A raíz de mi último post sobre Rociito Carrasco he estado pensando acerca del divorcio, y me gustaría compartir con vosotros el fruto de mis reflexiones.
Básicamente he llegado a la conclusión de que la gente se divorcia como el culo. Y quien dice divorcio dice separación. Existe una incapacidad generalizada de separarse amistosamente. La mayoría de la gente contempla las rupturas amorosas como un fracaso, como una equivocación, y por tanto como algo frustrante.
Yo nunca lo he visto así. Yo lo veo más bien como algo natural. El amor de pareja tiene casi siempre fecha de caducidad. Incluso las parejas eternas estas de abuelillos que se ven por la calle cogidos de la mano, también han padecido ese proceso por el que el amor se convierte en otra cosa, algo entre la amistad, la complicidad, el compañerismo, el cariño fraternal y el interés común. Suelen compartir muchas cosas: familia, hijos, vivienda, viajes, a veces negocios... han construído un proyecto de vida y se sienten más o menos satisfechos en él. Pero lo que es el amor propiamente dicho, ese obnubilamiento, ese enajenamiento, ese cosquilleo, ese constante descubrir al otro, todo eso que se siente cuando se está enamorado, eso desaparece tarde o temprano.
Hay parejas que aceptan esto sin problema y se adaptan a la nueva situación. Si la vida en común es satisfactoria no se plantean cambiar. Incluso aunque puedan enamorarse de otras personas, mantienen relaciones extramatrimoniales pero no rompen su familia porque consideran que el proyecto común es lo más importante.
Yo soy muy fan de este sistema, la verdad. Creo que sería maravilloso que la gente fuera capaz de hablar de ello abiertamente y aceptar que cuando el amor se ha apagado se puedan mantener relaciones con otras personas sin afectar a la vida familiar. Pero en fin, reconozco que somos muy pocos los que creemos en este tipo de arreglos de convivencia, que suelen estar socialmente muy mal vistos. Lo que sí ha triunfado en la sociedad es una nueva variante relacional: la monogamia sucesiva. La gente opta por estar con una sola persona, pero cuando se desgasta el amor se produce la ruptura y se empieza una nueva relación monógama, y así sucesivamente hasta que se cansan o dan con la persona con la que definitivamente encuentran la estabilidad emocional buscada. No el amor eterno, que eso no existe, sino cierta tranquilidad afectiva que les lleva a plantarse ahí.
Por eso, porque todo esto es perfectamente natural, no entiendo la incapacidad de la gente para asimilar las rupturas amorosas. Por qué hay tan malos rollos, tantas peleas, tanta violencia... como decía Joaquín Sabina, tanto tanto tanto ruido. Creo que habría que educar desde muy pequeños a los niños en la idea del amor como algo libre, que como viene se puede ir y que no pasa nada. Siempre he creído que esto acabaría con buena parte de eso que llaman violencia machista, y que no tiene nada que ver con el machismo sino con esta visión errónea del amor como algo que implica la posesión de la otra persona y que, por tanto, cuando acaba no puede interpretarse sino como una traición, un fracaso y hasta una humillación.
Sigo sin enteder que a estas alturas haya gente que se casa pensando que el amor durará siempre. Es que no miran a su alrededor? Es que no ven cómo las relaciones caducan cada vez en menos tiempo? Es que creen que a lo mejor lo suyo es especial, que van a ser la excepción?
No se trata de que el amor sea más fuerte, más intenso o más auténtico. Sencillamente ese proceso que lo va transformando en otra cosa llegará y hay que estar preparado para ello y aceptarlo sin dramas ni sufrimientos. Es verdad que con frecuencia es uno de los miembros de la pareja el que agota antes el sentimiento y que esto puede ser doloroso para el otro, pero lo sería mucho menos si estuviera preparado psicológicamente porque lo aceptara como normal.
En fin, como ya he dicho, pienso que educar a nuestros hijos en esta idea haría mucho bien a la sociedad y evitaría cientos de tragediones como el de la amiga Rociito o como el de muchas parejas que conocemos. Acabaría prácticamente de cuajo con la "violencia de género". Nadie sentiría que está en posesión de nadie, ni que le está jodiendo por decirle que se acabó la historia o que se ha enamorado de otra persona. La gente sería mucho más libre y más feliz. Los divorcios traumáticos desaparecerían, nadie usaría a los hijos como moneda de cambio para fastidiar al enemigo, porque no habría enemigo. El proyecto común que son los hijos seguiría siendo común, y los niños no padecerían ni la infelicidad materna ni paterna ni la propia.
Sé que muchos considerarán mi propuesta como una visión flower de la realidad, pero no lo es, en serio. En esta vida todo es cuestión de educación, de concienciación y de resiliencia o adaptación a las circunstancias. No nos hemos acostumbrado en un año a vivir con mascarillas tapando nuestras bocas, con estrictos horarios de salidas y entradas y con normas de relación social que hace año y medio eran impensables? Pues por qué va a ser más difícil esto otro?
Podéis hacer un pequeño esfuerzo creativo e imaginar un mundo así?