viernes, 1 de octubre de 2021

Me he autoevaluado y la duda me he quitado

Queridos amigos, como sabéis, hace tiempo que en mis incursiones tuiteras estoy triunfando plenamente. No hay día que no sea obsequiada con epítetos como cuñada, equidistante, fascista, machista, voxera... Bueno, y esto es lo más bonito que me dicen. Pero dado que este blog se denomina "Arfondoalaizquierda" precisamente por un acto de orgullo personal hacia esa adscripción política (orgullo que, lo confieso, ya no siento en absoluto; hoy por hoy no considero nada halagador ser de izquierdas, visto lo visto, leído lo leído y oído lo oído), he decidido autoevaluarme en función de una serie de parámetros objetivos que considero que definen la condición más o menos izquierdista de una persona. Así que allá voy.

1. Derechos civiles.  Soy una auténtica defensora de todos los derechos y conquistas sociales. La regulación del aborto por ley de plazos, la regulación de la eutanasia, la igualdad de derechos para todas las personas, sea cual sea su religión, condición sexual o ideología; soy incluso partidaria de causas más polémicas, como la legalización de las drogas, la gestación subrogada y la prostitución voluntaria. En el aspecto individual soy liberal a tope, que cada cual haga, diga o piense lo que le dé la gana, siempre y cuando no choque con la libertad de los demás. Soy también defensora de la causa animalista, sin llegar a los extremos de pensar que los gallos violan a las gallinas o que las granjas de pollos son equivalentes al holocausto. No soy partidaria de prohibir cosas, prohibiciones las menos posibles. Así que en este punto de la autoevaluación me pongo un 9, estoy a la izquierda de toda la gente que conozco. Y no me pongo más por modestia. 

2. Religión. A pesar de lo que he dicho anteriormente sobre respetar los derechos de todas las personas, sea cual sea su religión, considero que las religiones junto con los nacionalismos son auténticos cánceres para la sociedad. Por ello soy partidaria de que la religión se viva en la intimidad o en los templos habilitados para ello y que salga de la vida pública, sobre todo de las escuelas. Es una lucha personal mía de toda la vida. Ni mis hijos están bautizados ni han hecho la comunión ni han dado clases de religión jamás en el colegio, y mi deseo, que ya considero de imposible cumplimiento, siempre ha sido que alguna vez por fin la asignatura de religión dejara de estudiarse, al menos en la escuela pública, que debería ser laica totalmente.  En fin, es una batalla perdida, pero mi laicismo, mi agnosticismo y mi anticlericalismo creo que me conceden otro merecidísimo 9 en este apartado. El punto que me falta para la excelencia me lo quito por alguna vez que he flaqueado asistiendo a alguna misa de difuntos, aunque lo haya hecho con todas las reticencias del mundo. Pero bueno, he ido y me quito el punto para ser completamente honesta en esta autoevaluación.

3. Feminismo. Me considero la persona más feminista del mundo. Creo absolutamente en la igualdad de hombres, mujeres y cualquier otra variante que pueda darse. No tengo la menor duda de que cualquier mujer puede conseguir lo que se proponga. Por supuesto, no tengo que decir que a igual trabajo igual salario y que cualquier otra cosa me parece aberrante.  Tanto creo en la igualdad que no soy partidaria de hacer distingos entre la violencia según la cometa un hombre o una mujer o según sea el sexo de la víctima. Por ello ya sabéis que soy una ferviente detractora de la Ley de Violencia de Género, como lo soy de las cuotas en los partidos políticos o de cualquier tipo de diferencia que se pueda establecer entre las personas en función de su sexo. Creo que tanto padres como madres deben gozar de los mismos permisos laborales, para que la maternidad no suponga una rémora en la carrera profesional de las mujeres. Y excepto por el hecho de que hoy por hoy los hombres no pueden parir, considero que tanto en el cuidado de los hijos como de las personas dependientes o en las tareas del hogar deben participar en igualdad de condiciones que las mujeres. Por tanto me puntúo aquí con otro 9 y de este modo considero probada matemáticamente mi condición feminista y niego rotundamente la acusación que con frecuencia se me hace de ser cómplice de la violencia machista, de los abusos del heteropatriarcado y no sé cuantas mil falacias más que injustamente se me atribuyen.

