Leo un tuit del Dios tuitero que viene a decir algo así:
"Qué tiempos aquellos en los que ser de izquierdas era sinónimo de rebeldía y de enfrentamiento con el poder."
Pues sí, queridos amigos. Muchos recordaréis ese tiempo en el que ser de izquierdas implicaba espíritu crítico, implicaba horror frente a la corrupción. Antiborreguismo. Resistencia.
En los últimos tiempos todos hemos pasado a ser fachas. Eres facha en el momento en el que discutes o te opones a alguna medida propuesta por el Gobierno, aunque esa misma medida haya sido criticada, discutida, negada y considerada como imposible por el mismo Gobierno dos días antes.
Es decir, la única forma de no ser tachado de facha (cosa que a estas alturas a la inmensa mayoría nos importa cuatro pimientos) es ir cambiando de postura al mismo tiempo y a la misma velocidad que el Gobierno y su Equipo Nacional de Opinión Sincronizada, que va adaptando el argumentario a toda marcha a los sucesivos cambios de opinión del Ejecutivo, que son en la práctica los del Presidente. Sea el tema el que sea: la amnistía, el traspaso de la llave de la caja pública a Cataluña, la rebaja de penas por malversación de dinero público o la legalización del asesinato en masa. Eres un facha si piensas lo que pensaban ellos ayer y no has adaptado tu pensamiento a lo que dicen hoy.
El proceso sería el siguiente más o menos. Son cuatro pasos:
1. Eso nunca va a ocurrir.
2. Nunca va a ocurrir, aunque... si ocurriese tampoco sería para tanto.
3. Bueno, es posible que sí ocurra.
4. Está ocurriendo, pero es bueno porque lo hacen los nuestros, y además no gobiernan los fachas.
Y buena parte de esa izquierda que hubo un tiempo que se caracterizaba por su rebeldía y espíritu crítico, dice:
Sí Bwana.
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