martes, 28 de junio de 2022

Creo yo que la bañera explica la vida entera

Estoy viendo una serie bastante chula que aprovecho para recomendar a mi selecto club de seguidores. Se llama "Los Durrell" y va de una familia inglesa, allá por los años 40, que decide trasladarse a la isla griega de Corfú.

Bueno, no hace falta decir que el paisaje y la fotografía son una pasada. Y las aventuras de nuestros amigos Durrell son lo que podríamos definir como "entrañables". La historia está basada en la autobiografía del menor de los hijos, que resultó ser un importante zoólogo y naturalista. No he leído el libro pero promete, a juzgar por la serie.

La cosa es que hay un episodio en el que se celebra el cumpleaños de nuestro amigo naturalista. Y en él se habla de algo que me ha parecido interesante para un post: "el síndrome del hermano menor".

Este síndrome consiste básicamente en que el hermano menor se lleva todas las mierdas. Como que no sale demasiado beneficiado en la vida.

Y yo en el mismo momento en que lo vi identifiqué claramente el fenómeno. Y aprovecho para contar aquí en este blog lo que muchas de las personas que me conocen ya saben, porque esta historia la he contado por activa y por pasiva mil veces entre mis allegados.

Podríamos decir que la infancia de mis hijos es bastante esclarecedora sobre el modo en el que los niños se crían en las familias según su orden de llegada. Y en mi caso hay dos elementos sumamente ilustrativos: la bañera de bebé y los álbumes de fotos.

Empecemos por la primogénita, Julia. Cuando Julia nació no había casa para tantos regalos. Toda la familia y los amigos se volcaron con ella. Lo tuvo todo, todo lo que un bebé de los años 80-90 pudiera desear. Por supuesto no faltó la bañera de patas, ésa que se coloca en la habitación y que se abre y tiene una parte para colocar la toalla, los pañales, el gel, el aceite... etc. Los baños de Julia eran la gran atracción de la familia. Todo el mundo quería asistir y hacerle fotos tutiplén. Ni que decir tiene que hay algo así como 600 álbumes de fotos de la niña en todas las poses y en todas las situaciones. No caben en las estanterías, abres un álbum y las probabilidades de que sea de Julia bebé son del 98 %.

Luego llegó Juan. Muchos años después. Ya para entonces yo tenía otra visión de la vida. No estaba por acumular, era muy pro vida sencilla. Las cosas de Julia las habíamos regalado a otros niños de la familia. Juan fue un niño muy deseado, pero desde una óptica minimalista. La cuestión bañera la solucionamos con uno de esos baños de plástico que se mete en la bañera principal y ahí se remoja el bebé. Vamos, que el niño se bañaba en el cuarto de baño familiar, con su bañerita rosa, con sus patitos de goma, y cuando terminaba el baño tirábamos el agua al desagüe y nos llevábamos al chiquillo a la habitación a echarle su talco, su colonia, sus aceites y sus cositas. Fue un niño feliz, nunca le preocupó no haber tenido bañera con patas. Tampoco nos ha echado nunca en cara el hecho de tener sólo unos diez álbumes de fotos, en comparación con los tropecientosmil de la superbebé Julia. 

Y dos años después llegó mi Luisito. Apareció en nuestras vidas en un momento muy malo. Nos acabábamos de deshacer de la bañerita rosa de Juan y, sinceramente, fue una situación inesperada. Habíamos llenado las estanterías de fotos de los otros niños, ni había bañera ni cosas de bebé. Nos habíamos deshecho de toda cosa que oliera mínimamente a recién nacido. Y nuestra voluntad de volver a rellenar esos espacios con más morralla postnatal era nula. Pero la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. En fin, la cuestión es que Luis nunca tuvo bañera propia. A él desde el minuto cero lo bañamos en el lavabo. Minimalismo nivel Dios. A Luis lo metía yo en el lavabo, y allí lo escamondaba en cero coma. Después le daba dos azotitos en el culete con la toalla puesta (por supuesto nada de toallas de bebé, toalla normal, ni muñequitos ni más tonterismos) y ni pomadas ni talcos ni pollas en vinagre. Por no darle, ni siquiera le daba el pecho. Ya a esas alturas esclavitudes las mínimas. Y ya para fotos no teníamos tiempo, creo que tiene dos miniálbumes. 

Todo esto lo saben mis hijos y no les descubro nada a ellos. Es evidente la diferencia de álbumes de fotos entre la mayor y el pequeño. Y lo de las bañeras es una anécdota familiar bastante celebrada. Sobre todo porque mi Luisillo no es celoso.  Es un tío grande, nunca ha tenido recelos con sus hermanos, más beneficiados en la infancia por su turno neonatal. Es un tipo feliz que sabe que nunca tuvo bañera pero que tampoco le faltó amor.

Igual sabe que lo que se perdió fueron muchos tonterismos de padres novatos. Y que el que se crió de forma más sencilla y natural fue él. Frente al frikismo de los padres primerizos que se gastan el oro y el moro en gilipolleces mil que a fin de cuentas a los niños no les aportan nada. Bueno, vale, intento consolarle un poco con este post. 

Por lo menos que sepa que hay un síndrome, que es el del hijo último. Supongo que al pequeñillo de "Los Durrell" lo bañaban directamente en el abrevadero de los burros. 

Como hoy en día la gente tiene tan pocos hijos muchos pensarán que soy una madre desnaturalizada. La mayoría de mis lectores como mucho han tenido dos hijos, la famosa parejita. Es difícil que me puedan entender. Para saber de lo que hablo quizás sería necesario un nuevo embarazo inesperado y unas ganas más bien tibias de embarcarse en ese caos doméstico que supone la llegada de nuevo bebé.

En fin, no es que quiera justificarme, pero parece que el fenómeno existe. Mi Julia tiene 400.000 fotos de bebé, mi Juanillo la mitad más o menos, y mi repollito feliz tiene como mucho dos. Ella tuvo bañera con patas y anexo para complementos de baño, Juan tuvo bañerita rosa sin patas y sin anexos, y Luis tuvo el lavabo mondo y lirondo.  Y poco bien que se lo pasó pegando patadas en él!

Pequepandis, da igual la bañera que tuviérais o las fotos que os hicimos. Sois meras víctimas del sistema de turnos.  Y de cómo funciona nuestra especie.  Pero el amor no ocupa turno ni lugar.

Joder, que hay especies que matan al primogénito porque lo consideran como de prueba. Ahí Julia habría terminado fatal, pobrecita mía.

domingo, 26 de junio de 2022

Lecturas recomendadas brevemente comentadas (2022)

Queridos amigos, como cada año aquí van mis recomendaciones literarias para este verano.

Como siempre, todos estos libros se pueden encontrar en la Biblioteca de la UCO, aunque en distintas ubicaciones. Así que vamos allá:  

1.  La buena suerte, by Rosa Montero. Pablo Hernando, famoso arquitecto de prestigio internacional, va en un tren camino de Málaga. En un momento dado el tren para en un pueblo perdido llamado Pozonegro (según ella no está inspirado en Pozoblanco, ejem) y Pablo ve un cartel de "Se vende" en una ventana y toma una decisión. Ésta es una historia de personas que intentan dejar atrás el pasado. Es eso posible o siempre nos persiguen nuestros errores? También Rosa aborda la cuestión de la existencia del mal. Existe la maldad sin causa, la maldad en estado puro? Y si esa maldad estuviera en tu propia casa? En fin, ahí lo dejo, hasta aquí puedo contar. Ah, también hay historia de amor. En mi opinión un poco moñas, Rosa Montero tiene un puntito flower que hay que pillarlo. Ella es mucho de creer en el amor, en la bondad del ser humano, en la redención... Si sois lectores de sus columnas en El País Semanal sabréis de qué hablo. Pero bueno, sabe contar historias y engancharte a ellas. Y ésta es una buena historia, que es lo importante. Además, si estás de bajonazo te pega un subidón.

