domingo, 26 de mayo de 2013

Pensiones, viejos, jubilaciones: Houston, tenemos un problema.

Pues sí, así es: Houston, tenemos un problema, un enorrrrme y probablemente irresoluble problema.

Y no, el problema no viene de la crisis ni desaparecerá cuando ésta desaparezca, si es que algún día tiene el detalle de desaparecer. El problema es crónico, es sistémico, estructural, el problema es que éste es un país de viejos y cada vez lo será más.

Yo no sé vosotros pero a mí no me cabe ya la menor duda de que los de mi generación jamás nos jubilaremos. O sólo a los 88 años, cuando ya simplemente no podamos tirar de nuestro cuerpos. Y hasta cierto punto me parece lógico. Antes la esperanza de vida estaba en los 73/75 años; si una persona se jubilaba a los 65 tenía por delante 10 o como mucho 15 para disfrutar de su merecida jubilación; hasta ahí el sistema era perfectamente sostenible. Pero ese mismo sistema deja de serlo cuando la esperanza de vida está en los 85 y  bastantes sobrepasan esa edad y llegan casi a los 100. Está claro que no puede haber millones y millones de personas que se tiren entre 20 y 40 años jubiladas. Eso no es asumible y punto.

Qué le vamos a hacer. Durante siglos el hombre soñó con encontrar el elixir de la eterna juventud, incluso de la vida eterna, y ya lo dice el refrán: "cuidado con lo que sueñas, no vaya a ser que se cumpla". El sueño casi se ha cumplido pero al cumplirse se ha tornado en pesadilla.  No es posible un mundo en el que la gente dure y dure y dure como un conejito Duracell, salvo que se decrete la prohibición universal de procrear. Nos quedamos los que estamos y se acabó. Un mundo feliz de gente que vivirá eternamente. Bueno, la distopía que ya unos cuantos visionarios adivinaron hace mucho tiempo.

Viejos que no mueren pero tampoco pueden jubilarse y jóvenes que no pueden incorporarse al mercado laboral porque lo copan los viejos. Y en medio un tejido productivo incapaz de acoger a toda esa inmensa marea de gente que pretende entrar por un lado sin que se produzcan salidas por el otro.

No estoy hablando de algo demasiado lejano. La pirámide poblacional ya hace tiempo que se invirtió y se tornó en un cuenco de arroz chino. Dentro de unos años ya nadie entenderá por qué eso se llama pirámide.  Pero al menos aún no hemos llegado al punto de considerar a los viejos un peligro social y a señalarlos con el dedo como culpables del desastre. Aún no, pero todo llegará. Probablemente llegará con nuestra vejez, o puede que incluso antes. Puede que eso esté ya a la vuelta de la esquina y esta crisis no haga sino acelerarlo.

Millones de viejos decrépitos, con enfermedades crónicas que requieren medicamentos carísimos que tiene que costear el erario público; prótesis de caderas y demás osamenta destrozada; sofisticados aparatos para el oído; sillas de ruedas; camas movibles; grúas para levantar a viejos inmovilizados... Pues sí, el sueño se ha hecho pesadilla real.

 Y cómo nos mirarán????  Qué pensarán de nosotros los jóvenes cuando vean el mundo que les hemos dejado y que encima nuestra sola presencia les imposibilita a ellos trabajar, y si trabajan será a cambio de salarios de mala muerte, la mitad de los cuales se les irán en pagar impuestos para mantener a toda esa caterva de momias vivientes que no hacen otra cosa que consumir productos médicos y ortopédicos tutiplén???

Creéis que nos mirarán con mucho cariño? Nos tratarán con el respeto debido toda la vida de dios a los mayores? Porque claro, ese respeto, cuando los mayores morían a una edad decente, llevadera, racional, se podía pedir, incluso exigir... pero cuando los viejos nunca mueran, cuando éste sea un país básicamente de viejos, enfermos y hechos polvo pero imperecederos, un país que huela a viejo y que suene a puro pellejo... Qué creéis que pasará?

Lo dejo a vuestra imaginación. La mía es demasiado calenturienta y si os contara lo que veo no os iba a gustar.

Siento haberos jodido el día pero es lo que pasa; yo cuando me da por pensar soy un verdadero peligro público.

2 comentarios:

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  2. Yo no tengo problema ninguno. La esperanza de vida en mi familia está muy por debajo de la media: mi madre murió a los 56 y mi padre a los 64. Yo a los 70 no llego ni de coña, así que este post va más que nada para asesorar un poco a los que sí crean que pueden llegar.

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