viernes, 10 de noviembre de 2017

Opinar, ese peligroso deporte de riesgo

Estoy con mis amigas y una vez más sale a relucir el tema de mi blog y de los problemas que me ocasiona con alguna gente. Un tema recurrente que ya he tratado aquí unas cuantas veces pero sobre el que periódicamente tengo que volver sí o sí porque aún hay gente que se lo toma regulín.

Hace tiempo abrí un post sobre una novela, "El libro de la señorita Buncle", la historia de una dama, habitante de un pequeño pueblo, que escribía un libro en el que retrataba más o menos disimuladamente a sus vecinos y aunque lo hacía bajo pseudónimo y nadie sabía a ciencia cierta quién era la autora, se daba cuenta del lío que había organizado y de la animadversión que había generado a su alrededor. En su momento me sentí totalmente identificada con la señorita Buncle y ése era el "late motiv" de aquel post. Por si alguien no lo leyó y quiere hacerlo ahora paso el enlace:

http://arfondoalaizquierda.blogspot.com.es/2016/04/el-libro-de-la-senorita-buncle-by-d-e.html

Prácticamente todos los escritores, tanto los famosos como los amateurs, tienen ese tipo de problemas. Lo contaba perfectamente también Elvira Lindo en aquella carta abierta que dedicó en El País Semanal a una amiga que había dejado de hablarle después de verse claramente reflejada en un personaje de una de sus novelas. En fin, gajes del oficio.

En mi caso no escribo ficción, sólo artículos de opinión. Para más inri lo hago en mi propio blog, en el que diserto y despotrico de todo lo humano y divino: política, asuntos domésticos, cuestiones estéticas, morales, religiosas, etc. Está claro que entrar en él es totalmente voluntario y que nadie pone una pistola en el pecho a nadie.

Evidentemente yo hago esto porque siento esa necesidad de opinar sobre todo y de escribirlo. A ver, qué le vamos a hacer si tengo alma de tertuliana... aunque haya terminado siendo bibliotecaria. Algún desahogo tenía que tener, y este blog es ese desahogo. Incluso muchos de esos tertulianos que van de tele en tele y de radio en radio tienen aparte su propia página para seguir opinando cuando están tranquilamente en su casita, para que os déis cuenta de hasta qué punto engancha esto de opinar y disertar cuando se tiene tendencia al turboverborreo.

En fin, que es algo que no podemos evitar. Y está claro que no se puede contentar a todo el mundo. Estoy convencida de que hay mucha gente que lee este blog que se siente molesta o defraudada conmigo por mis opiniones políticas o literarias o de lo que sea pero es que esas opiniones son las que son, y de eso se trata, de contarlas, argumentarlas y defenderlas apasionadamente. Y si para alguien son insoportablemente molestas e incluso ofensivas la única solución es que no las lea.

Por otra parte, no dejan de ser opiniones personales, no sentencias, vamos que las opiniones son como el culo, que cada cual tiene el suyo, y tampoco hay que tomarse las mías como algo irrefutable o como palabra divina. Ya sé que si escribiera bajo pseudónimo como la señorita Buncle sería una muchacha bastante más popular entre mis conocidos pero es que en los tiempos que corren en los que mucha gente se esconde en el anonimato para soltar auténticas burradas por las redes, yo prefiero  escribir con mi nombre y apellidos, pase lo que pase y me exponga a lo que me exponga. Hoy en día opinar ha llegado a ser un peligrosísimo deporte de riesgo porque hay muchísima gente que incluso querría meter en la cárcel a quien piensa distinto a él. O verle muerto, que haberlos haylos, que hay mucho loco por ahí.

Aunque parezca una tontería, el tema estético es de los que más soliviantan al personal. Salió a relucir en esta reunión de amigas un reciente post mío sobre la poca propensión de mis compañeras de trabajo al maquillaje y por algunos de sus gustos en el vestir y en el peinado, un post que por lo visto fue bastante controvertido, y a mí eso precisamente es lo que me mola; crear polémica es el principal objetivo de este blog, y cuando lo consigo olé mi pipa. Hombre, lo suyo sería que la controversia ocurriera en el mismo blog pero ya he perdido la esperanza de que la gente se registre aquí y los debates le den vidilla a mis posts. Me conformo con saber que fuera de aquí la gente discute sobre lo que escribo. Menos es nada.

