miércoles, 24 de marzo de 2021

Casamientos y divorcios suelen ser malos negocios

A raíz de mi último post sobre Rociito Carrasco he estado pensando acerca del divorcio, y me gustaría compartir con vosotros el fruto de mis reflexiones.

Básicamente he llegado a la conclusión de que la gente se divorcia como el culo. Y quien dice divorcio dice separación. Existe una incapacidad generalizada de separarse amistosamente. La mayoría de la gente contempla las rupturas amorosas como un fracaso, como una equivocación, y por tanto como algo frustrante.

Yo nunca lo he visto así. Yo lo veo más bien como algo natural. El amor de pareja tiene casi siempre fecha de caducidad. Incluso las parejas eternas estas de abuelillos que se ven por la calle cogidos de la mano, también han padecido ese proceso por el que el amor se convierte en otra cosa, algo entre la amistad, la complicidad, el compañerismo, el cariño fraternal y el interés común. Suelen compartir muchas cosas: familia, hijos, vivienda, viajes, a veces negocios... han construído un proyecto de vida y se sienten más o menos satisfechos en él. Pero lo que es el amor propiamente dicho, ese obnubilamiento, ese enajenamiento, ese cosquilleo, ese constante descubrir al otro, todo eso que se siente cuando se está enamorado, eso desaparece tarde o temprano.

Hay parejas que aceptan esto sin problema y se adaptan a la nueva situación. Si la vida en común es satisfactoria no se plantean cambiar. Incluso aunque puedan enamorarse de otras personas, mantienen relaciones extramatrimoniales pero no rompen su familia porque consideran que el proyecto común es lo más importante. 

Yo soy muy fan de este sistema, la verdad. Creo que sería maravilloso que la gente fuera capaz de hablar de ello abiertamente y aceptar que cuando el amor se ha apagado se puedan mantener relaciones con otras personas sin afectar a la vida familiar. Pero en fin, reconozco que somos muy pocos los que creemos en este tipo de arreglos de convivencia, que suelen estar socialmente muy mal vistos. Lo que sí ha triunfado en la sociedad es una nueva variante relacional: la monogamia sucesiva. La gente opta por estar con una sola persona, pero cuando se desgasta el amor se produce la ruptura y se empieza una nueva relación monógama, y así sucesivamente hasta que se cansan o dan con la persona con la que definitivamente encuentran la estabilidad emocional buscada. No el amor eterno, que eso no existe, sino cierta tranquilidad afectiva que les lleva a plantarse ahí.

Por eso, porque todo esto es perfectamente natural, no entiendo la incapacidad de la gente para asimilar las rupturas amorosas. Por qué hay tan malos rollos, tantas peleas, tanta violencia... como decía Joaquín Sabina, tanto tanto tanto ruido. Creo que habría que educar desde muy pequeños a los niños en la idea del amor como algo libre, que como viene se puede ir y que no pasa nada. Siempre he creído que esto acabaría con buena parte de eso que llaman violencia machista, y que no tiene nada que ver con el machismo sino con esta visión errónea del amor como algo que implica la posesión de la otra persona y que, por tanto, cuando acaba no puede interpretarse sino como una traición, un fracaso y hasta una humillación.

Sigo sin enteder que a estas alturas haya gente que se casa pensando que el amor durará siempre. Es que no miran a su alrededor? Es que no ven cómo las relaciones caducan cada vez en menos tiempo? Es que creen que a lo mejor lo suyo es especial, que van a ser la excepción? 

No se trata de que el amor sea más fuerte, más intenso o más auténtico. Sencillamente ese proceso que lo va transformando en otra cosa llegará y hay que estar preparado para ello y aceptarlo sin dramas ni sufrimientos. Es verdad que con frecuencia es uno de los miembros de la pareja el que agota antes el sentimiento y que esto puede ser doloroso para el otro, pero lo sería mucho menos si estuviera preparado psicológicamente porque lo aceptara como normal.

