martes, 7 de diciembre de 2021

Como te lo cuento, hermano, todo es de segunda mano

Hoy estoy muuuuuuuuy contenta.

Me ha parado una chica de mi curro a la entrada:

- Te lo tengo que decir. Me encanta tu ropa. Llevas todos los días cosas superchulas. Qué glamour!

- Ay, muchas gracias. (Me sonrojo levemente)

- Un día tenemos que hablar y me dices dónde encuentras todas esas cosas.

- Claro claro, cuando quieras.

Os podéis imaginar, yo más ancha que larga. Lo cual tampoco es difícil porque soy chiquitilla, la verdad. Lo que pasa es que lo disimulo muy bien con tacones.

En fin, no es por darme pisto, pero este tipo de anécdotas me pasan con bastante frecuencia. Estoy segura de que habrá mucha gente a la que no le guste mi forma de vestir, pero claro, nunca me lo van a decir.  Probablemente rajarán a mis espaldas, como debe hacer toda persona bien educada a la que no se le ha pedido su opinión. 

Sin embargo sí hay mucha otra gente que me dice que le encanta mi ropa. Yo creo que indiferente indiferente no le deja a nadie, que es justamente lo que yo quiero. No hay cosa que me parezca más triste que ir por la vida de absoluto incógnito, sin llamar la atención ni para bien ni para mal. Camuflada entre la muchedumbre grisácea e invisible. Antes muerta!

Por eso siempre he tenido muchos fans entre el colectivo gay, LGTBetc., como se llama ahora. Porque hay muchos a los que les encanta la ropa divertida, los complementos y todas esas cosas que también me gustan a mí. De hecho creo que estéticamente siempre he sido bastante gay. 

La cosa es que a mi manera, en mi pequeño mundo de provincias, tengo un puntito influencer. De hecho en este nuevo curro ya llevo unas cuantas fans, lo que pasa es que ha sido sobre temas puntuales: "dónde te has comprado esas botas tan chulas? Uy qué poncho más bonito, te lo has hecho tú?"  Hasta una alumna me preguntó el otro día por mis pantalones!!  Pero así, directamente decirme que le encanta mi look en general de momento sólo ha sido esta muchacha.

En fin, que me ha hecho feliz. Yo soy muy fácilmente contentable, cualquier cosilla me alegra la pajarilla. Vamos, dicho más finamente, que soy altamente receptiva al halago. Pero al halago desinteresado, que conste. Que me da mucho repelús la gente que te dice cosas bonitas para conseguir algo. Por eso de toda la vida los tíos que me han entrado a base de piropeo barato con fines erótico-festivos no han tenido mucho éxito conmigo.  A los bordes les ha ido bastante mejor. Pero bueno, el halago espontáneo y auténtico, como el de la chica esta, reconozco que hace que me esponje y me entre mucho gustirrinín. Y la muchacha me ha alegrado el día sólo con esa tontería, fíjate. 

Pero a qué viene todo esto? Bueno, pues no es sólo para darme pisto de influencer, aunque sea en petit comité. Es porque la cosa tiene mucho más mérito del que parece. Porqueeeee... 

Tachán tachán! La mayoría de mi ropa la compro de segunda mano y cuesta menos de... tachán tacháaaaaaaan... DOS EUROOOOOOOOOS!

Palabrita. 

Tengo cosas incluso... de medio euro!! Dos prendas por euro. Lo juro. Lo prometo.  Lo puedo demostrar. Bueno, no porque no dispongo de facturas, pero la fama de mi credibilidad y mi honestidad brutal me precede.

Es más, tengo incluso cosas totalmente gratis. Por ejemplo, tengo unos botines que me regaló mi hija cuando volvió de Amsterdam. Allí la gente compra cosas y al irse las deja en los descansillos de los edificios para que quien quiera las coja. Lo hacen incluso con las bicis. Por lo visto es una costumbre muy europea que no sé yo por qué no se extiende por aquí. Bueno, sí, lo sé, porque aquí la gente es supercutre y lo de la segunda mano como que les parece "cosa de pobres". En fin, en este país somos así de gilipollas y de catetos. Bueno, somos no... son. Qué coño! No me pienso incluir en el cutrerismo generalizado.

