Fue sonrojante en su día oír decir a Carmen Calvo en una de sus míticas declaraciones aquello de "Eso no lo ha dicho el Presidente, eso lo dijo el señor Sánchez cuando no era Presidente", para justificar de ese modo los múltiples cambios de opinión de su jefe entre su etapa anterior en la oposición y la actual al frente del Gobierno. Una tiene la sensación de que hoy en día para ser político sólo es necesaria una cualidad, o más bien la falta de ella: la absoluta carencia de vergüenza.
La capacidad de decir una cosa un día y al siguiente negarla, incluso negar haberla dicho, aunque te pongan en tus narices la Maldita Hemeroteca y te demuestren sin lugar a dudas que sí, que lo dijiste alto y claro, es una de esas cosas que por mucha imaginación que yo le eche me cuesta asimilar.
El viernes pasado, en una amplia entrevista de Antonio García Ferreras al Presidente en funciones, éste alegó una serie de motivos por los que le parecía imposible acordar un Gobierno de coalición con la formación Unidas Podemos. Desacuerdos básicos en materia territorial, económica, política laboral, la propia concepción del Estado, etc. Decía no poder admitir en un Gobierno dirigido por él a personas que hablaban de España como de un país no democrático, en el que había presos políticos, que habían incluso impugnado la aplicación del artículo 155 en Cataluña... En fin, esgrimió una serie de razones bastante coherentes porque efectivamente es complicado acordar una coalición con un partido con presupuestos políticos tan diferentes en aspectos fundamentales de la gobernanza de un país. Pero cometió un gran error, un error de fondo, tal vez pensando que nunca ocurriría lo que luego ocurrió: personalizó ese rechazo en la figura de Pablo Iglesias, al que definió como el principal escollo para la formación de ese Gobierno.
Craso error, impropio de una mente maquiavélica como la de Sánchez. Porque fue ahí donde se vio pillado ante la siguiente jugada de Iglesias: su renuncia a seguir siendo ese escollo. "Si el problema soy yo, se acabó el problema. Eso sí, no más vetos, ahora quiero para los míos una vicepresidencia, decidir yo los nombres y tantos ministerios como proporcionalmente nos correspondan por escaños". Toma yaaaaaaa! El tontito Iglesias se marca un jaque mate y deja a Sánchez al descubierto y con los calzoncillos en los tobillos.
Esta inesperada jugada de Iglesias, que los suyos han descrito como magistral, ha pillado a los socialistas con la guardia baja y sin poder hacer otra cosa que tartamudear y sacar toda la poca vergüenza de la que son capaces, que es mucha, y parece que inagotable. Tan es así que un día después de las declaraciones de Sánchez, en la misma cadena, el sábado por la noche la vicepresidenta Calvo negaba indignada que él jamás hubiera dicho lo del escollo Iglesias. Así, amigos, sin ruborizarse lo más mínimo. Con la misma faz impasible que el día que soltó lo de que eso no lo había dicho el Presidente, sino un señor llamado Pedro Sánchez. La verdad es que la cara dura de la señora Calvo sólo puede ser comparable a la idem de su jefe, que como ya analicé en el anterior capítulo de este culebrón, roza lo infinito.
Y así hemos pasado pantalla y de todo lo que se dijo el viernes en aquella entrevista con Ferreras que ya pasará a la historia como la de más corta validez de la historia, al día siguiente se dice justo lo contrario y no pasa nada. Porque no sólo es que Calvo negara con contundencia que Sánchez hubiera dicho que Iglesias era un problema, sino que ya todo lo demás tampoco lo había dicho. El discurso había que cambiarlo a la velocidad del rayo y sin despeinarse ni un solo pelo ni mover una sola pestaña: ya no tenemos divergencias serias con las Podemitas Unidas Geyper, sino que ahora tenemos muchiiiiiiiiiisimas cosas en común. Ya no hay ningún problema en que ellos sean partidarios del referéndum catalán, ni en que hablen de presos políticos, ni en su republicanismo manifiesto, ni en que insistan en derogar la reforma laboral, ni en que pidan aumentos del gasto público incompatibles con las órdenes directas de la UE. Ahora suenan los violines y reinan la paz y el amor. Del viernes, cuando era totalmente imposible ningún acuerdo con esa gente que decía cosas tan alejadas del ideario socialista, al sábado todo había cambiado. Donde dije digo digo Diego y aquí no ha pasado nada. Es más, nunca dije digo, siempre dije Diego. Cómooooo? Que noooo? La Maldita Hemeroteca? Eso qué es? De qué me habla?
Lo dicho. Una buena dosis de cinismo, un nulo sentido de la vergüenza y una cara dura impresionante, los tres requisitos básicos para la vida política. Si cumples con ellos no lo dudes, te auguro un excelente porvenir en este oficio de trileros, malandrines y granujas.
Y no está mal pagao, oye.
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