos enormes pechos. Y ahí sitúo mis manos, me apoyo enérgicamente, levanto un poco el culo, y presiono con fuerza. Uno-dos.
Y ahora qué tocaba? Ah, sí, el boca a boca! Hay que insuflarle aire a esta criatura. Con sumo cuidado le abro la boca a la señora y poso mis labios lo más cerca posible de los suyos expulsando todo el aire que he conseguido acumular hacia sus pulmones. Dos veces. Uno-dos.
Y luego otra vez maniobra de compresión. Uno-dos. Boca a boca: Uno-dos.
Bueno, tendríais que haberme visto. Qué exitazo! El público enardecido, miradas de admiración, murmullos de aprobación... Y yo plenamente consciente de mi protagonismo, compartido obviamente con la desfallecida señora, demostrando mi soltura como asistente de primeros auxilios y mi competencia profesional. Más chula que un ocho. Uno-dos. Compresión. Uno-dos. Ventilación. Uno-dos. Compresión. Uno-dos. Ventilación.
Superorgullosa de mí misma, mientras ventilo y comprimo el tórax de la señora pienso que en el próximo curso de primeros auxilios contaré esta interesante experiencia personal. Cómo fui testigo de un desfallecimiento súbito y actué de inmediato haciendo uso de los utilísimos consejos que nos habían dado.
Y en esto que escucho un ruido y… chas! De repente estoy en mi habitación y no hay ninguna señora gorda desfallecida debajo de mí.
En principio respiro aliviada. Qué bien, nadie corre peligro realmente, no tengo que salvar a ninguna persona. Y siento esa satisfacción que suele sentirse cuando despertamos de un sueño en el que hemos tenido una actuación positiva, satisfactoria, encomiable, incluso heróica.
Pero ayyyyyy, soy yo, y llevo conmigo a todas horas a ese Pepito Grillo permanente que no me deja vivir.
- Alto ahí! Estás segura de que en el sueño lo hiciste todo bien?
Ay señorrrrr, por qué me torturas así?
De manera que ahí me tenéis, a las 5 y pico de la mañana analizando uno por uno cada paso que di en el proceso de primeros auxilios de esta señora. Y claro, de momento, saltaron las alarmas:
“Comprobar si la persona respira. Si lo hace, intentar reanimarla abofeteándola incluso; y si no reacciona colocarla de inmediato de medio lado para que no se ahogue. Si no respira, empezar con las maniobras de reanimación”.
Hosssstia, tíaaaaa! Que la colega respiraba! Que solo tenías que darle un par de tortas y pegarle un empujoncillo, que no hacía ninguna falta que la reanimaras ni que le hicieras el boca a boca ni nada. Menuda socorrista estás tú hecha!
Y mi Pepito Grillo sigue:
“Para las maniobras de ventilación, lo primero es pinzar la nariz del accidentado con objeto de que el aire insuflado no se salga por el orificio nasal, y bajar su barbilla procurando que la lengua no obstaculice el paso del aire”
Hosssstia, tíaaaaaa! Y tú ni le has pinzado la nariz a la gorda ni le has mirado si la lengua la tenía atravesada ni pollas en vinagre. Tú ahí, a saco, venga a meterle aire a destajo y lo mismo a la pobre mujer todo se le estaba saliendo por los orificios nasales o ni siquiera le entraba porque estaba toda ahogá con la lengua. Anda que ya te vale, Inma, ya te vale!
En fin, que mi exitosa intervención onírica de primeros auxilios al final se quedó en vil chapuza. Estaba yo tan orgullosa de mí misma cuando desperté del sueño, y luego me quedé superchafada!
Lo único que me consuela es que estoy segura de que en la realidad si me pasara sé que me pondría a chillar inmediatamente y no sería capaz de hacer otra cosa. Por lo menos en mi sueño estaba yo segurísima de lo que tenía que hacer y actué como una verdadera profesional… aunque al final resultara que lo estaba haciendo todo mal.
Pero bueno, salvo vosotros, queridos y escasos lectores… quién se va a enterar?