Hoy voy a dar la matraca precisamente con el tema de la indumentaria, y si levanto ampollas mejor que mejor. En este aspecto mis gustos son claros y ampliamente conocidos, y mis fobias también.

Ésta es una ciudad muy provinciana en la que la mayoría de la gente se viste de forma terriblemente aburrida, sin gracia, sin arriesgar nada. La inmensa mayoría preferiría morir antes de ponerse algo que llamara mínimamente la atención. La consigna generalizada es "discreción absoluta, que no me miren dos veces por nada del mundo". Penoso, de verdad. Te vas a una gran urbe, Madrid, Barcelona, Bruselas, Londres, cualquier capital europea, y ves a todo tipo de gente con los looks más variados, pero aquí cualquier cosa que te pongas que se salga de lo "normal" es objeto de pasmo o directamente de espanto. Por ejemplo, si te haces un pequeño tatu (yo me lo he hecho recientemente, hablo por tanto con conocimiento de causa) algunos te dicen que estás loca perdida, tal que si te hubieras tatuado el cuerpo entero, globos oculares incluídos. En esta ciudad a poco que te pongas algo diferente te conviertes en una excéntrica, una rarita, una friki o directamente un espantajo.

Vuelvo a repetir que para gustos colores, y que ésta es solo una opinión, la mía, pero tengo que decir que mi experiencia vital me confirma que las personas que se visten con absoluta discreción y que nunca se salen de lo estrictamente correcto son así en su vida: correctas, discretas, convencionales y en general... poco interesantes. Y a la viceversa, la gente que viste de forma original y divertida suele ser igualmente original y divertida y tener muy poco miedo a lo que piensen los demás, que a mi juicio es una de las cualidades más positivas que puede tener una persona. Me provoca también bastante aversión la gente que siempre está pendiente de lo que piensan los otros. No sé cómo se puede vivir así, la verdad. Yo creo que es por eso por lo que la gran mayoría nunca se pone nada que pueda destacar mínimamente. Ya sabéis, la consigna: NO LLAMAR LA ATENCIÓN.

Tengo que darle la razón a mi amiga la cordobifóbica en que ésta es una ciudad pacata y cateta a más no poder. La gente tiene pánico a señalarse. Se gasta un dineral en ropa absolutamente neutra, que no dice nada y sólo provoca indiferencia, ni fu ni fa ni chicha ni limoná. Cero glamour. Lo mismo daría si llevaran un saco patatas, haría el mismo efecto. Yo creo que a muchos incluso no les importaría llevar uniforme porque así no se complicarían la vida y además estarían perfectamente camuflados entre la muchedumbre. La verdad es que ya lo están, aunque no lo sepan. Y encima consideran una excentricidad cosas tan simples como comprar ropa de segunda mano, mucho más si te ha costado dos duros. Un uso, por cierto, muy común en las ciudades europeas más cosmopolitas, donde los mercadillos y tiendas de segunda mano son muy corrientes y están siempre llenos de gente, pero que en un sitio tan cutre como éste nunca triunfará.

En definitiva, en cuestión de moda una ciudad soporíferamente aburrida, gris, sosa, "esaboría", en la que cosas como llevar los calcetines o las uñas de distintos colores son sinónimo de extravagancia. No te digo ya si te pones el pelo morado o verde. Muérete de pena.

Yo tengo perfectamente asumida mi condición de rarita, incluso la llevo "con orgullo y satisfacción", y por eso precisamente, desde mi posición de friki confesa me puedo permitir criticar la pacatería generalizada. Y si alguien se siente aludido y/o molesto lo tiene fácil, siempre se puede pasar al lado oscuro. Si quiere hasta le puedo prestar alguna cosilla de ésas raritas de dos euros que me compro, que yo soy muy de compartir.

Y por supuesto... bienvenidos al club.