En fin, como ya he dicho, pienso que educar a nuestros hijos en esta idea haría mucho bien a la sociedad y evitaría cientos de tragediones como el de la amiga Rociito o como el de muchas parejas que conocemos. Acabaría prácticamente de cuajo con la "violencia de género". Nadie sentiría que está en posesión de nadie, ni que le está jodiendo por decirle que se acabó la historia o que se ha enamorado de otra persona. La gente sería mucho más libre y más feliz. Los divorcios traumáticos desaparecerían, nadie usaría a los hijos como moneda de cambio para fastidiar al enemigo, porque no habría enemigo. El proyecto común que son los hijos seguiría siendo común, y los niños no padecerían ni la infelicidad materna ni paterna ni la propia.

Sé que muchos considerarán mi propuesta como una visión flower de la realidad, pero no lo es, en serio. En esta vida todo es cuestión de educación, de concienciación y de resiliencia o adaptación a las circunstancias. No nos hemos acostumbrado en un año a vivir con mascarillas tapando nuestras bocas, con estrictos horarios de salidas y entradas y con normas de relación social que hace año y medio eran impensables? Pues por qué va a ser más difícil esto otro?

Podéis hacer un pequeño esfuerzo creativo e imaginar un mundo así?

martes, 23 de marzo de 2021

Pito pito gorgorito, qué pasa con Rociito?

Vale, lo confieso, me he tragado lo de Rociito.

Sí, soy consumidora de telemierda. Qué pasa? Pero moderada, eh? Es como la comida, tampoco suelo comer de telepizza todos los días, pero de vez en cuando cae, que una no es de piedra, qué coño! 

Y a lo de Rociito no me he podido resistir. Mira que yo Telecirco la piso poco, porque puestos a elegir porquería soy más de Atresmierda. Pero los hijosdeputa de la Fábrica saben cómo tocar las teclas afectivas. Y como es casi imposible que pases por la cadena 5 minutos sin que te atrapen con algún cebo de materia fecal... pos eso, que caí.

En fin, no sé si lo habéis visto. Me imagino que muchos sí, porque el programa inicial tuvo una audiencia brutal. Bueno, para los que hayan conseguido resistirse al consumo de heces telecircenses, se trata de un documental en varios episodios en los que Rociito Carrasco se dedica básicamente a poner a caldo a su ex, Antonio David Flores, y a explicar por qué lleva sin hablar con sus hijos  y con el resto de la familia un montón de años.

La verdad es que, pese al tono teatrero y a la vomitiva cursilería de la banda sonora y del lenguaje usado por la muchacha para referir su historia, lo cierto es que la tía da bastante penita. Por lo visto lleva algo así como 15 años medicándose porque padece un trastorno de ansiedad y depresión en grado máximo, hasta el punto de que hace un año o así intentó suicidarse al saber que su hija iba a convertirse en personaje televisivo participando como defensora de su padre en un reality. Teniendo en cuenta que Rociito se refiere al padre de la criatura como "El Monstruo" se puede entender que la sola idea de ver a su hija en los platós ensalzando al caballero, animándolo y haciéndole la ola tuvo que resultarle insoportable. Y pensar que probablemente hablarían sobre ella y que la niña podría soltar todo tipo de barbaridades debió de ser la puntilla a tantos años de aislamiento, soledad e incomprensión de la gente. Parece ser que después de ese episodio autolítico es cuando decidió hacer esta docuserie, según ella para poder seguir viviendo. Y para dar más énfasis a su intención se tatuó un ave fénix en la espalda. Como veis todo insoportablemente tétrico a la par que histriónico.

La cuestión es que el relato de Rociito viene a ser que su vida se desgració en el momento en el que conoció a este hombre y cometió la gilipollez de irse a vivir con él recién cumplida la mayoría de edad, a pesar de los consejos de su desesperada madre, que estaba horrorizada por esta decisión. La niña es verdad que una lumbrera nunca ha parecido, como casi ningún hijo de famoso por otra parte, que no sé si será porque los padres los crian entre algodones, el caso es que salen casi todos subnormales perdidos. No hay nada más que ver la fauna: Kiko Rivera, Isa Pantoja, la propia Rociito... 