2. Todos quieren a Daisy Jones, by Taylor Jenkins Reid. Años 70, USA. Daisy Jones es una estrella de rock. Los Six son un grupo de rock que tiene como líder, compositor y vocalista a Billy Dunne. Cuando Daisy y los Six cruzan sus caminos se produce una explosión de creatividad pero también de emociones exacerbadas. Ésta es una historia de sexo, drogas y rock and roll, pero también de supervivencia, de batallas perdidas y ganadas, de superación, y también de amor. Narrada en modo documental, a base de los distintos testimonios de los protagonistas, vamos conociendo cómo vivió cada uno de ellos los acontecimientos. Y entre todos esos testimonios el lector se hace una idea más o menos clara de lo que realmente sucedió. Me ha encantado tanto la historia como el modo de contarla. A los amantes del rock les va a flipar porque recoge muy bien el ambiente musical de los 70. Hablando en términos de la época, soy muy grupie de Daisy y los Six. 

3. Simón, by Miqui Otero. Volvemos a España, concretamente a Barcelona. Ésta es la historia de Simón, pero también de su primohermano Rico, de su amiga Estela, de la bella Betty Boop, de sus padres y sus tíos, del bar Baraja y su fauna perpetua, de la Barcelona preolímpica, de la postolímpica y de los atentados de Las Ramblas. Es una historia que se alarga durante más de 30 años y que nos muestra una Barcelona de barrio que los foráneos no conocemos. A lo largo de la vida, aventuras y desventuras de Simón, nos pasearemos por sus calles y sufriremos con los protagonistas. Nuestro héroe, que es en realidad un antihéroe, como si la vida se tratara de una partida de billar llena de carambolas inesperadas, nos guía por calles, azoteas de verano, cocinas cutres o ilustres, librerías de viejo, tiendas de discos...  Otro ejemplar de la factoría Blackie Books, que casi nunca decepciona.

4. La danza de los tulipanes, by Ibon Martín. Va tocando un thriller, no? Éste transcurre en el País Vasco, en un paraje paradisíaco como Gernika y toda la zona de Urdaibai. Una mujer es atropellada por un tren y su muerte aparece en vivo y en directo retransmitida por Facebook. En su mano un tulipán rojo. Y a partir de aquí una serie de crímenes cuyo principal nexo es la firma del tulipán. Mucho suspense, acción y tensión de todo tipo, incluida sexual, como no podía ser menos. También hay bastante "perspectiva de género", empoderamiento femenino y degradación bochornosa de personajes masculinos. Y lo dejo aquí para no despotricar, porque lo cierto es que es una novela entretenida, ligera, que se lee gustosamente, y creo que es recomendable para la gente aficionada al suspense.  Obviando un poco lo del exceso de "perspectiva" se puede leer. Ibon Martín es además escritor de literatura de viajes, así que para los amantes del turismo puede ser un atractivo adicional.

5. Las malas, by Camila Sosa Villada. Nos vamos a Argentina. Camila Sosa es una escritora transexual y en este relato nos cuenta su introducción al mundo de la prostitución ligada al travestismo en el Parque Sarmiento de la Córdoba argentina. Esta es una historia autobiográfica pero también es una reivindicación del colectivo travesti. Sosa nos va relatando retazos de su propia vida y al mismo tiempo homenajea a sus compañeras de fatigas, nos habla de la dureza de sus vidas, del rechazo social, del acoso, del desprecio de sus propios padres, de la hipocresía de una sociedad que de noche las desea y de día les escupe. Especialmente conmovedora la historia de la tía Encarna y el Brillo. Un relato cargado de sentimiento, también de mucho resentimiento, y completamente desolador. Queda mucho por hacer en la normalización de la diversidad y la historia de Camila es el mejor ejemplo de ello. 

6. Cien noches, by Luisgé Martín. Ésta es una novela sobre la infidelidad. Parte de la tesis de que todo el mundo es o ha sido infiel alguna vez, y quien no lo ha sido nunca no es porque sea más virtuoso sino porque no se le ha presentado la oportunidad con la persona adecuada. En fin, yo comparto esta tesis por completo y a mí no me ha descubierto nada que no supiera, pero dejo aquí la recomendación por si alguien tiene interés por el tema. Para mi gusto la historia es demasiado rocambolesca y encima la protagonista me parece  una tremenda petarda, la hostiaría casi todo el tiempo. Sin embargo ha sido Premio Herralde de Novela, y además cuenta con el atractivo de que algunos capítulos, los referentes a informes detectivescos, los han escrito otros autores amigos de Luisgé, como Edurne Portela o Sergio del Molino. En fin, si os da morbillo el tema aquí está. Como la describe el propio autor, es "una novela viajera, promiscua y compartida. Las tres mejores cosas que se puede ser". Ahí queda eso. 

7. Libro de familia, by Galder Reguera.  Nos vamos a Bilbao. Aquí tenemos una novela autobiográfica que empieza tal que así: "mi padre murió el día en que mi madre le dijo que estaba embarazada de mí". Toma ya! A ver quién supera eso.  Para remate de la pera era Nochevieja. Al mismo tiempo que suenan las campanadas y los petardos por toda la ciudad la familia regresa del hospital donde han dejado el cadáver del padre de Galder. Casi medio siglo después el autor siente la necesidad de rendir tributo a la figura de ese hombre desconocido que supo de su existencia sólo durante unas horas. A lo largo de su libro Reguera va desgranando detalles de la historia familiar, cosas que le van contando sus tíos, su madre, que se quedó viuda a los 21 años, con un hijo en el mundo y otro en camino, los amigos de su padre...  En realidad es un homenaje a toda la familia, pero muy principalmente a su madre, por haber sobrevivido a esa etapa terrible de su vida y haber sido capaz de crear una nueva familia. Un relato emotivo y conmovedor de verdad. Tengo una amiga que dice que últimamente sólo le gusta leer novelas de tías. Bueno, pues creo que ésta, escrita por un hombre, blanco, vasco, hetero, y para más inri, encima aficionado al fútbol, le podría gustar. Ahí lo dejo.

8. La mujer que vivió un año en la cama, by Sue Townsend. Una novela ideal en tiempos de pandemia y de confinamientos. Eva se mete en la cama el mismo día en que su marido lleva a sus hijos, mellizos y superdotados, a la Universidad. Entonces se da cuenta de que está muy cansada y se echa a dormir. Cuando despierta descubre que sigue igual de cansada y que está muy a gusto y muy calentita en la cama, así que decide quedarse allí. A partir de este momento el dormitorio de Eva se convierte en escenario principal de la novela, y por él desfilarán marido, hijos, amigos, vecinos, madre, suegra y todo tipo de personajes pintorescos. Una historia surrealista y divertida, a medio camino entre el drama y la comedia, pero con un trasfondo real y un claro mensaje reivindicativo. La escena en la que Eva relata a su marido cómo fueron sus navidades pasadas debería ser de lectura obligada en todo taller feminista que se precie.

9. Perrita Country, by Sara Mesa. Bueno, esto es una delicatessen literaria. Si tenéis amigos perrófilos es el regalo perfecto. El relato de Sara es una delicia, pero es que las ilustraciones de Pablo Amargo son la hostia. El dibujo de la portada es de quitarse el sombrero. Es que el libro estéticamente incluso es un sueño. La historia va de una tía que tiene un gato y decide adoptar a una perrita. El gato se llama El Ujier y la perrita será bautizada como Perrita Country. Y básicamente la protagonista va contando su día a día con ellos. Sencillo y precioso. Sólo puedo decir que me ha encantado. Es muy cortito, se lee en nada, 112 páginas, la mitad ilustraciones. Es apto hasta para la gente que no lee jamás. Morirán de amor los amantes de animales, los que tengan mascotas y los que no. Qué identificada me he sentido con Sara! Y cuánto he visto de su Perrita Country en mi Bimba!! Si ya antes era muy fan de Sara, con esto me ha ganado para siempre.   