17 comentarios:

  1. ¡Hola Inma!
    Enhorabuena por tu ecléctico estilo. No esperaba menos.
    Yo flipo con los abrigos peluche de colorines...¡son lo puto más! Eso, los lunares y el animal print son mi perdición, así que esta temporada estoy de suerte.
    Como ves, la discreción indumentaria tampoco es lo mío, aunque vivo en una ciudad tan pacata - o más - que Córdoba.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querida amiga, bienvenida al club del glamour creativo.

      Yo tengo un punto más retro. A mí me gusta todo lo setentero: minis con botas de caña alta, pantalones de campana y cosas así.

      Para que te hagas una idea, te comentaré mi última invención: pintarme las uñas con dos puntos de colores. Que visto de otro modo bien podría definirse como lunares en las uñas

      De momento lo tengo poco perfeccionado porque más que lunares parecen manchas de pintauñas pero con el tiempo y los artilugios adecuados sé que lo conseguiré.

      Eliminar
    2. Ah, y otra cosa que me gusta muchísimo son las gorras, las boinas y en general cualquier tipo de complemento para la cabeza.

      Justamente todas esas cosas que mis paisanos no se ponen ni muertos para no llamar la atención.

      Eliminar
  2. Tiene que haber plantillas para eso (para los topos en las uñas, digo). Yo es que soy inútil total para las manipedis... no puedo hacérmelas en casa.
    En cuanto a sombreros, en verano no apeo el panamá, y en invierno el borsalino... las gorras y boinas ya me gustan menos; como que no me veo con ellas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí que hay plantillas para ponerse todo tipo de dibujos en las uñas pero yo prefiero diseñar mis propios puntos.

      Y cambiarlos cuando me dé la gana y ponerlos pacá y pallá según me dé... el punto.

      Jejejejejeje, me ha salido un chistecillo a lo Matías Prats.

      Si es que una es graciosa y no lo puede remediar.

      Eliminar
    2. Por cierto, te cuento mi diseño de los puntos. Me he puesto dos punto, uno verde y otro rojo, como los semáforos. En una mano tengo el verde arriba y en la otra el verde abajo.

      Dudo mucho que pueda encontrar en el mercado algo así. Porque es una idea mía sencillamente.

      Eliminar
  3. Lo de los sombreros y gorras genial, pero lo de los pantalones de campana es uno de los desastres estéticos planetarios que sería de obligado cumplimiento prohibir en cualquier sociedad medianamente cuerda. No obstante, no esperaba menos de Inmaculada. Lo de las minifaldas y botas, supongo que con medidas o leotardos, es muy sensual para los chicos y ciertamente interesante.

    ResponderEliminar
  4. Respuestas
    1. Martínez, discrepo enérgicamente. Los pantalones de campana son un gran hallazgo de la humanidad. Lo que pasa es que hay que saberlos llevar y por supuesto tener un cuerpo apropiado.

      Si le plantas unos pantalones de campana a Soraya Sáenz de Santamaría puede ser para llorar. Pero si se los pone Angelina Jolie o Blanca Suárez quedan del diez.

      Para llevar campanas tienes que estar delgada, tener las piernas finas y alargadas (o alargarlas con tacones altos) y así son una pasada.

      Yo no soy muy alta pero 20 cms de tacones hacen virguerías. Y te puedo asegurar que yo me pongo unas campanas y voy monísima ideal de la muerte. Y me siento además como si fuera la mismísima Angelina Jolie.

