Se queja Javier (me permitiré llamarlo así, aunque sé que le horrorizaría este abuso de confianza, porque lo leo todas las semanas y para mí es casi un pariente) de que un director de cine chino-americano (pongamos que sea Ang Lee) quiere hacer una adaptación de un relato suyo y le ha mandado un anteproyecto del guión en el que sale una escena que a Marías le parece de un zafio imperdonable. En un momento de la historia el director chino pone a hablar a una pareja mientras uno de los dos realiza alguna actividad fisiológica "poco erótica" en el baño, no sabemos exactamente cuál.
Y entonces Javier, que confiesa que por lo general le da exactamente igual lo que hagan con sus obras cuando las adaptan al cine, ante esa zafiedad sin igual decide escribir al director chino para pedirle por favor que no incluya esa escena burda y repugnante porque no podría soportar que alguien pudiera pensar que la había escrito él. Madre mía, la cara que se le tuvo que quedar al chino.
En fin, Marías se muestra tremendamente escandalizado ante la idea de que en una pareja, uno de los dos pueda ver al otro no ya defecando, que son palabras mayores, sino sencillamente orinando. Salvo que se sea amante de la coprofilia o de la lluvia dorada ("golden shower", que le dice él)
Cuenta Javier que él siempre con sus parejas ha recurrido a abrir los grifos o encender la maquinilla de afeitar para camuflar los posibles sonidos desagradables derivados de, oh cielos, actos tan poco elegantes y eróticos como mear o cagar.
Bueno, me lo he pasado tan bien leyéndolo que me veo obligada a compartirlo con vosotros.
Pero ante este impactante e inspirado artículo de mi admirado Marías... yo me pregunto, y si pudiera se lo preguntaría a él:
En qué clase de viviendas ha habitado este hombre con sus padres y hermanos, que por lo visto son un porrón, que nunca se haya visto en una situación de emergencia tipo "abreeeeeee, que no puedo máaaaaas?" Sabrá este hombre lo que es vivir cinco, seis o siete miembros de una familia en un piso con un solo cuarto de baño?
Se imaginará Marías que hay personas que a lo largo de su vida conyugal, por lesión o enfermedad o lo que sea, han tenido que terminar limpiándole el culo y lo que no es el culo a su pareja, por muy antierótico que eso puede llegar a ser? Y lo que es aún más increíble: la han seguido queriendo!!!!!
Habrá entrado nuestro héroe alguna vez en un baño en el que su pareja haya hecho de vientre dos minutos antes? Y si lo ha hecho, se le habrá venido la líbido abajo instantáneamente ya para siempre jamás? Porque bueno, aparte del tema visual, ejem ejem... tenemos el tema olores, que de ese asunto podemos charlar ampliamente otro día, si eso.
Qué hará el intrépido Marías ante una emergencia de su pareja si le pilla a él en el baño? La dejará mearse encima con tal de que no lo vea en tan poco agraciada situación? Le pasará una escupidera por una rendija con la promesa de que ella no mire ni huela ni respire?
Habrá visto alguna vez a alguna de sus parejas vomitando compulsivamente por una gastroenteritis de caballo que no te da tiempo ni a moverte del sitio? Porque ya me imagino que por una borrachera fortuita o por una desgraciada resaca es impensable. No creo que se lo pudiera perdonar en la vida.
Sabrá Marías que en la mayoría de los partos las mujeres no estamos precisamente sexis y que sin embargo muchos hombres quieren compartir esa experiencia tan antierótica con sus mujeres? Y conste que en muchos de esos partos al empujar se echa alguna que otra cosa además del feto y la placenta... y no quiero entrar en detalles.
Y lo más fuerte... alguien se imagina una relación larga de pareja, de pongamos 15 0 20 años (de más ni hablemos) en la que cada vez que entres al baño compartido tengas que empezar a encender electrodomésticos ruidosos a las seis de la mañana, a abrir grifos tutiplén, a cantar ópera a voz en grito, con tal de que tu pareja no escuche alguna ventosidad? Y con lo sensible que es el propio Marías con el tema de la contaminación acústica... sería soportable un mundo así, en el que la gente, por ejemplo, pusiera la radio a toda pastilla a cualquier hora del día para que su cónyuge no le oyera mear?
Javier, Javier, hombre de Dios, pero tú en qué mundo vives? La vida en pareja está tan llena de cosas antieróticas!! Para empezar, has olido el aliento de tu pareja alguna vez al despertar? O también pones el despertador diez minutos antes para echarte un colutorio mentolado? Ayyyyy, que no me extrañaría.
Ps. Por si alguien quiere reírse tutiplén y sin complejos, aquí va el artículo al completo:
http://javiermariasblog.wordpress.com/2014/07/13/la-zona-fantasma-13-de-julio-de-2014-en-favor-de-la-ocultacion-natural/
Me quedé tan traumatizada el domingo al leer el artículo de Marías sobre "la ocultación natural" de los actos fisiológicos que he decidido hacer una miniencuesta a mi alrededor por pura curiosidad sociológica, para saber si lo del señor Marías era más o menos normal y la rarita era yo.
ResponderEliminarBueno, pues los resultados son concluyentes: como suponía, el rarito es el señor Marías. El cien por cien de los consultados ha visto con frecuencia orinar a su pareja; lo de defecar más puntualmente, sobre todo en relaciones muy largas.
Lo que sí que no he encontrado es a nadie que conviva con su pareja y que abra el grifo o encienda la maquinilla eléctrica para que no se le oiga hacer sus necesidades. Hombre, en una relación ocasional tal vez, pero en una relación estable no he encontrado absolutamente a nadie.
Por pura curiosidad, cuánto le durarán las parejas al señor Marías?
Muy curiosa su costumbre de comentarse a sí misma...
ResponderEliminarYo en esto me declaro mariasano, sobre todo con el asunto de las aguas mayores. De hecho, entre mi pareja y yo existe el acuerdo tácito de que yo finjo creer que ella no hace caca jamás, y ella me sigue el juego.
Pero debo confesar que una mujer meando me pone a mil. Aunque ojo al detalle: mear en el váter no tiene erotismo alguno; la gracia está en verla hacíendolo en cuclillas, en la calle o en el campo, y de manera más o menos clandestina. Entonces sí que es excitante. Resulta tan animal, tan salvaje, tan natural...
Qué decepción, Kowalski!
ResponderEliminarNunca me hubiera podido imaginar que tú también haces aguas mayores.