4. Economía. Socialdemócrata a tope. Soy partidaria de una fiscalidad justa con la que los impuestos vendrían a paliar las desigualdades sociales. La mejor sanidad del mundo debería ser la pública y también la mejor educación. La educación es, de hecho, el mejor ascensor social que se ha inventado, después del braguetazo, y pienso que es irrenunciable que la pública, la de todos, tenga la mayor calidad. No me importa pagar muchos impuestos si con ellos contribuyo al reparto equitativo de la riqueza. Pero no me gusta la demagogia económica que practica buena parte de la izquierda. Una alta fiscalidad da para mucho pero no para todo. Por eso la bonanza económica de un país no puede fundamentarse sólo en lo público, también hay que incentivar la inversión privada y no hacer sangre constantemente con los enfrentamientos entre trabajadores y empresarios. Y como no soy partidaria de la demagogia no creo que el sistema de pensiones actual sea sostenible a largo plazo con el envejecimiento constante de la población, y pienso que los políticos deberían ser valientes y decirlo claramente en lugar de pasarse la vida inventando gilipolleces para mantenernos en la inopia. En fin, como habrá quien me discuta la nota si me puntúo muy alto en este apartado voy a ser modesta y me pondré un 7. Que no se diga que no estoy siendo completamente honrada.   

5. Forma de Estado. Como ya he manifestado en múltiples ocasiones soy republicana de pura cepa. Aunque yo no creo que el republicanismo sea exclusivo de la izquierda, es evidente que hay una amplia mayoría de simpatizantes de la causa a este lado del espectro ideológico. Esto me daría la máxima puntuación, incluso matrícula de honor si añadimos mi aversión absoluta por la monarquía en general y más concretamente por la borbónica en particular. En cuanto al asunto territorial soy una entusiasta federalista. No creo que el estado de las autonomías sea muy distinto a un estado federal, pero vamos, que si hay que avanzar hacia un mayor federalismo, que cuenten conmigo. Tampoco tengo ningún problema con que se independice quien le dé la gana. Si por mí fuera hace ya años que vascos, catalanes, navarros y todo el que lo pidiera habría tenido su referéndum correspondiente y se hubieran largado del país y dejado de dar por culo con sus constantes exigencias. Mi patriotismo tiene un nivel muy bajo en ese sentido. Si tengo que cambiar la forma del mapa me aprendo la nueva y ya está. De hecho ya lo hice cuando dejé de pintar el mapa de España como una carita con la nariz de Portugal. Empecé quitándole la nariz y si tengo que quitarle el flequillo y el gaznate se lo quito sin problemas. Como si nos quedamos solos los andaluces. En realidad yo me considero ciudadana europea, así que todos los límites que están por debajo de ese me la refanflinflan. Bueno, menos cordobesa, que eso reconozco que sí me gusta ser. Así que en este punto me voy a poner matrícula de honor, ni modestia ni nada, no me quito ni un punto. Estoy a la izquierda de todo el mundo y es casi imposible adelantarme.

Pues nada, una vez autoevaluado mi izquierdismo, aunque soy bastante patata en lo que a matemáticas se refiere, queda claro que mi nota media estaría muy cercana al 9. Es decir, conforme a unos parámetros objetivos soy indiscutiblemente una persona de izquierdas, y por tanto, el título de este blog sigue teniendo la mayor vigencia. Y por eso creo que tengo toda la autoridad moral para decir bien alto y bien claro que la izquierda actual, con la que no me siento en absoluto identificada, por su autoritarismo y su tendencia al prohibicionismo, al dogmatismo y al sectarismo, es una puta mierda como la copa un pino. He dicho.

1 comentario: