Hoy, queridos niños, os voy a contar un bonito cuento.
Érase que se era en un país muy lejano una bruja muy mala muy mala muy mala.
La bruja traía frito a todo el mundo. A la jefa de las brujas, a las empleadas domésticas, a los vecinos, a las otras brujas, al del taller de escobas... En realidad nadie la tragaba por lo déspota, maleducada y tirana que era. Constantemente estaba dando órdenes absurdas que luego tenía que revertir dando a su vez otras órdenes igualmente absurdas.
- Quita esto! Pon aquello! Ese cuadro está mal puesto!
Así se pasaba la vida mandando a diestro y siniestro, tratando sin el menor respeto a las personas con las que se veía obligada a relacionarse y no sintiendo ninguna empatía hacia ellas.
Constantemente estaba llamando a la jefa de brujas para protestarle por algo. Criticaba todo, nunca estaba contenta con nada y planteaba unas exigencias imposibles de satisfacer, pensando que todo el mundo debía rendirle pleitesía por ser una de las brujas más antiguas del lugar, y además de buena familia brujeril.
Sus empleadas se pasaban la vida rehuyéndola, intentando no coincidir con ella mientras hacían su trabajo. Cuando la veían llegar se camuflaban con el medio ambiente, hacían un ejercicio de invisibilidad admirable, y a menudo conseguían pasar tan desapercibidas como si fueran transparentes. La mayoría de ellas en cuanto salía una plaza vacante en casa de otra bruja pedían inmediatamente el traslado y cuando por fin conseguían salir de allí se sentían felices, volátiles y ligeras como si se hubieran quitado un camión de encima.
La única persona que soportaba a la bruja era su fiel ama de llaves, que la servía con absoluta sumisión, espiaba al resto de empleadas, y le contaba todo lo que hacían, decían y hasta lo que creía que pensaban. Era una individua siniestra, pelota y servil que la seguía a todas partes como un perrito faldero y jamás se rebelaba, por muy descabelladas que fueran las órdenes que recibía de su ama. Daba bastante asquito su chupaculismo al máximo nivel, la verdad.
Un buen día llegó a casa de esta bruja una nueva empleada. Venía muy contenta porque a pesar de que había oído decir barbaridades sobre la arpía ella tenía bastante claro que no se dejaría amedrentar por la malvada bruja, ya que tenía una gran capacidad de evasión mental en su trato con gente difícil. Era una empleada curtida en duras lides, había trabajado antes con otras brujas problemáticas, su sistema era ignorarlas por completo e ir a su bola, y de ese modo nunca había llegado la sangre al río. Siempre había sabido evitar las situaciones conflictivas e intentaba extraer lo más positivo de cada lugar en el que había estado.
Pero la bruja mala no estaba preparada para ser ignorada con tanto desparpajo. Ella no conocía otra reacción a sus tropelías que la sumisión, o el miedo, o el ostensible enfado de sus empleadas, que a menudo no podían evitar disimular su disgusto ante las demenciales órdenes sin sentido que recibían constantemente. Hasta la más inexperta se daba cuenta de la suprema ignorancia de la bruja con respecto a las artes brujeriles. Prácticamente no sabía manejar la escoba, la mitad de las veces se montaba del revés, con el cepillo por delante. Necesitaba continuamente a alguien al lado que la asesorara en su funcionamiento, normalmente su servil ama de llaves, que era la que la sacaba de casi todos los apuros procurando no separarse demasiado tiempo de ella. No sabía colocarse el sombrero de pico, no conocía los secretos del cuidado de las verrugas, las pócimas mágicas le salían asquerosas... era un puto desastre. No habría sabido envenenar una manzana ni con libro de instrucciones. La vergüenza de las brujas. El único motivo por el que seguía siéndolo era su antigüedad, su principal mérito era que había entrado en el mundo de la brujería siendo muy joven, y aunque la jefa de brujas estaba muy harta de sus caprichos, exigencias y excentricidades la soportaba estoicamente, esperando el ansiado día en el que decidiera jubilarse y dedicarse a fastidiar a sus vecinos, en lugar de a ella.
La indiferencia de su nueva empleada la irritaba sobremanera. El hecho de que hiciera caso omiso a algunas de sus disparatadas órdenes sin discutírselas, ni enfadarse ni modificar el gesto la tenían perpleja. No sabía ya qué cosa hacer para sacarla de sus casillas. Lo más que había conseguido alguna vez era que pusiera los ojos en blanco de incredulidad ante alguna de sus demandas más imposibles, pero de ahí no pasaba jamás. Seguía trabajando con la mejor de sus sonrisas, sacándole brillo a la escoba, preparando nuevos sortilegios y vigilando atentamente que los ingredientes de las pócimas estuvieran correctamente identificados, ordenados y colocados.
