En estos días ha vuelto a ser Tonting Topic la pobre Paz Padilla. Se ha metido en otro jardín, la verdad es que no sé qué hace una tía como ella, que practica el humor blanco más inofensivo, en un programa de mierda de Telecirco como Sálvame, porque raro es el día que no termina escaldada. En esta ocasión ha sido por una cuestión bastante espinosa que me ha parecido interesante tratar aquí. Os cuento. En un reality la concursante Sofía Cristo, hija de Bárbara Rey y Ángel Cristo, confiesa públicamente que a la edad de cinco años fue víctima de abusos sexuales por parte de alguien cercano a la familia. Su propia madre no lo sabía y se enteró en directo en la gala del reality, pillando lógicamente tremendo ataque de ansiedad. En fin, me abstengo de comentar esta barbaridad.
La cuestión es que todo el mundo se abalanza a felicitar a Sofía por esta confesión pública (sí, amigos, sí, aunque cueste creerlo), pero cuando llega el asunto al Sálvame, cómo no, la amiga Paz emite su opinión, que es la siguiente: normalmente una denuncia por abuso en las familias crea un conflicto muy difícil de sobrellevar. Automáticamente las redes se lanzan a por Paz. Que si está protegiendo a los abusadores, que si hay que denunciar siempre el abuso infantil, que si esta gente tiene que terminar en la cárcel, que si a Paz tendrían que echarla de Telecirco, que si menuda mamarracha... Y esto es lo más bonito que le dicen.
Yo quiero aquí romper una lanza en favor de Paz, que a menudo muestra mucho más sentido común que ninguno de los colaboradores de esa cadena. Creo que la teoría de que hay que denunciar siempre está muy bien como eso, como teoría, pero la realidad es que en la mayoría de las familias, cuando se da un terrible caso de abuso infantil, se suele optar por resolverlo en casa, no recurrir al ámbito judicial, separar físicamente a la víctima del abusador, y buscar ayuda profesional, si hiciera falta. Muy poca gente acude a la ley, y esto es así porque en la mayoría de los casos el abusador es una persona querida y nadie desea verlo en la cárcel ni soportar la vergüenza pública para toda la familia. Nos parezca bien o mal, esto es así, es un hecho. Y para testificarlo hablaré de tres casos de abusos que a lo largo de mi vida he conocido, en ninguno de los cuales la cosa ha salido de la propia familia. Yo he sido receptora de esas confesiones y, por supuesto sin dar pistas, voy a exponer los casos aquí, por si ayuda a alguien a entender cómo funciona esta realidad, que afortunadamente a la mayoría nos resulta ajena.
1. El primero es un caso típico. Padre abusador de una hija. La chica es la única mujer de la familia, puesto que los padres están separados. Sus hermanos son todos varones y desconocen los abusos. Cuando se enteran la muchacha ya está fuera de la casa, han pasado años y ni ella ni los hermanos se plantean denunciar al padre. Sencillamente unos dejan de tratar con él, asqueados por su comportamiento, y otros limitan el trato a lo estrictamente imprescindible. La chica durante años sufre problemas psicológicos en gran parte derivados de estos abusos, pero no considera que denunciarlos y ver a su padre en la cárcel vaya a beneficiarla a ella en nada. La cuestión principal es poner a las niñas de la familia a buen recaudo del abusador, y en general hacerle el vacío.
2. Chica adolescente víctima de abusos por parte de un hermano algo mayor. Cuando la muchacha se lo cuenta a la madre ésta decide poner distancia de por medio. La manda a ella a estudiar a otra ciudad. En ningún momento se le pasa por la cabeza denunciar a su propio hijo, por razones obvias. La chica tampoco se lo plantea. Con los años el trato entre ellos se normaliza. Únicamente ella muestra algún temor cuando la hija del hermano se empieza a hacer mayor y le deja claro que si se entera alguna vez de que le ha puesto una mano encima a la muchacha lo mata. Que se sepa, no ha vuelto a abusar de ninguna otra menor.
3. Niña víctima de abusos por parte de un familiar discapacitado. Viven en la misma casa y el abusador tiene serios problemas de movilidad. Usa silla de ruedas para desplazarse. Duermen juntos en la misma habitación y por las noches, aunque con dificultad, pasa a la cama de la niña. Ella nunca le ha contado esta historia a la madre ni a nadie de la familia. Por nada del mundo quisiera que se enterasen, puesto que la persona es totalmente dependiente para todo de ellos, y además es muy querida. Tampoco es probable que pueda abusar de nadie más, puesto que tiene esos problemas de movilidad. Cuando la chica se hace mayor y ella misma tiene hijos se limita a mantenerlos lo más alejados posible de esta persona.
He contado lo más escuetamente posible estos casos. En todos ellos hay un factor común: nadie se plantea recurrir a la justicia en ningún momento. Ya he adelantado algunos motivos, pero el fundamental es que la persona que abusa es también querida, si no por la víctima, sí por el resto de la familia. Y nadie quiere ver ni a su padre ni a su hermano ni a su hijo en un banquillo ante un juez, y ni mucho menos, en una prisión. Y ésta es la realidad. Es muy fácil juzgar desde fuera a estas tres familias y condenarlas por no haber denunciado los hechos, algunos de ellos conocidos muchos años después. Yo no los juzgo, y además puedo entender sus razones. Es difícil ponerse en esa situación si no te ha pasado, pero con un ejercicio muy básico de empatía creo que todos podemos imaginar lo que podría suponer en nuestra propia familia algo así.
Por eso estoy defendiendo aquí la postura de Paz Padilla, que es verdad, es una tía que a menudo habla sin filtros, suelta lo primero que se le viene a la cabeza y no piensa en las consecuencias. Pero pese a todas las barbaridades que se han dicho de ella, pienso que es de las pocas personas en esa cadena que, lejos de apuntarse como pollo sin cabeza a todos los carros, hace un esfuerzo real de empatía, de intentar comprender las cosas. de ponerse en la situación del otro.
Ni sé ni me interesa quién fue el abusador de Sofía Cristo. Naturalmente no pienso que un plató de televisión sea el sitio adecuado para informar a tu madre de una cosa tan horrible. Tampoco conozco el vínculo afectivo que la propia Bárbara Rey puede tener con el abusador. Ahora mismo todas las personas de su entorno tienen que estar bajo sospecha, lo cual tampoco tiene que ser agradable. Pero lo más probable es que esto termine en un caso más de cosas que se resuelven en casa. Mucho más si se trata de un miembro de la propia familia. Aunque claro, después de haberlo contado en la tele ante miles de personas ávidas de morbo, igual la cosa se les va de las manos y ya los cerdos estos que viven de remover mierda no paran hasta sonsacarle el nombre de la persona. Vete a saber. En cualquier caso quede constancia aquí de mi apoyo hacia Paz y de mi solidaridad hacia todas las personas que han sufrido alguna vez este tipo de situaciones terribles. Nadie es quién para juzgarlos y tienen todo el derecho del mundo a decidir resolver el conflicto como les parezca oportuno. Sólo faltaría que encima del drama que tienen encima tuvieran que soportar consejitos de mierda de la turba mediática.