MARZO Y ABRIL
Fernando Simón: La mascarilla no sólo no es necesaria, es incluso contraproducente. Crea falsa sensación de seguridad, la gente deja de respetar la distancia social, que es la mejor medida de prevención posible contra el virus. Y además las personas que no están acostumbradas a usarla se tocan constantemente la cara y es peor el remedio que la enfermedad. Es absurdo hacer acopio de mascarillas porque únicamente son útiles para las personas ya contagiadas. El resto no las necesitan. Distancia de seguridad de 2 metros e higiene de manos. Ésas son las dos claves para evitar contagios.
MAYO
Fernando Simón: La mascarilla puede ser útil cuando no se pueda mantener la distancia de seguridad. Es conveniente su uso en transportes públicos y en general en lugares cerrados. En absoluto tiene la menor utilidad en espacios abiertos porque está demostrado que el virus pierde su poder de contagio al contacto con el aire en cuestión de segundos.
JUNIO
Fernando Simón: La mascarilla es obligatoria en sitios cerrados y en espacios abiertos en los que no se pueda mantener la distancia social mínima de 2 metros.
JULIO
Decretos autonómicos: Mascarilla obligatoria incluso en lugares abiertos y aunque haya distancia de seguridad.
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Creí a pies juntillas a Fernando Simón cuando al principio de la pandemia hizo aquellas primeras declaraciones sobre la inutilidad de la mascarilla. Además me parecía lógico y totalmente razonable. Era verdad, la gente podía sentirse demasiado segura y empezar a desbarrar, a juntarse, a acercarse demasiado, a sobarse, etc. Aparte de que es evidente que los que no tenemos costumbre de usarla nos pasamos todo el rato subiendo y bajando la mascarilla, asomando la nariz un poco para poder respirar, ajustándola, comprobando que está bien puesta.... al final te tocas mucho más la cara que cuando no la llevas.
Total, que me lo creí. Y durante el confinamiento, sólo en plan entretenimiento, me hice unas cuantas mascarillas superfashion con pañuelos del pelo de distintos colores, para estar mona y segura cuando iba al super o a la panadería. Por supuesto la llevaba en la muñeca y sólo me la ponía a la hora de entrar. El resto del tiempo, distancia de seguridad y punto.
Entre tanto aprendíamos sobre mascarillas y demás artilugios protectores como si estuviéramos haciendo un máster en Epidemiología. En la tele, en la radio, en las redes, en todos los medios nos informaban diariamente de las ventajas de unos modelos u otros. Se establecieron clasificaciones varias, descubrimos que había mascarillas solidarias e insolidarias, según sirvieran para proteger a todo el mundo o sólo a ti, jodido egoísta. Incluso algunas empezaron a tener muy mala prensa porque al parecer tenían una válvula por la que si tú tenías el bichito lo ibas propagando como si llevaras un aspersor incorporado. Ésta era sólo apta para malos muy malos.
Eso sí, todos los que nos informaban puntualmente lo hacían a cara descubierta. En la tele los tertulianos, los opinadores, los expertos, los sanitarios, nos ilustraban sobre todos los aspectos de la pandemia. Sentados tan ricamente en los platós (lugares cerrados), respetando (o no) la distancia de seguridad de 2 metros, iban desfilando por la pantalla contándonos los beneficios de la mascarilla... sin ponerse jamás una puta mascarilla.
Ferreras de lunes a viernes se levantaba de su sempiterna silla y pedía a un experto que le explicara el uso correcto de la mascarilla. Cristina Pardo el finde llevaba a su experta correspondiente, una señora muy simpática con el pelo morado, que volvía a explicar en riguroso directo todos los pasos a seguir para ponerse y quitarse la mascarilla. Las noches de los sábados Iñaki López en la Sexta Noche juntaba a un grupo de 8 expertos sentados en círculo (por supuesto sin mascarilla) mientras él de pie en el centro (también sin mascarilla) iba lanzando pequeñas gotículas de saliva a diestro y siniestro a la par que todos ellos nos iban explicando las múltiples ventajas, incluso la conveniencia, de usar la mascarilla en espacios cerrados.
Poco a poco la necesidad de la mascarilla se iba haciendo más imperiosa. En cada una de sus comparecencias el doctor Simón iba subiendo progresivamente el grado de utilidad de la mascarilla, en relación directamente proporcional al abastecimiento en farmacias y otros establecimientos de venta. Finalmente, a preguntas de la prensa, terminó por reconocer que si desaconsejó con fervor el artilugio en los principios de la pandemia no fue por razones sanitarias sino logísticas. Porque como no había, lo mejor era decir que no servían para nada. Vamos, que los que creímos ciegamente en sus consejos y los llevamos escrupulosamente a la práctica fuimos unos pardillos, porque la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, es la de ahora. Alguna gente le ha premiado haciéndose camisetas con su cara y hasta hay quien se la ha tatuado en la piel. En fin....