En resumidas cuentas, que el guardia civil la preñó, se casó con él y después de 5 años de relación más o menos tóxica, se divorciaron. Y por lo visto a partir de ahí empieza la peor pesadilla, porque, siempre según su versión de los hechos, el tal Antonio David se dedica a manipular a los niños contra ella, especialmente a la mayor (el pequeño tiene una incapacidad psíquica) y a amenazarla constantemente con quitárselos. De resultas de esta supuesta manipulación la niña al llegar a la adolescencia se lleva a matar con la madre y empieza a maltratarla de palabra y obra, a insultarla e incluso a agredirla físicamente. Vamos, la niña por lo visto era un regalito. Y a los 15 años, tras un altercado de éstos, el padre con to el morro denuncia por malos tratos a Rociito pero cuando ella va a declarar, la policía, que no es tonta, se da cuenta de que el caso era más bien al revés, que quien había sido apalizada era la madre. Bueno, la historia no puede ser más sórdida. No me extraña que la mujer haya tenido que necesitar tratamiento y que esté destrozada totalmente.

Y es aquí, cuando una está flipando con el espectáculo pornoemocional, sin entender muy bien qué hace esta mujer contando todo esto ahí en lugar de intentar solucionar el tema en privado con sus hijos, cuando de repente la cosa deriva, sin saber cómo, en un alegato contra... sí, hijos, sí, otra vez... contra la violencia de género. No, si ya tenía que haberlo visto venir desde el principio, cuando en el plató vi a gente que nunca jamás había visto antes en Telecirco, vamos, periodistas de los supuestamente "serios", de los que tocan otro tipo de vísceras. De pronto la Ministra de Igualdad escribiendo tuits con el hashtag  #yositecreo, periodistas, vividores del corazón, el feminismo tuitero... todos revueltos, hasta el Presidente del Gobierno solidarizándose con esta mujer, por favoooor! Y yo con la mandíbula descolgá.

Espera, vale, hermana, vale, yo sí te creo. Si tú dices que te ha pasado todo eso y que tu divorcio ha sido una pesadilla te creo totalmente. Pero... qué tiene que ver esto exactamente con el género? O sea, lo que esta mujer cuenta no es algo que no hayan vivido exactamente igual miles de hombres que han sido víctimas de ex esposas que, por venganza, despecho o simple maldad, han manipulado a sus hijos contra los padres hasta el punto de que muchas veces consiguen que no quieran verlos ni saber nada de ellos. Es más, este tipo de víctimas suelen ser hombres precisamente porque hasta hace muy poco la mayoría de las custodias se daban a las madres, y eran ellas las que tenían las circunstancias favorables para efectuar un buen lavado de cerebro a la prole. Alienación parental se llama el fenómeno, y está más que estudiado. Y por razones obvias hay muchísimos más hijos que no quieren saber nada de los padres que de las madres.

Cómo han llegado a convertir esta desgraciada historia en un caso de violencia de género es algo que se me escapa por completo. Es más, si hay un caso claro de maltrato es el de la hija a la madre, que está documentado y sentenciado. 3 años de malos tratos por los que la niña tuvo que cumplir una pena de servicios a la comunidad y de arresto domiciliario durante X tiempo. Pero es que además Rociito, un montón de años después del divorcio, interpuso una demanda "en diferido" por violencia de género que fue desestimada por el tribunal. Y lo que cuenta en su testimonio tiene mucho más que ver con el síndrome de alienación parental que con algo relacionado con ser mujer, hombre o alma en pena. Incluso aunque creamos totalmente su testimonio, no se trata de un problema de género sino de maldad, de toxicidad en grado máximo, de utilización abyecta de los hijos... nada que no puedan padecer por igual hombres y mujeres.

En fin, la cuestión es que al tufo habitual de este tipo de programas se unió el hedor inconfundible de la utilización política de la desgracia ajena, y aquello se convirtió en un clamor feminista. Todas con Rociito en un acto de sororidad universal. Jorge Javier Vázquez como juez supremo determinó que Antonio David era un ser indeseable, y al día siguiente Mierdaset rescindió su contrato y anunció a bombo y platillo en el Sálvame que no volvería a trabajar en ningún programa de la casa.

