En mi curro han hecho hace unos días un curso de liderazgo y habilidades sociales, al que yo, como es costumbre en mí no me he apuntado.
Para empezar tengo mínimas intenciones de ejercer ningún liderazgo en nada, y para terminar, de habilidades sociales vengo sobrada de fábrica. Otra cosa es que me apetezca ejercitarlas o no, y últimamente cada vez me apetece menos.
Yo de pequeña fui una niña extrovertida, amable y expansiva. En el fondo creo que siempre he tenido cierta timidez, por ejemplo, nunca me ha gustado hablar en público ni participar en reuniones de mucha gente, pero luego en petit comité tengo desde muy chica mogollón de habilidades y creo que bastante encanto personal. No es por darme pisto, pero a estas alturas de la vida ya una sabe lo que tiene y lo que no. Así que realmente no fui al curso, aparte de porque ya no estoy interesada en tirarme tropecientas horas para aprender cosas que perfectamente me puede enseñar alguien en quince minutos de clase particular, porque el tema en cuestión me interesaba entre nada y menos nada.
Mis habilidades sociales hace tiempo que las uso para escaquearme de la gente sin parecer demasiado maleducada, aunque no sé si siempre lo consigo. Intento no ser desagradable pero asegurando que no invadan mi espacio, y ese equilibrio es muy complicado, palabrita.
Y los más curiosillos diréis: y por qué eres así de asocial, de rarita y de rancia? Pues mira, es muy sencillo, porque no me interesa casi nada de lo que habla la gente.
Por ejemplo, estos días de atrás he estado muy triste por el tema de Álvaro Prieto, el chaval cordobés que murió electrocutado en un tren. Como ya sabéis muchos, en mi familia ha habido bastantes muertes de personas jóvenes, Desde que este chico desapareció me impliqué muchísimo en la historia, me traía muchos recuerdos, momentos terribles vividos en mi familia. Cuando ya se supo definitivamente que había muerto de la manera más tonta posible no podía dejar de pensar en esos padres, sobre todo en ellos porque por experiencia sé que los padres son los que a menudo nunca levantan cabeza cuando pierden un hijo. Me acordaba constantemente de los míos propios, de mis tíos Pepe y Rafi, de mi hermana y mi cuñao, pensaba en el horror tan terrible que estaría viviendo esa familia y me partía el alma. Empatizo tanto con estas cosas que de algún modo es como revivir las mías propias. Y como es natural me interesa una mierda que venga nadie a contarme otras gilipolleces, porque yo estoy en ese momento viviendo intensamente una tragedia, que no me afecta directamente pero que de algún modo siento como mía propia.
Esto es sólo un ejemplo, pero hay muchos más. También me pasa cuando estoy muy embebida con algún libro, y la historia me absorbe, sobre todo si hay un trasfondo trágico, esos libros que te hacen llorar a ratos, que dejas de leer y te cuesta un buen rato recuperar la normalidad emocional... pues que alguien me hable de un pego que me importa otra mierda se me hace insoportable. En general cuando estoy muy concentrada en alguna cosa me sobra todo el mundo. Vamos, hablando en plata, que no tengo el chichi pa farolillos.
Luego hay temas que sí me interesan muchísimo, que incluso me apasionan. Por ejemplo, la política. Soy una persona hiperinformada sobre política porque leo constantemente y escucho medios de todo pelaje. Como ya he dicho muchas veces tengo fuertes convicciones de izquierdas, pero actualmente, desde hace años, estoy huérfana de voto. Bueno, pues es que no quiero hablar con nadie de política, porque las pocas veces que lo he intentado me he encontrado con que es imposible sacar a la gente de su sectarismo. Si hablas con gente de izquierdas, que supuestamente son los míos, ves que realmente lo único que les importa es que de ninguna manera gobierne nunca la derecha. Si hablo con gente de derechas les doy la razón en muchas cosas pero no puedo comprar en absoluto su pack completo, porque soy atea, republicana, socialdemócrata, creo a cascoporro en la enseñanza pública, eso sí, lo más aséptica posible; aboliría por completo la concertada, el que quiera exquisiteces pedagógicas, biblias, coranes, talmudes o manifiestos comunistas que se los pague de su bolsillo. En fin... choque frontal. Y actualmente la derecha sólo tiene un objetivo: quitar a Sánchez del poder como sea. Cosa que, por cierto, yo también querría. Pero no para que lo sustituyan ellos, sino alguien de izquierdas con un poco de vergüenza, decencia y pundonor. Dicho esto, puedo hablar con alguien de política? Imposible. En esta España a garrotazos que tan bien retrató Goya, tanto para un bando como para el otro yo soy un forúnculo extraño e incómodo porque no le compro el pack a ninguno. De todas formas la gente que está en una posición no sectaria, o sea, tan horrorizada con unos como con los otros, es normalmente apolítica, no les interesa el tema. O sea, imposible encontrar un alma gemela con quien marcarme un debate medianamente sano.