Un buen día a la bruja mala se le ocurrió que quería colocar los tarros de las pócimas unos encima de otros formando hermosas torres de cristal de variados colores. La empleada se dio cuenta de que esto podía suponer un grave peligro para ella misma y para todas sus compañeras, aunque no para la bruja, que jamás iba personalmente a coger estos tarros, no se fuera a herniar. Ni siquiera hacía ella misma las pócimas, sino que se las preparaba su ama de llaves mientras ella la contemplaba con mirada implacable.
Nuestra heroína decidió hacer una excepción en su comportamiento habitual de evasión. No por ella misma, sino por sus compañeros. Si de ella hubiera dependido no habría protestado y habría colocado los tarros de cristal de un modo racional para evitar peligros, pero como la empleada que tenía que hacer ese cometido no era ella pensó que estaba obligada a intentar evitar alguna tragedia personal al cumplirse estrictamente las órdenes de la enloquecida bruja, a la que le importaba poco menos que un pimiento lo que pudiera ser de sus criadas. Total, si una se accidentaba siempre podría pedir a la jefa de brujas que le mandara otra.
Pensó de todas formas que sería mejor alertar al ama de llaves de los peligros que corrían las criadas. Pobre incauta! Ipso facto la servil mayordoma acudió a su ama a informarla de que había quejas sobre sus órdenes, advirtiéndola de una posible rebelión. Naturalmente la bruja montó en cólera.
- Cómo se atreve esa mierda de criadaaaaaaaa? La destruiré! Pásame el escobófono ahora mismo!!!!!!!!
Dicho y hecho, su esclava le pasó inmediatamente el aparato. De momento se escuchó al otro lado la voz de la jefa suprema, que ingenuamente había cogido la escobollamada sin saber que se trataba de su peor pesadilla.
- Aló Brujilandia!
- No la quiero más aquiiiiiiiiiiií! Que se vayaaaaaaaa! Quiero que la eches inmediatamenteeeeeee!
- Cielos, querida, tranquilízate que seguro que podemos arreglarlo. (Ojos al cielo, mano a la frente, sortilegios brujiles para ser tragada por el subsuelo)
- Que me tranquiliceeeeeeeeee????? Yoooooooooooo??????? A miiiiiiiiiiiiií me vas tú a decir que...??????
- Noooooooo! No te tranquilices, no, por favor, no te tranquilices! He dicho yo tranquilices?
Curiosamente la bruja mala se tranquilizó, una vez que la jefa de brujas le dijo que no hacía falta que se tranquilizara. Y pidió... no, exigió, la inmediata expulsión de la díscola empleada que había osado discutir la colocación de sus tarros para pócimas. Qué sería lo siguiente? Dejarla decidir sobre los sortilegios para cada maldición? Dejarla elegir a las criadas?????
La jefa suprema la dejó abominar del mundo, de la vida y de su suerte. Mientras pensaba qué podía hacer con la intrépida rebelde.
(Continuará)
Vamos, que tu jefa es una zorra de cuidado y que es probable que te trasladen porque te muestras totalmente ajena a sus rebuznos de cornuda.
ResponderEliminarBuena alegoría. Aquí tienes a un simpatizante que te anima a no desfallecer y proseguir en tu obstinada lucha no armada contra la idiotez imperante. El mundo necesita más guerreros que defiendan el sentido común, que no estén dispuestos a ser engullidos por el inerte mongolismo que nos asola.
Pero qué dices,, chaval? Mi jefa es una señora encantadora, simpatiquísima y mogollón de buena gente.
EliminarEsto es un cuento, pura ficción. Como digo muy clarito en el título, si algún parecido tú ves pura coincidencia es.
Hay que ver la gente lo mal pensada que es!
No jodas. XD Sinceramente no me lo creo. Algo como lo que has escrito, repleto de ironía y de furia soterrada no puede surgir de la nada, tiene que estar motivado por alguna clase de resentimiento.
ResponderEliminarNo me surge de la nada. Yo tengo una imaginación muy calenturienta ;)
Eliminar"No existen hechos, solo interpretaciones"
Eliminar'El ciudadano ilustre' (2016)
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ResponderEliminarGracias por tu felicitación, Viva. Pero insisto, es pura coincidencia. No conozco a ninguna bruja así, dios me libre!
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