Para quien no conozca el paño, os informo de que esto lo hace Mierdaset cada dos por tres con la gente y luego al cabo de tres semanas los llevan a un Deluxe, les hacen un polígrafo, y vuelven a la cadena sin que nadie se acuerde ya de la expulsión. Esto lo han hecho ya con un montón de gente. Forma parte de una operación de lavado de cara periódico que hacen para contentar a su audiencia, pero la verdad es que nunca han tenido reparo en contar entre sus colaboradores con maltratadores, abusones, violadores, ladrones, yonkis, estafadores e indeseables de todo pelaje. De hecho es que se nutren de esta fauna. Sin ir más lejos han estado grabando este serial durante meses, sabiendo perfectamente lo que estaba relatando Rociito, y en ningún momento ha dejado Antonio David de "trabajar" en la Fábrica. Y no sólo él, también la hija, la mujer y toda la parentela.  Vamos, que les importa un pimiento la moral de sus colaboradores, pero le temen más que una vara verde a las redes sociales y a que los anunciantes les puedan boicotear.

Bueno, peña, nada, que hoy me apetecía un poco de chismorreo basuril, que de todo tiene que haber en la viña del señor, y este blog no podía ser menos. Y tampoco pasa nada por revolcarse un poco en el barro y abandonar por un momento la exquisita pulcritud que me caracteriza. Qué coño!

martes, 9 de marzo de 2021

Machismos muy machistas

Probablemente os habréis enterado del escandalazo de la retransmisión de los Goya por los comentarios  "machistas" que se filtraron acerca de las chicas que pasaban por la alfombra roja. Comentarios del tipo:

- Cucha, ésa está buena, eh?

- La única, porque las demás son esqueletos.

- Jo, pos la Peluso anda que no está buena también!

- Un poco putón verbenero.

- Ésa me la pido.

Claro, probablemente las mujeres que tachan esos comentarios de "machistas" nunca nunca nunca habrán hecho con sus amigas comentarios del tipo:

- El guapo pa mí, el gordito pa ti.

- Jo tía, qué fauna! No hay ni uno que valga la pena.

- Qué asco! Yo a ese no me acerco ni con un palo.

- Cuidado con ese que es mu golfo y a poco que te descuides te la mete doblá.

- Sí, hombre, con el pitufo ése voy a salir yo! Ni loca! Si le saco tres cuartas con tacones!

Naturalmente las tías no hacemos este tipo de comentarios. Las tías somos dulces, finas y muy educadas y jamás decimos groserías ni mucho menos crueldades sobre el aspecto físico de los tíos. Ni sobre sus calvas. Ni sobre sus barrigas. Ni sobre sus looks. Claro que no.

Veo en "Todo es mentira" a la televisiva abogada Montse Suárez  (si os digo que es una rubia requeteoperada que luce un curioso color marrón oscuro fijo que la situais de momento) reconociendo que esos tíos efectivamente son muy machistas pero que a veces las mujeres somos mucho peores. Y como ejemplo se pone a ella misma, víctima del machismo repugnante de miles de féminas que constantemente la critican por sus multioperaciones estéticas de dudoso resultado.

Porque por supuesto decir que esta señora se ha puesto hecha una mamarracha a base de operaciones es muy muy muy machista. No como, por ejemplo, decir que Mickey Rourke o Sylvester Stallone o Kiko Matamoros son unos adefesios producto de cientos de desgraciadas cirugías. Eso ya no es machismo, eso es la pura verdad. Lo de Montse no, lo de Montse es maldad heteropatriarcal de perversas mujeres que en el fondo la envidiamos. Criticar a Michael Jackson por sus poco afortunados cambios de color sí se puede; criticar a Montse porque parece un negro zulú no, porque eso es muy machista.

