lunes, 20 de julio de 2020

Mi ático

Hoy me apetece hablaros de mi ático.

Poca gente sabe que tengo un ático. Probablemente porque mío, mío, lo que se dice mío sólo lo es en mi imaginación. Pero la realidad es que en el fondo es mucho más mío que de sus legítimos propietarios, quienes quiera que sean.

Mi ático ocupa prácticamente todo el edificio en el que está asentado. He mirado los porterillos. Hay cuatro pisos por planta, excepto en el ático, que hay dos. Los pisos son bastante grandes, cada uno tiene al menos cuatro grandes ventanales, que se vean desde la calle. Las de los del ático no se ven porque dan a la enorme terraza que rodea todo el edificio, una terraza con abundante vegetación, una especie de jardín de las delicias en medio de la ciudad.

Paseo cada día por los alrededores de mi ático, mirándolo desde mi minúscula peatonalidad. Paseo con la cabeza levantada, lo rodeo, lo miro y lo remiro, y sueño con que estoy ahí arriba, mirándome a mí misma desde las alturas. Pienso qué pensaría si estuviera allí realmente. Me daría pena esa mujer que lleva de la correa un perrillo y que admira mi precioso y florido ático?

He decidido que los dos pisos del ático forman uno solo. A fin de cuentas, como en mi mente es mío, puedo diseñarlo como me dé la gana. Es un enorme doble piso rodeado de plantas por todos lados. Lo tengo pefectamente distribuído y amueblado, no le falta un detalle.

De momento no lo conozco, pero sé que lo conoceré algún día. Hay distintas variantes en la forma en que lo conozco. Mi favorita es la siguiente:

Un día voy paseando por la calle con mi perra y se me acerca un señor, mayor y muy elegante, y me dice que lleva mucho tiempo observando mi interés por el ático.  Me informa de que es el propietario y me pregunta si quiero subir a verlo. Como no me fío de él le digo que no suelo ir a casas de desconocidos, pero me dice que no importa, que cuando quiera puedo subir a visitarlo con alguien de mi confianza. Me da su teléfono y, efectivamente, subo un día con mi hija. Resumiendo, este señor es homosexual (no estoy interesada en mantener una relación erótica) y hace poco perdió a su marido. Se siente solo y le gustaría vivir con alguien. No es muy hablador ni le gusta la gente muy habladora (lo contrario sería implanteable en mi fantasía); sólo quiere alguien que le haga compañía. Le gustan las pelis y series en versión original, le encanta Woody Allen, es muy culto y refinado, cocina genial, y es un magnífico gourmet.  La casa es muy grande, os recuerdo que son dos pisos unidos; él ocupa un ala y la otra sería entera para mí. Por supuesto puedo salir y entrar todo lo que quiera, él sólo necesita una compañera de piso, y ya que ha visto que estoy tan enamorada de su ático cree que soy la persona ideal para ese puesto. Y así es como me instalo en el ático.

Este sueño tiene distintas variantes. Al señor lo conozco en distintas circunstancias, a veces en la calle, otras en el trabajo, etc..., pero el final es el mismo. Yo me mudo al ático. Y con el tiempo parte de mi familia se va instalando en el mismo edificio. Da la casualidad de que el constructor es su hermano y por eso le regaló toda la parte superior. Cuando en la segunda planta una pareja decide vender su piso la compradora preferente es mi hija, que para entonces tiene un buen trabajo estable y no tiene problemas para conseguir una hipoteca, porque además se lo dejan a precio de ganga. Los locales de abajo están todos libres y ésos se los quedan mis hijos para montar un gimnasio enorme que ocupa toda la parte inferior del edificio. Ea, pues ya estamos en mi sueño todos instalados. Yo en los altos, mi hija en los medios y los niños en los bajos.

Tengo que reconocer que mi amigo, el señor encantador y maravilloso gourmet, nos ha ayudado un poco. Con el tiempo prácticamente nos ha adoptado a todos y como está forrado y no tiene herederos directos no le importa invertir parte de su inmensa fortuna en su nueva familia.

Yo cada mañana me levanto y hago gimnasia en la terraza de mi ático mientras veo amanecer. Como el jardín rodea el edificio veo amanecer y atardecer, porque por un lado veo la Sierra y por el otro el río y la campiña. Veo prácticamente toda Córdoba desde mi terraza.

A veces invito a mis amigos y a mi familia al ático a comer o a tomar algo. En verano lo hacemos por la noche, que corre un fresquito increíble. En invierno quedamos a almorzar en una especie de invernadero que hemos habilitado, en el que se está muy calentito sin necesidad de calefacción ni nada.

El señor encantador es, como su propio nombre indica, encantador. Habla poquísimo y le encantan estas visitas porque le sirven para hacer un poco de vida social. Además como le gusta tanto cocinar delicatessen siempre nos prepara unos menús degustación que nos chupamos los dedos. Tiene además una bodega de vinos superbuenos, no le falta un detalle.

En fin, somos todos tan asquerosamente felices que realmente damos ganas de vomitar. Pero nadie nos envidia porque a todo el mundo le gusta visitarnos y se lo pasan genial en nuestra terraza.

Por supuesto, en cuanto todo esto haya ocurrido estáis todos invitados a mi ático. El señor encantador, al que todavía no le he puesto nombre, os va a caer genial. Y ya veréis las croquetas de boletus que hace. Mmmmmmmm!!

Ps. Podría llamarse Beltrán. Es un nombre que le va muy bien a un bon vivant, no os parece?

6 comentarios:

  1. Te has despertado???cuanto lo siento!! Es demasiado bonito para ser real

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    1. Tú ni te imaginas la de cosas que yo he soñado y se han hecho realidad.

      Mi mente tiene un poder inmenso, ya lo verás cuando estés en mi ático. Y lo comentaremos.

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  2. Cariño, si es realidad me alegro mucho por ti, espero que me invites, sabe que te quiero muchisimo

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    1. No hay problema, estás invitada.

      Te va a encantar. Las vistas son espectaculares. Traete los prismáticos

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  3. Yo me apunto, mi sueño es una casa en la península con arbolitos frutales y también te invitaría 😂😂😂 , piscina y barbacoa 😂😂 tiritiriti

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    1. Uffffff, es que me da tanta pereza moverme de mi ático.

      Pero en fin, si no hay más remedio iré. Hay que socializar

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