lunes, 27 de febrero de 2017

Haters

Leo en El País Semanal el último artículo de Javier Marías cuyo enlace dejaré al final de este post por si alguien está interesado en leerlo completo, y no puedo sino estar de acuerdo al cien por cien con el escritor. El texto se titula "A quién podemos cargarnos hoy?" y va sobre la inexplicable proliferación de polémicas en Internet sobre los asuntos más peregrinos y absurdos.

En este caso lo que llama la atención de Marías es una noticia sobre una portada polémica de la revista Vogue USA en la que aparecen varias modelos de distintas nacionalidades y hechuras pero que ha terminado siendo controvertida por el gesto de una de las modelos, concretamente una de tallas grandes, que tiene una pose distinta a la de sus compañeras.

Así lo relata Marías completamente alucinado:

Dos eran los pecados. Por un lado, la mano y el brazo de una modelo estaban retocados, siendo más largos de lo normal, y, casualmente o no, esa mano es la que coge por la cintura a la modelo “de talla grande, Ashley Graham”. Pero lo imperdonable es que la susodicha Ashley Graham posa de manera levemente distinta que el resto: es la única que, en vez de apoyar una mano en una compañera, la tiene caída, “reposa sobre el muslo y le tapa la cintura”. Ergo: se la obligó a posar así para que pareciera más delgada; ergo: la revista es falaz, discriminatoria e hipócrita, y, lejos de “reivindicar la diversidad de cuerpos”, finge hacerlo y disimula las curvas de Graham. De nada sirvió que ésta asegurara que fue ella quien eligió posar así y que nadie le indicó qué hacer. Twitter siguió vomitando sus vómitos.

En fin, muchos os preguntaréis lo mismo que se pregunta el escritor en su artículo, a saber:

1.  Cómo es posible que haya tanta gente a la que le importe una gilipollez como ésta?

2.  Cómo es posible que estén tan ociosos como para dedicarse a criticar un pego así?

3.  Cómo es posible que hayan mirado la foto tan detalladamente como para percatarse de algo tan nimio?

Yo también me pregunto todo esto. Me cuesta mucho entender a quién le importan este tipo de cosas y cómo hay que estar de la olla para ponerse a mirar con lupa la foto para buscarle algún fallo y despotricar a saco sobre ella. Como no se podía criticar por racista ni por discriminatoria ni por nada políticamente incorrecto puesto que las modelos eran de distintas etnias y constituciones físicas... pues algo había que inventar para ponerla a parir.

Resulta inquietante que haya tanta gente en las redes sociales que se dedica básicamente a buscar cada día algo con lo que meterse y soltar mierda a mansalva. Me refiero al fenómeno de los "haters",  individuos cuya principal ocupación es ésa, además con una saña, una violencia verbal y una agresividad francamente preocupantes.

Hasta aquí lo que le llama la atención y le horroriza a Marías, pero yo voy aún más lejos. A mí también me fascina el efecto que estos odiadores profesionales consiguen en las personas a las que atacan, algunas de las cuales terminan incluso cerrando sus cuentas en las redes solo para huir del acoso. Y me llama la atención porque me resulta incomprensible que a alguien le importe una mierda lo que le pueda decir una panda de desconocidos de los que no sabe nada, salvo que no tienen otra cosa mejor que hacer que soltar chorradas, con frecuencia completamente desquiciadas, por Internet.

A ver, puedo entender la desazón y hasta la desesperación en el tema del acoso a adolescentes, porque se trata de sus propios compañeros, normalmente el acoso en la red es una extensión del que padecen en el mundo real. Además se trata de chavales en pleno crecimiento, que pasan por una etapa en la que la aceptación del grupo es fundamental, y es fácil minar su autoestima y la escasa seguridad en sí mismos que puedan tener. Pero en el caso de personas adultas y ya formadas que son atacadas por absolutos desconocidos que no parecen estar muy bien de la cabeza, me cuesta asimilar que verdaderamente les puedan herir sus críticas y comentarios, por muy ofensivos que pretendan ser. A fin de cuentas no ofende quien quiere sino quien puede. En mi caso por ejemplo es francamente difícil poder ofenderme porque las pocas personas cuya opinión sobre mí realmente me importa jamás actuarían de ese modo, con semejantes virulencia y mala follá.

