Bueno, amigos, pues ya estamos aquí otra vez, tal que el año pasado tal día como hoy. Que si manifestaciones SÍ que si manifestaciones NO. Parece mismamente un "déjà vu", el cuento de nunca acabar. Las mismas discusiones, los mismos argumentos, la mismita demagogia... Aunque, pensándolo bien, para qué vamos a cambiar, si así nos va bien y ya le hemos cogido el gustito, no?
Una vez más termino hasta el coño del feminismo militante. De mujeres que constantemente les dicen a otras mujeres qué tienen que pensar o cómo tienen que actuar o qué tienen que decir o hacer simple y llanamente por el hecho de ser mujeres.
Si eres mujer tienes que pensar como yo, hacer como yo y decir lo que diga yo. Y si no eres una retrógrada, una machista y una insolidaria. Al parecer por el hecho de compartir genitalidad (o género, como lo llaman ellas) hemos de pertenecer a una especie de hermandad universal (sororidad, lo llaman ellas) de pensamiento único y de actitud ante la vida conforme a cierta ortodoxia que han decidido, cómo no, también ellas.
Este año, sin embargo, hay novedades. Las propias dirigentes del movimiento andan enzarzadas unas con otras por distintos aspectos en los que disienten y por los que se lanzan constantes acusaciones a cara de perro. Normal, al final han terminado siendo víctimas de su propia intolerancia, su autoritarismo y su afán por imponer sus criterios.
Andan a la gresca las feministas de toda la vida (Lidia Falcón, Carmen Calvo,y en general la mayoría de las chicas PSOE) con las representantes del movimiento queer (Irene Montero, for example). Éstas, para los que no estéis muy al tanto, son las que consideran el género un constructo social y, por tanto, son partidarias, de la ley de transexualidad que Montero intenta redactar según la cual basta con el deseo de una persona de pertenecer a uno u otro sexo para que sea considerada como tal. A esto se oponen fuertemente las femis de primera generación, porque claro, dicen ellas que con lo que les ha costado luchar por los derechos de las mujeres, qué coño es eso de que ahora pueda venir cualquiera y decir que es mujer porque se siente mujer, y que ya pueda acceder al mundo femenino por la cara, incluídos nuestros baños de chicas, sin tan siquiera pasar por un sencillo examencillo para comprobar hasta qué punto está comprometida con su nuevo género. Unas tachan a otras de tránsfobas, de homófobas y de carcas, y las otras tampoco se quedan cortas en sus lindezas hacia las enemigas, y juran y perjuran que esa ley aberrante sólo verá la luz por encima de sus cadáveres.
Tampoco es ésta la única discrepancia. Discrepan seriamente también sobre la vía legal de aquella famosa ley del Sí es Sí. Os acordáis? Yo me acuerdo perfectamente porque escribí un post al respecto justo el año pasado. Mientras el virus se iba extendiendo sibilinamente por nuestras calles sin que nos coscáramos, la obsesión de la Ministra de Igualdad era sacar adelante esa ley, a pesar de los informes contrarios de todas las instancias legales que ponían un montón de pegas jurídicas a la susodicha ley tal como estaba redactada. Salieron en masa el día de la manifestación a reivindicar ese Sí es Sí, y esa misma noche nos enteramos de que las cifras de contagios se habían disparado y de que el Gobierno iba a tomar medidas duras. Una semana después estábamos todos confinados en casa y la gente se moría a cascoporro.
No diré ni mucho menos que la pandemia se disparara por las manifestaciones de ese día. Efectivamente hubo muchos otros actos multitudinarios en aquellas fechas, tanto deportivos, como musicales y políticos (el famoso mitin de Vox en el que Ortega Smith tosía como un descosido y contagió a medio partido). Lo que sí creo es que si no hubiera sido por el empecinamiento en celebrar esas manifestaciones el Gobierno quizás hubiera tomado medidas contundentes una semana antes y a lo mejor nos habríamos ahorrado un montón de contagios en todos aquellos eventos locos. Eso ya no lo sabremos nunca. Lo que sabemos a ciencia cierta es que esa misma noche, oh casualidad, supimos que el virus campaba a sus anchas.
Y nada, aquí estamos un año después, casi en las mismas. Quién nos lo iba a decir? Que sí, que ahora tenemos vacunas y parece que se empieza a ver algo de luz en el horizonte. Tampoco imaginábamos en aquellos días que nos íbamos a tirar un año entero de pandemia (y lo que te rondaré, morena). El virus sigue aquí, como sigue la estupidez de muchas y el turbio empeño en uniformarnos a todas hasta convertirnos en una masa de pensamiento, palabra y obra homogéneos y sujetos a la ortodoxia feminista. Lo que no sabemos es a cuál de ellas, si a la de las abuelas o a la de las nietas queer.
Yo, como de costumbre, paso de unas y de otras. No las necesito para saberme con los mismos derechos de cualquier hombre y con las mismas oportunidades. Nací mujer, siempre he hecho lo que me ha dado la gana y nadie me lo ha impedido. Soy independiente, autosufiente y mantengo mi casa y a mi familia con mi trabajo. No me siento ni nunca me he sentido oprimida ni discriminada ni víctima de ningún heteropatriarcado machista. Y me niego a que me representen o a que crean representarme estas señoras cuyas peregrinas trifulcas me importan una hermosa mierda.
Que se maten entre ellas si les place. Coño ya!
Me agrada mucho que la gente haga lo que le dé la gana, sin pertenecer a ningún gremio o lobby social que condicione sus actos y opiniones. Como de costumbre, una entrada plagada de coherencia
ResponderEliminarGracias por tu amable comentario, querido Roman.
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