domingo, 23 de agosto de 2015

Catálogo de gilipolleces imposibles de cumplir a las que no hay que hacer ni puto caso.

Últimamente, con esto de la sequía informativa veraniega, como de costumbre la prensa y los telediarios se llenan de consejos sobre todo lo divino y lo humano que únicamente consiguen provocar ansiedad en la mayoría de las personas que se ven incapaces de cumplirlos y, por consiguiente, piensan que les pueden sobrevenir toda clase de males, catástrofes y padecimientos.

Y como yo he sido la primera víctima de algunos de estos consejos demenciales he decidido hacer un catálogo de los más frecuentes para poner sobre aviso a los ingenuos que aún intentan obedientemente llevarlos a cabo, con perdón, como auténticos gilipollas.

En el post de hoy me dedicaré a uno de los casos más flagrantes: cumplir con las dosis recomendadas de crema solar protectora.

Según los expertos la dosis adecuada para todo el cuerpo (preferiblemente de protección solar factor 50 o como poco 30) equivaldría al tamaño de una pelota de golf. Además es conveniente aplicársela cada hora y/o cada vez que te mojes.

Bien, pues yo he hecho un cálculo rápido y un bote standard de crema protectora, a razón de cinco pelotitas de golf al día, dura exactamente eso, un día. Si hablamos de una familia de tres personas, por ejemplo, tendríamos que usar tres envases diarios (y esto choriceando aplicaciones), que supondrían un gasto diario de entre 30 y 100 euros (según la marca del producto), lo que en un mes de vacaciones elevaría la suma de 900 a 3000 euros sólo en protección solar. Alguna economía más o menos media puede sostener ese gasto? NO!

Y ya apaga y vámonos cuando te dicen que de nada sirve aplicarse la protección si no lo haces escrupulosamente en cada milímetro de tu cuerpo, incluídas (agárrate los machos) las orejas y las plantas de los pies!!!!!! Toma ya!!!

Habéis visto alguna vez a una madre en la playa o en la piscina echarle crema a sus hijos en la planta de los pies? Y en los párpados? Y en las orejitas? Ya bastante es que te dejen aplicársela en la espalda y los hombros antes de que te peguen un bufido y salgan a correr como para encima tener que asegurarte de que no te has dejado un solo centímetro sin cubrir. Y ahora que el niño cabroncete se pase todo el día en el agua, que es lo más normal. Y qué haces? Obligarlo a salir cada media hora para echarle otra pelotita de golf de crema?

Así pues, en definitiva, qué consiguen todos estos consejos sobre la protección solar? Ayudar a la gente no, porque nadie puede cumplirlos a rajatabla sin arruinarse. No, lo que consiguen es crear ansiedad, mala conciencia y sentimiento de culpa en las personas. Consiguen que te imagines en un par de años con un pedazo de cáncer de piel como la copa de un pino, o peor aún, que te imagines a tus inocentes hijos. Y que encima te autoinculpes por haber sido un rácano y no haberte echado ni haberles echado a ellos todas las pelotitas de golf por todas las partes cada hora o cada vez que salían del agua.

Consiguen también que no te mojes o te mojes lo mínimo para no tener que aplicarte más pelotitas de golf. Consiguen que sufras. Consiguen que te pases el verano haciéndote reproches y autotachándote de miserable. Consiguen que mires con inquina a aquéllos que ves cumplir a rajatabla con el ritual de la pelotita de golf cada vez que salen del agua. Que los mires mal y que incluso tengas fantasías homicidas.

Y encima, no te lo pierdas, en la última tanda de consejos que estuve leyendo en el Pronto (que, como sabéis, es mi revista favorita) ponía que aunque te metas debajo de una sombrilla y no dejes que te alcance un solo rayo; aunque te tapes hasta el pescuezo, aunque te pongas un burka y no dejes ni un centímetro de tu cuerpo al aire; aunque te sumerjas con un traje de neopreno a dos metros bajo el agua... da igual, las radiaciones te llegan lo mismo porque traspasan las sombrillas, la ropa y el agua.

La única manera de estar libre de peligro es encerrarte en una casa de muros bien gordos a cal y canto y no salir hasta la noche, como los vampiros. Y tampoco, porque resulta que dicen también que la piel tiene memoria y que todos los excesos que hayas cometido de pequeño, cuando ibas a la piscina o a la playa y no salías del agua en todo el día, o cuando te ponías al sol durante horas embadurnada de aceite de zanahoria o de coco, eso se queda ahí ya para siempre y aunque no vuelvas a salir a la luz del día nunca más, ya no hay nada que hacer, estás perdida. Tú y tus hijos y los hijos de tus hijos y toda tu descendencia hasta el fin de los tiempos. Porque la piel tiene una memoria infinita, una memoria hijadeputa que te cagas. Vaya, una memoria que ya la quisiera yo para mí. O igual no, menuda putada acordarte de todo, desbarres incluídos. No, por diosssss!!!

Así pues, qué puedes hacer? Pues sólo una cosa. Ya que estás condenado de todas todas, pasa.  Si te quieres echar crema para no ser socialmente repudiado, échate una de factor cinco o así, que salen mucho más baratas. Y échate la cantidad mínima para disimular ante los talibanes de la protección solar. Nada de pelotita de golf; canica y punto. Ponte una gorra o un sombrero y tus gafas de sol para que vean que no eres un inconsciente que no sabes los peligros que corres, pero no hagas ni una concesión más. Ponte al sol el rato que te dé la gana, y si tu hora favorita es entre las doce y las dos, que son las que por lo visto llaman a gritos al cáncer de piel, ponte y que le den por culo al mundo.

No te machaques, no te flageles, no dejes que te amarguen el verano los putos consejos de los que no tienen otra cosa mejor que hacer durante la sequía informativa estival.  Y tómate unas cuantas cervezas fresquitas brindando en honor de los capullos que se pasan el verano entero aplicándose pelotitas de golf de crema protectora sin saber que están haciendo el imbécil porque no hay manera humana de burlar al temido cáncer de piel si es que viene a por ti.

Que les den. Chin chin.

1 comentario:

  1. Y si encima eres de la gente que va a playas nudistas tienes que añadir un volumen extra a la pelota de golf dependiendo del tamaño que tenga la prenda (se refiere aquí la palabra prenda al bañador, no al animal)

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