Lo de la mascarilla de uso obligatorio en todo lugar público, abierto o cerrado, se le ocurrió una buena mañana al presidente catalán, el iluminado señor Joaquim Torra i Pla. En ningún otro lugar de Europa nadie se había atrevido a una medida tan extrema, además de discutible en cuanto a eficacia real, pero el señor Torra, visionario donde los haya, vio claro que la mejor medida para luchar contra el virus era ésa. Inmediatamente comenzó una carrera entre todos los demás presidentes de Comunidades Autónomas por no quedarse atrás. Dándose patadas en el culo, maricón el último, unos y otras anunciaron su propósito de seguir los pasos del señor Torra, y así en pocos días más de la mitad del país se apuntó a la enloquecida carrera, por más que ninguna autoridad haya sido capaz de explicar hasta la fecha la utilidad de llevar mascarilla en medio del campo si en dos kilómetros a la redonda no hay otro ser vivo al que poder contagiar o del que poder contagiarse.
Y así, mientras las noticias de recientes rebrotes nos hablan de contagios producidos en tumultos y aglomeraciones varias (Ojo al dato, un 60% en celebraciones familiares!!!!), la medida estrella para evitar contagios es obligarte a ti, que desde el minuto 0 has respetado escrupulosamente la distancia social, y has evitado cruzarte o acercarte a otras personas... repito, la medida estrella es obligarte a ti a llevar perennemente la puta mascarilla en la cara, aunque vayas a las 4 de la tarde a 44 grados solo por la calle.
Que la mascarilla es de chichinabo y te la has elaborado tú en casa con un tetrabrik de Don Simón?? Que te pasas el rato subiéndotela y bajándotela y tocándote la cara porque no puedes respirar o porque le quieres dar una calada a tu cigarro?? Da igual, lo importante es que la lleves puesta tapándote la nariz y la boca, porque si no te puede caer un multazo de 100 pavos por la parte más corta.
Eso sí, desde la pantalla de tu tele pasarán cada día un montón de presentadores, políticos, tertulianos y expertos de todo pelaje, cómodamente sentados en platós cerrados y sin rastro de mascarilla, recoméndandote con entusiasmo y ardor guerrero que tú no te quites la tuya ni para cagar, por si acaso el virus traspasa las tuberías del inodoro y te contagia al tirar de la cisterna.
Y eso es lo que hay. Tanto si te gusta como si no.
Ps. Me consta que este post no será muy popular porque, no sé cómo, la mayoría de la gente está superconvencida de que la mascarilla es útil hasta en mitad del desierto sin más compañía que tu camello. Increíble pero cierto. El poder de convicción de los medios es alucinante.
Ps2. Pero si eres de los que crees que todo esto de la mascarilla obligatoria es una soberana majadería, bienvenido a la Resistencia.
Yo soy de esas, lo veo una gilipollez
ResponderEliminarVale. Bienvenida a la resistencia.
EliminarSomos pocos pero al menos sabemos que sí morimos de esto no será por la puta mascarilla, sino porque algún hijaputa, probablemente de la familia, nos habrá comido a besos.
Yo, como soy viejecita, no soy excesivamente forofa de la mascarilla, pero, cuando salgo llevo una de las buenas que evitan qur me contagien, pienso como tú, que en determinados momentos hay que ser mas libre.
ResponderEliminarYo estoy hasta los huevos ya de esta mierda y eso que hoy es el primer día que la llevo puesta todo el día, por primera vez hoy en el trabajo me la han obligado a ponérmela.
ResponderEliminarHasta ahora solo me la ponía cuando pasaba al metro o delante de la ventanilla del conductor de autobús, luego en el interior del transporte ya siempre me la quito.
A la gente le encanta sufrir, no hago más que escuchar como todos se cuelgan medallas, presumiendo de lo responsables y obedientes que son, al jactarse de llevarla en todo momento. Si alguien me llama la atención siempre le respondo que de algo hay que morir y que no se preocupe, que si el señor se lo quiere llevar mañana,lo va a hacer y que no va a poder hacer nada para evitarlo. Además como siempre suele ser gente entrada en años...
Me parecen alarmistas y un tanto estúpidos, es como si su vida cobrara sentido al poder 'sacrificarse' de este modo. Tampoco entiendo el placer que experimenta la gente viendo las noticias del virus todo el día y retroalimentando todo esta repugnante neurosis ya implantada en la sociedad. Me pongo malo, en esos momentos siento que no encajo en la sociedad. Recientemente me mudé y ni me molesté en llevarme el televisor ni pienso comprarme uno.
Yo prefiero que acabe conmigo el virus este antes de morir por asfixia por culpa de la porquería está.