En el número de EPS del día 22 de junio, para mi disgusto casi dedicado en exclusiva al reciente relevo en la Monarquía española, de entre todas las sorpresas desagradables tal vez la mayor fue la que me llevé con Javier Marías, con quien por lo general suelo estar casi al 100% de acuerdo, aunque no en esta ocasión. Pero bueno, no pasa nada, disentir es también interesante y de la discusión razonada e inteligente siempre se puede sacar alguna conclusión.
Dice el señor Marías que, aunque se considera teóricamente republicano, en la práctica le ve muchas ventajas a la actual Monarquía, entre ellas la indiscutible preparación del titular que ostenta el cargo en estos momentos. En efecto, no cabe duda de que es una persona muy preparada, con amplios conocimientos, con seriedad, con capacidad de trabajo, con solvencia, con neutralidad...
El problema es que aunque el chico fuera un zoquete de manual, un radical de extrema derecha o de extrema izquierda, o no tuviera más conocimiento que el justo para llevarse la cuchara a la boca a la hora de comer se nos impondría igualmente, porque la Monarquía se rige por factores hereditarios y no por los méritos probados de la persona. Y si el día de mañana la infanta Leonor, actual heredera, resulta ser una especie de Paris Hilton, de Miley Cirus o de Chabelita Pantoja tendríamos que conformarnos igual y tragar con ella, tanto si nos gusta como si no.
Así pues, para evitar este tipo de riesgos, yo le planteo al señor Marías, al que tanto le preocupa la falta de preparación o el sectarismo de la persona que pueda ocupar ese cargo, otras opciones, que estimo igualmente válidas:
1. Una república presidencialista, al estilo de muchas de las latinoamericanas o del sistema estadounidense, donde existe un jefe de gobierno y punto. De todas formas la Jefatura del estado es una institución casi decorativa, que en el caso de los reyes se limita a sancionar lo que se decide en las Cortes por el pueblo soberano. Por qué no prescindir de esa figura directamente?
2. En el caso de que se deseara mantener de forma simbólica a una persona representativa del país pero con probada neutralidad y preparación, por qué no proponer para el cargo periódicamente a figuras de renombre y de prestigio público reconocido, que habrían de ser votadas por una mayoría amplia en el Parlamento? Por qué no un deportista retirado de reconocimiento mayoritario, un Del Bosque, un Rafa Nadal o un Iker Casillas, que se prestara generosamente para ocupar el puesto en el futuro? Por qué no un intelectual alejado de sectarismos o de posiciones extremas, el mismo señor Marías por ejemplo? O alguien relacionado con el mundo de la filantropía, de las ciencias, de las artes, de la comunicación... alguien respetado y querido mayoritariamente por el pueblo, pero eso sí, a quien se pudiera votar periódicamente y, sobre todo, retirar pacíficamente y sin procedimientos traumáticos si no cumple adecuadamente con sus funciones. Y sobre todo, alguien que no dejara en herencia su cargo a sus descendientes sin que éstos hayan hecho nada para merecer ese nombramiento.
Podría incluso presentarse para el cargo el actual rey, que efectivamente es una persona muy querida y preparada. Estoy segura de que incluso muchos republicanos lo votarían.
Pero nunca como Rey ad aeternum, sino como Jefe de estado, por un periodo de tiempo determinado y sometida siempre su gestión al dictamen de la soberanía popular. Y cuando falle o la cague, a la calle, y que pase el siguiente. No mola esto mucho más? Alguien tiene algo que objetar?