Hace ya tiempo que no hablo de mis perrillas en el blog. La razón fundamental es que tampoco tenía nada importante que contar. Afortunadamente la vida transcurría con normalidad, ellas ya se habían adaptado a la familia y no había ningún acontecimiento digno de reseñar; todo era maravillosamente cotidiano y armónico.
Hasta hace unos días, concretamente el viernes pasado. El calor había sido abrasador y esa tarde nos habían estado instalando un aparato de aire acondicionado en el salón. Como consecuencia la habitación, que es el hábitat natural de las perrillas, estaba empantanada con las cosas de los operarios, así que tuve que refugiarme con ellas en la cocina, con un calor asfixiante y bochornoso insoportable. Luego, cuando ya anochecía y se pudo pisar por fin la calle, estuvimos paseando mi hija y yo con las nenas y nos sentamos a tomar algo. Entonces nos llegó ese olor a humedad previo a las tormentas y de repente se puso a llover a cántaros, una de esas tormentas de verano que refrescan el ambiente tórrido y que normalmente sientan de maravilla. Por lo menos a las personas; ya a los animales no estoy tan segura, porque la verdad es que lo que sucedió después no sé si atribuirlo a la tormenta o al ruido de los operarios poniendo el aire o al calor que habíamos pasado en la cocina o a todo en su conjunto. El caso es que algo cambió esa noche.
Cuando llegamos a casa me metí en la cocina a preparar la cena y en esto que en la entrada de la casa se monta un rifirrafe entre las perras tremendo, tan tremendo que con el jaleo tiraron al suelo mi bici, que por poco les cae encima y las mata. Las separamos como pudimos pero a partir de ese momento Lola estaba todo el rato al acecho y Bimba muerta de miedo escondiéndose por los rincones. Al menor descuido Lola nos buscaba las vueltas y se abalanzaba sobre Bimba, así que se liaba parda otra vez. Mis hijos y yo no entendíamos nada de lo que estaba pasando. Todo había sucedido tan de repente, tan inesperadamente, que no sabíamos cómo reaccionar. Solo se nos ocurrió separarlas mientras solucionábamos la situación, así que metí a Lola en la cocina y la dejé allí encerrada y Bimba se quedó en el salón, dado que ella es más dependiente de mí y se pone mucho más nerviosa si está sola.
Llamamos a una adiestradora, la chica que me ayudó con el tema de los tirones de Lola, y ella nos estuvo dando algunos consejos de emergencia: que las mantuviéramos separadas, que las ignorásemos por completo y que bajo ningún concepto Lola viera el menor gesto de cariño nuestro hacia Bimba. El diagnóstico de urgencia fue que Lola es claramente dominante y que los mimos y las atenciones que tenemos con Bimba por alguna razón esa noche le habían inflado las narices. Como era finde y estaba fuera de la ciudad quedamos en vernos esta semana para que valorara la situación personalmente.
Así pasamos el fin de semana como buenamente pudimos. Las perras separadas, solo se veían para salir a la calle. Por consejo de la adiestradora le compramos a Lola un bozal para que no pudiera hacerle daño a Bimba. Con todo y con eso ésta entró en modo pánico y cada vez que veía a la otra de lejos se echaba a llorar y se escondía en los sitios más recónditos: detrás de la tele, debajo de las sillas, en los rincones más inaccesibles... Así hemos estado tres días, cada una en una habitación, solo viéndose a la hora del paseo, Lola con el bozal. Cuando las juntábamos en el salón (porque me daba mucha pena que estuviera la pobre pasando calor en la cocina y nosotros juntos y fresquitos en el salón) siempre teníamos a Lola agarrada con la correa. Yo no le veía a la cosa solución y empezaba a pensar que el único remedio iba a ser buscar una familia para Lola y separarlas definitivamente. No veía sostenible a largo plazo un futuro en el que una de mis perras estuviera siempre acojonada y escondiéndose y la otra confinada en la cocina o atada con la correa. Tan deprimida, frustrada y derrotada estaba que incluso había escrito un anuncio y había dejado recado por el barrio para ver si alguien estaba interesado. El anuncio era éste:
BUSCO FAMILIA QUE ACOJA A MI PERRILLA LOLA. ES MUY CARIÑOSA Y JUGUETONA. EL ÚNICO PROBLEMA ES QUE SE LLEVA MUY MAL CON MI OTRA PERRILLA Y A PESAR DE QUE LO HE INTENTADO NO PUEDO TENERLAS JUNTAS.
