lunes, 18 de mayo de 2015

Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar

Estos días ha muerto la madre de una amiga muy querida. Ha sido algo inesperado; aunque la mujer era mayor tenía mucha vitalidad y ella era la que cuidaba de su marido, que sí está bastante enfermo, y todo el mundo suponía que moriría antes. Sin embargo ha sido ella la que se ha ido; una muerte súbita, de ésas que a todos nos gustaría para nosotros porque no te enteras de nada, pero que a la familia y amigos los deja bastante mal porque les pilla de sopetón y sin preparar.

En fin, ya digo que aunque la madre de mi amiga era mayor (bueno, hoy en día eso es muy relativo; tenía 78 años pero teniendo en cuenta que mucha gente llega tranquilamente a los 90, casi que a esa edad la muerte parece un poco precoz), lo inesperado del deceso ha hecho que la familia se haya quedado bastante hecha polvo.

Lo cierto es que estas cosas que suceden así de golpe y sin previo aviso dan mucho que pensar porque nos recuerdan algo terrible: que ya el mismo hecho de existir es un peligro máximo y que todos, absolutamente todos, tengamos la edad que tengamos, estamos expuestos a morir cada día desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Un accidente de tráfico, un atropello, un infarto fulminante, un derrame cerebral, una maceta en la cabeza, una catástrofe natural... Por no hablar de las muertes anunciadas: el diagnóstico inesperado de una enfermedad degenerativa o mortal de necesidad o incluso terminal. Y no sólo nuestro, sino lo que es peor, de nuestros seres queridos.

Pero claro, aunque todos lo sepamos y el concepto esté ahí y no se le escape a nadie, tenemos la obligación de obviarlo y hacer como si no lo supiéramos, porque... cómo coño podríamos vivir si tuviéramos eso presente todo el tiempo. Sería una pesadilla, una mierda, una paranoia total. Así que hacemos como un pacto con nosotros mismos y simulamos que no sabemos que esto es así, y hasta tal punto lo simulamos que conseguimos olvidarlo, así que cuando sucede algo como esto, nos seguimos sorprendiendo como si desconociéramos que era perfectamente posible y que esa contingencia en todo momento ha estado ahí.

Mi amiga me cuenta que había estado haciendo planes para esta feria y para este verano y que ahora todo se ha ido al carajo. Tiene por delante, aparte de la pena y el luto, un montón de problemas que resolver y además tiene que ocuparse de su padre enfermo. Así es la vida, de repente de un día para otro te pega un vuelco radical y te tienes que joder, no queda otra.

La cuestión es que todo esto me ha llevado a plantearme una cuestión: hasta qué punto debemos hacer planes si sabemos que en cuestión de segundos todo se puede ir al carajo y ya nada va a importar?

Durante años yo he sido de la opinión de que planificar, lo justo. Como mucho para cinco minutos, tipo "cuando acabe con esto voy a ir a mear". Y ya mucho me parecía, porque nadie sabe si vas a poder acabar con lo que estás haciendo. Esta filosofía vital era fruto de una serie de palos, demasiado seguidos, que la vida me había ido dando. La experiencia me decía que no hiciera ningún proyecto porque fijo que se me jodía en un momento u otro. No vivas más que el momento, no te plantees nada más, huye del futuro, que no es más que una entelequia. En definitiva, carpe diem y que le den por culo a todo lo demás.

Pues bien...me retracto de lo dicho y me permito cambiar de opinión radicalmente. Por supuesto, el carpe diem está ahí y sigue en pie. Pero no es incompatible con lo demás; yo diría incluso que lo potencia. Haz planes, proyecta cosas, ilusiónate con todo lo que puedas. Que luego se va al carajo? Pues se va y punto. Pero... y lo bien que te lo pasas planeando? Y el gusto que da soñar despierto con un futuro maravilloso en el que siempre hay más dinero, más amor, más felicidad, más salud y más de todo? En qué coño estaba yo pensando cuando no me permitía soñar con nada ni ilusionarme con nada ni hacer el menor plan para el día siguiente?

En fin, rectificar es de sabios (de sabia, en este caso), y quiero dejar constancia bloggera de este cambio de opinión.

Mi querida amiga, esto es directamente para ti. Sé que ahora mismo no es el momento y que el tiempo tiene que pasar y curar esa pupa viva que tienes, pero espero, deseo, quiero que de aquí a poco sigas haciendo proyectos, contándome tus planes e incluso haciéndome partícipe de algunos de ellos.

Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo camino, camino sobre la mar.

Ps. Te quiero mucho.

3 comentarios:

  1. Ya estaba yo a punto de mostrar mi discrepancia a eso de 'hacer planes y proyectos' no es bueno porque a lo mejor te puedes morir, pero veo que tú misma te desquitas de esa opinión a base de sentido común más elemental.

    ¿Que se va a la mierda todo de repente? ¡Que se vaya! Total, uno ya no voy a estar aquí para cabrearme y joderme... xD Soñar es gratis, pero yo veo más ese pensamiento incluso más útil de cara a proyectos a largo plazo, pues se trata de una acción que tiene sus frutos y podrá suponer una inversión, un sacrificio, pero soñar...

    Respecto a la vejez, considero una estupidez eso de pretender alcanzar una existencia más longeva posible en la faz de la tierra, a base de ser un guiñapo inútil, inerte e inmovil, llegando prácticamente al estado vegetativo, que solo puede comer cagar y respirar de muy mala manera. Da igual, lo importante es aferrarse a la vida de la manera que sea. Yo eso no lo veo vida. Cuando ya no quedan fuerzas para seguir luchando día a día, hacer cosas, ilusionándose y disfrutar... no veo útil ni concibo la vida. Es pararse a pensar y suena triste, pero, ¿no es así?

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  2. Pues sí, amigo, comparto al cien por cien tu idea de que llegar a los 80 o a los 90 hecho un trapajo y con la cabeza más pallá que pacá es una vil putada que espero ahorrarme. Prefiero mil veces una muerte precoz pero en condiciones que un triste y lento deterioro vital.

    Además, es tristemente paradójico, pero hay que ver lo fácil que es morirse cuando no toca y lo que cuesta cuando la gente está hecha una mierda. El aguante que tienen algunos es pavoroso.

    Y encima con tantos cuidados y tantas medicinas prácticamente es que, por más que quieran algunos, no pueden morirse en la vida. Es imposible, es que no les dejan.

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  3. Ese tema lo trata la película 'Mar Adentro', en la que sale Bardem, por cierto, que a tí te ha gustado mucho. A mí los primeros cuarenta cincuenta minutos me han parecido entretenidos, emotivos y tal, pero el resto me pareció un gran rollazo. Le di un 4. Está claro que en gustos cinematográficos no coincidimos practicamente nada.

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