10. Los vencejos, by Fernando Aramburu. Ésta es la antítesis de la novela anterior. Nada de buen rollo. Todo es feo, gris, triste, sórdido. Y sin embargo auténtico cien por cien. El protagonista a ratos puede resultar repulsivo y a ratos enternecedor.  Algo tiene en común con la historia de Perrita Country, y es el amor por su perrita Pepa. En eso también me ha tocado el alma, porque ya sabéis de mi amor por mi Bimba. Por lo demás es un tipo que vive solo, odia a su ex en particular y a las mujeres en general, odia a su hermano, aguanta a duras penas a su hijo y sólo se relaciona con su muñeca erótica Tina y con un amigo al que llama Patachula porque perdió una pierna en los atentados del 11-M. Toni ha decidido suicidarse en unos meses. Nos va a ir contando su día a día desde que toma su decisión hasta el gran momento. Lo puedes entender o no, pero seguro que te va a impactar. Para mí una lectura altamente recomendable, sin duda lo mejor que he leído este año. Eso sí, no apta para forofos de la ultracorrección política ni para melindres.  El problema es que ha puesto el nivel demasiado alto. Ahora qué coño leo yo que supere esto? Imposible. Tanto tanto me gustó que le dediqué post aparte. Si estáis interesados os paso el enlace: https://arfondoalaizquierda.blogspot.com/2022/03/recomiendo-los-vencejos-solo-gente-sin.html

11. Violación: una historia de amor, by Joyce Carol Oates. He conseguido por fin superar con este libro el listón tan alto que me puso Aramburu. Ha sido duro porque en el camino he desechado otros cuatro intentos que me parecieron bazofia pura. Os cuento la historia: Teena y su hija de 12 años Bethie vuelven a casa una noche; viven en Niagara Falls (sí, las famosas cataratas) y vienen de una fiesta de celebración del 4 de julio. Teena decide cruzar el parque en lugar de volver a casa por las calles que lo rodean, mucho más transitadas. Esa decisión determinará el resto de sus vidas. En el parque son abordadas por un grupo de gamberros, borrachos y drogados hasta las trancas. Bethie consigue escapar y esconderse bajo unas canoas, desde las que oirá aterrada cómo esa jauría de animales enloquecidos viola a su madre y la apalea hasta dejarla medio muerta, desangrándose en un cobertizo. Nada que ver con lo de la famosa "Manada" de Navarra, por si alguien piensa que la cosa va por ahí. La historia es... horrible no, lo siguiente. Pero tiene un punto de ingenuidad verdaderamente enternecedor. Es dura, pero es muy cortita y se lee en cuatro horas. Puedo testimoniarlo porque es lo que yo tardé en leerla en una madrugada insomne. Dato importante: no pude apagar la luz hasta terminarla. Ahí lo dejo.

12. El mundo en que viví, by Ilse Losa. Alemania, período entre guerras. La escritora nos cuenta cómo era la vida en esa Alemania en la que se estaba gestando la gran tragedia a través de los ojos de Rose, una niña judía que vive en un pequeño pueblo.  Rose es el alter ego de Ilse Losa, que aunque vive en Portugal y escribe en portugués, nació y vivió su infancia en esa misma Alemania hasta que el ascenso al poder de Hitler la obligó a huir.  La niña, y más tarde la joven Rose, ve cómo su país se convierte poco a poco en un lugar hostil para ella y para su gente. El sentimiento de humillación del país tras la guerra, el paro, la miseria, la inflación, la progresiva demonización del pueblo judío como responsable de todos los males, el envilecimiento de la sociedad, todo eso es perfectamente recogido en esa mirada infantil que es capaz de percibir los cambios sociales, aunque sin poder descifrarlos. Una historia sobrecogedora, y bastante acojonante, sobre todo por los preocupantes signos que parecen repetirse en nuestros días. No conviene olvidar la historia porque siempre hay riesgo de revivirla. Muy tierna y muy recomendable.

13.  No sé, by Barbara Abel. Nos vamos a Francia. Intriga a tope. Una niña de seis años desaparece en el bosque durante una excursión escolar. La niña es encontrada poco después por las fuerzas policiales, pero quien no aparece es la profesora que salió a buscarla. Cuando la chiquilla es interrogada  por el paradero de la maestra sólo repite constantemente dos palabras: "no sé". Poco a poco vamos descubriendo el nexo entre ambas, que podría explicar la extraña actitud de la niña.  Ésta es una lectura de ésas que no puedes soltar, de las que no despegas los ojos del libro mientras remueves los espaguetis con la otra mano. Suspense máximo. No es una obra de arte de la literatura pero para los amantes de la novela detectivesca es ideal.

14. Niágara, by Joyce Carol Oates. Qué bien escribe esta mujer! No me extraña que sea una de las eternas candidatas al Nobel. Aquí nos cuenta la historia de una familia en el entorno de las cataratas del Niágara. Ya de por sí el marco es atrayente, esas cascadas que atraen a tantísimo turista y también a tantísimo suicida. De hecho así empieza la historia, con una desaparición y un posterior suicidio. Años 50. Una pareja de recién casados pasa su luna de miel en Niagara Falls, la ciudad de las cataratas. Recordáis a Marilyn Monroe en la película del mismo nombre? Bueno, pues nada que ver, salvo el entorno. Tenemos a una recién casada viuda que no entiende nada de lo que le está pasando. Y a partir de ese inquietante comienzo, Oates nos va a ir mostrando la historia de una familia cuya vida girará en torno a la leyenda de ese río y de esos rápidos que tan sugestivos nos parecen. 712 páginas sin desperdicio. No se leen, se beben. Ideal para largas noches de insomnio.

15. La mala hija, by Carla Cerati. Nos mudamos a Italia, concretamente a Milán. Éste es un relato con tintes autobiográficos sobre las tensas y complejas relaciones entre una fotógrafa (probablemente la propia Cerati) y su madre. Una historia que me ha impresionado bastante, sobre todo en lo que se refiere a la etapa juvenil de la autora, porque no deja de hablar de lo complicadas que son en general las relaciones entre madres e hijas. En su día escribí un post inspirado en este libro. Sin embargo la narración se centra sobre todo en los últimos años de la señora, ya enferma y dependiente, y de los ambivalentes sentimientos de la hija hacia ella: irritación, compasión, amor, rencor, incomprensión, ternura... Es una novela muy de mujeres, muy de cuidadoras, aunque creo que de un modo u otro todos nos podemos sentir identificados.  Cada vez hay más hombres que también cuidan de sus padres ancianos o dependientes. Posiblemente también ellos se verán reflejados en esta historia.

16.  Los días del abandono, by Elena Ferrante. Una tarde, mientras recogen la mesa, Mario anuncia a Olga que la abandona. Tras 20 años de matrimonio y dos hijos, a punto de cumplir los 40. Pocos días después ella se entera de que hay otra mujer.  Todo un clásico. A partir de ahí comienza una etapa de deterioro moral y físico, que la va llevando poco a poco hacia la locura y la autodestrucción. Incapaz de asumir la ruptura y el abandono, Olga se adentra en un infierno personal en el que se va hundiendo poco a poco, perdiendo por completo la dignidad y la autoestima. Es un relato demoledor y muy duro, sin atisbo de complacencia ni pudor.  Leyéndolo me reafirmo en mi convicción de que una de las cosas básicas que deberían enseñarse a los niños desde pequeños es a no depender emocionalmente de nadie y a aceptar las rupturas amorosas como algo natural, que forma parte de la vida.  No suponen ningún fracaso personal ni hay que ir buscando culpas ni culpables. El amor de pareja es perecedero, tiene fecha de caducidad, no está garantizado de por vida y termina cuando termina. Nos evitaríamos mucho sufrimiento inútil, muchos gritos y llantinas, muchas depresiones, muchos suicidios, mucha violencia y muchas idas de olla de éstas que terminan en tragedias de telediario. Aprender a entender correctamente cómo funcionan las relaciones amorosas debería ser asignatura obligatoria en las escuelas. En fin, no recomiendo esta lectura a nadie que esté atravesando una ruptura o lo haya hecho recientemente.  Aunque tampoco creo que tenga muchas ganas.