      Eliminar
  5. 20 centímetros? Nadie en su sano juicio utiliza semejante calzado terriblemente dañino para los pies, esos milagros que nos permiten deambular de forma bípeda. Ni 10 tampoco. Cuando conocí a mi mujer - ella es muy pequeña - utilizaba tacones comúnmente y poco a poco la fui convenciendo de lo contrario y me hizo caso. Sus pies pasaron de estar muy destrozados a ser una maravilla. Suaves, tiernos, delicados, sin necesidad de desarrollar ninguna zona especialmente dura o rígida, sin sufrir por posiciones forzadas daños irreparables. Salvo en ocasiones concretas, los grandes tacones deberían ser la excepción. La estética debería de tener un límite racional y físico. Me viene a la memoria los corpiños, los moldes que se usaban en Japón para reducir el tamaño de los pies femeninos, más recientemente las terribles fajas de muestras madres que en verano debieron de ser terribles, los rellenos en las mujeres con poco pecho y un sin fin de artilugios que más están vinculados con la tortura que con la estética. Las mujeres y los hombres, lo que tienen que ir es limpios de verdad y a cualquier hora del día espercojados, cosa que ni por asomo sucede. Menos tacones y más higiene, que a muchos y a muchas muy entaconados huelen en verano y en invierno a matraca.

    ResponderEliminar
  6. Y si externamente somos capaces de olerlos qué será internamente. Ni pensarlo pues me da vómito.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajajajaja, tienes por ahí cerca a una con tacones a la que le huelen los pies? Pues yo tengo al guarro de compañero y también le huelen los pies (bueno, y todo lo demás que no son los pies) y no usa tacones. Va a ser que igual el uso de tacones no está directamente relacionado con el olor de pies, jajajajajaja!

      Martínez, tú te imaginas a Audrey Hepburn desayunando delante del escaparate de Tiffanys con zapatos planos? A que no? Pues eso. El glamour es el glamour.

      Quien dice tacones de 20 centímentros dice de 6, no hay que ser tan tiquismiquis. Yo misma con un tacón de 6 centímetros me planto tan ricamente en 1'70, que es una estatura más que adecuada para llevar un bonito pantalón de campana.

      Para presumir hay que sufrir, Martínez, esto es así de toda la vida de Dios. Por eso la gente se hace la cera o se tira horas en la peluquería bajo un secador de pelo, o se perfora la piel para ponerse piercings o se tatúa medio cuerpo. Si no estás dispuesto a sacrificar nada por estar guapo mejor que te pongas un saco de patatas y salgas así a la calle. Es cómodo, ligero, barato y funcional.

      Eliminar
    2. "Si no estás dispuesto a sacrificar nada por estar guapo mejor que te pongas un saco de patatas y salgas así a la calle."

      O sea, la cosa vendría a ser como una especie de batalla entre la fealdad propia de uno y la posibilidad de resultar atractivo sí 'sacrifica' lo suficiente, esto es, la victoria. La gracia, -o la pena, según se mire,- es que hay veces en las que ni el sacrificio más cuantioso logra evitar una derrota catastrófica.

      Eliminar
  7. Tenemos la misma altura. Cuida tus piececillos.

    ResponderEliminar
  8. Cada persona tiene su mentalidad, en las ciudades pequeñas suele predominar la cerrada, pero eso no quiere decir que sean todos subnormales perdidos. Cada uno tiene defectos y virtudes, matices. Sé que es una obviedad pero es por constatar mi opinión.

    Hay muchos lugares de trabajo en los que son muy estrictos con el tema de la indumentaria. Me parece muy mal. De todas formas los hombres tenemos poca posibilidad de variar el atuendo, más los que somos unos (¿vagos sería la palabra?), que nos metemos en cuatro prendas y no salimos de ellas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Otro sosito.

      Pero por diosssss, cómo se puede vivir con tan poco glamour y tan poca gracia?

      Cuatro prendas ni cuatro prendas!

      Tío, sal, cómprate una gorra de colores, unas botas amarillas, no sé, algoooooo!

      Eliminar
    2. Esta primavera me compré unos pantalones estilo hippie en el rastro (creo que más que nada por hacer la gracia, una amiga me dijo que me los probara con las sucesivas risas) y exceptuando ese mismo día no he encontrado otra ocasión para ponermelos (en los bolsillos no se puede meter nada por ejemplo, se cae todo y no abrigan una mierda). Eso no me lo volveré a poner en la vida, ¿en que estaría yo pensando a la hora de decidir emplear 12€ en eso?

      Habrá que admitir que igual lo del glamour de las modas alternativas no irá conmigo, al menos por el momento.

      Eliminar