sábado, 12 de marzo de 2022

Recomiendo "Los vencejos" sólo a gente sin complejos

Como sabéis cada año elaboro un listado de mis libros favoritos leídos en ese período y lo cuelgo antes del verano para hacer mis recomendaciones. Pero de vez en cuando doy con un libro que me impresiona especialmente y que creo que merece post aparte, y es el caso de "Los vencejos", de Fernando Aramburu.

Para empezar diré que no es un libro apto para todo el mundo. Los amantes de la corrección política, los fácilmente escandalizables, los temerosos de enfrentarse a los abismos del alma humana o los que tienen la muerte o el suicidio como tabúes de los que prefieren pensar poco y hablar aún menos no deben ni de acercarse a este libro. Porque el ejercicio de honestidad brutal que hace el protagonista, ese desnudo integral de los claroscuros de su personalidad, no creo que pueda ser del gusto de toda esa gente que he citado.

A mí, sin embargo, me ha encantado. Hacía mucho que un libro no me impresionaba tanto. Os cuento un poco el argumento, procurando espoilear lo mínimo. 

Toni es un profesor de instituto, de Filosofía. Cincuentón y cansado de la vida. Vive con su perra Pepa y su muñeca erótica Tina, en la que se vacía seminalmente y a la que ha dotado de una especie de alma humana, porque la tiene sentada en su sofá todo el tiempo vestida y perfumada como a él le gustaría tener a una mujer. Por tanto, feministas 6.0 absteneos, porque no os va a gustar ni medio pelo. Ya digo que este libro es para gente sin ningún tipo de cortapisa ni prejuicio moral.  Además Toni no tiene precisamente muy buena opinión de las mujeres. Bueno, más o menos como la que vosotras tenéis de los hombres en general: calvócratas, machirulos y demás piropeo. La antipatía sería mutua.

El mejor amigo de Toni es Patachula, otro que también convive con una muñeca de última generación. De hecho al comprarla le regaló Tina a Toni.  Nuestro protagonista además odia a su ex mujer, Amalia, locutora de radio, con la que ha tenido un matrimonio que roza la tortura por ambas partes. Como ya he dicho antes, de paso, odia a todas las mujeres del mundo. Tiene un hijo, Nikita, que roza también el borderlinealismo nini. Y una ex novia inquietante, Águeda.  No hay nada que realmente le interese en la vida, ni siquiera su trabajo. Es un profesor de Filosofía que está hasta los cojones de los adolescentes a los que da clases, de sus compañeros, de la directora del instituto y del sistema educativo. La política le decepcionó hace años y pasa de ella. Le importa todo una mierda y está cansado de vivir.

Por eso Toni ha decidido suicidarse. Ha fijado una fecha para morir, y hasta entonces ha empezado a escribir una especie de diario en el que cada día cuenta algo, bien de su vida presente, bien de su pasado. No está deprimido ni sufre ni nada de eso. Sencillamente la vida ya no le aporta nada, cree que todo lo bueno que pudo tener ya ha pasado y no está dispuesto a malvivir el resto de los días que el destino buenamente le haya concedido. No se siente atado a nada ni a nadie, y quiere ser él quien tome la decisión de cuándo y cómo morir. Simplemente eso.

Yo me siento totalmente identificada con esa filosofía de Toni. Siempre he pensado que las personas deberíamos elegir libremente el momento y el modo de nuestra muerte. Dejar esto al azar me parece terrible. De hecho hay un momento en la novela muy interesante. Hay un perro que muere (no es Pepa, por cierto), un perro viejo que está hecho polvo, que ya ni anda ni come ni quiere relacionarse, y su dueña, sabedora de que está retirándose para morir, lo lleva al veterinario para que le ponga una inyección letal. Nuestro protagonista, ante este hecho, hace una reflexión que comparto al cien por cien. Qué compasivos somos con nuestras mascotas cuando van a morir y qué poco lo somos con las personas! Llevamos a nuestros perros moribundos a que les inyecten algo, previa anestesia, para que no sufran. Los acompañamos en su final, los acariciamos hasta el último segundo, llevamos sus mantitas, sus juguetes, para que mueran rodeados de las cosas que les gustan y para que no se sientan solos en ese último instante de consciencia. 

En cambio las personas apuramos el cáliz del dolor  y del sufrimiento hasta el final. Fui testigo de las muertes de mis padres, y el encarnizamiento terapéutico con ellos fue brutal. Se podían haber ahorrado perfectamente las últimas semanas de sus vidas, pero no. Les medicaban constante y absurdamente con antibióticos para evitar infecciones, les hacían transfusiones de sangre si tenían anemia. Yo veía horrorizada todo eso, porque sabía que iban a morir igualmente, que sólo les estaban alargando la vida unos días, sin necesidad, para nada.  Joder, quién fuera perro en esos terribles momentos! 