Y bueno, amigos, esto es lo que ha dado el año de sí en cuestión de lectura. Con esta interesante recomendación ya me despido hasta el año que viene.

Buen verano a todos y felices lecturas.

domingo, 12 de junio de 2022

Lo digo en prosa y en verso, qué hago con mi viceverso?

 -Vas a salir esta noche?

- Hombre, mamá, eso ni se pregunta! Tengo 22 años,  hay que aprovechar la juventud.

- Pos a ver a la hora que llegamos.

- Mira, mamá, este cuerpo perfecto esculpido duramente en el gimnasio tiene que lucirse, disfrutar y ser disfrutado por las nenitas.

- No tienes tú cuento ni na!

- Mamá, mis amigos y yo somos esa clase de tíos que entramos en la discoteca y se hace la luz. De repente todo el mundo calla para vernos pasar.

- Sí, vamos, que os rompéis de guapos todos.

- Mira una foto del grupo, a ver si esto no es para romper la pana.

- Sí, muy guapos todos, y muy cachas. Vamos, lo que viene siendo una panda de viceversos con muchas horas de gimnasio encima.

- Pero bueno, el resultado compensa. Luego las titis responden. Menos algunos que tienen parienta, los pobres, los demás tenemos a nuestra disposición un público femenino interminable. Además, tenemos especialidades.

- No me digas.

- Sí, mira X. Mira qué carita. Éste es especialista en nenas de 18 a 20, algunas incluso más jóvenes. 1'94 de estatura física y humana.

- La verdad es que sí, que es guapete el chaval, para mi gusto demasiado cara de niño. Pos que tenga cuidao con lo de los 18 y que pida siempre el DNI para asegurarse.

- Se le tiran las adolescentes encima, mamá, te lo prometo. Se lo quieren comer vivo, tiene que pasarse la vida "que me dehe, que me dehe", quitándoselas de encima.

- Qué cruz, pobrecillo!

- Y mira Y. Éste es especialista en señoras de 30 y 40. También lo devoran. Qué te parece? Te mola, eh? No mientas.

- Yo ya estoy en la cuarta edad para esto, pero sí, reconozco que está bastante bien. Y parece mayor de 30. Igual si me pilla con diez años menos no le haría ascos.

- Que no le harías ascoooooos?? Mamáaaaaá, que se le tiran encima las señoraaaaaas! Ellas a él, no al revés!

- Bueno, yo siempre he sido sujeto pasivo en esto de la ceremonia del cortejo. Yo nunca le he entrado a un tío, me parece una ordinariez. Y tú qué especialidad tienes, mocito feliz?

- Yo soy de amplio espectro, como los buenos antibióticos. Mi público es mayoritario y de todas las edades. 

- Y tú eres de los que entran o de los que te entran?

- No, no, a mí me gusta ser sujeto activo. Eso de esperar pacientemente no va conmigo. Y además tengo una estrategia infalible.

- A ver, cuenta cuenta.

- Yo llego y les digo: "Ves este cuerpo? Pues podría ser tuyo si quieres durante un rato. Pero date prisa, que hay cola".

- Lavirrrrgeeeeeen! Y eso cuela?

- Joer si cuela! Mamá, aquí donde me ves soy un dios del amor.

- Madre mía, cómo ha degenerao la película! A mí me llega un tío y me suelta eso y no le doy ni la hora.

- Tú eres una rejervía, mamá. Y una estrecha. Las muchachas de ahora están mucho más abiertas al humor y al amor.

- Madre míaaaaaaa! Menos mal que esto se cura con los años. 

- Piensa, mamá, que tienes un hijo ampliamente deseado por las mujeres, un cuerpo nacido para el pecado.

- Vale, Adonis, pero ahora vete a la cocina a lavar tu plato, que está allí muerto de risa esperándote, antes de salir a la calle a ofrecer tu cuerpo apolíneo a las nenitas.

- Mamá, eres el anticlímax hecho mujer.

- A la cocina!!

- Bruja!!

jueves, 9 de junio de 2022

Juro que estoy hasta el mismo de tanto puritanismo.

Ayer me dijeron que soy una veletilla, porque cada vez que voto, cuando me decido a hacerlo, voto a un partido diferente. Carezco de algo que se llama "fidelidad de voto". Esto me lo dijo alguien que se jacta de haber votado toda la vida siempre al mismo partido, que por lo visto parece que es una gran virtud. En fin!

A lo largo de mi vida ciertamente he votado muchas opciones, siempre de izquierdas, incluyendo al PSOE, o bien no he votado. Últimamente ésta es la tónica general, no suelo votar desde hace años. Para mí es mucho más importante la fidelidad a mis ideas que la fidelidad a un partido, motivo por el que nunca he militado en ninguno. Puedo haber cambiado de opinión en algunas cosas, algo que creo positivo. La gente que se aferra a una opinión y no está abierta a cambiarla me parece fanática. Esos que dicen "no me vas a hacer cambiar de opinión". Bueno, ni lo pretendo, sólo estamos hablando. Pero tampoco tiene nada de malo que si mis argumentos te convencen cambies tu opinión sobre algún tema. El pensamiento debe de ser libre y flexible siempre. Aferrarte a convicciones como si fueran un clavo ardiendo tampoco es muy sano mentalmente que digamos.

Esto viene a cuento de que últimamente he estado discutiendo sobre el tema de la abolición de la prostitución. A ver, que todos estamos de acuerdo en que no nos gusta la prostitución. Nadie quiere tener una hija puta ni un hijo puto o putero. Eso es evidente. Y nadie va a discutir que la educación en valores puede ir poco a poco cambiando la realidad hasta que llegue un momento en que a nadie se le ocurra demandar sexo de pago. Pero hoy por hoy esto no es así, desgraciadamente. Hay demanda, bastante además, y mucha oferta para satisfacerla. Así que hay dos alternativas: prohibir o regular.  Yo siempre he sido partidaria de regular y nunca de prohibir. No me gustan las prohibiciones, y menos en materia de sexo.

Recuerdo cuando yo votaba a la izquierda porque para mí era sinónimo de libertad, liberad sin ira libertad. En cambio la derecha era retrógrada y quería imponer sus ideas y sus dogmas a toda costa. Esa era mi realidad y lo ha sido hasta hace muy poco. Pero hoy en día las cosas han cambiado bastante y el puritanismo ya no hace distingos. La derecha sigue siendo bastante retrógrada y dogmática, pero es que la izquierda se ha vuelto casi peor. 

Mi lema con respecto a las mujeres siempre ha sido el de toda la vida de Dios de la izquierda: "nosotras parimos, nosotras decidimos".  Y eso servía igual para todo tipo de decisiones: tener o no tener hijos, follar o no follar, abortar, donar óvulos, etc. Mi cuerpo es mi cuerpo y yo decido sobre todo lo que tenga que ver con él. La derecha por supuesto siempre ha negado esta forma de ver la vida. Ni aborto ni eutanasia ni sexo fuera del matrimonio ni nada de nada. Dios decide por ti. Pero actualmente se da el caso curioso de que la izquierda se muestra partidaria de que las mujeres decidamos sobre nuestros cuerpos, pero sólo en los temas que a ellos les parecen bien, concretamente en el caso del aborto o la eutanasia. Ya si lo que quieres es follar y cobrar por ello eso no lo decides tú, eso ya lo decide el Estado. El Estado decide que eso no puedes hacerlo. O si quieres prestar tu cuerpo para llevar en él el hijo de otra persona (gestación subrogada) tampoco puedes. También deciden otros que no, que ni de coña.

Yo en el tema de la libertad de decisión sobre el propio cuerpo sólo he tenido dudas sobre una cosa: la gestación subrogada, que en un principio me causaba cierto rechazo moral. Cambié de opinión simplemente leyendo y escuchando a mujeres que se habían prestado a ello y defendían su decisión con uñas y dientes.  Y ahí es cuando me planteé que quién soy yo para decirle a una tía que no preste durante unos meses su vientre a modo de incubadora a cambio de poder ofrecer a sus hijos y a su familia una buena vida, una buena vivienda, una buena educación, lo que sea... O directamente porque a ella le dé la gana, sin tener que dar más explicaciones. Si a ti te llega Ricky Martin y te ofrece esa posibilidad a cambio de un pastizal y tú prefieres hacer eso porque en unos meses vas a sacar mucho más dinero que deslomándote fregando escaleras durante toda tu vida, quién soy yo para decirte que no lo hagas?