A ver, amigos, que no digo yo que las mujeres no hayamos sufrido a lo largo del tiempo con especial virulencia las esclavitudes estéticas. Y que no hayamos tenido que aguantar comentarios agradables o  desagradables sobre nuestro aspecto físico por parte de personas a las que no les habíamos pedido su opinión. Eso es cierto, es denunciable y es verdad. Pero no pretendamos que nosotras somos unas pobres angelitas que jamás hemos roto un plato. No, hija, no!

Llevaba razón Montse Suárez en que nosotras podemos ser tan o más crueles que los hombres en nuestras valoraciones estéticas, pero no nos equivoquemos. No es sólo contra otras mujeres; también podemos ser muy hijasdeputa con los hombres.  Yo particularmente he sido toda la vida muy mala en ese aspecto, sobre todo, tengo que confesarlo, con los tíos más bien poco aficionados al agua. Que sí, que los guarros son caso aparte y hay como cierta bula para meterse con ellos, pero vamos, que yo he sido una verdadera víbora. Mala no, lo siguiente.  No hace falta que os recuerde algunas de mis maldades al respecto, porque aquí no me he cortado un pelo y muchos las conocéis, y además tenéis que reconocer que las habéis compartido conmigo de buen grado.

Respecto a los comentarios de los tipos que grababan la gala de los Goya yo creo que si dejamos de dramatizarlo todo hasta el paroxismo, como es costumbre hoy en día, no dejan de ser unas frases desafortunadas entre un grupo de amigos que creían estar hablando  entre ellos, y no en un foro público. Porque nadie habla en los mismos términos en un grupo de amiguetes que en un sitio donde pueden oírte miles de personas.

Y además, para más inri, tengo que reconocer que yo también pienso que la mayoría de tías que pasan por las alfombras rojas están peligrosamente cercanas al raquitismo. Y que Nathy Peluso está bastante buena con sus curvas explosivas. 

Y ya en el colmo de las confesiones, tengo que deciros que yo también uso con frecuencia el término putón. Sin ánimo malicioso, sencillamente en determinados contextos es la forma más sencilla para hacerme entender.

Por ejemplo, si yo le pregunto a mi hija en un probador:

- La falda es demasiado corta. Parezco muy putón?

Bien, pues si le pregunto eso ella me va a entender mucho mejor que si le digo:

- La falda es demasiado corta. Parezco una señora de éstas que están en los polígonos prácticamente desnudas para intercambiar sexo con hombres a cambio de un beneficio económico?

Y es que oye, tú, ahí está el principio de economía del lenguaje, que hay que tenerlo en cuenta también a la hora de opinar sobre las cosas. 

Lo siento mucho, la vida es así, no la he inventado yo.

Ps. Vaaaaaale, esto último es plagio. 

lunes, 8 de marzo de 2021

Déjà vu

Bueno, amigos, pues ya estamos aquí otra vez, tal que el año pasado tal día como hoy. Que si manifestaciones SÍ que si manifestaciones NO. Parece mismamente un "déjà vu", el cuento de nunca acabar. Las mismas discusiones, los mismos argumentos, la mismita demagogia... Aunque, pensándolo bien, para qué vamos a cambiar, si así nos va bien y ya le hemos cogido el gustito, no?

Una vez más termino hasta el coño del feminismo militante. De mujeres que constantemente les dicen a otras mujeres qué tienen que pensar o cómo tienen que actuar o qué tienen que decir o hacer simple y llanamente por el hecho de ser mujeres.

Si eres mujer tienes que pensar como yo, hacer como yo y decir lo que diga yo. Y si no eres una retrógrada, una machista y una insolidaria. Al parecer por el hecho de compartir genitalidad (o género, como lo llaman ellas) hemos de pertenecer a una especie de hermandad universal (sororidad, lo llaman ellas) de pensamiento único y de actitud ante la vida conforme a cierta ortodoxia que han decidido, cómo no, también ellas.

Este año, sin embargo, hay novedades. Las propias dirigentes del movimiento andan enzarzadas unas con otras por distintos aspectos en los que disienten y por los que se lanzan constantes acusaciones a cara de perro. Normal, al final han terminado siendo víctimas de su propia intolerancia, su autoritarismo y su afán por imponer sus criterios.

