Todo empezó con una rueda de prensa inolvidable.
Periodista: Señora Calvo, cómo explica usted el cambio de opinión del Presidente Sánchez con respecto al delito de rebelión en el juicio del Procès?
Carmen Calvo: Qué cambio de opinión? El Presidente no ha cambiado de opinión en ningún momento.
Periodista: Si quiere se lo leo. En mayo de este año el Presidente dijo que lo que había ocurrido en Cataluña era clarísimamente un delito de rebelión.
C.C.: En mayo dice usted? En mayo Pedro Sánchez no era Presidente. Yo hablo del Presidente del Gobierno.
Periodista (tras un leve momento de estupor e incredulidad): Quiere decir que Pedro Sánchez tiene opiniones diferentes según hable como oposición o como Presidente?
Carmen Calvo en ese instante se limitó a mirar despreciativamente al periodista y a cambiar de tema dejando al tipo pasmado, con la mandíbula descolgada, a la par que a las miles de personas que luego pudieron escuchar en diferido la entrevista.
Hablando de diferidos, creo que desde el finiquito en diferido de Cospedal, alias Doña Finiquito, con los consiguientes memes y sketches a que dio lugar, no se había visto más poca vergüenza y descaro en una rueda de prensa en un intento de explicar a los ciudadanos lo inexplicable.
Lo curioso de esta gente es que ni siquiera se sonroja cuando sueltan estas cosas. Las dicen sin el menor rubor, sin mover una pestaña, sin despeinarse un solo pelo.
No es que yo sintiera mucho respeto antes de esto por Carmen Calvo, más o menos el mismo que me inspira Cospedal desde el principio de los tiempos, siempre me ha parecido una tía falsa y demagoga a más no poder, pero cuando ya se evidencia de esta manera el cinismo y la poca vergüenza de una persona, el poco respeto que se pudiera haber ganado desaparece ipso facto.
Desde entonces la respuesta ominosa de Calvo se ha convertido en un clásico y todos los medios la usan como comodín en las múltiples ocasiones en las que se encuentran ante un cambio descarado de postura del Gobierno o del Presidente. De repente hemos descubierto que Sánchez es uno y varios, como la Santísima Trinidad, ese misterio que tanto nos costaba comprender a los niños de mi generación, aquello de Dios es uno y trino, que tampoco sabíamos muy bien qué coño era eso de trino. Bueno, pues con Sánchez la cuestión se clarifica. Aunque parezca una misma persona es un trampantojo; el de hace unos meses y el actual en realidad son personas distintas que por tanto pueden defender posturas contrapuestas sin que esto suponga incoherencia alguna ni falta de credibilidad.
Esto explicaría muchas cosas. Por ejemplo por qué Sánchez consideraba que si Rajoy no era capaz de aprobar unos Presupuestos tenía la obligación moral de irse y convocar elecciones pero que ahora no lo considere necesario si él no consigue apoyos para los suyos, que parece ser que no los va a conseguir. Es más, que le parezca perfectamente lícito prorrogar de nuevo los Presupuestos aquellos de Rajoy que tanto le costó en su día aprobar y que para Sánchez y su socio Iglesias eran los más antisociales de la historia. Vamos, lo peor de lo peor en Presupuestos.
Bueno, a estas alturas está claro que tendremos Sánchez hasta el día último de la legislatura. Con o sin Presupuestos, con o sin apoyos parlamentarios, con o sin actividad legislativa. Este tipo es un superviviente nato, su principal valía está en su resistencia contra viento y marea y todo lo que no sea resistir le importa un pimiento. Resistir y tener el BOE en sus manos es vencer.
Por si fuera poco lo del uno y trino, lo del desdoblamiento de personalidad del Sánchez de antes de la moción y el de después, ahora tenemos una nueva variante: el Sánchez público y el Sánchez privado. Y así es perfectamente posible que el Presidente diga en el Parlamento que sin ningún género de dudas va a llevar sus Presupuestos al Parlamento para aprobarlos y al mismo tiempo fuentes de La Moncloa (o sea, de Sánchez) digan en privado que no van a arriesgarse a llevar los Presupuestos al Parlamento para chamuscarse innecesariamente con el rechazo mayoritario de la Cámara. Vamos, que tampoco pasa nada si prometes en sede parlamentaria una cosa que no tienes la menor intención de hacer y además mandas a tus esbirros a que así se lo hagan saber a la prensa. Es el cinismo y la poca vergüenza elevados a la enésima potencia.
Hubo un tiempo en el que la credibilidad y la honestidad de los políticos era algo importante, algo que la gente valoraba a la hora de votar. Hoy ya no lo es. Todo el mundo sabe que los políticos mienten como bellacos, mienten más que hablan, los hemos visto pasar por juicios, comisiones de investigación, ruedas de prensa vergonzantes como las de Cospedal o Calvo, dando explicaciones públicas que harían sonrojarse a una cabra... Ya nadie cree en la palabra de un político. El problema es cuando lo de las mentiras y constantes contradicciones se convierte en algo incluso caricaturesco, como ocurre con Sánchez. Ya no es que su palabra no valga un céntimo, es que hay incluso cachondeos al respecto y la gente en los medios y en las redes hace apuestas sobre el tiempo que va a tardar en desdecirse de cada una de sus declaraciones. Nadie da ni un chavo por sus palabras.
Pero todo esta da igual. Sánchez es inteligente y sabe que la gente no le tomará nada de esto en cuenta. La mentira no pasa factura, que se lo digan al PP. Sánchez sabe que bastarán unos cuantos golpes de efecto a base de decretos para que sus votantes olviden que tiene menos palabra que el mudito de Blancanieves y que está dispuesto a cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder, sea mentir una y otra vez, sea aliarse con su peor enemigo (véase las negociaciones y pactos secretos con el PP para nombrar a los vocales del CGPJ, ese mamoneo que ambos partidos llevan 40 años practicando para repartirse y controlar a los jueces a su antojo) o sea lo que sea. Da igual, todo vale. La gente perdonará y olvidará y esos decretazos, que cuando los hacían los otros eran indecentes y hurtaban al Parlamento su labor de fiscalizar al Gobierno, le salvarán. Lo dicen todas las encuestas y desde ya lo digo yo sin temor a equivocarme.
Pero bueno, al menos este post quedará aquí. En plan Memoria Histórica. En plan denuncia de cómo un mentiroso patológico con cara de ángel y espíritu de cínico sinvergüenza puede embaucar a cientos de miles de personas con su deshonestidad brutal.
No es ni mucho menos el primer caso en la historia, ni de España ni de la humanidad, pero es el que más despierta mi estupor. Siendo para mí Aznar el presidente más impresentable, chulo y desvergonzado de la democracia, tengo que decir que éste ha conseguido superarlo. Al menos al otro se le veía en la cara, no engañaba a nadie, su pétrea faz era el puro espejo de su negra y granítica alma. Éste ni eso.