Yo entonces era muy joven, hoy no lo hubiera consentido. Me habría enfrentado a aquellos médicos desalmados y para empezar les habría preguntado si hubiesen querido eso para sus padres. Sé la respuesta.

Por supuesto, tengo hecho un testamento vital en el que amenazo con volver y aparecerme en sueños a todo el que no respete mi deseo de morir dignamente. Aunque lo que realmente me gustaría es hacer como Toni, que la vida me diera la oportunidad de elegir mi momento y mi lugar.

Eso que dicen de que lo ideal es una muerte súbita de ésas que no te enteras, que te acuestas y ya no te despiertas, no me convence nada. Vale, sí, no sufres, eso es verdad. Pero es que yo quiero tener la oportunidad de despedirme, de mirar a las personas que quiero por última vez, decirles lo que necesito decirles, ajustar mis cuentas con la vida. Ya sé que esto no se puede elegir, pero no quiero una puta muerte súbita que deje en bragas todo lo que aún tengo que decir y que hacer. Que si me toca me toca, pero no es lo que quiero para mí, por muy bueno que digan que es. (Verás, fijo que me muero así, yo soy de ésas que lo nombro y me toca).

Tampoco quiero una agonía interminable, por supuesto. Lo que me gustaría es saber cuando llegue el momento retirarme voluntariamente, con dignidad, no sin antes haberme despedido de mis seres queridos, mirarlos por última vez, sabiendo que es la última, tanto ellos como yo, y elegir yo la forma de morir que me evite cualquier sufrimiento.  Es mucho pedir?

El suicidio forma parte de mi vida, desde muy joven. Muchos sabéis que mi hermano se suicidó, no había cumplido los 20. Eso ha marcado mi historia y la de mi familia para siempre. Durante años estuve muy cabreada con él por habernos hecho lo que nos hizo. No me importaba una mierda lo que se había hecho él. Me daba hasta vergüenza decirlo, era algo estigmatizante e innombrable. Los años y el conocimiento de lo que es la salud mental, y sobre todo la insalud, han hecho que lo vea todo desde otra perspectiva muy distinta. Hoy sé que mi hermano vivía en un pozo en el que no había luz ni perspectiva inmediata de salir, y que eso no era vida ni era nada.  También sé que si hubiera aguantado un poco hoy podría ser una persona feliz y totalmente integrada en la sociedad. Pero en aquel momento a él el futuro le importaba una mierda, sólo veía una terrible oscuridad, una cadena perpetua. Realmente no pudo hacer otra cosa. Hoy lo entiendo perfectamente y me encantaría poder decírselo. Te lo digo desde aquí, hermano, te entiendo y te quiero. 

Bueno, volvamos al libro, que se me ha ido la pinza. Son tantas las emociones que Aramburu ha despertado en mí que salto de una cosa a otra casi como nuestro protagonista. Están las terribles muertes de mis padres, aún jóvenes para morir, la muerte de mi hermano, la de Helena, la del Manolo... La muerte forma tan parte de mi vida que esta historia me ha tocado hasta las higadillas.

Últimamente, con esto de la guerra de Ucrania, pienso mucho en qué haría yo si pasara aquí algo así. No es imposible, así que no está de más ir pensando en el asunto. Yo, ya lo he dicho muchas veces, me di por muerta ya hace bastantes años, cuando lo del cáncer, así que no me asusta pensar en esto. Me doy por amortizada totalmente. He tenido una vida buena en general, me lo he pasado muy bien y ha habido muchos momentos memorables. Hay bastantes personas a las que quiero mucho y sé que ellas me quieren a mí. Si me voy esta misma noche creo que es de justicia decir que estoy agradecida a la vida por todo lo que me ha dado.  Por eso tengo claro que si mañana esto se convierte en una prolongación de Ucrania yo no me movería de mi casa. Aquí me quedo y si tengo que morir, que sea en mi hogar, rodeada de todo lo que quiero. Movería Roma con Santiago para que mis hijos huyeran a un lugar seguro, porque tienen un futuro por delante y tienen derecho a vivirlo. Yo sobre todo tengo un pasado y un presente, y la verdad, no me veo de refugiada vagando por el mundo con una maleta, pasando frío y calamidades. Me quedo en casa, y que sea lo que tenga que ser.  Rodeada de mis cosas y de mis recuerdos, con mi perra, mi pequeña Bimba, esperando el momento. Sería bonito esperarlo juntas, yo con una botella de buen verdejo y ella con sus chuches favoritas. Brindando por nuestra amistad mientras las bombas caen a nuestro alrededor.