Hace unos años me movía yo por unos foros en los que se opinaba sobre todo lo divino y lo humano y la verdad es que estaba bastante enganchada a ese sitio. Bueno, pues allí había un sujeto, Uboat era su apodo, que tenía una profunda animadversión hacia mí. La verdad es que ideológicamente estábamos en las antípodas, el tipo era bastante facha y nos embarcábamos en tremendas trifulcas sobre cualquier asunto que se planteara. Normalmente la cosa no pasaba de ser, al menos para mí, un divertido intercambio de pullas, exabruptos y escupitajos virtuales, y nadie salía realmente tocado de estos rifirrafes, que no dejaban de ser un entretenimiento inofensivo.

O al menos eso pensaba yo, hasta que un buen día no sé qué coño le pasó al tío este, si le habría tocado yo la tecla o lo había desquiciado o algo, nunca he sabido qué fue, el caso es que cruzó una línea roja que por entonces en aquel lugar era sagrado. Y lo que hizo fue revelar mis datos personales que hasta ese momento se habían mantenido a buen recaudo. En esos foros todo el mundo intervenía con un nick y se consideraba una falta de elegancia imperdonable y una burrada revelar información personal de los que allí nos movíamos. Bueno, pues el tarado aquel un buen día se levantó con ganas de hacer pupa real y soltó allí mi nombre y apellidos, dónde trabajaba y todo lo que había conseguido saber de mí a través de una amiga común con la que yo me escribía y que también se escribía con él.

Reconozco que aquello me sentó como una patada en la espinilla porque hasta ese momento nuestras broncas se habían limitado a lo virtual y jamás habíamos traspasado esa barrera hacia lo personal pero entonces me di cuenta de que aquel sujeto estaba mucho más pirado de lo que yo creía, y hasta me acojoné pensando que si había saltado esa línea igual podía cualquier día perder la pinza definitivamente y coger el coche, plantarse en la puerta de mi trabajo y arrearme tres puñaladas, porque además el tipo era bastante bruto y agresivo y si su violencia verbal se correspondía con la física desde luego era para preocuparse.

Ésa ha sido la única vez que me ha afectado algo que me hayan soltado por Internet, pero fue porque realmente me di cuenta de que el individuo estaba bastante mal de la cabeza y me entró miedo de verdad de lo que pudiera llegar a hacer. Se veía que estaba muy revuelto contra mí y que lo que quería era hacerme daño de verdad. Pero tal como me entró el cabreo se me fue y, una vez superado el modo pánico, decidí sacar el lado positivo del asunto y aprovechar la coyuntura que me había puesto en bandeja el chiflado para hacer una cosa que ya alguna que otra vez me había planteado, que era salir del anonimato en la red, algo que cada vez me daba más repelús, y empezar a hablar y opinar con mi nombre y apellidos, sin tapujos de ninguna clase. Estaba verdaderamente asqueada de la gente que usaba el anonimato para soltar barbaridades y hasta amenazas que jamás en la vida se hubieran atrevido a decir con su identidad real, y yo quería que quedara claro que no pertenecía a ese tipo de cobardes, como por ejemplo sí era el tarado que había revelado mi nombre.

Así que hice lo que más le podía joder en la vida, que fue empezar a firmar mis intervenciones con mi nombre real. Lo que él había supuesto que iba a ser una gran putada se volvió en su contra porque yo ya me sentí libre para ir con mi identidad por delante y a no ocultarme de nadie mientras que él seguía escudado tras su apodo, porque aunque yo podía haber hecho lo mismo y revelar sus datos me habría parecido muy bajuno e indigno ponerme a su altura. Era mucho mejor darle en las narices convirtiendo en un bien lo que él había pretendido que fuera un mal. Y de paso mataba tres pájaros de un tiro porque hacía algo que yo en el fondo creía que debía haber hecho tiempo atrás, y además lo consideré una victoria dialéctica personal puesto que había conseguido sacar al tipo completamente de sus casillas y que perdiera las formas y las papeletas y le perdí el poco respeto que le tenía como contrincante intelectual. Desde ese día pasó a ser cascarón de huevo total.