Y que no me digan que eso es como donar un riñón a cambio de dinero, que es el argumentario habitual y rancio de los detractores, tanto de derechas como de izquierdas. Nadie se está desprendiendo de ningún órgano para venderlo, ni tampoco está vendiendo niños. Lo único que hacen es ofrecer una capacidad, la de gestar, para que un embrión de otra persona, pueda crecer en su interior. Si decides prestarte a ello eres como una incubadora humana, dado que hoy por hoy la ciencia aún no ha encontrado la manera de que un embrión se desarrolle en una incubadora artificial. Es exactamente el mismo caso de ofrecer tus servicios sexuales a cambio de dinero. Quiénes somos los demás para decirte a ti que tienes que vivir trabajando como una mula en el campo o limpiando culos de abuelos a cambio de un sueldo miserable si tú sabes que puedes ganar cien veces más haciendo otra cosa que para ti no supone ningún problema ni moral ni de ninguna clase.

Que yo personalmente no lo haría? Bueno, y? Por que yo no quiera hacerlo te tengo que prohibir a ti que lo hagas? Obviamente no hablamos de proxenetismo ni de trata de personas, que eso es otra historia y ya hoy por hoy es ilegal. Hablamos de decisiones personales y totalmente voluntarias. Hablamos de cómo quiere cada cual ganarse la vida. 

Respecto a los vientres de alquiler... mucha gente dice que ahí está la adopción para las personas que no pueden tener hijos por sí mismos. Pero todos sabemos que una adopción es un proceso muy difícil y costoso. Puede durar años y ser completamente agotador. Y eso si puedes optar, porque hay muchos países que no permiten la adopción en solitario o de parejas no heterosexuales. Por qué tienes que obligar a la gente a pasar por eso si prefieren un proceso mucho más rápido y seguro? Otra cosa es que para que no haya abusos se regulen bien las cosas. Por ejemplo, poner un límite de veces que una mujer puede ofrecerse para hacerlo. Dos veces como máximo, un suponer.

En definitiva, que cambié de parecer al respecto escuchando a las verdaderas protagonistas de estas historias. Del mismo modo que sobre el tema de la prostitución pienso que a quien hay que escuchar es a las personas que se dedican a ella libremente, que están organizadas en asociaciones y que tienen unas reivindicaciones muy claras. Piden una regulación de su oficio, precisamente para sentirse más seguras y con más protección por parte de las administraciones. Pero no, las abolicionistas prefieren diseñar ellas las leyes sobre la prostitución sin contar con las prostitutas. A mí qué me importa lo que tú opines de tu trabajo, desgraciada? Ya estoy yo aquí para decirte lo que tienes que hacer con tu cuerpo. Despotismo ilustrado, todo pa las putas pero sin las putas.

Ya puestos por qué no prohibimos también los matrimonios por interés, que no dejan de ser una forma de prostitución?  Si una tía de 30 años quiere casarse con un viejo rico de 80 para no tener que currar en su vida cuando cobre la herencia del viejo, eso es o no es prostitución? No es un intercambio monetario-sexual? O un tío de 30 con un viejo o una vieja de 80, lo mismo digo.  

Ya tanto se les va la pinza que querían meter también el porno en el abolicionismo. El porno como otra forma de trabajo sexual, que es lo que es. Al final se han echado para atrás pero hasta una diputada de la CUP (de la CUP na menos, esos grandes liberales!!) les tuvo que decir en el Parlamento que dónde iban con la braga al hombro, que la gente es perfectamente capaz de distinguir entre fantasías sexuales y realidad, y que dejen el porno en paz. Ya sólo falta eso, que se metan también en los deseos más íntimos de la gente!

En fin, quién se hubiera imaginado hace 40 años que la izquierda iba a ser la que se planteara prohibir el porno???? Era impensable!! Que actualmente el feminismo sea lo más parecido que hay al puritanismo victoriano era algo que nadie se podía imaginar en los años 80. 

Pues sí, amigos, eso se ha convertido en realidad. Hoy por hoy la cosa más parecida a una monja del Opus es una radfem. La única diferencia es que lo que para una es pecado para la otra es "violencia sexual". Pero por lo demás, la misma intolerancia y la misma ranciedad. 

Como librepensadora y libreescribidora me resulta imposible hoy por hoy votar a ningún partido de izquierdas. Los de derechas están descartados desde siempre. El único partido que actualmente respeta la libertad de las personas para decidir sobre sus cuerpos en todos los ámbitos (aborto, eutanasia, prostitución y gestación subrogada) es Ciudadanos, y curiosamente está moribundo. Por eso los pienso votar en las próximas elecciones, porque tienen escasas posibilidades de defraudarme teniendo en cuenta el planchazo que les espera y porque además son los únicos que no van vendiendo moralina, ni religiosa ni feminista, que es que está ya una hasta el mismísimo de puritanos, puritanas y puritanes.

Libertad libertad sin ira libertad, ayer, hoy, mañana y siempre.

lunes, 6 de junio de 2022

Tanto chonis como pijas, todas hemos sido hijas

Estoy leyendo un libro que me está removiendo un montón por dentro. "La mala hija", de Carla Cerati. No, no lo busquéis en las librerías porque no es una novedad editorial, es de los 90. Cerati es una famosa fotógrafa italiana, y el libro tiene claros tintes autobiográficos. La propia autora lo reconoce con estas palabras: "Supone un gran dolor divulgar la vida de una madre, y resulta perverso revelar sus errores. Por qué lo hago entonces?"

Yo he hablado otras veces de mi madre en este blog. Como sabéis, ella murió bastante joven, a los 56 años. Últimamente además la nombro con frecuencia, porque he escrito algunos posts sobre cosas personales de mi pasado, y naturalmente es inevitable que ella salga a relucir. También me gusta hacerlo, porque creo que ella revive cada vez que la nombro, y de alguna manera la inmortalizo y se la presento a aquéllos que no la conocieron.  A mí eso me reconforta.

En fin, la cuestión es que estaba yo tan ricamente en la piscina refocilándome y leyendo la historia de Cerati y su madre y me estaba sintiendo totalmente identificada, sobre todo en lo que a su etapa de juventud se refiere. Qué complicadas son las relaciones entre madres e hijas! Es que es todo un mundo! Yo, que he sido hija y luego he sido madre de hija, puedo decir que es un tipo de relación de las más complejas que existen. De hecho en mi biblio hay un montón de libros al respecto y últimamente he estado hojeando algunos de ellos. Ni siquiera sabía que tanta gente había escrito sobre el tema.  Pues sí, lo creáis o no, es casi un género literario.

Y allí mismo, en la piscina, completamente sola y con el moquillo colgando por la emoción, decidí que tenía que escribir este post. Y casi que lo escribí mentalmente en el momento, entre remojón y remojón. Y lo hice como si hablara con ella, como me hubiera gustado hablarle si la hubiera tenido delante.

Cuando mi madre murió yo era una locadelcoño que no hacía más que gilipolleces, y me consta que ella se fue muy preocupada por mí. Creo que era su principal preocupación en aquellos tiempos, probablemente se fue pensando que yo iba cuesta abajo sin frenos y que nunca levantaría cabeza. Pienso que hoy se sentiría orgullosa de mí, de cómo conseguí al final salir adelante, contra todo pronóstico. Y si pudiera ver a sus nietos, sobre todo a su niña, su chiquitina, su Julia, su primera nieta, ahora convertida en doctora, dando clases en la Universidad. La nieta de un celador y una auxiliar de enfermería!!

