Descubrí hace muchos años a Jonathan Franzen a través de una de sus novelas más premiadas, "Las correcciones", y tengo que decir que en su día me impactó muy positivamente, así que cuando acometí la lectura de su nuevo trabajo, "Libertad", ya iba bastante bien predispuesta, a pesar de lo cual ha vuelto a sorprenderme muy favorablemente.
En esta ocasión Franzen vuelve a diseccionar los entresijos de una familia americana, como ya hiciera en "Las correcciones" pero a mi modo de ver, de una forma mucho más profunda. Desde esa familia con sus diferentes generaciones, abuelos, tíos, padres, primos, hijos, nietos... aborda el autor no sólo el mundo de las relaciones familiares, que también, sino además la complejidad de las relaciones de pareja, la amistad, los conflictos políticos y sociales de la América post 11-S, la realidad de la ecología y el medio ambiente, la estupidez colectiva que ha llevado a la actual crisis económica... vamos, que arremete contra todo y no deja títere con cabeza.
Por ahí he leído cosas como que es la primera gran novela del siglo XXI. Tampoco yo leo tanto como para atreverme a confirmar una aseveración tan radical pero desde luego, si no es la primera sí es una de las más grandes muestras de la narrativa contemporánea norteamericana. Por lo menos es lo mejor que he leído en mucho tiempo desde el otro lado del Atlántico, y yo hasta ahí nada más puedo llegar.
Sobre la familia, ese mundo con tantos submundos complejos y desde fuera siempre tan incomprensibles, creo que no se puede decir más. De qué manera nos hacemos daño, generación tras generación, y culpamos a nuestros padres de muchos de los desastres que ocurren en nuestras vidas. Cómo interactuamos en las relaciones paterno-filiales, con nuestras fobias y nuestras filias, con nuestras rencillas eternas, los traumas de la infancia y no tan de la infancia... Lo injustos que podemos llegar a ser durante la juventud y la primera madurez con nuestros progenitores, de qué forma vemos tan clarísimo lo mal que han hecho esto, lo otro y lo de más allá y cómo nos comprometemos con nosotros mismos a hacer todo lo contrario con nuestros hijos, para luego... cagarla y volverla a cagar e iniciar el ciclo una vez más. Así es la vida y así funcionan todas las familias en mayor o menor medida de generación en generación. Y Franzen nos lo presenta de un modo tan nítido, tan real, que una no puede dejar de reconocer en cada una de las páginas del libro a su propia familia o a muchas otras que conoce más o menos de cerca.
Y luego está el otro gran mundo privado: el de la pareja. Y ahí tampoco se queda corto haciendo pupa este señor. Se dice que la letra con sangre entra pero también la sangre entra muchas veces mediante la letra. Al diseccionar el mundo de la pareja a través, sobre todo, del triángulo formado por el matrimonio de Patty y Walter y la presencia constante en sus vidas del intruso Richard Katz, nos da buena cuenta Franzen de la crueldad mórbida que hay detrás de la mayoría de relaciones amorosas. Ahí está el deseo de lo prohibido o de lo ajeno, el desprecio más o menos consciente hacia lo cercano, doméstico y seguro, el papel inevitable de la cotidianeidad en el desgaste del amor, la autoafirmación a través de la traición, el eterno dilema entre fidelidad y lealtad, los pequeños pecados más o menos veniales que van atormentando el devenir de las relaciones largas en las que se mezclan tantos parámetros (amor, hijos, hipoteca...) que es imposible discernir dónde terminan unos y dónde empiezan los otros.
Y por supuesto, las palabras, que pueden matar. Tanto las que se dicen como las que se callan. Qué cruel puede ser el amor tanto en el estruendo como en el silencio. Franzen es un maestro mostrándonos esta dolorosa realidad, no sólo a través de la pareja-trío protagonista sino también de otras colaterales, por ejemplo, la de Joey, el hijo de los Berglund, y su eterna novia Connie y su extraña relación de dependencia sexual adictiva. Si la historia de los padres es complicada, la de Joey es realmente fascinante de principio a fin.
Bueno, y luego está el repaso que le da a la política, la ecología, la corrupción, la economía y la triste realidad social de su país, pero yo ahí ya no voy a entrar porque me interesa mucho más de esta novela el ámbito de la privacidad y porque lo que nos dice sobre los USA tampoco es nada novedoso. Destaca si acaso el buen repaso que le pega a lo que fue la guerra de Irak y la tremenda tajada que muchos sacaron de ella mientras la inmensa mayoría la padecía, y el análisis que hace de la neurosis colectiva que siguió a los atentados de las Torres Gemelas.
Para terminar, recomendar encarecidamente la novela. Creo que es un buen regalo tanto para uno mismo como para los demás. Yo, sin ir más lejos, tengo a una persona cercana a la que se la he prestado con el ferviente deseo de que la lea y la disfrute tanto como yo. Ni que decir tiene que me he pegado un tremendo lote de llorar, sobre todo al final... pero gordo gordo, como hacía mucho tiempo que no lloraba yo con un libro. Si este detalle os anima, no lo dudéis ni un momento. Recordad: Franzen, Jonathan. Libertad.
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