Los deportes tampoco me interesan, sólo el fútbol cuando juega mi hijo. Son los únicos partidos que veo por la tele, y tampoco puedo comentarlos con nadie porque es 1ª REF y eso sólo lo vemos los de la familia y los fans de los equipos en cuestión. Por cierto, aprovecho para animar al equipo. Viva el Sanluqueño!
Otra cosa que no me interesa ni un pimiento son los problemas laborales. No en general, claro, sino concretamente los de mi curro. Lo digo porque la gente se puede pasar horas y horas hablando de eso y yo huyo como de la peste bubónica. La verdad es que me considero una privilegiada en este aspecto. Tengo un curro que me gusta muchísimo, pero mucho mucho mucho. Mis condiciones de trabajo son envidiables, de hecho procuro ocultárselas por delicadeza a toda la gente que tiene menos suerte. Mi sueldo es bastante aceptable y me permite vivir sin apuros económicos, cosa que poca gente puede decir hoy en día. Las únicas personas de mi entorno laboral cuyos problemas me interesan son los que están en precario, contratados haciendo sustituciones, que las criaturas se pasan la vida opositando, trabajando y estudiando al mismo tiempo, muchos de ellos con cargas familiares. Yo también estuve ahí muchos años y siempre voy a solidarizarme con esa gente.
Pero cuando veo a uno de los míos, los que estamos asentados, tenemos nuestros puestos y una serie de privilegios que no dejan de ser un agravio comparativo hacia toda esa otra gente que está en una situación de inestabilidad, cuando los veo quejarse, digo, de alguna gilipollez (y los que no vivís en este mundo, no os hacéis una idea de las chorradas de las que la gente privilegiada se puede llegar a quejar) es que me gustaría mandar a esas personas a tomar por culo. Me parece tan obsceno quejarnos de algunas cosas en este trabajo que cuando alguien lo hace, y encima delante de esas criaturitas que están acojonaítas, con el contrato pendiendo de un hilo, siento una necesidad imperiosa de gritar. Además por experiencia sé que, para más escarnio, luego en los desayunos se pasan horas hablando de esas cosas, que es uno de los motivos por los que hace mil años decidí no volver a ir a desayunar con nadie.
Así que creo que se puede entender por qué luego, cuando me junto con mis amigos o con mi familia, parezco el loro la perla porque no paro de cascar. Los tengo fritos a los pobres, todo lo que no hablo en mi curro lo hablo luego con ellos. Mis hijos me dicen muchas veces: "anda que si la gente supiera que cuando abres la boca hay que ponerte un bozal pa callarte".
Pues bueno, éste es el tema. No tengo un problema de habilidades sociales; lo que tengo es una clara intención de no usarlas. Por tanto no necesito cursos de sociabilidad en los que enseñan a la gente cosas tan interesantes como decir buenos días a los compañeros y preguntarles qué tal les ha ido el fin de semana. Lo que yo necesito más bien es un curso de estrategias infalibles de evasión para escapar de las conversaciones que me aburren. No me cuentes tu vida, yo prometo no contarte la mía. Cuéntame tus problemas laborales si eres un triste contratado por prejubilación al 75% y estás jodido; si te pasas la vida de oposición en oposición, sacando el tiempo para estudiar de debajo de las piedras; si yo puedo aportarte algo por mi experiencia, o por supuesto si tienes un problema personal, o de salud, o de familia, o de lo que sea. Para eso siempre he estado y siempre voy a estar. Ahora, para chorradas, chismorreos y nininanas, ni estoy ni nunca estaré y siempre me escaparé.