En mi curro hacen cursos constantemente. Algo muy lógico, teniendo en cuenta que esto es una Universidad y lo normal es formar a la gente. Pero para mí un verdadero coñazo porque cada vez que hay nuevo curso tengo que preparar mi cara de póker y mi correspondiente y tajante NO.
Yo no hago cursos básicamente por dos motivos:
1. Porque no necesito más puntos para mi curriculum.
2. Porque no aprendo absolutamente nada.
A estas alturas no tengo plan ninguno de ascender porque he llegado al máximo que puedo alcanzar en mi carrera como personal laboral de Biblioteca. Entiendo que los que tienen intención de promocionarse o los que están en precario y preparan oposiciones para conseguir plaza no tengan más remedio que inflarse a hacer cursos para tener puntos, pero yo por fortuna ya pasé ese momento y actualmente me encuentro en un agradable estado de buena esperanza hacia la reducción horaria por provecta edad.
Por otro lado, como he dicho, la verdad es que no aprendo nada en esos cursos. Yo soy una tía básicamente analógica, totalmente negada para lo digital. En lo único que estoy interesada es en las cosas que en mi día a día forman parte de mi trabajo y de mi ocio. Por eso sé manejarme por redes sociales, por mi blog, por los motores de búsqueda de mi curro y por el sistema de gestión que manejamos. Punto pelota. Todo lo demás que intenten enseñarme es inútil porque va a chocar de pleno con mi mente profundamente analógica.
En los últimos cursos que fui me aburría como una ostra porque en cuanto empezaban a utilizar terminología propia de ese oscuro mundo yo desconectaba de momento y me ponía a buscar grietas en el techo. O a pensar en la lista de la compra. Vamos, como cuando follas sin ganas, más o menos. Pero con la terrible sensación de estar perdiendo mucho más tiempo. Por eso en el momento en que me enteré de que esos cursos no eran obligatorios y que no me quitaban nada del sueldo ni de la productividad por no apuntarme tuve claro que daba por finiquitada mi etapa formalmente formativa.
Porque además si surge algo nuevo que vaya a serme imprescindible en el curro la mejor manera de que yo lo aprenda es que alguien se siente conmigo, me lo explique in person, yo tome las notas convenientes y luego me ponga a practicar como una loca hasta que lo pueda hacer con los ojos cerrados. Después de tantos años he comprobado que ese es el sistema ideal. Y además es rápido y eficaz. Desde luego, los cursos de formación no son para mí. Y aun en el caso de que consiguiera aprender algo si no es de uso diario a los dos días lo he olvidado por completo.
Pero esto, que dicho así suena como muy lógico y razonable, me obliga a tener que pasar siempre por el desagradable trance de decir NO. Y además, decirlo con la suficiente contundencia como para no tener que soportar vanas insistencias.
Mi sistema es sencillo. Cuando vienen a comentarme que va a haber un curso sobre blablablabla, solo al oír la palabra curso y antes de dar lugar a confusiones digo alto y claro: NO.
- Pero este curso podría intere...
- NO.
- Pero es que va sobre...
- NO.
Esto lo tienes que decir mirando fijamente a la persona a los ojos. La rotundidad no entiende de matices ni sutilezas, tampoco de explicaciones.
Y esto lo cuento ahora (aunque creo que ya alguna que otra vez he comentado algo sobre el tema) porque se aproxima nuevo curso en el horizonte, lo noto, lo percibo en el aire, y ya estoy empezando a practicar mi cara de póker y mi fulminante mirada.
Siempre espero (mi estado de buena esperanza en este sentido es perpetuo) que no me vuelvan a preguntar, pero es inútil. Sé que es cuestión de días.
Es lo que hay. Qué pereza, diosssssss!!
¿Cuánto te queda para jubilarte?
ResponderEliminarUfffff, casi mil años.
EliminarEn eso ni pienso.