A partir de ese momento siempre he escrito en todas partes con mi nombre y apellidos y he despotricado contra toda esa gente que permanece escondida detrás de una identidad ficticia porque no tienen cojones para decir lo que piensan, corderos en la vida real y cobardes acosadores detrás de la pantalla. Y por todo esto digo que aparte de no explicarme, al igual que Javier Marías, cómo es posible que haya gente que dedica su vida a agredir verbalmente de forma sistemática sin sentido ni razón, menos me explico todavía que esa gente pueda ocasionar el menor daño en las personas a las que atacan. Y repito mi pregunta: cómo puede importarle a nadie lo que opine de él o ella un pringado al que no conoce ni le conoce y que, por tanto, no tiene capacidad para ocasionarle ningún perjuicio real? Porque si incomprensible es la figura del "hater", no lo es tanto o más la del "hated"?

Ahí dejo la pregunta y el artículo de Marías por si alguien quiere leerlo:

http://elpaissemanal.elpais.com/columna/javier-marias-cargarnos-hoy/

5 comentarios:

  1. Por una parte hay personas que si no fuera por las redes sociales y el anonimato no podrían comunicarse con nadie por asociales, carecedores de habilidades para la comunicación o la empatía o, simplemente, mala uva.
    Por otro, personas que sólo saben relacionarse con un ambiente bien delimitado de personas conocidas con las que tienen más o menos confianza. Y cuando entrar en la selva del internet y sus foros se sienten como quien pasa por un barrio conflictivo a las 2 de la madrugada.
    Dios los cría y el viento los amontona...

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  2. Me ha encantado conocer esa historia. Has respondido a una duda que tenía enquistada desde que te conocí. Ciertamente, lo que tú haces requiere de mucho coraje. A mí también me gustaría poder tenerlo. Pero me temo que estoy demasiado pirada como para atreverme a dejar el anonimato. Tengo todo un entorno familiar y social (real) que podría verse afectado por el acoso que, muy probablemente, sufriría en caso de expresar mis pareceres y opiniones con mi nombre y apellidos reales. Que te atrevas a exponerte significa que eres una persona muy sana mental, psíquica y emocionalmente.

    O precisamente todo lo contrario. Por qué no.

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    1. Bueno, sana o insana mentalmente, me gusta mucho más hablar desde mi identidad real que escondida detrás de un nick.

      No sé cuál es tu situación peronal pero no se me ocurre ninguna desde la que no se puedan verter opiniones con nombre y apellidos.

      Ni siquiera aunque fueras famosa o tu familia lo fuera. Si no te avegüenzas de lo que piensas o de lo que eres y cómo eres no veo la necesidad de ocultarse en la red.

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  3. Pues esa es la cuestión. He dicho que estoy demasiado pirada. Me avergonzaría que mi familia o mi jefe leyeran las cosas que digo cuando estoy en mi salsa. No son cosas delictivas, pero sí vergonzosas.

    Luego está que no querría herir susceptibilidades. La gente no suele pensar exactamente igual que yo, y pueden existir malentendidos con lo que expreso. Por algo se dice que un pariente escritor es la peor desgracia que le puede ocurrir a una familia.

    En fin, pues eso, que cuánto coraje, hija mía.

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  4. Jajajajaja, sobre susceptibilidades heridas ya he hablado yo por aquí alguna vez.

    Claro que hay gente que se mosquea conmigo y hasta alguna hay que no me ha vuelto a dirigir la palabra pero en general la mayoría de la gente que me conoce y que me quiere asume deportivamente mi incontinencia verbal.

    Y luego creo que se sienten compensados de esos pequeños inconvenientes cuando escribo cosas que sí les gustan.

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