Para ella esas cosas eran importantes. Porque mi madre, creo que ya lo he contado otras veces, era una "señoritinga". Procedía de una buena familia, una familia con posibles. Su padre era un señor importante y ella se relacionaba con lo más granaíto de la ciudad.  No era de la aristocracia local ni mucho menos, pero tenían criada en casa y vivían con desahogo. En unos tiempos en los que mucha gente pasaba penalidades. Sin embargo descendió de categoría social rápidamente cuando decidió casarse con mi padre, que procedía de una familia bastante humilde.  Todo un clásico, Ligia Helena, la cándida niña de la sociedad se ha fugado con un trompetista de la vecindad.  El ascensor social pero para abajo. Y así fue como esa muchacha de buena familia terminó viviendo en un barrio obrero, el Sector Sur, en un piso de alquiler de protección oficial, cargada de hijos y con un marido que trabajaba de sol a sol para mantener a la familia. Un descenso a los infiernos. Porque seamos claros, el amor siempre se rompe de tanto usarlo o de tan poco, pero cuando se rompe es muy duro verte lavando pañales a mano en una pila, limpiando vomitonas de bebés y pasando sola el día en un barrio del extrarradio, tú que vienes del centro y que no habías lavado ni unas bragas en tu vida, esperando a que tu marido pluriempleado llegue de currar a las diez de la noche y después de cenar lo que le hayas preparado se vaya a la cama muerto para madrugar al día siguiente. Planazo!

En fin, mi madre cayó en depresión con semejante panorama, y sólo levantó cabeza cuando nosotros fuimos un poquito mayores y volvió a trabajar, cuando abrieron el ambulatorio del Sector Sur. Y ella se plantaba su uniforme y volvía a ser persona.  Y volvía a tener en casa servicio para atender las labores domésticas y cuidar de los niños mientras ella trabajaba. En el Sector Sur, en nuestro bloque de protección oficial, lleno de señoras que se pasaban la vida en el portal charlando, y digámoslo claro, chismorreando de las otras vecinas, mi madre era la única que trabajaba fuera de casa, que tenía asistenta-niñera y que nunca tenía tiempo para charlar con las vecinas. Vamos, la pija, la "señorita". 

Bueno, de todo esto ya he hablado otras veces en el blog. Mi madre es un tema bastante recurrente para mí. Pero esto iba más de las relaciones entre madres e hijas. Y de eso concretamente no sé si habré hablado alguna vez. En todo caso, si lo he hecho debe de hacer mil años.

Como la madre de Cerati y como muchas de vuestras madres, la mía era una mujer conservadora. Nacional-católica, de la sección femenina, como todas las de su generación. Para ella la religión era su guía espiritual y bajo sus dogmas creó e intentó educar a su familia. Pero nosotros le salimos rana desde el minuto cero. Ni uno entró por el aro. Claro que yo era la mayor y renegué de la religión desde que tuve el mínimo uso de razón, justo cuando salí del colegio de monjas y entré en el instituto. No he vuelto a entrar en una iglesia desde entonces, ni de casualidad. Fue un rechazo tan brutal que era pasar por delante de un templo y cruzar de acera, no se me fuera a pegar algo malo. No he entrado nunca jamás a las ceremonias religiosas, siempre espero en el bar de enfrente, cerveza en mano. Lo primero que estudio cuando me invitan a una ceremonia religiosa es los bares de los alrededores. Esa soy yo. Y mis hermanos siguieron mis pasos. Mi madre siempre pensó que yo les había comido la cabeza, pero vamos, tampoco hizo mucha falta. 

En fin, madre ultracatólica, hija atea. Es exactamente el patrón que relata Carla Cerati. Cómo te relacionas con una madre que cree en el pecado mortal y que te mira como si fueras el vivo retrato de ese pecado mortal? Que no es que no te quiera, es sencillamente que no sabe de dónde has salido y qué errores habrá ella cometido para que tú hayas salido así. Sé que a muchas de vosotras os suena esta historia. 

Hace unos días leí un artículo de Juan Soto Ivars, una de las mentes más lúcidas que actualmente escriben en prensa.  Copio el enlace por si alguien está interesado. *

Hablaba de la cantidad de gente joven que actualmente vota a partidos de derechas, y muy concretamente a Vox. Lo explicaba como una especie de reacción contra los padres y contra ese tufo "progre" que actualmente lo invade todo. Habla de la rebeldía de la juventud, de cómo "lo natural" es precisamente reaccionar contra lo establecido, y hoy en día lo establecido es esa cierta progresía vacua que nos toca un poco las pelotas a muchos, y más a la gente joven. Cuenta el caso (yo no lo conocía) de la hija de Almudena Grandes y Luis García Montero, que resulta que les ha salido de la Falange. En casa del herrero...  

Pero claro, a mí no me cuesta entender eso. Porque yo hice exactamente lo mismo con mis padres. Como ellos eran conservadores y  muy religiosos yo me declaré a los 16 años atea y comunista prosoviética. Sí, lo sé, hoy resulta patético, pero es que eso era lo que más les podía joder. Igualmente cantaba a todas horas a voz en grito canciones que les escandalizasen al máximo, las de grupos como "La polla récord" o "Las vulpes". Os podéis imaginar el horror de mi pobre madre católica apostólica romana escuchando a su hija adolescente cantar "Me gusta seeeeer una zorraaaaaaaaa".  Una de mis aficiones favoritas era esa, escandalizar a mis padres y llevarlos al paroxismo. Más de una vez mi padre me zampó una hostia, pero conmigo eso era contraproducente total porque lo que hacía era cantar más alto.  Un regalito de hija, vamos.

Ayyyyy, cuánto me gustaría poder hablar con mi madre ahora!  Envidio mucho a mis primas y a mis amigas que tienen madres de su edad (la Juana tendría ahora 84) y hablan y se cuentan las cosas. Esa sabiduría de la vejez. No envidio, en cambio, a las que tienen a sus madres completamente idas o inmovilizadas, en fin... en esos casos doy gracias por no tener que verla así. 

Mi madre, de todas formas, experimentó un proceso mental e ideológico alucinante. Ella, la ultracatólica niña bien de familia pija, residente en el centro y con servicio doméstico... casada con un empleado de familia humilde... con el tiempo evolucionó de una forma brutal. Le sale una primogénita rebelde hasta el infinito y más allá, atea y bolchevique ... y luego lo peor de lo peor, le sale para rematar la faena un hijo "maricón".

Y ése fue el punto de inflexión. Porque al principio, cuando supo lo de mi hermano, lo llevó a terapia para ver si le cambiaban al muchacho la tendencia. Era lo que se estilaba por aquella época. Hoy en día es muy escandaloso todo esto, pero entonces era lo común. Si tu hijo te salía maricón tenías que intentar curarlo. Mis padres por supuesto lo intentaron, aunque con escaso éxito. El niño siguió siendo como era.

Y ahí fue cuando salió la Juana de España. Porque mientras su marido era incapaz de asimilar que su único hijo varón era homosexual, Juana la Grande se reinventó a sí misma como defensora de los derechos del colectivo LGTBI, y cuando vio que su hijo estaba sumido en una profunda depresión le dijo tal que así: "Tú lo que tienes que hacer es vivir como te dé la gana, y pasar de todo el mundo. Que digan lo que digan y que piensen lo que piensen". Pues sí, amigos, esa señora educada en el nacional-catolicismo, de la sección femenina, que había llevado a su hijo a terapias conductistas para ver si se reconvertía en macho ibérico de pro, terminó reivindicando como la que más la liberación sexual, y si cabía, incluso el libertinaje.

Lo que no consiga un hijo!

Mi madre fue pionera en las reivindicaciones del colectivo gay. De señorita bien pasó a mujer de empleado pobre, y de mujer de empleado pobre a trabajadora de la sanidad pública, y de ahí a activista de los derechos LGTBI (aunque entonces esas siglas no existían, naturalmente). 

Supo evolucionar y sobre todo, supo aceptar que la vida había cambiado. Y como casi todas las madres, apostó sobre todo por sus hijos. Fueran como fueran. No fuimos los hijos ideales con los que siempre soñó pero nos quiso como si lo hubiéramos sido.