ME GUSTARÍA QUE SE LA QUEDARA ALGUNA FAMILIA DEL BARRIO PARA PODER TENERLA CERCA Y VERLA.
SI ESTÁIS INTERESADOS O CONOCÉIS A ALGUIEN QUE PUDIERA ESTARLO, POR FAVOR, PONEOS EN CONTACTO CONMIGO.
Y con varias copias de este anuncio llegué ayer a mi casa anímicamente destrozada pero decidida a colgarlo por el barrio porque no veía otra solución a mi problema. Si alguien se pregunta por qué Lola y no Bimba pues por un simple sentido práctico. Bimba es mucho más dependiente de mí, se ha agarrado como un clavo ardiendo y sé que sufriría mucho más si me separara de ella. Lola es mucho más sociable y simpática y le gusta relacionarse con cualquiera, le hace fiestas a todo el mundo y a la gente le gusta mucho más. Mis hijos, por ejemplo, la quieren bastante más que a Bimba, que es taciturna, asustadiza y antipática.
En fin, que con esta moral estaba yo ayer cuando vino a visitarme mi novio. El pobre me había visto tan mal que llevaba estos tres días tragándose vídeos sobre perros agresivos y empapándose de etología canina. Pues bien, llegó a casa, me pidió una raqueta vieja de tenis, y estuvo unos 15 minutos con las perrillas. Me pidió que soltara a Lola y que las dejara que se acercaran y estuvo un rato usando la raqueta como elemento disuasorio-intimidatorio. Una vez que vio que eran capaces de estar cerca sin agredirse me dijo que las dejáramos solas. Yo toda acojonada no me atrevía pero él me aseguró que estaríamos pendientes y que a la menor señal de rifirrafe acudiría raudo a separarlas, pero que no iba a pasar nada.
Y así fue, amigos. Después de tres días de pesadilla, cuando ya creía que no habría más remedio que separar a mis perrillas para siempre, de repente la mano mágica de mi encantador de perros (y por ende, de dueñas de perros) consiguió lo que ninguno de nosotros se había ni atrevido a soñar, que las nenas volvieran a estar juntas y solas con normalidad, cada una a su bola, sin meterse una con la otra, conviviendo en el mismo espacio como buenas hermanas, como de hecho había sido hasta la noche de la tormenta. Ni mis hijos ni yo dábamos crédito. Conforme iban llegando a la casa y viendo a las nenas juntas en el salón, sin bozal ni correa, iban flipando.
Por supuesto no canto victoria, no creo que esté todo resuelto. Puede que en cualquier momento, cuando menos lo esperemos, se vuelva a repetir un episodio violento como el de estos días. Cuando llegue ese momento ya veremos cómo lo afrontamos.
Podría haber encabezado este post con un titular tremendista, hiperglucémico o peliculero del tipo "Salvadas por amor" o "El hombre que susurraba a los perrillos", pero me llama más el tema místico porque de verdad, creía que estaba todo tan perdido y mis esperanzas estaban tan muertas, que solo puedo catalogar lo ocurrido de "Milagro".
Gracias, encantador de perros y de dueñas de perros. Ni en el más optimista de mis sueños pude nunca imaginar que llegara a mi vida alguien como tú. No puedo creer mi buena suerte.
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