Andan a la gresca las feministas de toda la vida (Lidia Falcón, Carmen Calvo,y en general la mayoría de las chicas PSOE) con las representantes del movimiento queer (Irene Montero, for example). Éstas, para los que no estéis muy al tanto, son las que consideran el género un constructo social y, por tanto, son partidarias, de la ley de transexualidad que Montero intenta redactar según la cual basta con el deseo de una persona de pertenecer a uno u otro sexo para que sea considerada como tal. A esto se oponen fuertemente las femis de primera generación, porque claro, dicen ellas que con lo que les ha costado luchar por los derechos de las mujeres, qué coño es eso de que ahora pueda venir cualquiera y decir que es mujer porque se siente mujer, y que ya pueda acceder al mundo femenino por la cara, incluídos nuestros baños de chicas, sin tan siquiera pasar por un sencillo examencillo para comprobar hasta qué punto está comprometida con su nuevo género. Unas tachan a otras de tránsfobas, de homófobas y de carcas, y las otras tampoco se quedan cortas en sus lindezas hacia las enemigas, y juran y perjuran que esa ley aberrante sólo verá la luz por encima de sus cadáveres. 

Tampoco es ésta la única discrepancia. Discrepan seriamente también sobre la vía legal de aquella famosa ley del Sí es Sí. Os acordáis? Yo me acuerdo perfectamente porque escribí un post al respecto justo el año pasado. Mientras el virus se iba extendiendo sibilinamente por nuestras calles sin que nos coscáramos, la obsesión de la Ministra de Igualdad era sacar adelante esa ley, a pesar de los informes contrarios de todas las instancias legales que ponían un montón de pegas jurídicas a la susodicha ley tal como estaba redactada. Salieron en masa el día de la manifestación a reivindicar ese Sí es Sí, y esa misma noche nos enteramos de que las cifras de contagios se habían disparado y de que el Gobierno iba a tomar medidas duras. Una semana después estábamos todos confinados en casa y la gente se moría a cascoporro.

No diré ni mucho menos que la pandemia se disparara por las manifestaciones de ese día. Efectivamente hubo muchos otros actos multitudinarios en aquellas fechas, tanto deportivos, como musicales y políticos (el famoso mitin de Vox en el que Ortega Smith tosía como un descosido y contagió a medio partido). Lo que sí creo es que si no hubiera sido por el empecinamiento en celebrar esas manifestaciones el Gobierno quizás hubiera tomado medidas contundentes una semana antes y a lo mejor nos habríamos ahorrado un montón de contagios en todos aquellos eventos locos. Eso ya no lo sabremos nunca. Lo que sabemos a ciencia cierta es que esa misma noche, oh casualidad, supimos que el virus campaba a sus anchas.

Y nada, aquí estamos un año después, casi en las mismas. Quién nos lo iba a decir? Que sí, que ahora tenemos vacunas y parece que se empieza a ver algo de luz en el horizonte. Tampoco imaginábamos en aquellos días que nos íbamos a tirar un año entero de pandemia (y lo que te rondaré, morena). El virus sigue aquí, como sigue la estupidez de muchas y el turbio empeño en uniformarnos a todas hasta convertirnos en una masa de pensamiento, palabra y obra homogéneos y sujetos a la ortodoxia feminista. Lo que no sabemos es a cuál de ellas, si a la de las abuelas o a la de las nietas queer.

Yo, como de costumbre, paso de unas y de otras. No las necesito para saberme con los mismos derechos de cualquier hombre y con las mismas oportunidades. Nací mujer, siempre he hecho lo que me ha dado la gana y nadie me lo ha impedido. Soy independiente, autosufiente y mantengo mi casa y a mi familia con mi trabajo. No me siento ni nunca me he sentido oprimida ni discriminada ni víctima de ningún heteropatriarcado machista. Y me niego a que me representen o a que crean representarme estas señoras cuyas peregrinas trifulcas me importan una hermosa mierda.

Que se maten entre ellas si les place. Coño ya!