Y volvemos a las relaciones entre madres e hijas. Yo fui durante muchos años muy crítica con mi madre, como Cerati con la suya. Para mí no dejaba de ser una señora pija que no tenía nada que ver conmigo. Yo era comunista prosoviética y defensora del amor libre.  Me hubiera encantado ser lesbiana sólo por ir de la mano con mi novia y darle por culo, palabrita. Pero bueno, bastante tenía de todas formas con saber que me acostaba con mi novio, que tomaba pastillas anticonceptivas, que pasaba un huevo de todas sus creencias y que no pensaba pisar jamás una iglesia ni a punta de navaja.

Yo no me cortaba ni un pelo al contarle todas estas cosas. La mayoría de mis amigas engañaban a sus madres constantemente pero yo no. Yo siempre iba con la cruda verdad por delante. Me parecía hipócrita mentir sobre lo que pensaba o hacía, pero además, las cosas como son, me gustaba provocarla y hacerle pupita. De hecho la amenacé claramente con quedarme preñá si no me llevaba al médico a recetarme pastillas anticonceptivas. Y la pobrecita mía, con toda la vergüenza, tuvo que llevarme al gine del ambulatorio donde ella misma trabajaba a pedirle que le recetaran pastillas a su hija de 16 años.  Ahí, con su compañera enfermera empapándose de todo el paño y probablemente contándoselo a todas las demás. Hoy en día esto es lo más normal del mundo, pero entonces fue una tortura china para ella.

Yo no fui mala hija, como Cerati; yo fui la peor. Digámoslo claro, una hijadeputa de manual. Me habría merecido tener una hija igual de mala que me hubiera puteado como yo hice con ella. Un karma como la copa un pino. Bueno, pues no fue así. Encima tuve suerte y me salió una bendita. Buena, estudiosa, obediente, trabajadora... 

No empecé a entender y a respetar a mi madre hasta que murió mi hermano. Ése es el sufrimiento más grande que una persona puede padecer. Por desgracia en mi familia se ha repetido. También mis tíos perdieron a su hijo unos años después, y más recientemente mi hermana y mi cuñao perdieron a mi sobrina. Presenciar de cerca un dolor tan demoledor lo cambia todo. Verla descender a los infiernos, convertirse en un alma en pena, ser testigo de su calvario, de su duelo inmenso, hizo que por fin olvidara nuestras diferencias y consiguiera ver a la persona que había ahí, herida de muerte. Qué pena que tuviera que pasar algo así para que yo aprendiera a quererla como se merecía!

A los dos años le hice el mayor regalo que pude hacerle, Julia. Mi hija fue la que la devolvió a la vida y la que consiguió que volviera a sonreir. Recuperó sus ganas de vivir, prácticamente se volcó entera en su crianza. Volvió a sacar el árbol de Navidad y las figuritas del Belén, se pasaba horas jugando con ella, contándole cuentos... Por desgracia su felicidad fue efímera, porque al poco tiempo le diagnosticaron el cáncer y además perdió la vista por una enfermedad degenerativa en la mácula. Murió casi ciega y a mí me dejó más perdida que el barco el arroz. En aquellos momentos yo la necesitaba más que nunca, y ella lo sabía, sabía que me dejaba muy sola.

Por eso me regaló a mi Juanillo. Me devolvió el regalo que yo le había hecho años antes con Julia. Ya he contado otras veces que siempre he tenido claro que fue ella quien me envió ese inesperado presente. De hecho vino al mundo justo dos horas después de cumplirse el año de la muerte de mi madre. Sabéis que no soy una persona creyente, pero nunca he tenido la menor duda de que parte de la energía que ella liberó al morir se transformó en la energía que mi cuerpo necesitaba para engendrar a mi hijo. No digo que tuviera nada que ver con Dios, fue la naturaleza, fue como una transfusión de energía de madre a hija. Fue como si me dijera: "me voy pero no te voy a dejar sola, te dejo parte de mí". Por eso Juan se llama como ella. Siempre dice que se alegra de no haber sido niña porque sabe perfectamente que le hubiera puesto Juana. Y así hubiera sido.

En fin, ya estoy otra vez con el moco colgando. Que bueno, que tenía que escribirle este post a mi madre. Que me he sentido muy identificada con Carla Cerati y con su historia. No hace falta que diga que estará entre mis recomendaciones literarias de este año.

Y un último consejo a las que aún tenéis a vuestras madres: disfrutad al máximo de ellas, no les racanéeis ni un abrazo, dadles todos los besos que nosotras, las huérfanas, no podemos darle ya a las nuestras, y vivid el presente a tope. Porque luego, cuando se van, ya no tiene remedio.

*  https://www.elconfidencial.com/cultura/2022-05-29/vuestros-hijos-fachas-hay-mas-jovenes-reaccionarios_3432534/


viernes, 3 de junio de 2022

Lo confieso, mi pensión me hace mu poca ilusión

Tengo una compañera en el curro que está en proceso de prejubilación, y ahora mismo está como muy pillada con el tema. La cosa es que no ve el momento la mujer. Normal, yo probablemente estaría igual en su lugar. Cuando ves algo tan al alcance de la mano... pues ya vives en un sinvivir.

Total, que a la muchacha le anima hablar del tema. Y claro, viene a preguntarme que yo cuántos años llevo cotizados y que si sé cuándo podría prejubilarme, que si tal que si cual. 

A mí es que me da la risa cuando la gente me pregunta estas cosas. Porque es que ni me las he planteado en la vida ni me las pienso plantear. Es que yo ni siquiera tengo claro que vaya a llegar a la edad de jubilación. O que no me vaya a jubilar antes de tiempo, como les pasó a mis padres, porque me dé un yuyu raro o algo. Vamos, es que pensar en algo que podría o no pasar dentro de un montón de años está fuera de mi filosofía vital.

Claro, se lo digo tal que así, con toda sinceridad, y la colega se queda como un poco a cuadros. Vosotros, los que me conocéis, ya sabéis cómo funciono yo mentalmente pero a mucha gente le choca que le digas que no tienes planes de futuro más allá de pasao mañana.

Como la veo muy ojiplática se lo intento explicar. Tampoco me gusta dejar a la gente así, chafada del todo. Le cuento que cuando tuve el cáncer, a los 34 años, yo realmente no pensaba que iba a cumplir los 40. Me di por difunta totalmente, teniendo en cuenta que al año siguiente del cáncer me tuve que someter a una mastectomía bilateral porque tenía un montonazo de bultos sospechosos y que además mi madre había muerto poco antes de la misma enfermedad. Vamos, que yo no daba un duro por cumplir los 40.

La principal sorprendida cuando llegué fui yo. Y ahí arrancó la carrera hasta los 50, que tampoco tenía muchas esperanzas de cumplirlos, la verdad. Además esa década "padecí" algo así como una segunda juventud y me volví a convertir en reina de la noche, "Dancing queen", "Living la vida loca". Vamos, que en vistas de que no esperaba llegar demasiado lejos en mi periplo vital digamos que no me corté ni un pelo y que me lo pasé bastante bien, quizás excediéndome un pelín por aquí y por allí. Y otra vez para mi sorpresa resulta que llegué a los 50, y lo celebré con una pedazo de juerga de ésas que hacen época.  Que me quiten lo bailao, qué coño!

Y ahí empezó la carrera hacia los 60, en la que estoy embarcada ahora mismo. Carrera que tampoco tengo yo demasiado claro que vaya a conseguir consumar. Es verdad que ya dejé la vida loca y casi todos mis vicios, ya sólo me he quedado con una moderada afición a la cerveza y al verdejo, pero vamos, entre mi genética poco alentadora y la vida destroyer que he llevado durante gran parte del tiempo, que alguna secuela habrá dejado fijo, no lo veo yo claro tampoco. Hay que tener en cuenta que mi madre murió a mi edad actual, llevando una vida de bendita santa y sin ápice de vicio en su historial, y mi padre 8 años después, a los 64.  Ambos se habían tenido que jubilar anticipadamente por enfermedad. Vamos, como para estar yo muy preocupada por mi jubilación!

