viernes, 19 de julio de 2019

Tonto o malo? Susto o muerte?

SÍ SE PUEDE, SÍ SE PUEDE, SÍ SE PUEDEEEEEE!

Esto era lo que gritaban con entusiasmo los diputados de Podemos el día de la moción de censura que culminó con la investidura de Pedro Sánchez como Presidente.

Yo los miraba completamente alucinada porque no me podía creer lo que veía. Unos tipos que estaban firmando con esa moción su sentencia de muerte gritaban enloquecidos de felicidad. No parecían conscientes de que todo el tiempo que ese hombre estuviera en el poder iba a aprovecharlo en beneficio propio, y que a poco listo que fuera, terminaría recuperando buena parte de los votantes que se le habían escapado hacia Podemos. Para mí era algo tan evidente que me costaba entender que ellos, siendo además expertos politólogos, no lo vieran venir.

Escribí en su día de este asunto en mi blog. Para mí Pedro Sánchez siempre ha sido un tipo bastante maquiavélico, en el sentido estricto de la palabra. Es un auténtico estratega, y en su estrategia no le viene nada mal esa planta que tiene, su apostura, su encanto personal, su aterciopelada y viril voz de hombre de bien. Sánchez es un encantador de serpientes, además de un tipo con una suerte del copón. Consiguió primero seducir a los militantes socialistas, a los que convenció con poco esfuerzo, de representar las esencias del Socialismo frente a las posturas burguesas, conservadoras y acomodaticias del aparato del Partido, y los militantes se la tragaron doblada. Luego le llegó la inesperada oportunidad de la moción de censura, que lo llevó a la Presidencia y por fin le dio la oportunidad de demostrar sus dotes de hombre de estado, de aparecer como presidenciable ante la opinión pública. Y cuando las encuestas le venían dando unos resultados cada vez más exiguos, de repente por arte de magia, en cuestión de un mes en el cargo, al mismo tiempo que crecía su apariencia de estadista, iba creciendo la intención de voto en los sondeos a un ritmo vertiginoso. En cuestión de tres meses le dio la vuelta a las encuestas y de sus horas más bajas pasó automáticamente a indiscutible caballo ganador. Un año después, al llegar a las elecciones ya había dejado muy atrás a todos sus contrincantes, y concretamente a Podemos, su principal competidor, boqueando y en las últimas.

Hasta aquí lo que era evidente que iba a pasar y que podía prever cualquiera con un dedo de frente, excepto los que tenían que haberlo previsto.

Iglesias a estas alturas de la película, después de los desastrosos resultados obtenidos, tiene que salvar su culo como sea y anda mendigándole a Sánchez un ministerio.  Cuesta imaginar a un político con tan poca visión de futuro, alguien que no supo ver en su día lo que podía significar regalarle a un tipo como Sánchez el poder prácticamente a cambio de nada.

Por su parte Sánchez ya ha perdido por completo el sentido de la vergüenza, confiado como está en la mala memoria de la gente y en su poder de seducción. Y así, el creador del NO ES NO, el hombre que inventó la estrategia del bloqueo y que estuvo a punto de llevarnos a unas terceras elecciones por su empecinamiento en no abstenerse en la investidura de Rajoy, ahora defiende a capa y espada el SÍ PORQUE SÍ y tacha de irresponsables a los que no absteniéndose en su investidura nos llevarían a nuevos comicios. Pero vamos, sin ruborizarse lo más mínimo.

Del creador de la frase "El único responsable de no obtener apoyos para su investidura es usted, señor Rajoy", presentamos "Todos menos yo son responsables de que yo no haya obtenido apoyos para mi investidura". Por to el morro.

La cara dura más impresionante que yo haya visto en política la tiene Sánchez. Por contra, la estupidez, la ingenuidad y la cretinez más inmensas las tiene Iglesias.

Y ahora viene la gran pregunta: quién prefieres que te gobierne, un malvado o un necio? Pues amigos, yo sin ninguna duda prefiero al malo, por muy malísimo y sinvergüenza que sea. Un idiota como Iglesias puede en muy poco tiempo ser mucho más catastrófico para un país que un malandrín como Sánchez. Puestos a elegir entre susto y muerte, lo tengo claro, prefiero susto.


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