A raiz de una película que vi anoche, "El dilema", de Michael Mann (que recomiendo encarecidamente a todo el que no la haya visto porque está muy bien hecha, porque tiene una banda sonora impresionante y porque tanto Al Pacino como Russell Crowe regalan unas interpretaciones memorables), me he decidido a traer aquí las reflexiones que he apuntado en mi crítica del blog de cine.
El argumento supongo que lo sabéis. Basado en hechos reales, es la historia de un periodista y su fuente, un científico que saca a la luz el uso por parte de las tabacaleras de sustancias fuertemente adictivas muy peligrosas para la salud cuyo principal objetivo es acelerar el proceso de dependencia al tabaco. La tabacaleras quedan como el culo y este señor como un héroe que, tras ardua lucha consigo mismo, resuelve su dilema y revela al mundo el gran secreto.
Mi problema es que yo en este contencioso voy con las tabacaleras. A ver, no es que considere que son unas hermanitas de la caridad, ni mucho menos; pero el tabaco es un negocio y estos tíos hacen lo que pueden, y sobre todo, "lo que les dejan" para rentabilizar al máximo su negocio. Y ahí está el quid de la cuestión, en ese "lo que les dejan". Porque queda claro que lo hacen porque hay alguien que les deja hacerlo.
Eso es lo que yo no entiendo. Cómo, tras salir a la luz el uso de esas sustancias peligrosísimas en un producto de consumo masivo, los gobiernos siguen permitiendo su venta legal tan ricamente. sin ningún tipo de control. Joder, que pones un negocio de hostelería o de venta de alimentos y tienes un día sí y otro también a los inspectores ahí para comprobar que no te has saltado la menor norma de higiene en el trabajo, pero llegan éstos, le meten veneno a mansalva a su producto... y ahí no entra ni un inspector, tú. Ya le pueden meter matarratas, que como es un negociazo vía impuestos, les dejan que vendan legalmente y sin el menor obstáculo la mierda que les dé la gana. Y los malos de la película son las tabacaleras? O por lo menos son los únicos malos?
Y luego está "la pobre víctima", el fumador. Porque no olvidemos que toda esta historia que cuenta la película tenía como finalidad última el terminar culpando a las tabacaleras de los cánceres que su producto provoca. Todo el mundo sabe a estas alturas que el tabaco es una droga fuertemente adictiva, que lleva sustancias peligrosísimas y supercancerígenas destinadas a que la nicotina llegue antes al pulmón y lo machaque con más brío. Y la gente sigue fumando igual. Desde cuándo nadie se ha echado para atrás al consumir una droga por conocer los peligros que puede correr.
No, mire usted. Yo he sido fumadora un montón de años y un buen día me harté de ser esclava de un cacho de mierda liado en papel y de dar besos con sabor a cenicero y lo dejé. Y jamás he echado la culpa a nadie de mi vicio; fui adicta porque me dio la gana y dejé de serlo cuando me dio la gana. Yo soy la única responsable de las consecuencias que mi adicción tuviera o pudiera tener en el futuro sobre mi salud, y abomino de todo intento de culpar a nadie más de lo que yo he hecho porque he querido y cuando he querido.
Y por eso esta película, por muy impecable que cinematográficamente pueda ser, que lo es, me parece falsaria, deshonesta y tramposa. Lanza un mensaje peligrosísimo pero muy atractivo al espectador: "no te preocupes, no es culpa tuya que fumes tres cajetillas al día de esa porquería que te metes en el cuerpo; la culpa es de los hijosdeputa que te han creado la adicción en contra de tu voluntad. Tú no sabías, tú no querías, tú eres un buen chico". Y un cuerno! Puede que ese mensaje valga en una sociedad infantiloide como la norteamericana, pero conmigo no cuela. Qué coño!!!!
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