En fin, éste no es mi post candidato al premio internacional "Alegría de la huerta", pero quizás sea uno de los más personales e íntimos que he escrito últimamente. Se lo debo a Aramburu y a lo que me ha dado que pensar este libro suyo. Si ya "Patria" me encantó, éste me ha tocado hasta el tuétano. Cómo bucea este hombre en los entresijos del alma humana! De hecho, en un pasaje del libro, Toni habla de ese alma como una especie de cloaca o vertedero en el que está toda nuestra mierda, por supuesto junto con todo lo bueno.

Ésa es otra, cómo borda Aramburu a sus personajes. Ya lo apuntó en "Patria". Todas esas aristas, esas cosas que sólo somos capaces de confesarnos a nosotros mismos pero que jamás diríamos a los demás. Qué duro sería un desnudo integral de nuestras emociones! Sería imposible para la convivencia. Por eso la honestidad brutal de Toni, pintándose a sí mismo y a los demás sin un ápice de compasión ni vergüenza me ha llegado tan adentro. En realidad de quien me he enamorado hasta la médula es de Aramburu, porque alguien que me hace llorar de emoción como él lo hace, sólo merece mi rendición absoluta. 

Ps. He recordado ahora que leí el pasaje de la muerte del perro esta semana en la cafetería de la Facultad. A solas, viendo amanecer al fondo, lloré como una magdalena. Por suerte, no había nadie más. Estaba tan hecha polvo que tuve que quedarme allí sentada un buen rato, porque no era capaz de ir a la biblioteca y enfrentarme a gente que estaba en estado normal. Yo estaba viviendo un luto por ese perrito muerto, el nudo en la garganta no me hubiera permitido hablar con gente que, por supuesto, estaba en otra onda. Fue bastante duro entrar a trabajar en esas condiciones, aunque lo alargué el mayor tiempo posible. Lloré por ese perrito como en su día lloré por mi Manolo, y buena parte de ese llanto venía de esos recuerdos.

Ps2. Ah, otra cosa. Como sabéis yo tengo ya casi todo previsto con respecto a mi muerte.  Pero si al final no consigo poder elegir yo mi día y mi lugar, y la cosa me pilla de improviso, sólo quiero que recordéis que no quiero funerales, que sólo quiero fiestas en mi honor, en las que corra lo que a cada cual más le guste: pasteles,  alcohol, drogas, videojuegos... Libros?? Ahí lo dejo.

8 comentarios:

  1. "Sería imposible para la convivencia." Efectivamente y es una mierda, de hecho justamente algo parecido venía cavilando yo últimamente, que gran parte de las interacciones sociales son una gran farsa que más pronto que tarde terminan resultando insoportables, que uno solo puede ser del todo honesto en sus pensamientos.

    Y respecto al suicidio he leído en alguna parte que es tan atractivo porque es el único estímulo que le quedaria por explorar al ser humano (las drogas son un engaño).

    Me ha llamado la atención el argumento, sobre todo como lo has descrito, pero mantener 'relaciones' con una muñeca sexual me parece un trastorno grave, si bien a la vez me hace gracia porque recuerdo al personaje de Eduardo Gómez, en La Que Se Avecina.

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    1. Bueno, todo eso es muy relativo.

      Ahora se considera lo más de lo más en empoderamiento femenino darse todos los días un ratito de gusto con el satisfayer o con cualquier otro aparatejo. No veo gran diferencia entre eso y hacértelo con una muñeca, la verdad.

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    2. Yo no podría... si es que de intentarlo me entraría la risa.

      "¡Ana Rosa, no!" XDDD

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    3. Bueno, igual tienes resuelto el asunto de otra manera.

      Pero yo no veo mal que alguien use un juguete erótico en lugar de recurrir a una prostituta, por ejemplo. A fin de cuentas los tíos lo que necesitan es un agujero donde desahogarse, así que personalmente prefiero que recurran a uno que no sea de carne y hueso.

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    4. "los tíos lo que necesitan es un agujero donde desahogarse"

      Simplista afirmación viniendo de alguien como tú. Yo lo que necesito es tener algún vínculo emocional, algún tipo de sentimiento... y sentir que esa mujer de verdad quiere estar viviendo conmigo esa experiencia, sentirme deseado. Si no, no es que no pueda, es que no le veo sentido.

      A día de hoy lo veo así, igual mañana tendré otro punto de vista.

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    5. Tipo de sentimiento por la otra persona*

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    6. Quiero decir si no he hecho nada para seducir a una mujer, ni tampoco me he sentido seducido por ella, pues lo veo violento e incómodo.

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    7. Perdona que no te haya contestado antes, Roman, me he despistado.

      Ciertamente he sido injusta. No todos los tíos buscan únicamente un agujero en el que desahogarse, claramente tú no perteneces a ese tipo de tío. Pero muchos otros sí, y concretamente el protagonista de la novela sin lugar a dudas.

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