Mojito es pequeño, pero no es peludo. Suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Mojito es... Mojito. El nanoperro que cambió mi vida.
Yo nunca tuve mascotas, sabéis? No me gustaban los animales, no conocía esa necesidad ni entendía la pasión de la gente que los tenía. Mis hijos me los pedían una y otra vez pero siempre supe resistir. Mis argumentos eran consistentes: no son juguetes, son seres vivos, son para siempre, yo no pienso cargar con esa responsabilidad, bastante tengo con vosotros... Era radical e inasequible a la rendición. Mi no era un no rotundo y definitivo.
Y lo fue. Lo fue hasta que llegó Mojito... y él lo cambió todo. Un día lo trajeron a casa y... fue amor a primera vista, me rendí por completo y todos mis principios se desmoronaron. Es verdad que no era mío pero quise uno como él, y supe que iba a quererlo para siempre. Que iba a quererlos a los dos, al mío y a él. Para siempre. Mojito me llevó a Manolo y Manolo es Manolo gracias a Mojito.
Mojito no sólo es pequeño y suave; también es timorato, asustadizo y temblón. El perro que nunca se separa de ti, que te sigue a donde vayas y que jamás se iría con nadie. Por eso lo he perdido. Porque creí que nunca se separaría de mí y que jamás se iría. Y no conté con su miedo. Con que el miedo también hace huir y escapar. No conté con su fragilidad ni con su velocidad de huida. Di por sentado que Mojito era nuestro, para siempre.
Ahora tengo mi dolor, pero no es nada comparado con el dolor que sé que voy a infligir. Daría lo que fuera por volver atrás, y no es el título de una canción. Daría hasta a Manolo, porque Manolo sólo me dolería a mí.
Mañana vendrán los dueños de Mojito a recogerlo. Y yo tendré que decirles que no está. Cómo se hace eso? Cómo se dice a dos personas que vienen de unas estupendas vacaciones en París que han perdido probablemente su bien más preciado? Y cómo se les dice que se lo has perdido tú?
Podría matar ahora mismo, tal es mi rabia. Y podría morirme perfectamente, tal es mi pena. Mi perro vaga por la casa perdido, echa de menos a Mojito. Yo lo miro y pienso con qué gusto lo sacrificaría a él y a mí misma para poder devolver íntegro lo que dejaron a mi cuidado.
Nunca he sabido decir bien "Lo siento", mucho menos cuando lo siento de verdad. No sé pedir perdón, ni siquiera creo que para esto haya ningún perdón. Me podré perdonar yo? Me perdonaría mi pequeño y asustadizo Mojito por haberle dejado solo ese minuto imperdonable? Al menos el malnacido que lo haya recogido lo querrá alguna vez tanto como yo? Como sus dueños?
Mojitín, mi pequeño y tembloroso nanoperro, me podrás perdonar?
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