Esto mi compañera se ve que no lo entendía muy bien. La pobre me animaba a confiar un poco más en mis posibilidades. Es difícil explicarle a la gente que para mí la sensación de impermanencia no supone ningún problema. Que ni me angustia ni me produce ansiedad ni nada. Al revés, me da paz. Simplemente soy una auténtica forofa del "carpe diem",  yo sé que hoy estoy aquí pero no tengo ni idea de si estaré mañana o de cómo estaré. No me interesa qué va a ser de mí a los 80 años, porque no creo que vaya a llegar ni tampoco tengo claro que quisiera. Si luego resulta que al final llego pues ya entonces, tras la sorpresa inicial, me plantearé qué coño hago.

Y lo mismo con la jubilación. Nunca he pensado en llegar, y mucho menos teniendo en cuenta que cada vez se pone la cosa más difícil, pero si al final resulta que llego pues ya veré. Todo depende de cómo llegue, en qué condiciones. Cómo voy a pensar ahora mismo en algo que no sé si va a pasar? Yo la verdad es que también alucino bastante al revés, con la gente que está todo el rato haciendo planes para cuando se jubile. En lugar de vivir y disfrutar del presente están todo el rato planificando el futuro.  No lo entiendo, la verdad.

Además, que es que a mí lo de llegar a los 80 o los 90 no es que tampoco me haga mucha ilusión. A ver, si llego como mi tía Estrella, que tiene 90, está como una rosa, es completamente independiente y tiene la cabeza mejor que yo, pues firmaría ya. Pero eso no suele ser lo normal. La mayoría de la gente a los 90 o se le ha ido la cabeza totalmente, o apenas puede moverse o se caga y se mea encima todo el tiempo. Vamos, que si ése es el plan y yo tengo la "suerte" de llegar ya me buscaré la manera de escaquearme de semejante planazo.

En definitiva, que yo vivo en una realidad totalmente diferente a la de la mayoría de las personas, y ni ellas me entienden a mí ni yo a ellas.  Hablamos distintas lenguas.  Hablarme a mí de jubilaciones es como hablarle a un chino de vacaciones. Es un contrasentido.

No es extraño que huya tanto de la gente. Si es que no tengo nada que ver con nadie. Me siento como Gurb, el extraterrestre.

Por ejemplo esta semana, sin ir más lejos, he tenido un momento de pánico brutal. Estaba en la terraza de la cafetería de la Facultad, comiendo tan ricamente mientras leía un libro, y se me planta un tío al lado de pie a fumar. Y con horror me doy cuenta de que me está hablando!! Yo con mis auriculares puestos, procurando marcar territorio. A mí jamás se me ocurriría hablar con alguien que estuviera comiendo y además leyendo. Salvo por fuerza muy mayor, un incendio o algo así, no me acercaría ni harta vino. Es una cuestión básica de educación y de no invasión de espacios, creo yo. Podría estar interrumpiendo abruptamente un momento mágico en la lectura, especialmente sugestivo o emotivo. 

Bueno, pues claro, tuve que quitarme un auricular y preguntarle amablemente qué decía.

- Hombre, que dejes el libro a la hora de comer, que la hora de comer es para comer.

- Comooooooooorrrrrrr????

Ya me fijé en su cara y lo reconocí, era un usuario habitual de la biblioteca. Por un momento sentí verdadero terror de que se me emperchara. Con un comentario como ése no sería de extrañar. Además estaba toda la terraza vacía y el tío se había puesto justo en mi árbol a fumar. Evidentemente pretendía pegar la hebra. Es mi cruz.

Mira que no me gusta ser maleducada con la gente, pero este tipo de peligros hay que solventarlos radicalmente y sin dejar lugar a dudas. Ni le contesté, me volví a poner el auricular y seguí leyendo, o al menos intentando leer. Porque ya no podía concentrarme sólo de pensar en que no hubiera captado mi indirecta y que siguiera erre que erre. Ya sabéis, la noche que me dio el tío del tambor.

Recuerdo cuando iba a Rabanales en el último vagón del tren, en el sexto cipote, y se me ponía alguien enfrente con intención de entablar conversación, que me plantaba el libro delante de la cara, y aunque lo pasaba fatal porque no me gusta hacer ese tipo de cosas (digámoslo claro) de tía borde, es que era cuestión de vida o muerte, era en defensa propia. Porque sabía perfectamente que una vez que le diera cuartelillo ya estaba perdida para siempre, y no tendría salvación. Aquello de más vale ponerse una vez colorá que ciento amarilla.

Pues con este usuario me ha pasado lo mismo. Tenía que cortar el peligro en seco y no le dije ni mu. Una cosa es ser amable y servicial en el trabajo y otra muy diferente tener disponibilidad amistosa fuera de él. Por suerte no soy autónoma ni empresaria y me puedo permitir el lujo de no compadrear con mi clientela fuera del trabajo.  Y el muchacho pilló onda, se fumó su cigarro rápido y se piró. No os podéis ni imaginar el suspiro de alivio cuando me volví a ver totalmente sola.

O sea, mi ratito de comer, que para mí es sagrado. Mi momento de tranquilidad, que aprovecho para leer o para ver algún vídeo de mis youtubers favoritos, que me siento siempre en el sitio más alejado del mundanal ruido, me planto los auriculares para aislarme... me vas tú a decir que no leaaaaaaa???? Y cuál es el plan alternativo? Hablar contigo???????? 

Esa es otra cosa que nadie puede entender, como lo de la jubilación y la impermanencia. La mayoría de la gente siempre está buscando a otra gente para no comer sola. Igual que buscaban en el tren a alguien con quien hacer el trayecto de cháchara. No les cabe en la cabeza que haya personas como yo que gustan de viajar solas o de comer solas, en definitiva, que gustan de la soledad.  Los solitarios somos gente muy incomprendida. Y hay que ser muy tajante para no dejar lugar a dudas y no dar ni la menor oportunidad de emperchamiento. Y se pasa mal, palabrita. Porque yo no soy así, y si no eres borde de nacimiento cuesta mucho interpretar el papel. Pero repito, es cuestión de vida o muerte. Sabes que es esa vez, sólo esa vez, y ya has sembrado el terreno para no tener que volver a pasar por lo mismo.

A ver, que a mí, como a todo el mundo, me encanta comer con mi familia y con mis amigos. Tampoco soy tan rarísima. Es más, es de las cosas que más me gusta hacer en el mundo, comer y conversar con la gente que quiero.  Algunos se sorprenderían de mi capacidad de palique y de turboverborrea cuando estoy en mi salsa. Pero tanto me gusta eso como aborrezco tener que comer o conversar con gente con la que no me apetece.  

Por eso siento que gasto gran parte de mi energía y de mi tiempo en vivir a la defensiva, intentando protegerme de situaciones que me violentan. Sorteando peligros, eludiendo situaciones incómodas, inventando estrategias, buscando desesperadamente la soledad como los perros buscan los culos de otros perros.

Sé que autista no soy. Lo he hablado con mi hija, que es experta en el tema y me ha descartado del club.  Por lo visto no cumplo con muchos de los requisitos. Vaya por Dios! No encajo en ningún colectivo definido. Pero bueno,  si no lo soy sí que los entiendo muy bien. Entiendo perfectamente lo que es sentirte un bicho raro, y que constantemente se invade tu espacio. Y refugiarte en tu mundo, en tus cosas. Tipo avestruz, si yo no los miro ellos no me ven.

Si no estoy en el espectro autista sí que estoy seguro en algún otro espectro de gente rara.  O soy una mezcla de espectros. Medio hiperactiva, medio autista.  O algo que esté por inventar.  Vete a saber!

Estoy rodeada de libros de psicología. Me quedan algo así como mil años para jubilarme, si es que llego. Tengo tiempo de sobra para estudiar qué coño soy.

No es coña. Es un buen plan para mí. Libros y silencio, mi paraíso. 

Yaaaaaa, vale! Cancún mola más. 

Pos to pa vosotros.  Pasadlo bien. Bye bye, see you!