La cosa es que mi hija se infló de llevarse cosas, y a su vez cuando se fue de allí dejó otras tantas para la gente que llegara nueva al edificio. Y tengo unas cuantas cosas muy guapas de ese viaje, entre ellas mis botines negros de plataforma,  que te mueres de gonitos. Por suerte la niña ha salido a mí en este aspecto y a las dos nos encantan los mercadillos de segunda mano y los rastrillos.  De vez en cuando nos pegamos un homenaje, por menos de 10 euros salimos cargadas de bolsas y nos lo pasamos como las indias. Luego lo que no nos hemos gastado en ropa nos lo gastamos en cervezas, que hay que levantar la hostelería. Lo comío por lo servío, que se dice por mi tierra.

Yo aprendí mucho en mis tiempos de becaria de una amiga con la que iba siempre a la hora de desayunar al mercaíllo del barrio en el que trabajábamos.  La tía era una auténtica crack buscando en los líos de ropa. Era la reina de los relíos!! Siempre encontraba mogollón de cosas chulas. Y muchas que no le quedaban bien a ella me las pasaba a mí. He tenido hasta hace nada unas botas militares de aquellos tiempos, hablo de hace más de 30 años. Y me costaron 80 pesetas de la época!! Que se dice pronto.

Cuando viajo al extranjero mi plan favorito, aparte de comer como una cerda de la gastronomía local, son los mercadillos. Me compré en Londres en el de Notting Hill unas pedazo de botas que las he tenido hasta hace muy poco también. Mis botas de Six pounds. Estaba tan orgullosa de ellas que cuando las tuve que tirar porque ya la piel se caía a pedazos hasta lloré. No miento, lloré. Los tutes que le he pegado yo a esas botas y las marchas que me he tirado con ellas! Todo el mundo me preguntaba dónde las había comprado.  Eran mi tesoro!! Ay, mis botas de Six pounds! Sniffffff!!

En definitiva, amigos, lo mío es la economía circular. Me compro ropa constantemente, incluso asquerosamente. Peeeeeero... tengo mi conciencia tranquila porque no contamino el medio ambiente, reciclo todo y además hago que rule la mercancía. Porque al igual que yo compro muchísima ropa de segunda mano, también dono la mía constantemente. Si no mis armarios reventarían, al ritmo de nuevas adquisiciones que llevo. Compro y dono, dono y compro. Es verdad que no contribuyo demasiado al negocio de la moda, pero encuentro socialmente muy saludable este constante intercambio de bienes muebles. Lo que hoy es mío mañana puede ser tuyo, y lo tuyo mío, y todo de todos.

Y porque todavía no me he metido en el Wallapop y cosas de ésas. Mi hija sí, pero dice que no quiere que yo entre en ese mundillo de intercambio 6.0 porque con el vicio que tengo podría ser fatal para mí. Yo también pienso que bastante tengo con mis tiendecitas vintageras y con mis mercadillos, no quiero abarcar más terreno del que realmente necesito. Dejo esa parcela de negocio para la juventud.

Bueno, pues nada. Igual ya he hablado de esto alguna vez, son ya tantos años que me olvido. En plan modesto blog, me pasa como a Javier Marías, que después de siglos escribiendo artículos en El País sobre todo lo divino y lo humano, nunca recuerda si ha hablado ya de los temas. Seguro que sí habré hablado de esto antes, pero bueno, da igual, si no me acuerdo yo dudo mucho que se acuerde nadie más.

Para terminar, repito, soy altamente sensible al halago. Y creo que con esto pongo el perfecto punto final a este post. 

Por si alguien quiere comentar algo sobre mis faldas, mis botas, mis bolsos, mis pantalones... siempre estoy abierta a todo tipo de opiniones positivas.

Las negativas, como ya he dicho, creo que es de muy mala educación hacerlas públicas.

2 comentarios:

  1. "No hay cosa que me parezca más triste que ir por la vida de absoluto incógnito, sin llamar la atención ni para bien ni para mal."

    "Da igual que hablen bien o mal, lo importante es que hablen".

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    1. Efectivamente. Y antes muerta que sencilla.

      Y nunca se puede decir de este agua no beberé ni este cura no es mi padre.

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