Hoy ha sido el aniversario del atentado de Barcelona. Un poco pesado, la verdad. A todas horas, en todos los medios, en los informativos, venga a repetir las mismas imágenes una y otra vez, los mismos testimonios, declaraciones de políticos, tertulias interminables... muy cansino todo, la verdad.
Pero ha habido algo que sí me ha interesado mucho: escuchar los testimonios de las personas que lo vivieron. Muchas de ellas confiesan tener un montón de miedos desde aquel día. Miedo a las sirenas, de policía o de ambulancias, miedo a los ruidos, a las furgonetas, a pasear, a los tumultos... Principalmente la secuela que les ha quedado de todo aquello es el miedo.
No me refiero a los que perdieron a alguien en el atentado. Esos, aparte del miedo, tienen otro dolor mucho más grande. Puede que se les junten las dos cosas. Pero sobre todo la gente que presenció los hechos, aunque no perdieran a nadie, sigue sintiendo mucho miedo. Y la mayoría está con psicólogos y tratando como pueden de volver a su vida normal.
Cómo los entiendo! Yo también cargo con una mochila de miedos que te cagas; miedos incomprensibles para el resto de la gente, miedos que podrían acojonar hasta a un tigre de Bengala. Hace muchos años sucedió un acontecimiento que marcó mi vida; aparentemente salí incólume de aquello, pero lo cierto es que no fue así, que me quedaron secuelas profundas, principalmente en forma de miedos. Tengo miedos alucinantes, por ejemplo, miedos a números (alguna vez he hablado aquí de ello), a fechas, a determinadas situaciones que para mí son de altísimo riesgo aunque para los demás sean de lo más normales...
A ver, no son miedos paralizantes. No me impiden llevar una vida normal, si fuera así no habría tenido más remedio que tratármelos. Son más bien puntuales. Generalmente no están, pero cuando llegan días señalados afloran y no hay forma de quitármelos.
Hace poco hablé en este blog del victimismo y del repelús que me da como late motiv. Pero confieso que toda esa gente que es oficialmente víctima de algo me da un poco de envidia. Como son víctimas de algo reconocido todo el mundo las entiende y entiende sus miedos. Que te dan pavor las sirenas? Joder, es que eres víctima. es que has pasado por un trauma que no es para menos, oye. A nadie se le ocurriría hacerles una broma despertándolos de la siesta con una sirena de ambulancia. Habría que estar muy tarado.
Pero... y cuándo no eres víctima de nada? De nada conocido, claro. Y si tu neurosis procede de algo que te ha ocurrido a ti, que se ha desarrollado de una determinada manera en ti, pero no perteneces a ningún colectivo de víctimas de nada? Y si tu miedo es tan íntimo, tan intransferible, tan personal, tan tuyo y tan de nadie más que no hay quien lo entienda? Salvo como una más de tus rarezas. Eres rara, tía, es normal que tengas miedos raros. Eres un especimen interesante.
Esas personas, las víctimas, que hablan de sus miedos públicamente porque saben que todo el mundo las va a entender y se va a solidarizar con ellas, en el fondo, aunque no lo sepan, son bastante afortunadas. Sienten miedos socializables, miedos respetables. La gente empatiza y simpatiza rápidamente con ellos.
Los miedos ocultos y casi inconfesables jamás tendrán ese reconocimiento público ni saldrán en los noticiarios. Ni tampoco los que los padecemos querríamos que aparecieran. Se llevan con bastante vergüenza y opacidad.
Cuesta mucho hablar de ellos porque además te convierten en alguien muy vulnerable. Hay quien podría intentar convertirlos en un juego. "Te dan miedo los aviones? Pero hombre, si esto es sólo un helicóptero, jajajajajajaja!!!! "
El ser humano funciona así, es fácil torturar a un miedoso. Puede ser hasta divertido. A menudo son objeto de chanzas, de cachondeo, pero fundamentalmente de incomprensión. Otras veces son causa de fastidio o incordio, un coñazo. Joer con los putos miedos del petardo este!
En fin, no es agradable tener miedo, y menos aún lo es que ese miedo haga gracia o que sea tomado como una rareza sobre la que hacer coñas. No, no mola nada.
Palabrita.
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